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Aladino: invitado sorpresa en las mil y una noches

En el último artículo os hablé de las traducciones decimonónicas de Las mil y una noches e insistí en la idea de que algunos de los cuentos más conocidos por el público occidental habían sido añadidos por Antoine Galland en el siglo XVIII. El traductor francés los había escuchado de su amigo sirio Hanna Diab, que a su vez los conocía porque formaban parte de la tradición cuentística oral árabe. Estoy hablando concretamente de Aladino y la lámpara maravillosa, Alí Baba y los cuarenta ladrones y Sindbad el marino. Incluso sin haber leído Las mil y una noches completa en cualquiera de sus adaptaciones o traducciones, la mayoría de la gente conoce estos tres cuentos o ha oído hablar de ellos. Quizás nos encontremos con la sorpresa de ser conscientes de que los conocemos, los nombres de los protagonistas nos resultan familiares y tenemos una idea aproximada de su argumento. Sabemos que hay una lámpara maravillosa con un genio atrapado, sabemos que hay una cueva llena de tesoros que se abre al grito de “Ábrete, Sésamo”. Nos suena el nombre de Sindbad y quizás nos recuerde vagamente al griego Ulises y sus aventuras marinas de monstruos y dioses.

Pero ¿qué más podemos encontrar en estos tres cuentos? ¿Cuál es su origen y su influencia posterior? Acomodaos para escuchar la historia maravillosa de Aladino y su lámpara.

ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA

Si queréis leer el cuento online podéis hacerlos desde esta página.

 

Explica Sherezade entre las noches 732 y 772 que, en una ciudad de  China de cuyo nombre no consigue acordarse, vivía un sastre muy pobre que tenía un hijo muy travieso llamado Aladino. Para empezar ya debería llamarnos la atención que el cuento esté situado en China. En realidad es una manera de referirse a una tierra lejana, exótica, diferente, sugerente. Para la tradición cuentística árabe este lugar está representado por China. De hecho, a parte del nombre del país no hay nada que nos haga pensar que estamos en China. Los personajes son musulmanes, los genios mágicos son de tradición árabe, no hay referencia ninguna a confucionistas, ni budistas, aunque sí aparecen judíos. Así que la China en realidad quiere decir algún país muy, muy lejano.

El padre intenta enseñar el oficio de sastre al niño Aladino, pero resulta ser un travieso sin remedio y esto mata de pena, literalmente, al hombre. La madre de Aladino tampoco puede controlar al niño, que acaba convirtiéndose en un adolescente muy guapo y bastante insoportable. Un día estaba Aladino jugando en la plaza y se fijó en él un mago marroquí que, según explica él mismo, iba buscando un muchacho de las características de nuestro protagonista. De nuevo debemos fijarnos en el hecho de que el mago sea marroquí. Si la China representaba lo exótico hacia el este, Marruecos lo representaba hacia el oeste. En cualquiera de los dos casos se refiere al típico lugar de los cuentos de hadas muy, muy lejano. Después de investigar su vida, el mago se hace pasar por tío de Aladino, llora desconsolado la muerte del sastre y empieza a ganarse la confianza del chico y de su madre a base de proporcionales bienestar económico. Atención a la madre de Aladino, que de ninguna manera recuerda que su difunto marido tuviera un hermano marroquí hasta que éste empieza a desembolsar dinero. Aunque el mago nos de muy mala espina, también es cierto que consigue que por primera vez en su vida Aladino sienta vergüenza de ser un bala perdida y que le propina una buena reprimenda cuando se entera de que no tiene ni oficio ni beneficio y que se pasa el día haciendo el vago por las calles. El mago hace todo lo posible para convertir a Aladino en un hombre de provecho, y mientras Sherezade explica cómo lo hace no podemos evitar preguntarnos qué pretende realmente el marroquí. El lector ve de lejos que no es trigo limpio, que sin duda esconde algún plan oculto y malévolo, aunque no se nos da ninguna pista al respecto. ¿Qué pretende conseguir del chico? ¿Por qué lo viste, lo peina, lo baña, le monta un negocio de telas caras en la mejor zona del zoco y le empuja a dejar de comportase como un crío irresponsable? Es comprensible que el Sultán se sintiera inquieto por conocer el final del cuento de boca de Sherezade.

LOS PLANES SECRETOS DEL MAGO MARROQUÍ, FALSO TÍO DE ALADINO

Un viernes, y es importante puntualizar que era viernes porque es el día de descanso de los musulmanes y por lo tanto el zoco está cerrado, el mago se lleva a pasear a Aladino. Caminan y caminan hasta que salen de la ciudad y llegan a terreno montañoso. El chico se queja porque no ha sido informado del motivo del paseo y empieza a sentirse cansado y un poco mosqueado, pero el astuto marroquí le insta a comportarse como un hombre y a dejar de quejarse. Por fin llegan a un paraje bastante inhóspito, para perplejidad de Aladino, porque su supuesto tío no deja de decir que está a punto de contemplar el más maravilloso de los jardines.

En este momento podemos leer uno de los pasajes más divertidos del cuento. El misterioso mago enciende una hoguera, prende incienso, empieza a recitar un hechizo en una lengua desconocida y consigue provocar un terremoto y abrir un agujero tapado por una losa delante de ellos. Aladino pierde totalmente la dignidad y empieza a gritar y a correr en círculos haciendo aspavientos. El mago se lanza literalmente sobre él, le retuerce las orejas, le pega un bofetón que resuena en los confines de la tierra conocida y que deja a Aladino medio turulato y le pide que se comporte.

Entonces le explica que al otro lado de la losa hay un gran tesoro. Parece ser que hay algún impedimento para que el mago pueda levantar la losa y solo puede hacerlo Aladino, medio aturdido todavía después del bofetón pero cada vez más despierto ante la perspectiva de conseguir un gran tesoro.

Nuevamente nos falta información. ¿Por qué no puede el mago levantar la losa y Aladino sí? Sherezade dosifica la tensión y lo revelará más adelante. El muchacho recibe instrucciones tan precisas de lo que debe hacer para levantar la losa con las palabras adecuadas y de lo que se encontrará al otro lado -el número de escalones, de salas, de puertas, sus materiales, el número de clavos…- que cualquiera diría que el propio mago ha sido el constructor de semejante maravilla. Lo más importante en estos momentos es, por un lado, que el mago le da a Aladino un anillo que se supone que le protegerá de todo mal en su descenso, aunque no nos explica cómo, y, por el otro, que por fin nos enteramos de que el objetivo final es que Aladino encuentre una lámpara y la suba a la superficie.

LA BAJADA A LOS INFIERNOS DE ALADINO

En realidad, Aladino no baja al infierno, pero desde el punto de vista simbólico no podemos evitar percibir ciertas reminiscencias clásicas en el viaje de autodescubrimiento que implica un descenso a las profundidades, reales o metafóricas, para conseguir el ansiado tesoro. En este caso no se trata de un paisaje infernal prototípico, sino de un jardín maravilloso lleno de árboles cargados de piedras preciosas y puertas misteriosas. Aladino sigue al pie de la letra las instrucciones que le ha dado su tío falso, consigue la lámpara y rehace el camino para salir del agujero. Por el camino carga con todas las piedras preciosas que puede y cuando le pide ayuda al astuto mago para subir se encuentra con que primero le pide que le lance la lámpara y luego ya le ayudará. No parece haber ninguna razón lógica para esto. La lámpara es pequeña, le cabe a Aladino en el bolsillo y además el hombre pierde los nervios y comienza a gritar y a insultar al muchacho, que está horrorizado pensando que volverá a recibir una bofetada como la de antes. Así que prefiere no subir hasta que al hombre no se le haya pasado el enfado. No solo no se le pasa, sino que de un ataque de furia cierra la losa, deja a nuestro travieso adolescente encerrado en el jardín subterráneo y se marcha.

¿Qué pasa entonces con Aladino? ¿Frotará la lámpara y el genio que todos conocemos lo ayudará a salir del agujero? Pues no. Recordad que el mago le había dado un anillo protector. Accidentalmente frota el anillo, no la lámpara, y aparece un genio que, efectivamente, se presenta como protector del anillo y le concede cualquier deseo. Como no podía ser de otra manera, Aladino pide ser sacado de allí y corre a casa de su madre para explicarle todo lo que ha pasado, incluido el hecho de que su tío es falso y una mala persona que se dedica a dar bofetadas a traición. De repente, a la madre empieza a parecerle sospechoso que su difunto marido tuviera un hermano marroquí desconocido, pero la verdad es que les ha dejado en una situación económica bastante buena y además ha conseguido que Aladino piense en el sentido de la vida y en el tiempo que ha perdido vagando por las calles y decida empezar a convertirse en un hombre de provecho.

Pudiera parecer que la historia acaba aquí, pero no olvidemos que Aladino todavía tiene la lámpara que consiguió en el jardín subterráneo. Y justo entonces aparece en escena la princesa Badru’l-Budur, a quien Disney rebautizó como Yasmín porque seguramente es mucho más comercial.

La tentación de imitar a Sherezade es demasiado fuerte como para no caer en ella, de manera que me permito invitaros a volver el mes que viene si queréis descubrir qué pasó con el mago marroquí, por qué no podía levantar la losa y Aladino, pobre hijo de sastre anónimo, sí , qué papel juega la princesa Badru’l-Budur en toda esta historia y cuándo vamos a ver actuar al genio por fin. ¿Habrá genio en la lámpara o solo en el anillo? ¿Cuántos deseos está dispuesto a conceder a Aladino?

Todo esto y mucho más será respondido a su debido tiempo si nos es permitido un nuevo amanecer.

Es bastante probable que todos vosotros conozcáis la versión de Disney de nuestro cuento de hoy, así que me gustaría dejaros el enlace a una curiosa versión protagonizada por Bud Spencer en la que se explica la historia de Aladino y su lámpara con deseos incluidos en el Miami de los años 80.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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