Mi querido compañero Rober Rodríguez me lanzó una propuesta en uno de sus interesantes artículos, en el cual mencionaba el miedo a los payasos. Y a mí, que no hay nada que me mueva más que un reto, me ha faltado tiempo para ponerme a ello. Sin embargo, voy a ir a algo más básico que el miedo a los payasos, y es al miedo mismo. ¿Por qué? Porque el miedo es una emoción básica y universal. Todas las personas hemos sentido miedo y todas las personas tenemos miedos todavía. Nadie escapa a esta realidad emocional. ¿Por qué, entonces, se deberían escapar de ella nuestros personajes? A continuación explicaré cómo usar el miedo al crear un personaje literario. Para usar el miedo debemos conocer el miedo El miedo, según la Real Academia Española, tiene dos acepciones que varían en la intensidad de dicha emoción. Por un lado, el miedo es la angustia que experimenta la persona por un riesgo o daño real o imaginario; y, por otro lado, el miedo es el recelo o aprensión de que suceda algo contrario a lo que se desea. Por ejemplo, se puede sentir miedo ante la idea de salir a hablar a un escenario, durante un examen académico, en una entrevista de trabajo, ante la posible pérdida de algo o alguien querido… A menudo, sin embargo, las personas utilizan otras palabras para referirse a esta emoción, tales como ansiedad, fobia, angustia, pánico… llegando a considerarlas sinónimos. El miedo es una emoción funcional, adaptativa y necesaria para la supervivencia. Nos alerta, activa y moviliza psicológicamente y fisiológicamente ante un peligro que amenace nuestra integridad física o moral. El miedo, por tanto, es una emoción normativa que forma parte integral del desarrollo humano. De la misma forma, nuestros personajes deben tener miedos y reaccionar a ellos de forma coherente para que quien lea la novela pueda empatizar con ellos. Es el primer paso para saber cómo usar el miedo al crear un personaje literario. Cómo usar el miedo al crear un personaje literario: de la emoción a la acción El siguiente paso en esto de aprender cómo usar el miedo al crear un personaje literario es comprender la conducta asociada a dicha emoción. Y es que, como toda emoción, el miedo va ligado a una reacción. En este caso, la conducta asociada es de huida, que puede verse desde la perspectiva del escape o de la evitación. La evitación consistiría en eliminar el estímulo antes de que aparezca, en prevenir el contacto en encuentro con él, y el escape se produciría después de la exposición del estímulo que produce la aversión. Para entendernos, imaginemos a un personaje que tiene miedo a las palomas: su conducta de evitación sería no cruzar el parque donde sabe que se reúnen. Si otro personaje tiene miedo, por ejemplo, al fracaso, la evitación podría llevarle a no empezar un proyecto. ¿Y qué hay de la conducta de escape? Pues, en el primer caso, el personaje saldría corriendo tras ver a las palomas y, en el segundo, el personaje se vendría abajo tras el fracaso, huiría mediante el aislamiento, la agresividad o cualquier otra forma desadaptativa de gestionar el miedo. Y es que sí, el miedo puede manejarse adecuadamente… o no. El miedo se convierte en un problema cuando la actitud y las competencias emocionales que poseemos no tienen la suficiente fuerza para dominar dicha emoción. Cuando el miedo toma el control, el personaje reaccionaría de forma desadaptativa a situaciones cotidianas, llegando a tener otro tipo de alteraciones fisiológicas que podrían derivar en un trastorno de ansiedad generalizada. Cómo usar el miedo al crear un personaje literario: del miedo a la ansiedad Si se quiere saber cómo usar el miedo al crear un personaje literario, es imprescindible conocer la ansiedad, ya que son conceptos íntimamente relacionados pero no iguales. El miedo, como he explicado, es una emoción básica, universal y necesaria, que podemos manejar más o menos adecuadamente, y que va ligada a dos tipos de reacciones de huida. El trastorno de ansiedad generalizada consiste, según el DSM V, en una preocupación excesiva durante, al menos, seis meses, relacionada con diversos ámbitos, como el laboral y familiar. Quien sufre un trastorno de ansiedad es incapaz de controlar la preocupación y de llevar una vida funcional, por lo que la persona siente un malestar clínicamente significativo que le afecta en el ámbito social, laboral y otras áreas importantes del funcionamiento. De esta forma, si nuestro personaje siente miedo de manera estable e intensa, no puede no afectarle en todo lo demás. Todo esto, al margen de que menudo las personas llaman ansiedad a lo que, sencillamente, es miedo, y viven como una patología una emoción natural que no han aprendido a manejar todavía. Esto también puede usarse en una novela, ya que asumir que se tiene ansiedad cuando solo se siente miedo, puede menguar nuestra capacidad competencial para afrontar las amenazas reales o imaginarias, y puede hacernos errar en el afrontamiento del problema, lo cual también le puede ocurrir a nuestros personajes. La interpretación del personaje Este fenómeno estímulo-emoción-acción que he explicado se produce en un contexto específico. Los contextos son considerados estímulos ambientales y pueden producir respuestas emocionales también, dependiendo del significado que la persona le otorgue a los elementos de dicho contexto. Un hospital, por ejemplo, puede generar emociones distintas en personas diferentes. En algunas, miedo, en otras, tristeza… Y la conducta asociada, por tanto, será también diversa. Esta diversidad de respuestas fisiológicas y conductuales se debe a la mediación cognitiva, es decir, al proceso mediante el cual interpretamos los estímulos que nos rodean. Esta interpretación no es, necesariamente, consciente ni racional, de ahí que las respuestas puedan ser adaptativas o desadaptativas. Por ejemplo, si una niña está jugando en una habitación, sola, y de repente se va la luz, la reacción refleja emocional será de miedo y se manifestará de distintas formas (llanto, grito…), como una llamada de socorro. Con el tiempo, esta reacción va cambiando, y los mismos
Cómo manejar el enfado de un personaje en nuestra novela
Escribir una novela es querer emocionar al lector a través de nuestra historia, de nuestro mundo y nuestros personajes. Para conseguirlo, es necesario conocer, reconocer y comprender las emociones, dado que, de lo contrario, no podremos expresarlas y transmitirlas como realmente queremos. En concreto, en esta ocasión, os voy a explicar cómo manejar el enfado de un personaje, porque, oye, todos nos enfadamos, de una manera u otra, y nuestro personaje no puede ser una excepción, a menos que esté realmente justificado. En otra ocasión os hablé de la tristeza, de las distintas formas que tenemos de afrontarla. También os he contado las estrategias básicas que utilizamos para hacer frente a un problema y a qué historia de vida general suele estar asociada. El mundo emocional de las personas es importante, ya que influye en las decisiones y relaciones que tenemos. De la misma manera, los personajes que creemos deben estar influidos por su forma de experimentar esas emociones. Si no, no sería realista, y si un lector no es capaz de creerse nuestra historia, dejará la novela a un lado. ¡Y no queremos eso! Cómo manejar el enfado de un personaje: la duración Antes de meternos en líos, tenemos que saber de qué estamos hablando. La ira, o el enfado, es una emoción funcional. Esto quiere decir que surge ante una amenaza o un problema y nos sirve para motivar la defensa o afrontar la situación que sea. Todas las personas nos hemos sentido enfadadas en algún momento, o muchas veces, y sabemos que no es una emoción placentera. La ira surge como respuesta a dos tipos de situaciones distintas: cuando alguien nos perjudica de algún modo y cuando una persona importante para nosotras sufre. Es importante tener esto en cuenta para entender, a continuación, cómo manejar el enfado de un personaje. Bien, como he comentado, se podría decir que hay dos tipos de situaciones distintas que pueden generar enfado en nosotros y, por ende, en nuestros personajes. La ira como respuesta al perjuicio propio se denomina ira personal, y es en la que vamos a centrarnos hoy. Dependiendo de la intensidad con la que el personaje experimente las emociones, lo pasará peor o mejor cuando algo le enfade, será más o menos impulsivo en su respuesta, pero ese sentimiento durará, más o menos, una media hora. Y tras esa media hora pueden pasar dos cosas: que el personaje gestione adecuadamente su ira y, en consecuencia, afronte de forma asertiva y resolutiva la situación que le generó dicho sentimiento; o bien, que reaccione agresivamente, ya sea para defenderse o para castigar al personaje culpable de su enfado. Conocer los tiempos emocionales son importantes, dado que no tenerlos en cuenta puede hacer que quien nos lee se salga de nuestra historia o no llegue a conectar con la situación que vive nuestro personaje. Como decía, es importante saber cómo manejar el enfado de un personaje, y eso incluye, indudablemente, los tiempos. La rumia y el enfado del personaje Hace un momento os he hablado de la duración de la emoción del enfado en personas que gestionan adecuadamente sus pensamientos y emociones. Sin embargo, sabemos que no siempre manejamos bien lo que sentimos. Seguro que alguna vez, o muchas veces, os ha pasado algo que os ha enfadado y no habéis podido parar de darle vueltas. El proceso, en realidad, empieza por recordar y revivir el episodio que nos provocó la ira, sigue por alimentar pensamientos que incrementan dicha emoción y termina por ensayos mentales de posibles respuestas o actos de venganza. A ese proceso o fenómeno se le llama rumia de la ira. Los efectos de rumiar la ira incluyen un aumento de los sentimientos de enfado, tendencia a pensamientos relacionados con la amenaza y agresividad, respuestas cardiovasculares como la presión arterial y comportamientos agresivos. Y es que, efectivamente, la rumia de la ira se relaciona con las conductas agresivas físicas, verbales y hostiles. Como ya sabréis, las agresiones físicas engloban todo acto físico intimidatorio que puede generar un daño a la otra persona, como empujones, golpes, agarrar con fuerza o zarandear a alguien; y las verbales hacen referencia a gritos, insultos y conductas similares. La hostilidad, que es un concepto menos popular, se define como la desconfianza, cinismo, creencias y atribuciones negativas sobre las demás personas o sus intenciones. En otras palabras, es la tendencia a sentirnos atacados/as y ponernos a la defensiva, habitualmente contra personas que ni siquiera tienen relación con la situación inicial que nos produjo la ira. Cómo manejar el enfado de un personaje: la conducta Ya habréis visto, con lo que os estoy explicando, que las emociones son la base de la mayoría de nuestras reacciones y conductas, por eso es tan importante conocerlas, ¡especialmente si lo que queremos es emocionar a quien nos lee! Muy ligado al enfado, estaría el autocontrol. El autocontrol es la capacidad de alterar, modificar o gestionar adecuadamente los pensamientos, emociones y comportamientos, con el fin de seguir las normas sociales, valores morales, estándares personales y apoyar la búsqueda de objetivos a largo plazo. Se sabe que las personas que tienen un mayor nivel de autocontrol tienen niveles más bajos de conductas agresivas. En realidad, es algo que tiene bastante sentido y que probablemente ya supierais. Sin embargo, uno de los factores que median entre el autocontrol y la agresividad es, precisamente, la rumia de la ira, y eso ya no es tan conocido, ¿verdad? En un artículo anterior hablé sobre lo importante que es conocer los tipos generales de personalidad para que el lector pudiera conectar con nuestro personaje. Pues ahora os digo que nada de eso sirve si no sabemos cómo manejar el enfado de un personaje, los tiempos, las reacciones y esa rumia o autocontrol sobre sus pensamientos. Las personas somos complejas y los personajes, al menos los principales, no pueden serlo menos. La realidad hace más realista lo que queremos plasmar y, sobre todo, transmitir. No se puede emocionar sin tener en cuenta, con respeto
Cómo afecta la tristeza a tu personaje. ¿Lo estás plasmando bien?
En el artículo anterior, comenzaba afirmando que la tristeza es una emoción que nos acompaña desde el inicio de nuestro nacimiento . Podemos experimentarla en un amplio abanico de situaciones. Por ejemplo, cuando recorremos la ciudad deseando tomar nuestro helado favorito y no lo encontramos, o cuando vivimos una situación verdaderamente trágica que cambia por completo nuestra vida. En esta publicación voy a abordar el segundo caso: cómo afecta la tristeza al personaje y qué estrategias de afrontamiento existen para gestionar lo ocurrido. Las estrategias de afrontamiento son las conductas que llevamos a cabo para gestionar una situación determinada: ruptura amorosa, accidente, enfermedad, maltrato… O a un pasado herido emocionalmente. Os planteo un par de preguntas: ¿Cuántas veces hemos leído o escrito una historia en la que hablemos de cómo afecta la tristeza a tu persona, un personaje marcado por estas experiencias? ¿Y cuántas veces has tenido en cuenta los efectos que ello produce en las actitudes y creencias de los personajes, a corto y largo plazo, con coherencia? Un ejemplo de cómo afecta la tristeza a tu personaje: la infancia difícil Una infancia difícil, en el entorno científico, se denomina adversidad infantil. Siguiendo la definición de los investigadores Thomson y Jaque , es un término que incorpora múltiples formas de abuso, negligencia y desafíos familiares, lo que puede llevarnos a tratar el tema de cómo afecta la tristeza a tu personaje. Pero ¿a qué nos referimos con abuso, negligencia y desafíos familiares? El abuso es toda acción intencionada que conlleva un daño físico, emocional o sexual en la persona, normalmente un menor de edad. La negligencia, por otra parte, es todo daño no intencionado, causado más bien por desconocimiento, que tiene como consecuencia el abandono físico o emocional del bebé o niño que han de cuidar. Finalmente, encontramos los desafíos familiares, que incluyen situaciones tan diversas como la pobreza, un divorcio complicado, una separación problemática, una enfermedad mental familiar, la drogodependencia, la violencia intrafamiliar de cualquier tipo, tener un familiar encarcelado… Todas estas situaciones reflejan una infancia difícil que, en ocasiones, tiene su eco en la edad adulta. Con frecuencia, coexisten múltiples formas de adversidad, por ejemplo, una situación de pobreza puede sumarse a una enfermedad mental, o viceversa, e incluso a un abuso de sustancias o drogas. Dependiendo del tipo y número de adversidades, la persona se verá más o menos afectada a largo plazo. No es necesario que la persona sufra en sus carnes, como se suele decir, la adversidad en cuestión. Ser testigo de estas situaciones también puede dañar el desarrollo a nivel neurológico, físico, emocional y psicológico . Por tanto, si queremos crear una historia de vida para nuestro personaje marcada por una infancia difícil, se han de conocer la inmensidad de adversidades que pueden afectarnos a nosotros, las personas, y por tanto a quienes leerán nuestras historias. Recuerda que el vínculo entre personaje y lector es importante. Cómo afrontamos esa infancia difícil Además del popularizado término de resiliencia, que probablemente conozcas, existen las llamadas estrategias de afrontamiento. Esto es: cómo las personas aprendemos a enfrentarnos a la adversidad, cómo aprendemos a hacerlo y, por tanto, cómo lo haremos en adelante. Las estrategias de afrontamiento están estrechamente asociadas con los rasgos y disposiciones de la personalidad, por lo que deben ser coherentes con los rasgos de personalidad que mencionábamos hace unos meses . Fundamentalmente, los individuos respondemos a un evento estresante en el momento en el que nos acercamos (pelear) o nos retiramos (huir). Dependiendo del contexto, cualquiera de las tácticas es adaptable y asegura la supervivencia. No obstante, los avances de la investigación en este campo han arrojado información interesante y útil como, por ejemplo, que se han identificado tres estrategias de afrontamiento principales: orientadas a la tarea, orientadas a la emoción, orientadas a la evasión. Siguiendo las explicaciones de Thomson y Jaque, las estrategias orientadas a tareas incluyen la identificación de problemas, la búsqueda de soluciones para resolver el problema y la movilización de esfuerzos para lograr una resolución. Esta forma de afrontamiento también se considera solución de problemas u orientada a la acción, y se considera la estrategia más eficaz y adaptable para manejar eventos estresantes. Todas las personas que han afrontado las adversidades, grandes o pequeñas, en la infancia con esta estrategia y han resuelto el problema con éxito, aprenden que esta actitud es la que funciona para afrontar las dificultades o el estrés. Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones, el desequilibrio de poder (entorno-niño, adulto-niño) imposibilita que dependa del menor de edad resolver la situación y, por tanto, suele fracasar en su intento. Cómo afecta la tristeza a tu personaje: cuando la respuesta es la emoción A diferencia de la estrategia orientada a la tarea, una estrategia orientada a la emoción se identifica como una táctica poco eficiente de afrontamiento. Por lo general, implica estados emocionales negativos abrumadores como el miedo, la vergüenza, la culpa, ansiedad, enojo o desesperación que interfieren con la reducción del estrés. Las personas que asumen una estrategia orientada a la emoción se preocupan por los estados de sentimientos negativos y no pueden explorar activamente soluciones orientadas a la tarea para satisfacer las demandas del factor estresante. La participación en esta forma de afrontamiento eventualmente compromete el bienestar mental y físico y a menudo se asocia con psicopatología. Una persona con depresión, distimia, trastorno por estrés postraumático o cualquier otra afección relacionada con un pasado adverso, asume unas actitudes de afrontamiento que han de ser coherentes entre sí y con su propio sistema de valores y creencias. Si queremos dar realismo a nuestro personaje, el cual se encuentra en esta situación, debemos consultar con expertos que puedan orientarnos al respecto. Cuando pienso en esto me gusta poner el ejemplo de las novelas históricas. En ellas, el autor debe documentarse para que la historia tenga robustez, sea creíble y coherente. Del mismo modo, debemos ser rigurosos a la hora de afrontar el ámbito social y emocional de nuestros personajes (ciencias sociales) o posibles
La tristeza en la literatura: elemento clave de la novela
La tristeza es una emoción que nos acompaña desde el inicio de nuestro nacimiento. Se expresa a través del llanto cuando nos caemos, de las palabras cuando escribimos una carta a quien echamos de menos, de la ropa cuando vestimos de luto porque no nos apetece ponernos prendas más vivas, más alegres. Nadie es ajeno al sentimiento de tristeza. Estoy segura de que tú también te has sentido triste o, quizá, incluso te sientes triste ahora. Si le presentamos a un grupo de estudiantes un chico que está triste porque su familia no le deja asistir a una oportunidad única en la vida, es posible que consigamos el afecto de dicho grupo. Pero, ¿y si añadimos que ese chico está, además, enfermo? ¿Y si esa oportunidad es realmente única en su vida? Muchas personas sentirán simpatía por el personaje, querrán saber si consigue o no ese sueño que anhela, desearán conocer mejor la historia e incluso un tipo de final, que puede coincidir o no con el que le demos nosotros. La tristeza es importante para el ser humano y, en consecuencia, la tristeza en la literatura es un elemento clave para tu novela. De eso trata este artículo. Existe consuelo en la propia tristeza La importancia de la tristeza en nuestro día a día se basa en que es el principal motivo de la búsqueda de la felicidad. Cuando nos sentimos tristes solemos leer historias trágicas, escuchar música triste, ver películas que nos hagan llorar… pero lo que no sabemos es que gracias a estos recursos nuestro estado de ánimo mejora. Cuando leemos alguna historia triste nos sentimos consolados y comprendidos: el ser humano busca el desahogo a través de la comprensión. Cuando no tenemos la oportunidad de desahogarnos con alguna amistad, encontramos el apoyo en un libro, una película o en la música, llegando incluso a establecer una conexión similar a la que establecemos con nuestros semejantes. La tristeza es un recurso artístico muy utilizado, tanto por quienes crean como por quienes consumen. Por un lado, es habitual que necesitemos expresar nuestra tristeza de alguna forma, buscar consuelo en alguien o en algo, como he explicado antes. Por otro lado, nos identificaremos mejor y sentiremos más simpatía hacia aquellas creaciones capaces de plasmar algo íntimo que somos capaces de experimentar. ¿No es acaso, la tristeza, una de las emociones más íntimas que tenemos? Está relacionada, a fin de cuentas, con nuestra vulnerabilidad. Si la tristeza es algo tan íntimo y representa una vulnerabilidad, ¿por qué nos gusta leer relatos tristes? ¿Por qué quien lee se engancha más fácilmente cuando hay elementos de tristeza? El alivio del final feliz y la tristeza en la literatura Antes he propuesto, a modo de ejemplo, un personaje adolescente enfermo cuya familia le ha prohibido asistir a una oportunidad única en su vida. He mencionado, asimismo, que eso genera simpatía de quien lee hacia el personaje, así como un deseo por saber el final o, incluso, la expectativa concreta de un final feliz (recuerda cuando hablábamos de la relación entre personaje y lector). Este cambio de una emoción triste a una más agradable puede explicarse, entre otras, por la llamada teoría de la transferencia de excitación. Esta teoría se basa, justamente, en el cambio de emoción a través de la exposición de una historia triste con final feliz. A lo largo de toda la historia el receptor de la narración se siente triste debido a la conexión establecida con el personaje; sin embargo, en el final suele sentir un alivio si ha empatizado con al menos uno de los personajes. Un ejemplo de ello sería, como me ha sugerido una buena amiga, la película En busca de la felicidad, dirigida por Gabriele Muccino, en la que aparece un padre y un hijo superando todas las adversidades a las que se enfrentan diariamente como la pobreza o la búsqueda de empleo. Otro ejemplo pero más literario podría ser Sentido y sensibilidad de Jane Auste, donde uno de los personajes femeninos más bondadosos piensa que no es correspondido y muchas lectoras deseamos que sí lo sea finalmente. La tristeza en la literatura y los personajes como consuelo social La importancia de la tristeza también se fundamenta en el consuelo social. Cuando nos sentimos tristes elegimos historias que traten sobre los problemas a los que nos estamos enfrentando en la actualidad o que, de algún modo, puedan representar metafóricamente nuestra experiencia de tristeza. De esta forma nos vemos reflejados en los personajes y sentimos que no somos los únicos con problemas, y como dice el refrán “Mal de muchos, consuelo de tontos”, pero consuelo, a fin de cuentas. Otra explicación teórica sobre este asunto sugiere que a algunas personas les gustan las historias tristes para comprobar que su vida es satisfactoria, por lo que de esta forma las personas valoran su vida al comprobar que hay personas que lo están pasando peor que ellas. Sería algo así como un consuelo social por comparación, que permite relativizar los problemas propios. Un ejemplo literario sobre este uso de la tristeza lo tenemos en el libro La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida” de Elvira Sastre, en el cual la autora plasma en poesía la desilusión por no ser correspondida en el amor y a su vez el orgullo por haber dejado atrás una relación en la que no era correspondida. Tristeza y vulnerabilidad En última instancia, cabe mencionar que existen personas que se interesan por las historias tristes porque quieren comprobar su vulnerabilidad ante situaciones amenazantes. También de esta forma comprueban su fortaleza en posibles vivencias en las que la vida les expondrá en algún momento como la muerte de un familiar o el desarrollo de una enfermedad. Las personas mayores son los que más utilizan este recurso, simpatizando con los personajes e imaginando cómo lo afrontarían ellas mismas. Un ejemplo de ello sería el libro “Un monstruo viene a verme” de Patrick Ness, en el cual un niño tiene que vivir y soportar la enfermedad
Los beneficios de la lectura compartida
Los primeros estudios sobre los posibles beneficios de la lectura compartida se llevaron cabo en la década de los setenta. La lectura compartida se define como aquella que se realiza entre dos o más personas, preferentemente en voz alta. Por ejemplo, un padre, lector, lee un cuento a su hija, prelectora. También existen grupos de lectura compartida de personas adultas a quienes les gusta un mismo género y colectivos que se reúnen virtualmente para leer un libro en concreto. En este artículo abordaré los beneficios de la lectura compartida en la infancia, ya que es donde mejor pueden observarse. En la actualidad, nadie duda de la importancia de la lectura y de la comprensión lectora. Es una destreza determinante para el desarrollo de las personas y la adaptación al entorno académico, social y laboral. De hecho, ya se han llevado a cabo trabajos de investigación que demuestran que las destrezas lectoras predicen mayores niveles de atención, habilidades sociales y gestión emocional a largo plazo (ver Claessens, Duncan y Engel, 2009; Duncan y colaboradores, 2007). Los beneficios de la lectura son, por tanto, una realidad ampliamente aceptada por la comunidad científica. Sin embargo los datos sobre el hábito lector y la competencia lectora son un tanto desoladores. En palabras de Goikoetxea Iraola y Martínez Pereña (2015): “En el año 2012, cerca de un 20% de niños norteamericanos, un 20% de niños españoles y algo más de un 30% de niños chilenos de 4.º de primaria no alcanzaba un nivel básico de competencia lectora. En cambio, tan solo un 8% de niños norteamericanos, un 6% de niños españoles y un escaso 1% de niños chilenos mostraron un nivel alto de rendimiento lector (OECD, 2013).” Para contrarrestar estos datos, una práctica que ha demostrado ser muy efectiva es la lectura compartida. Los beneficios de la lectura compartida en el lenguaje oral Desde hace unas décadas, la comunidad científica ha intentado encontrar la forma en la que la lectura puede resultar más beneficiosa, los hábitos que permiten a un niño o a una niña mejorar en competencias que son tan básicas para la inserción en la vida social. A este respecto, los primeros beneficios de la lectura compartida que se han evidenciado empíricamente son aquellos producidos sobre el lenguaje oral y vocabulario receptivo. Los niños y niñas que tienen lecturas compartidas con sus familias adquieren una mayor destreza oral, mejorando su discurso y manteniendo este logro incluso nueve meses después de realizar esta práctica. Pero, ¿basta con leer conjuntamente, o hace falta algo más? ¿Hay algún matiz que haga de la lectura compartida algo más beneficioso? La respuesta a esta pregunta es sí. La evidencia empírica ha puesto de manifiesto que cuando la lectura compartida es dialógica sus beneficios son mayores y más perdurables. Es decir, si en la lectura compartida las personas comparten apreciaciones, preguntas, opiniones, recuerdos y, en definitiva, interactúan con base en el libro, los beneficios en el lenguaje oral son una realidad demostrada. Ya he comentado que la lectura en sí misma incrementa las competencias sociales y emociones. Ahora, además, sabemos que la lectura compartida suma en estas adquisiciones. Los beneficios de la lectura compartida en el discurso escrito Equipos de investigación de distintos países se centraron en los posibles beneficios de la lectura compartida en el discurso escrito, conocido como el conocimiento de lo impreso. Este concepto hace referencia tanto a las nociones básicas de la lectoescritura como a la organización del texto, el interés por el lenguaje escrito y los elementos que lo integran, entre otros aspectos. En este sentido, se sabe que existen beneficios de la lectura compartida en la destreza lectora y escritora, y que promover en la infancia escolar la lectura compartida es más eficiente que otros métodos de enseñanza de la lectoescritura. Los beneficios de la lectura compartida en este aspecto se mantienen incluso seis años después de haber realizado esta práctica. Los beneficios de la lectura compartida en la igualdad de oportunidades Es posible que los efectos y beneficios de la lectura compartida descritos previamente fueran esperables, pero llegados a este punto quisiera hablar de diversidad. Las escuelas son un reflejo de la sociedad y puede hacer dos cosas: transformar esa realidad o perpetuarla. La lectura compartida podría ser una herramienta interesante para la primera opción. Muchos trabajos de investigación han estudiado las diferencias entre diferentes estatus socioeconómicos respecto a la cantidad y calidad de la exposición al lenguaje hablado, la posesión de libros en el hogar y la frecuencia con la que se realiza la lectura compartida. Las diferencias son significativas y afectan a la competencia lectora y hablada, al ámbito social y emocional y a todas las demás variables asociadas. Los niños y niñas en desventaja social suelen llegar a la escuela con retrasos en el lenguaje oral o incluso con retrasos del lenguaje, con todo lo que ello implica en la adaptación escolar y en el rendimiento académico. Y es que es una realidad que la desigualdad existe y que se refleja también en la escuela. Un elemento esperanzador en este sentido es que hay estudios científicos que han demostrado que la lectura compartida en la escuela es eficaz para garantizar un adecuado desarrollo del lenguaje en chicos que llegan con un déficit a la escuela. En este caso, no obstante, si se desea mantener los logros, es necesario que la práctica de la lectura compartida sea habitual y no temporal. Los beneficios de la lectura compartida son una realidad evidenciada empíricamente a muchos niveles del desarrollo del ser humano. La lectura compartida entre personas adultas En la actualidad, la lectura compartida se ha popularizado, tanto entre clubes lectores como en grupos de redes sociales. En ellos, las personas acuerdan leer un mismo libro sobre el cual van intercambiando apreciaciones, impresiones y opiniones. Y este fenómeno tan positivo se da también entre personas adultas. De sus efectos, quizá hablemos más adelante. Por ahora, le pregunto: ¿Y ustedes? ¿Practican la lectura compartida? ¡Cuenten su experiencia!
¿Influye lo que leemos en lo que pensamos? Un ejemplo
Dime qué lees y te diré cómo piensas. El mundo de la literatura desde el punto de vista científico es apasionante. Ya hablábamos en un artículo anterior sobre cómo los rasgos de la personalidad de los personajes, basados en el modelo de cinco factores, pueden influir en el lazo emocional que establezca el lector con dichos personajes. Poníamos de ejemplo la saga Harry Potter, de la autora J.K. Rowling, al igual que haremos en esta ocasión. La diferencia es que el tema no será cómo enganchar al lector, sino cómo influye lo que leemos en lo que pensamos o en nuestros valores y actitudes. ¿Puede una historia escrita convertirnos en mejores personas? Esa y otras preguntas son las que se han planteado distintos equipos de investigación, interesados en conocer cómo influye lo que leemos en lo que pensamos. La base de esta cuestión es que las novelas reflejan aspectos sociales, culturales y psicológicos del mundo en el que se vive. A veces de modo explícito y crítico, mostrando como protagonistas a quienes reivindican derechos sociales, por ejemplo, y como antagonistas a quienes tratan de imponer una ideología discriminatoria. En otras ocasiones se muestra de forma más velada y mimetizada con la realidad del momento en el que se escribe. Se sabe, por tanto, que la literatura está influenciada por la época y lugar donde se produce, pero ¿y al revés? ¿Puede una novela influir en los lectores? ¿Influye lo que leemos en lo que pensamos? El ejemplo de Harry Potter El hecho de que la saga Harry Potter haya despertado el interés de la comunidad científica es consecuencia de su popularidad y gran acogida por la población infantil, juvenil y adulta. La suma de cómo la autora consigue, en un género fantástico, incluir elementos de otros géneros como el romántico, la aventura, el thriller, el misterio, la ficción, entre otros, como dirían Alton y Knapp en sus respectivos estudios, no hace sino incrementar el interés científico por la saga Harry Potter. El mundo de Harry Potter se caracteriza por una jerarquía social estricta, prejuicios sobre la pureza de la sangre mágica o la humanidad de las criaturas. Hay sirvientes, guardianes y esclavos, normalmente personajes que, pese a estar humanizados, pertenecen a otras razas. El protagonista, Harry Potter, tiene contacto con todos estos colectivos que, para el antagonista, tienen una posición inferior en la jerarquía social. Un contacto significativo donde prima el respeto y el trato en igualdad de manera explícita por parte del protagonista. Además, y siguiendo el trabajo de Delzescaux, Harry Potter ensalza, como protagonista, valores como el coraje, la valentía, la justicia y otros valores sociales positivos relacionados con los derechos y la igualdad. La estructura social definida de la saga Harry Potter y los rasgos de personalidad de los distintos grupos de personaje hacen que la saga sea atractiva para sus lectores. La comunidad científica, dada esta realidad, se ha preguntado si influye lo que leemos en lo que pensamos, si la saga Harry Potter influye en los pensamientos y actitudes hacia colectivos minoritarios, si leer nos puede convertir, a fin de cuentas, en mejores personas. ¿Influye lo que leemos en lo que pensamos? Y ahora nos ponemos serios: hablamos de ciencia. En concreto, vamos a comentar un estudio publicado en la Journal of Applied Social Psychology que evalúa si leer Harry Potter reduce los prejuicios hacia los colectivos minoritarios o estigmatizados socialmente. Este trabajo de investigación se dividió en tres estudios diferentes según el colectivo minoritario abordado, a saber: inmigrantes (estudio primero), homosexuales (estudio segundo) y refugiados (estudio tercero). El equipo de investigación, compuesto por los investigadores europeos Loris Vezzali, Sofia Stathi, Dino Giovannini, Dora Capozza y Elena Trifiletti, eligió estos colectivos debido a la fuerte evidencia científica existente sobre los prejuicios hacia dichos grupos por parte de la población europea. Muestra de ello son los trabajos de Pereira, Schmid y sus colaboradores, West y Hewstone o Zick, Pettigrew y Wagner. Regresando al tema que nos ocupa y al estudio de Vezzali y compañía, se tuvo en cuenta, para el estudio, la comprensión lectora, las actitudes discriminatorias antes y después del experimento, la identificación con Harry Potter, el protagonista, o con Voldemort, el antagonista, y los libros que han leído o las películas que han visionado de Harry Potter. De esta recogida de datos extrajeron resultados interesantes. Por ejemplo, según los individuos evaluados, la lectura de los pasajes de Harry Potter fue agradable, interesante, entretenida y fácil de entender, algo que facilita el vínculo emocional entre el personaje y el lector. Además de esta premisa básica cumplida, estos autores encontraron lo siguiente: El hecho de que alguien se identifique con el protagonista no implica no identificarse con el antagonista. Identificarse con Harry Potter en los pasajes del libro donde hay situaciones de discriminación o injusticia se relacionó con una mejora en las actitudes hacia las personas inmigrantes, homosexuales y refugiadas. La identificación con Voldemort se relacionó con peores actitudes hacia las personas inmigrantes o con una influencia menor de la identificación con Harry Potter en la mejora de estas actitudes a los otros dos colectivos. Harry Potter y cómo influye lo que leemos en lo que pensamos El estudio que he decidido contaros es uno entre otros tantos. El análisis de la influencia que tiene en la población las historias es objeto de interés desde que estas existen. Los valores implícitos, las reflexiones, los rasgos con los que quien lee se identifica… Todo ello refuerza o mengua los propios valores, reflexiones y rasgos de personalidad del lector. Por tanto, al igual que las novelas reciben influencia del contexto en el que son escritas, estas influyen en las personas que las leen. Es decir, nos sentimos identificados con aquellos personajes con los que compartimos rasgos de la personalidad y, al mismo tiempo, ello refuerza nuestras actitudes y valores. Teniendo en cuenta este círculo de influencia, como escritores debemos ser capaces de crear personajes auténticos, coherentes y verosímiles, que puedan no solo hacer que el lector se
La personalidad del personaje y su relación con el lector
[et_pb_section fb_built=”1″ admin_label=”section” _builder_version=”3.22″ global_colors_info=”{}”][et_pb_row admin_label=”row” _builder_version=”3.25″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”3.25″ custom_padding=”|||” global_colors_info=”{}” custom_padding__hover=”|||”][et_pb_text admin_label=”Text” _builder_version=”4.10.7″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”]Antes de adentrarnos en la personalidad del personaje y su relación con el lector, es importante entender que las historias forman parte de la vida social del ser humano, presente en cualquier comunicación interpersonal y utilizada como instrumento para diversos fines. A través de las historias, y por tanto a través de la personalidad de los personajes, cada persona se muestra a sí misma y conoce a las demás; también al mundo en el que vive. Las figuras públicas han utilizado a menudo las narraciones, ficticias o no, para persuadir o generar opinión. Incluso se han censurado contenidos escritos, orales o audiovisuales por temor a su posible influencia en la sociedad. La ficción permite que la sociedad y los individuos puedan desarrollar creencias acerca de sí mismos y de su entorno. La identidad individual y de grupo La persona crea una descripción de sí misma a través de la observación, identificación y comparación de los rasgos de personalidad que diferencian a los distintos grupos sociales. Esto contribuye al sentimiento de pertenencia, el cual afianza creencias, valores, costumbres y otros aspectos socioculturales relacionados con la identidad personal y social. Este sentimiento también puede desarrollarse en grupos sociales ficticios, mostrando la personalidad de los personajes, a través de la lecturas de novelas en las que estén presentes dichos rasgos de la personalidad. Un ejemplo de esta cuestión lo encontramos en la saga Harry Potter, de J.K. Rowling. La historia de Rowling transcurre, principalmente, en una escuela de magia y hechicería, llamada Hogwarts, que divide a su alumnado según rasgos de su personalidad: valor, lealtad, inteligencia o ambición. Cada uno de estos rasgos generales encaja con una de las casas creadas por J.K. Rowling en su escuela: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin respectivamente. La personalidad de los personajes es la que provoca la elección para una u otra casa. En este artículo vamos a descubrir por qué funcionan los rasgos de la personalidad del personaje utilizados por Rowling en Harry Potter, cuál es su base científica y cómo podemos utilizarlos para enganchar al lector. Suena interesante, ¿verdad? Los rasgos de personalidad del personaje, la asimilación colectiva narrativa y Harry Potter En 2012, la escritora de la conocida saga abrió un sitio web oficial de Harry Potter llamado Pottermore donde los lectores pueden aprender más sobre los personajes de los libros y su mundo ficticio. Hay más de nueve millones de usuarios en el sitio de Pottermore. Esos usuarios, al registrarse, completaron el Cuestionario de clasificación de Rowling, que coloca a las personas en una de las cuatro casas escolares de Hogwarts en función de sus valores y rasgos de personalidad. La prueba de clasificación fue escrita por la propia autora. Según Rowling, los Gryffindors son valientes, los Hufflepuffs leales, los Ravenclaws valoran el ingenio y el aprendizaje, y los Slytherins utilizarían cualquier medio para lograr sus fines. Una persona puede experimentar, psicológicamente, la pertenencia a un grupo a través de la lectura de grupos en narraciones ficticias. Es algo que ocurre en muchos lectores de la famosa saga. Se trata de un fenómeno llamado asimilación colectiva narrativa. Un grupo de investigadores se ha preguntado por qué se produce este fenómeno, que contribuye al sentimiento de pertenencia, al leer Harry Potter. ¿Podría ser, quizá, porque los rasgos diferenciadores utilizados por Rowling son razonablemente similares a los que se asumen científicamente para los rasgos de la personalidad? Este grupo de investigadores planteó la posibilidad de que los lectores se identifiquen más con aquellos personajes con los que comparten los rasgos de personalidad que realmente poseen. Los resultados de la investigación llevada a cabo mostraron que, efectivamente, aquellos participantes seleccionados por Pottermore en Hufflepuff eran más agradables; los ubicados en Ravenclaw tenían mayor necesidad de cognición y aprendizaje; y aquellos asociados a Slytherin puntuaron más alto en los rasgos asociados al maquiavelismo y ambición. Curioso, ¿verdad? ¿Por qué obtuvieron estos resultados? Los rasgos de la personalidad de los personajes pueden influir en cómo nos vemos a nosotros mismos Como hemos comentado, las personas desarrollamos creencias sobre nosotros mismos y nuestro entorno a través de las historias y personajes. Esto parece producirse, especialmente, cuando los rasgos de la personalidad de los personajes se apoyan en una base científica. En este caso, Rowling se acerca en su clasificación al conocido Modelo de Cinco Factores: Extraversión: afecto, gregarismo, asertividad, actividad, búsqueda de emociones, emociones positivas. Amabilidad: confianza, honradez, altruismo, compromiso, modestia, sensibilidad. Responsabilidad: competencia, orden, obediencia, lucha por el logro, autodisciplina, reflexión. Neuroticismo: ansiedad, hostilidad colérica, depresión, timidez, impulsividad, vulnerabilidad. Apertura a la experiencia: fantasía, estética, sentimientos, acciones, ideas, valores. Un grupo de investigadores analizó, con este Modelo de Cinco Factores, la personalidad de los participantes antes y después de leer una obra de ficción y un texto de estilo documental. Los resultados mostraron que las puntuaciones en dichos rasgos de la personalidad cambiaron de una forma más significativa después de leer la obra de ficción. Es decir, la obra de ficción influyó de manera significativa en los rasgos de la personalidad de los lectores. Otro estudio concretó y analizó la posible influencia de obras como Crepúsculo, de Stephanie Meyer, y la saga Harry Potter, de J.K. Rowling. En la investigación, los participantes leyeron distintos pasajes del libro y luego respondieron a una tarea de asociación implícita de identidad. El resultado fue que los participantes se sentían más identificados con el grupo mágico (vampiros o magos) que hubieran leído, asumiendo rasgos de personalidad de dichos grupos. Se producía, efectivamente, la asimilación colectiva narrativa y un sentimiento de pertenencia hacia el grupo ficticio. Algunos autores asumen que esto se produce cuando los lectores comparten rasgos de personalidad que identifican con los personajes. Conocer los rasgos de la personalidad del persona La importancia de conocer los rasgos de personalidad del personaje para enganchar al lector El lector, a través de la lectura, crea una imagen de sí mismo que le
La relación entre lector y personaje: relación parasocial y vínculo emocional
Dicen que estamos hechos de historias… Y, cuando se tienen historias que contar, se encuentran medios para narrarlas. Cuentacuentos, obras de teatro, películas, canciones, juegos de ordenador y novelas escritas son algunos de los formatos en los que es posible crear un vínculo emocional entre la historia que se cuenta y el receptor de la misma. Esta conexión permite que quien escucha, lee o visualiza una obra experimente diversas emociones a través de los personajes y los sucesos que les acontecen: miedo, indignación, tristeza, alegría, ira, alivio, ternura, entre otras. Así, podemos escuchar una canción y sentirnos eufóricos, ver una película y llorar o leer un libro y experimentar tensión. A través de las emociones se gesta una relación entre lector y personaje, un vínculo que ha sido estudiado con el método científico para ser comprendido. Antes de profundizar en los elementos clave de la narración que influyen en la existencia o no de esa relación entre el personaje y el lector, es importante que delimitemos el concepto. El vínculo emocional entre el personaje y el lector es lo que se conoce como una relación parasocial y existen tres tipos: interacción parasocial, relación parasocial y romance parasocial. La primera de ellas ocurre mientras la persona lee la historia y experimenta diversas emociones en el transcurso de la misma. La segunda, cuando el lector sigue sintiendo un vínculo hacia el personaje cuando no está leyendo el texto o, incluso, tras haber concluido la lectura de la obra. Y, por último, en los años recientes se han encontrado nuevas formas de relación parasocial que incluyen la atracción emocional, física o sexual del lector hacia el personaje. Cualquier tipo de relación parasocial facilita que el lector se enganche a la novela y la recuerde después. ¿Qué elementos clave de la narración influyen en la posibilidad de que se produzca esa relación entre el lector y el personaje? La lectura es una actividad en la que, quien lee, experimenta, a través la imaginación, las vivencias escritas de uno o varios personajes ficticios. Debemos considerar el matiz importante que supone hablar de lector y no de consumidor de contenido audiovisual o derivados, ya que la forma de procesar la información y, por tanto, de experimentar las emociones relacionadas, es diferente. En un libro, la profundidad con la que se conoce a los personajes es, por regla general, mayor que en otros medios. Eso facilita que el lector pueda imaginar, ajustar o incluso reconstruir a su medida el personaje que el escritor le está presentando y hacerlo más cercano a su propia realidad. En este artículo nos centraremos en el vínculo emocional que se establece entre el lector de una novela y los personajes de la misma, dejando a un lado la relación parasocial que pueda producirse en otros formatos. Elementos clave en la relación entre el personaje y el lector: facilidad de acceso cognitivo La facilidad de acceso cognitivo hace referencia a la capacidad del lector de experimentar una mayor recepción del contenido de la historia y de los personajes. Cuidar la puntuación, el vocabulario, el abuso de las subordinadas y la relevancia de la información que se ofrece, forma parte de este elemento clave en el desarrollo del vínculo emocional entre el personaje y el lector. Por ejemplo: A) El personaje alto y fuerte, que estaba en su casa, la casa del lago, se había levantado junto a su perro, el perro del familiar que se había mudado recientemente y con quien no había vuelto a tener contacto, y es que siempre había querido a ese perro, porque ese perro había estado ahí en los momentos más importantes de su vida, y ahora estaban allí, solos en medio de la nada. B) El personaje despertó junto al perro de su tío. Aquel animal de cuatro patas había estado presente en los momentos más duros de su vida. De su tío no podía decir lo mismo. El personaje se levantó y el perro le siguió, moviendo de un lado a otro la cola. A través de la ventana se divisaba un pequeño lago. Un paisaje bello pero solitario, con mágicos días y oscuras noches. La facilidad de acceso cognitivo del ejemplo B) es mayor que la del ejemplo A) pese a que ambos tienen, más o menos, la misma extensión de texto: setenta y una y setenta y dos palabras respectivamente. En el segundo ejemplo se transmite mejor la situación y emoción del personaje, la relación con el perro y el familiar, así como la zona en la que se encuentra. En consecuencia, el lector recibe un mayor contenido de la historia, pudiendo involucrarse más en ella. La relación entre el personaje y el lector: experiencia de presencia El sentido común nos dice que si percibimos al personaje de un libro como un elemento complejo, completo, cercano a nosotros y a nuestra realidad, nos sentiremos más ligado a él. Es importante, en esta cuestión, dedicar mimo y tiempo a la creación del personaje para que esto sea posible. No solo para que, físicamente, tenga rasgos reconocibles y recordables, sino para que su mundo emocional pueda llegarle al lector como realmente queremos que le llegue. En eso consiste la experiencia de presencia, en conseguir que el lector perciba al personaje con una mayor cercanía emocional. Recordemos que, en la relación parasocial, el lector recuerda la impronta emocional incluso tras haber concluido la lectura de la obra, por eso este elemento de experiencia de presencia es esencial. Es lo que nos sucede cuando leemos un libro y, aunque pasen los años, recordamos con aprecio el personaje, la historia o las emociones que nos despertó. La experiencia de presencia se encuentra íntimamente relacionada con la facilidad de acceso cognitivo, ya que si el lector tiene dificultades para comprender la historia, será más difícil que pueda percibir al personaje con la profundidad necesaria para que se establezca una relación parasocial, el vínculo emocional entre el personaje y el lector que estamos tratando en este artículo. La relación entre el