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Alejandro Magno en “Alexander”

Una serie sobre las películas históricas no podría estar completa sin un artículo dedicado al líder más grande de la Antigüedad. Alejandro Magno fue el estratega del que aprendieron todos los estrategas. Aníbal Barca lo idolatraba hasta niveles casi obsesivos, tanto que lo tenía presente en cada una de sus batallas. Quizás por ello fue el que estuvo más cerca de igualarlo. En 2004, Hollywood estrenó «Alexander», de Oliver Stone. A pesar de que su éxito no fue el esperado, hay que reconocer que la película es grandiosa en cuanto a concepto y producción. ¿Pero cuánto hay de ficción y cuánto de realidad histórica en este filme? ¡Os lo cuento!


«Alexander»: oportunidad perdida

En primer lugar hay que mencionar que Oliver Stone contó con un asesor de lujo: el historiador británico Robin Lane Fox. Estamos hablando del autor de la mejor biografía del conquistador macedonio jamás escrita, publicada en 1973. De hecho, este libro conformaría los cimientos argumentales del guión de la película. Más aún, Lane Fox participó en persona durante toda la producción, con el único afán de que el estilo hollywoodiense no fagocitara tanto su obra como la figura histórica Alejandro.

Con un guardián tan férreo e implacable, cabría pensar que «Alexander» sería una adaptación fiel y escrupulosa de la historia. Hay que reconocer que lo es, y que más allá de que se tildara a la película de aburrida y demasiado centrada en la sexualidad de Alejandro Magno, es complicado encontrar grandes errores históricos en el film. Pero haberlos, haylos.

Alejandro Magno infancia


El Faro de Alejandría

El primero lo encontramos a los pocos segundos de empezar la película, con esa panorámica soberbia del puerto de Alejandría y una fecha: 285 a.C. En esta imagen destaca algo imposible, algo que no debería estar ahí todavía. Me refiero a una de las siete maravillas del mundo antiguo, el Faro de Alejandría. Varios apuntes de esta construcción, para los que viváis en Marte: se estima que su altura alcanzó los cien metros, lo cuál la convirtió en la estructura más alta hecha por el hombre durante siglos. De esas siete maravillas, fue la tercera que más tiempo sobrevivió (superada solo por la Gran Pirámide de Guiza y el Mausoleo de Halicarnaso), pues sus últimas piedras permanecieron indemnes hasta 1480. Vamos, que este monumento bien se merecería un artículo completo (ponédmelo en los comentarios si os apetece).

¿Pero por qué es un error histórico que aparezca al principio de «Alexander»? Cinco años tienen la culpa, ya que la construcción del faro no comenzó hasta el 280 a.C. Sí, el proyecto nació de la mente de Alejandro Magno, pero nuestro aguerrido conquistador murió antes de que aquello fuera algo más que una idea. Tuvo que ser Ptolomeo I, quien se declaró el primer faraón ptolemaico en el 305 a.C., quien financiara la construcción del monumento en la isla de Pharos (de ahí el nombre). Sin embargo, las obras, que se prolongaron durante más de tres décadas, concluyeron bajo el gobierno de su sucesor, Ptolomeo II, en el 247 a.C. Así que en la escena con la que se abre la película todavía faltaban treinta y siete años para que la visión del faro acabado fuera posible.

Faro de Alejandría


Olimpia, una madre bastante desequilibrada

El personaje más importante en la vida de Alejandro Magno fue sin duda su madre, Olimpia de Epiro. Al menos eso asegura la película, donde nos la ponen de loca para arriba. Por ejemplo, juguetea con serpientes, algo de lo que sí hay constancia histórica. Pero la explicación propuesta por los historiadores es mucho más mundana que una simple demencia: durante la antigüedad, estos animales han sido la representación de diversos cultos primitivos en torno a diosas de la naturaleza (en la Creta minoica, por ejemplo). En este caso, se cree que Olimpia pudo ser practicante de un rito tracio a la Gran Madre, común en muchos pueblos anteriores a la cultura griega.

En la película, Olimpia también asegura que Zeus la dejó preñadísima de Alejandro Magno mandándole un rayo directo al útero. Y claro, por eso ella estaba tan convencida de que su hijo iba a ser un dios, como un nuevo Aquiles. También por eso se pasó toda su infancia comiéndole la oreja con eso de que iba a ser el mayor hombre del mundo. La verdad es que el tema de la divinización de Alejandro daría para un artículo entero. Para empezar es cierto que él realmente se creyó un dios, y que no fue sólo por conseguir el respeto, como otras figuras históricas. Al fin y al cabo, se lo ganó a base de méritos. En cualquier caso, nunca ningún historiador ha postulado la hipótesis de que fuera por influencia de su madre. Vamos, que esto se lo sacaron de la manga en pos del dramatismo.

Olimpia madre de Alejandro


Gaugamela, la madre de todas las batallas

Estaréis esperando que ponga a caldo la escena de la batalla de Gaugamela en la película. Pues no, resulta que es una magnífica recreación a la que apenas se le pueden achacar errores. Hasta fueron detallistas con cosas como que los caballos no tuvieran estribos, ingenio que fue muy posterior. Sin embargo, esto implica que, sin una manera de que el jinete pueda apoyar sus pies, es imposible realizar una carga de caballería con lanza pesada, porque se caería al primer contacto.

Otros pequeños errores son, por ejemplo, que los persas de la película hablen en árabe, cuando el idioma persa no tiene nada que ver con el mundo árabe (el persa es de origen indoeuropeo, mientras que el árabe es semítico, de la familia afroasiática); o que la batalla de Hidaspes se desarrolle en una jungla y sin ningún río, cuando el enfrentamiento se dio en el margen oriental del río que da nombre a la contienda; o decir que Heracles, Aquiles, o Teseo visitaron la India; o, ya que mencionamos a Heracles, que este mató a sus hijos después de sus trabajos, cuando en realidad si realizó éstos fue para expiar ese crimen.

Como veis, se trata de pequeños fallos, que en realidad tampoco son tan importantes, pero que empañan un poco esta producción tan épica y, por desgracia, tan poco valorada.

batalla Gaugamela

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

  • Rosa Reboredo

    Buenas noches.

    Como siempre, gracias por tus artículos, Teo. Aprendo con ellos.

    Y sí, yo soy una de las interesadas en que hables sobre el Faro de Alejandría.

    Un beso

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