Por qué no publican tu novela: echando balones fuera. Leía esta mañana una entrada en un blog, una más, en la que su autora arremetía contra el sistema editorial. Decía que, o escribes lo que te piden, o no te publican. Básicamente. Más tarde he mantenido una discusión en Facebook precisamente sobre ese tema, lo fácil o difícil que es publicar. Mucha gente se queja de que el mercado editorial es hermético, que no se puede publicar, que no se apuesta por los autores noveles… Y eso es algo completamente falso. Puedo hablar con conocimiento de causa por dos motivos: 1) He sido autor novel y he publicado 2) Trabajo realizando informes de lectura y otros trabajos editoriales, de modo que conozco de primera mano a qué se enfrentan las editoriales y qué decisiones se toman. He realizado ese trabajo tanto en editoriales modestas como en grandes y llevo cuatro años en ello, así que lo que expondré a continuación tiene su peso… ¿Es el autor novel quien lo tiene más difícil? Vaya por delante una máxima: esto es un opinión que nadie me ha pedido, por lo tanto, tiene la validez y la importancia que cada uno quiera darle. Tengo en este blog la etiqueta “los consejos son como las lentejas…”, sin duda, esta entrada es una de las más dignas merecedoras de ella. La cuestión es que no tiene nada que ver ser autor novel con la dificultad para ser publicado. Es más, os aseguro que muchas veces es más difícil publicar la 2ª novela que la primera. ¿Por qué? Si una editorial acepta tu primera novela, la inversión que hace en promoción es mínima. Eres un autor novel, nadie te conoce, no pueden arriesgar demasiado… Si el libro no funciona, así pueden asumir gastos. Pero, si efectivamente el libro no funciona, quedas “marcado”. Será mucho más difícil que puedas publicar la siguiente. De modo que sí, suele ser más difícil publicar la segunda, porque ya se tienen cifras de ventas, que suelen ser bastante modestas, que publicar la primera, cuando aún eres una moneda al aire: cara, o cruz. Antes de nada: ten la actitud correcta Lo cierto es que muchos noveles se quejan de que no tienen acceso al mercado editorial. Y puedo decir que llevan razón. La inmensa mayoría son rechazados. Lo que hace entonces gran parte de ellos es cargar contra el sistema, quejarse amargamente, decir que lo único que quieren las editoriales es que se prostituyan literariamente hablando. Lo malo es que cuando hacen esto no se dan cuenta de que están haciendo, al mismo tiempo, dos cosas: 1) Infravalorar al resto de compañeros escritores que logran dar el paso. 2) Mirarse el ombligo y evitar que su ego sufra en lugar de hacer lo que en realidad deberían hacer. ¿Y qué es lo que deberían hacer? Como muchos sabréis, imparto talleres de narrativa. En nuestras clases hablamos mucho de los motivos. Una de las frases que más repetimos a lo largo del curso es que los motivos son importantes. Todo ocurre por un motivo… Así pues, ¿por qué te han rechazado la novela? Esto es lo que los heridos por el rechazo editorial no son capaces de preguntarse. Bien, pues, ¿por qué se rechazan las novelas por parte de las editoriales? Hay múltiples factores, voy a enumerar alguno de ellos. Por qué no publican tu novela: los factores externos A- Puede ser que la editorial ya tenga un título de temática muy parecida: misma época, mismo personaje, etc… Lógicamente, no va a publicar dos libros similares. B- Puede ser que cuando llega tu texto haya cambios en la editorial, el editor cambie de puesto, se marche a otra empresa… Cuando eso ocurre, la mayoría de los originales que llevaba ese editor, excepto los de los autores de la casa y aquellos que ya están siendo leídos para su valoración, suelen “perderse”. Nadie se hace cargo de ellos. Es un problema editorial, pero de difícil solución, pues el volumen de originales que llega a diario es tan inmenso que resulta imposible controlarlos todos. Como estos hay algunos otros factores que escapan por completo al dominio del autor de la novela. No puedes hacer nada contra ello… Aun así, estos casos son muy, pero que muy infrecuentes. Normalmente los libros se rechazan por otros motivos. Por qué no publican tu novela: El motivo está en el interior El primero de ellos es que la inmensa mayoría, y podría decir que más del 70% y quedarme tan tranquilo, de los libros que llegan a una editorial, sencillamente, están escritos de forma pésima. Contienen ya no erratas, sino faltas de ortografía, la puntuación es un desastre. Personalmente, en mi labor como asesor editorial me he encontrado con libros en los que la mitad de un párrafo estaba escrita en pasado y la otra mitad en un tiempo verbal distinto. Unos párrafos narrados por un varón y el párrafo siguiente por una mujer y todo ello sin seguir un orden ni un plan establecido. Solo porque falta técnica. De modo que el trabajo de corregir un libro que llega escrito de ese modo es inmenso y bastante caro, porque es muy especializado. Yo he tenido que corregir libros que me han llevado dos meses de trabajo en jornadas de 6 horas al día. Un trabajo estresante y agotador. El resultado es que no se ha vuelto a contratar a ese autor. Así de sencillo. El otro gran motivo por el que se rechaza un libro por parte de una editorial es porque no tiene interés. La mayoría no cuentan nada, o lo que cuentan ya ha sido contado antes. Hace unos años hablaba con una editora de un sello muy importante y me decía: “Teo, es que, de verdad, en algunas ocasiones lo que me apetece es decir: “al menos, ponle la cicatriz al protagonista en otro lado” porque es que habían escrito otro Harry Potter”. Hay muchos libros que no cuentan nada. Que no tienen
Entrevista a Concepción Perea
Hace mucho tiempo que dejé de realizar entrevistas para el blog. Me gusta hacerlas, pero entras en muchos compromisos. Desde hace un par de meses he podido recuperar esa faceta de entrevistador en Apalabrados, el programa de radio que conduzco junto a Concepción Perea. Precisamente, su nuevo libro llega pasado mañana a las librerías, por todo lo alto: inaugurando sello editorial, con una tirada muy fuerte y grandes perspectivas. Así que pensé que sería buena idea hacer una entrevista, más aún teniendo en cuenta que somos parejas y que, quieras o no, la confianza te permite tratar temas que de otro modo quizá nadie se atreviera a tocar. Este es el resultado. Entrevista a Concepción Perea Concha, has explicado muchas veces que la novela comenzó en un blog. Que nació como un juego de rol. Pero, ¿cómo se desarrolló la idea? ¿Cómo surgió en tu mente la historia de Nicasia? Nicasia surgió como un personaje de mis partidas. A mi Changeling se me quedo cortó muy pronto, no me gustaba el sistema de tiradas y la ambientación me parecía muy limitada, así que acabé creando un mundo propio, con otras fichas y otro sistema de tiradas (el típico que usa 2D10). La Corte de los Espejos acabó convirtiéndose en mi mundo particular y Nicasia era una especia de maestra de ceremonias que guiaba a los jugadores. Acabó siendo un personaje imprescindible. Si no la sacaba en una partida mis amigos se enfadaban. Ella fue la primera habitante de la Corte y a su alrededor construí todo un mundo. Partida a partida. En la nota de prensa se menciona que hay personajes que ya se han usado en otras historias. Tú misma admites que la idea apareció de unas partidas de un juego de Rol. Yo provengo del mundo de la novela histórica, donde el plagio se mira con lupa. Hay que tener cuidado incluso a la hora de usar la documentación que encuentras en las fuentes. ¿No temes que pueda haber problemas en ese sentido? Centauros, sátiros, dríades son algo muy propio de la mitología grecolatina y están presentes tanto en el folclore como en múltiples historias y novelas, forman parte del imaginario popular, del mismo modo que knockers, sluaghs, sidhes y goblins forman parte de la mitología celta y anglosajona y están presentes en innumerables cuentos de hadas. A nadie se le ocurre decir que una novela de vampiros, por el mero hecho de hablar de estos seres, plagia a Bram Stroker (que también se basó en mitos, folclore e historia para crear a Drácula). Nadie acusaría a un autor de novelas de zombies de plagiarle a Romero los muertos vivientes. Porque todos esos conceptos ya estaban ahí, forman parte del imaginario universal y cualquier autor puede usarlos. Lo importante es cómo decides usarlos. En la novela lo original no son las hadas sino la historia que las envuelve. En la nota de prensa también se habla de que tus personajes, que son seres feéricos, tienen, en cambio, ocupaciones y sentimientos muy humanos. Nicasia es ingeniera, Marsias dirige un burdel… ¿Cómo llegas a la decisión de dotar de aspectos tan humanos a seres que, normalmente, han estado en un plano completamente diferente? La Corte de los Espejos es una ciudad. Por mucho que la habiten hadas, una ciudad no puede funcionar si alguien no se encarga de hacer pan y tejer la ropa. Yo me imagino que, aunque Tolkien no nos los nombrase, en Rivendel habría cocineros, carpinteros, mozos de cuadra… Aunque quede poco místico, alguien lavaría la ropa de Elrond. A mí me interesa mucho más la gente de a pie, la que lucha a diario para salir adelante, que los héroes épicos. Además, los conozco mejor. Nos hablabas de Nicasia. He visto ya innumerables dibujos y pinturas que los fans de la historia le han dedicado. Acabas de decir que los que disfrutaban de vuestras partidas de rol la echaban de menos si no aparecía. ¿Qué tiene ese personaje para llamar tanto la atención? Bueno, creo que Nicasia tiene algo que todos deseamos: jamás se calla lo que piensa, para bien o para mal ella suelta lo que está pensando y lo hace de una manera muy directa. Todos hemos deseado poder hacer eso en algún momento. Aunque yo creo que eso es un defecto, más que un mérito. Nicasia es alguien que ha tenido que superar muchas cosas y ahora se cree con el derecho a saltarse los protocolos. Además, es muy independiente y muy firme en sus convicciones. Demasiado quizás. Creo que ese carácter tan independiente es lo que atrae a los lectores, eso y su mala lengua. Sabes que yo soy de novela histórica y que para nosotros la documentación es muy importante. ¿Lo ha sido también en tu caso para La Corte de los Espejos? Si es así, ¿cuál ha sido el proceso de documentación? Documento mucho lo que escribo ¿Cómo se maneja un arco?¿Cual es el modo correcto de agarrar una espada?¿De qué depende? También mucho folclore y cuentos de hadas, es bueno conocer las raíces de lo que estás escribiendo y conoces a autores con obras inmensas como Katherine Briggs o Arrowsmith. Y también cuento y leyendas. Tienes un master en creación literaria y tú misma impartes talleres. ¿Qué crees que puede aportar este tipo de cursos a los autores que empiezan? Mucho. A escribir se aprende escribiendo, pero en clase se pueden aprender técnicas y métodos para optimizar el trabajo. Un buen profesor te puedo ayudar a pulir fallos y vicios de autor. Además está el contacto con otra gente con la misma afición que tú, que es muy enriquecedora. Eres una recién llegada y entras por la puerta grande, no solo en el mayor grupo editorial del mundo, sino además estrenando sello. ¿Cómo está siendo la relación con la editorial? ¿Qué es lo que más te ha gustado, y lo que más te ha costado, del proceso de edición? No puedo estar más contenta, todo el mundo me está tratando muy bien y no paro de aprender cosas, estoy
¿Publicación digital o publicación tradicional?
Como ya he dicho en alguna otra ocasión, parece haber una especie de guerra abierta entre los autores que se deciden por la publicación digital de forma independiente y los que siguen dentro del mercado tradicional. Hoy leo en el blog de Blanca Miosi una entrada muy interesante sobre su opinión de las editoriales. En general, estoy de acuerdo con ella, en especial en cuanto a la falta de apoyo, la falta de verdadera apuesta por el escritor (hablando siempre de forma generalizada, que, por supuesto, hay excepciones). Sin embargo, hay un tema con el que no estoy de acuerdo. Unas frases, hacia la parte final, que me chirrían poderosamente: “No deseo con estas palabras desanimar a los escritores que piensan que publicar por editorial sea la panacea. Comprendo la necesidad que tienen de reafirmar sus egos: ¿Quién mejor que una editorial para decirles que son realmente escritores? Pero de ahí a ser buenos escritores el asunto es diferente.” Y no. Yo, y me consta que muchos otros, no estamos en el mercado tradicional y no en el digital para alimentar a nuestros egos. Así que, ¿por qué estoy yo en el mercado tradicional? Para empezar, porque una editorial me ofrece una serie de servicios que, en el mercado digital, tengo que asumir personalmente: corrección, maquetación, diseño de portada, etc. Y, señores, eso supone una cantidad importante de dinero de la que, por desgracia, no dispongo. No quiero lanzar una novela mía con una portada de escasa calidad, no quiero lanzar una novela mía sin una corrección profesional, no quiero lanzar una novela mía sin una maquetación adecuada. ¿Por qué? Pues porque la gente se va a gastar el dinero en comprarla, y lo mínimo que hay que hacer es ofrecerle un producto bien acabado. Por no hablar de que, en definitiva, nuestras novelas nos representan. Son nuestra imagen ante los lectores. Y yo quiero cuidar mi imagen. Puesto que no puedo pagar esos servicios, prefiero buscar editoriales que confíen en mi trabajo y los asuman ellas. Y otro motivo por el que prefiero buscar editorial para publicar es que, según los últimos datos, el mercado digital todavía es un porcentaje ínfimo en cuanto a ventas del total. En torno al 15%, solamente. Blanca explica que un autor publicado por una editorial recibe en torno al 8% del porcentaje de ventas. El porcentaje puede variar, y es más normal un 10%, pero la diferencia es mínima. Explica que ella, que se decidió por la publicación digital, gana mucho más vendiendo sus ejemplares publicados de forma independiente que lo que se puede ganar a través de una editorial. Pero aquí hay un fallo en la comparativa: Blanca ha triunfado (y yo me alegro enormemente porque le tengo mucho cariño y ella sabe que es así) en el formato digital, pero desgraciadamente no en el formato impreso. Y comparar el éxito con la falta del mismo siempre es una comparativa errónea. En Amazón España se publican todos los meses alrededor de unos 60000 títulos nuevos. De todos esos, ¿cuántos triunfan realmente? ¿Pueden triunfar 10 autores mensualmente? Probablemente mucho menos, pero aunque fueran 10, que salieran nuevos todos los meses, eso supone el 0,016% de todo lo que se publica. El resto tienen las ventas medias de una autopublicación, que se cifran en torno a los 200, quizá 500 ejemplares vendidos. Y de esas ventas cobran aproximadamente unos 1500€. Un adelanto decente, ya no digo amplio, de una editorial, es bastante más de esa cantidad. ¿Cuántos triunfan en el mercado impreso? Pues, aproximadamente, la misma cantidad… Todos los años salen una serie de autores que logran romper barreras y cifras de venta. Y es con esa gente con los que tienen que compararse los que triunfan en Amazon. Con Ruiz Zafón, con Falconés, con Posteguillo, con María Dueñas… Falconés vendió unos 2 millones de la catedral del mar. Eso le supone, después de declaraciones de renta, etc. unos 2 millones de €. Sin entrar en lo que le habrán pagado por la próxima serie que ya han anunciado. ¿Qué autor que haya publicado de forma independiente en formato digital ha alcanzado esas cifras? Comparar el éxito en el formato digital con los autores que no triunfan en el mercado impreso es un error; es falsear, de forma consciente o no, la realidad. Y la realidad es que vivir de la literatura es altamente complicado, publiques de un modo o publiques de otro. Sin embargo, y a día de hoy, las ventajas de publicar de forma tradicional, en mi opinión, siguen superando, en mucho, a las de publicar de forma independiente. De lo contrario, ¿por qué los autores que triunfan de forma independiente aceptan encantados y se anuncia a bombo y platillo que sus obras saldrán también a través de una editorial que ha decidido publicarlos? Pues la respuesta es simple: publicar en el mercado tradicional tiene un prestigio que publicar en el formato digital de forma independiente todavía (y digo todavía) no tiene. Permite que gracias a las entrevistas, que al principio serán pocas, que consigue la editorial en diferentes medios el autor comience a ser conocido, comience a estar presente en la vida de los lectores. Y ese es el único camino, a día de hoy, que permitirá, con mucho tiempo y esfuerzo, que un autor consiga vivir de su trabajo, que consiste en escribir libros. Por eso, y no para alimentar mi ego, yo prefiero publicar a través de una editorial.
Día del Libro 2013
Hoy estamos de celebración. Para los escritores, y también para los lectores, el día 23 de abril es una fecha señalada en rojo en el calendario. Es nuestro día. El día en el que festejamos el mundo del libro. El Origen del día del libro se remonta a 1930. El 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes y Shakespeare, (si bien algunos informes recientes apuntan a la posibilidad de que Shakespeare muriera unos días más tarde). También en un 23 de abril nacieron – o murieron – otros escritores eminentes como Maurice Druon, K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla… Por este motivo, esta fecha fue la escogida por la Conferencia General de la UNESCO para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores, y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irreemplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural. La idea original de esta celebración partió de Cataluña, del escritor valenciano Vicente Clavel Andrés, proponiéndola a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona. Poco después, en 1930, se instauraría definitivamente la fecha del 23 de abril como Día del Libro mundial, donde este día coincide con Sant Jordi (San Jorge), patrón de Cataluña y Aragón. En estas comunidades es tradicional que los enamorados y personas queridas se intercambien una rosa y un libro. En esta fecha es habitual que blogs, revistas especializadas, etc. recomienden algunos libros. La Predicción del Astrólogo ha entrado en algunas de esas recomendaciones. Os dejo aquí la de El Mar de Tinta
La falacia de moda
“El libro digital no se vende porque es caro”. Estoy de acuerdo solo con la mitad de esa aseveración: el libro digital es caro. Es cierto. Es inconcebible que si un libro editado en papel, con los consiguientes gastos de impresión, distribución, almacenamiento, etc. tiene un costo de, pongamos cifras redondas, 20€, un libro en edición digital cuyo almacenamiento es muchísimo más económico, que no dispone de distribución ni de gastos de impresión no rebaje su precio hasta muy por debajo del libro de bolsillo. Tiene sus explicaciones, desde luego: la industria digital también tiene unos “libreros” digitales que tienen que sostener su parte y, además, las editoriales tienen que compensar precios puesto que el papel va perdiendo fuelle y el formato digital equilibra la balanza, etc. Es un problema complejo. Con todo, estoy de acuerdo en que el libro digital es caro. En lo que ya no estoy de acuerdo es en que los libros digitales no se venden porque sean caros. Eso es una falacia; o si lo prefieres, una mentira como la copa de un pino, que decíamos cuando yo era pequeño. ¿Por qué no se vende el libro digital? Sencillamente porque puedes conseguirlo gratis. ¿Y para qué voy a pagar por algo si puedo tenerlo gratis? Yo tengo una novela a 4.50€ publicada en formato digital con Ediciones aContracorriente. Y no es solo la novela lo que compras. También te llevas material adicional: un plano virtual de la Catedral de Sevilla, un poster tamaño A3 de la portada, una versión en PDF con derechos de impresión, un documento sobre cómo se llevó a cabo la edición del libro, y hasta buena parte de las notas y el método de trabajo que seguí para escribir esa novela. Así que no solo es un precio económico, sino que, además, el paquete incluye todo eso que los usuarios demandan: contenidos adicionales aprovechando el formato. Y, sin embargo, la novela no se vende. Es más, una semana después de que apareciera en el mercado ya se había pirateado. ¿Porque era cara? Evidentemente no. Porque, sencillamente, nos hemos instalado en la cultura de “todo lo que esté en internet debe ser gratis, porque ya pago el acceso a internet”. O “el acceso a la cultura debe ser gratis”. Hemos llegado al ridículo de no querer pagar 1€ por disfrutar todo un año de mensajes ilimitados en el teléfono móvil. Aquí es cuando los espabilados dicen: “es que yo tengo derecho a disfrutar de un libro que no puedo comprarme”. Es cierto. Tienes el derecho, pero no tienes la capacidad de hacerlo. Yo tengo derecho a disfrutar de un avión privado que no puedo comprarme, pero no por eso me voy a una empresa de fabricación de aviones y me llevo uno. Sí, tenemos el derecho a leer lo que queramos, pero no tenemos los derechos de copiar, ni de traducir, ni de imprimir un texto que es propiedad de otra persona. Eso, señores míos, tiene otro nombre. Eso se llama robar. Y no vale el concepto de “es que antes se compraba uno una cinta de audio, hacia una copia y se la regalaba a su amigo”, porque la comparación no es posible. Sí, copiabas una cinta y se la regalabas a tu amigo. Ahora copias una cinta y se la regalas a tres mil millones de personas que no conoces de nada. Si de verdad te gusta leer. Si de verdad eres seguidor de un autor, no le robes. Le estás negando la posibilidad de vivir de su trabajo tal como tú, que eres carpintero, o leñador, o médico, o comercial o profesor, vives del tuyo.
I Jornadas de Novela Histórica de Granada
Los escritores estamos vendidos. Vendidos por todas partes. Vendidos, como todos, por el gobierno, que nos tiene estrangulados y no llegamos a fin de mes. Vendidos por las librerías, que, a menos que las editoriales apuesten fuerte por un libro y paguen la cuota correspondiente, no colocan bien tu libro. Vendidos por las editoriales, que suelen publicar más libros de los que pueden promocionar adecuadamente y, por lo tanto, si no eres un megaventas no verás una labor importante de promoción. Desde luego, olvídate de algo a nivel nacional. En definitiva, estamos vendidos porque nuestros libros no se venden. ¿Y qué solución hay para eso? Pues poca, la verdad. Lo único que puedes hacer, a menos que ganes un premio con repercusión en medios, o tengas la fortuna de que tu libro se convierta de repente en un bestseller sin que nadie sepa muy bien por qué, es realizar labor de hormiguita. Consiste en que la gente te conozca, que tu nombre les suene. Que dejes de ser un desconocido. Las redes sociales son parte importante, sí. Pero no hay nada que compense el cara a cara con el lector: 5 minutos de charla, un par de comentarios amables dedicados a los que se acercan a saludarte, o a preguntarte cómo te enfrentas a tal o cual cosa. Eso, ese acercamiento al lector, es el que te permite ir pegando bocaditos al mercado. El problema es que no puedes ir a todos sitios. Primero, porque en la mayoría de los casos, por supuesto, no estás invitado. Segundo, porque hay pocos eventos literarios. Muy pocos. En Sevilla, por ejemplo, no se lleva a cabo ningún evento de ese tipo. Tercero, porque, cuando te invitan, en la mayoría de los casos no te pagan los gastos de viaje ni de estancia. Y volvemos al punto de inicio: las cosas no están para ir haciendo viajes cada dos por tres, las editoriales no pueden hacer frente a esos gastos y los escritores aún menos. Pero, cuando puedes ir, es una experiencia siempre inolvidable por muchos motivos: porque puedes disfrutar de un rato con compañeros de letras con los que, normalmente, como mínimo ya has interactuado por las redes sociales, por el acercamiento al lector y porque, con suerte, vendes algunos ejemplares más. No obstante, las instituciones no están por la labor de apoyar estos actos. Aun así, surgen valientes que se lanzan. Es el caso de Blas Malo, Carolina Molina y Ana Morilla, que han diseñado, organizado y coordinado las I Jornadas de novela histórica de Granada, que se celebraron la semana pasada y en las que tuve la ocasión de participar. Lo han organizado sin contar con ayudas, sin tener un solo euro de subvenciones. Contando con la buena voluntad de alguna empresa, pero sin ayuda económica. Lo han organizado casi sin que nadie se haga eco en prensa de lo que se estaba fraguando, y, de hecho, los medios de Granada no han escrito una sola línea de lo que ha ocurrido en Granada durante el fin de semana. Y ha ocurrido que los lectores llenaron el salón de actos, más de 120 asistentes en las sesiones del sábado y el domingo. Peticiones de firmas de libros en cada receso. Gente interesada que intervenía en todas y cada una de las mesas, al punto de que, invariablemente, las sesiones se alargaban de manera inevitable. Polémicas y risas en torno al mundo del libro. La cultura fluía entre las bancadas de asientos. Para mí quedan los momentos compartidos con los amigos, las charlas de nuestras inquietudes y temores, de nuestras ilusiones, trabajos y esfuerzos. Esos momentos que te recargan las pilas para seguir en esto de contar historias… Esos quedan para mí. Pero lo que ha ocurrido este fin de semana en Granada tiene que saberse: se ha puesto la primera piedra de un proyecto que dará que hablar a poco que se cuente con un poco de atención, cariño y apoyo. El mío, desde luego, ya lo tiene.
La importancia del autor para el agente editorial
Quien me conoce de hace tiempo sabe que siempre he defendido la figura del Agente Editorial, en especial si uno es un recién llegado, o peor aún novel, al mundillo editorial. Los que sigáis este blog desde hace poco tiempo podéis leer algunos artículos al respecto como este o este. Estuve representado durante varios años por una gran agencia, a la que siempre le agradeceré su buen trabajo para colocar mi primera novela en una editorial tan importante como Edhasa. Sin embargo, tiempo después rescindimos el contrato y desde hace casi dos años he trabajado sin que nadie me representara. He visto, en especial en los últimos tiempos, que muchos autores hablan mal de las agencias. Yo sigo defendiéndolas; creo que el escritor gana si dispone de un agente que lo represente. El problema, según lo entiendo, es que, al igual que ocurre en el resto del mundo editorial, para el agente editorial, o al menos para muchos de ellos, el escritor ha perdido su verdadera importancia. Para el mundo editorial, el escritor es casi lo de menos (exceptuando las grandes firmas). Si tu libro no funciona, no hay problema: en la cola hay miles de otros escritores llamando a la puerta, esperando su ocasión. Es tan sencillo como sustituir uno por otro. La cosa se complica cuando eso mismo ocurre contu agente editorial. Hace ya muchos años que el sistema editorial empezó a colapsar, y surgieron las agencias para representar a los escritores. Hoy, son las agencias las que están colapsadas y el escritor pasa a un segundo plano en muchas ocasiones. Por eso hacemos bien en preguntarnos qué necesita el escritor que haga su agente. Eso es lo que se ha perdido de vista. Para empezar, necesitamos que el agente nos represente. Parece obvio, pero a veces no es así. Es habitual que las agencias capten a tantos autores que se convierte en algo imposible manejar todos los libros que generan. Hablo de hacer un seguimiento adecuado, no hacer un envío y olvidarte de él hasta ver si la editorial da respuesta o no dentro de 6 meses. Hay casos en los que el autor espera durante años sin que su agente decida dar nuevos pasos, simplemente porque tal o cuál editorial aún no ha dicho que “no” a la propuesta. Repito, años después… Así, lo primero que necesitamos es un seguimiento adecuado de nuestro trabajo. En segundo lugar, es primordial que haya una buena comunicación. No tiene sentido que tu editor te responda antes que tu agente, y, creedme, conozco muchos casos en los que ocurre algo así. El mundo editorial es lento, y nadie que lo conozca bien pide que se responda un mensaje a los cinco minutos. Ni siquiera en el mismo día. Pero cuando pasan dos y tres semanas y tu agente no te ha contestado, tienes un verdadero problema. A continuación necesitamos estar al tanto de cómo está nuestro trabajo, lo que resulta de la unión de los dos puntos anteriores. Si el agente hace un buen seguimiento, y tiene un contacto fluido con su representado, ¿por qué no se le informa de los pasos que se van dando? De nuevo, no digo que se haga semanal, ni mensualmente. Pero, ¿tanto trabajo cuesta hacer un informe trimestral, o cuatrimestral, en el que indicar cosas tan someras como: Tu libro XXX se ha enviado a las editoriales A en fecha xxx, B en fecha yyy, C, en fecha zzz. Todas ellas mostraron interés. Sin embargo, A la ha rechazado. Con B y C hemos acordado que nos pondremos en contacto dentro de x tiempo? ¿Tan difícil es eso? Y por supuesto, lo más importante es contar con el apoyo incondicional de nuestro agente. La vida del escritor es difícil por solitaria. A menudo surgen dudas sobre tu trabajo que no siempre tienes con quién comentar. Tu agente, en ese sentido, puede, y debe, hacer un trabajo excepcional. Y desgraciadamente, en muchas ocasiones, cuando más necesidad tiene un escritor de contar con el apoyo de su agente, este le falla de manera estrepitosa y hasta actúa a sus espaldas, alegando siempre hacer las cosas de buena fe. Esto, y algunas cosas más, pero esto básicamente, es lo que los escritores esperamos de nuestros agentes. Esto es, básicamente, lo que pocas veces se encuentra. El motivo es muy simple: se ha perdido de vista lo más importante; que el escritor es el que da de comer a toda la cadena editorial, incluyendo a su agente.
El sueño de la publicación digital
Hace unos días mantuve una discusión (entendiendo el término en un intercambio de diferentes posturas, completamente respetuoso y nada agresivo) en Twitter. Descubrí en ese instante lo incómodo que es Twitter para ese tipo de cosas, pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino, precisamente, del motivo de la discusión en sí mismo. Todo empezó cuando me hice eco de una noticia publicada en elmundo.es que indicaba que los editores pierden 350 millones de € debido a la piratería. Si quieres leerlo: http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/07/cultura/1360250707.html Y la discusión dio comienzo cuando alguien me comentó que el artículo decía que se ““amenaza a los pequeños creadores” ¿Cuándo han podido vivir los ‘pequeños creadores’ de las ventas de sus libros?” Independientemente de que el artículo no se refería en concreto a los escritores, la discusión giró en torno al futuro del escritor. Vivimos en la cultura de “lo quiero todo y lo quiero ya”. Y con la vida del escritor ocurre lo mismo: la gente quiere poner a la venta su primera obra y poder dejar todos sus otros quehaceres y convertirse en escritores profesionales que puedan vivir de lo que escriben. El mundo quiere que vayamos a lo fácil y crea esos clichés: el del autor que con su primer libro pega el bombazo y se forra. Y hay ejemplos de algunos que los consiguen. Aquí es cuando se suele citar a gente como Falconès, por ejemplo. Pero Falconès no llegó y pegó. Falconès fue a estudiar, a aprender cómo escribir un libro, y por lo que cuentan luego se trabajó muchísimo en el texto original hasta llegar a lo que conocemos como La Catedral del Mar. Pero no, lo queremos todo, y lo queremos ya. Y olvidamos que el trabajo del escritor es, siempre ha sido, un trabajo de años, en los que debemos aprender a dar forma a nuestras historias primero e ir haciéndonos un hueco en el mercado después, ir ganando lectores poco a poco, y sin dar pasos en falso que nos hagan desandar lo andado. Se comentaba en aquella conversación que el futuro del escritor profesional pasa por empezar regalando, o casi, sus trabajos. Pero eso es una contradicción total. ¿Cómo vas a ser profesional si no cobras lo que merece tu trabajo? Y entonces se cae en otro cliché: al escritor que empieza no le debe preocupar la piratería. Estoy de acuerdo: no debe preocuparle, ¡debe aterrarle! Se esgrime el argumento de que como no lo conoce nadie y va a vender poco, el hecho de que lo pirateen facilita que llegue a los lectores, que podrán reconocerlo en futuros libros publicados. Y eso es cierto, habrá más gente que tenga sus libros, que tal vez los lean y a los que tal vez les suene el nombre. Pero, ¿de qué le servirá, tanto al autor como al lector, cuando, viendo las pocas ventas que haya tenido, la editorial cierre la puerta a futuras publicaciones? 2 de cada 3 libros son pirateados. Un autor que haya vendido 1000 ejemplares podría vender muchos más (no voy a decir 3000 porque parte de lo que se piratea ni siquiera llega a leerse). Digamos que sino un 300% sí un 80%. 1800 ejemplares, una cifra nada desdeñable para un autor nuevo al que casi no se le ha hecho publicidad, tal como están las cosas. La piratería no es que no sea buena para los autores que empiezan; es que puede acabar con su carrera antes de que si quiera pueda llegar a despegar. Y mientras los mismos escritores no cambien la forma de pensar en cuanto al tema (distinto es que el autor elija regalar alguna de sus obras) no avanzaremos en una posible resolución del problema. Porque la solución no es autopublicar en formato digital. Los últimos estudios dicen que el año pasado se publicaron en España más de 80000 títulos y todo el mundo (escritores, editores y lectores) se echa las manos a la cabeza por la enorme cantidad que eso supone. Hay muchas más oferta que demanda (uno de los problemas del sector). El escritor novel no accede al mercado, y entonces se va al mercado digital, a Amazon especialmente. ¿Y cuántos libros se publican en Amazon? Pues en los últimos 30 días, casi 56000. En dos meses, se supera en Amazon la cantidad de libros publicados en papel. Al año, en Amazon, siguiendo esa proporción, 672000 títulos. Si prefieres arriesgarte, estás en tu derecho. Algunos lo hacen y les funciona bien. De allí salieron el año pasado los 5 de B de Books. 5. De entre 672000. Suerte.
No todo el mundo vale
Esta semana he visto en los muros de Facebook dos comentarios que me han hecho pensar. 1) Muro de Ediciones aContracorriente, Martes día 12: “Estoy yo aquí desayunando y planteándome que hay demasiado que leer. Es decir hay novedades y novedades, presentaciones y presentaciones. Lo mismo es por las ferias del libro y eso pero creo que estamos cayendo en la “lectura rápida” ¿Está pasando lo mismo con la escritura? ¿Cantidad antes que calidad?”. 2) El mismo día, en el muro de Nicasia Recorretúneles: “Cada vez hay más gente que olvida lo importante que son la paciencia y la constancia para un escritor. Quieren publicar YA, como sea y cuando sea. Le hacen un flaco favor a su trabajo con tanta prisa”. Pues les doy la razón a ambas. Sí, creo que hoy hay mucha, muchísima más cantidad que calidad. Y esto es responsabilidad directa del autor. Muchos escriben un texto y, emocionados por el logro, se lanzan a su publicación. Muchas veces falta la humildad, o la capacidad de autocrítica, suficiente. No todas las historias que se nos ocurres son suficientemente buenas. Yo recuerdo con terror algunas de las ideas que se me han ocurrido y no me atrevo ni a mencionarlas en voz alta. Pero algunos se lanzan y las escriben. Y no solo eso, sino que también intentan publicarlas. Como es lógico, lo habitual es que se rechace el texto, porque a escribir hay que aprender. Son muy pocos los que logran publicar su primera obra, y ya no digamos “triunfar” con ella. No todo lo que uno escribe tiene la calidad suficiente como para ser publicado. Y es entonces cuando suele venir el desastre. Puede ocurrir por muchos motivos, aunque hay dos aspectos que en mi opinión son fundamentales. El primero es por falta de autocrítica. Muchos no se hacen una pregunta clave: ¿Por qué? ¿Por qué se ha rechazado mi obra? Puede ser porque necesite una corrección ortotipográfica, de estilo, y hasta de estructura, tan profunda que el coste no compense los beneficios para una editorial. Puede que el argumento sea flojo. Puede que no se creara un conflicto interesante, o que los personajes no estén bien trabajados, no se refleje bien la época… Pueden ser tantas cosas… Y todas ellas son responsabilidad del autor. El problema es que, mucho más a menudo de lo que es aconsejable se cargan las tintas contra la editorial: La editorial está ciega. La editorial busca textos de baja calidad aunque sea comerciales. La editorial publica novelas peores que la mía. Si no tienes padrino o no conoces a nadie o no tienes agente o no has ganado un premio, la editorial no se fija en ti. Falso. Hace casi 3 años escribí una novela. En su momento estaba más que satisfecho con el resultado. Hoy soy consciente de que no tenía la calidad suficiente y me toca rescribirla. La editorial es un negocio. Si le llega un texto que crea que puede darle beneficios, lo publicará. Y algunas veces se equivocan. Por supuesto. Pero eso no quiere decir que se equivoquen siempre, ni que se hayan equivocado con nuestro texto. Repito: la autocrítica es fundamental. Y llego con eso a un punto triste, pero que uno debe que plantearse, porque se trata de una verdad demoledora: no todo el mundo vale para escribir. A mi no se me ocurriría grabar un disco e ir a una discográfica para intentar ser cantante. Todos nos hemos reído, a veces hasta las lágrimas, de esas audiciones televisivas en las que algunos, con toda su ilusión y sus ganas, se presentan a un concurso con el fin de convertirse en una estrella de la música. Bien, pues de esos también hay en el mundo de las letras. Y no se trata de que haya que reírse de ellos, ni mucho menos. Pero sí de ser consciente de que no todo el mundo vale para esto. Tampoco se me ocurriría estudiar ingeniería o medicina. Hay que saber aceptar para qué cosas vale uno y para qué otras no vale. Siempre me ha llamado la atención poder ir al espacio, ser astronauta. Pero, si cuando me subo en una simple noria me pongo verde por el mareo, tengo que ser capaz de aceptar que eso no es para mí. Y no pasa nada. Seguro que tengo otros mil aspectos que puedo desarrollar. El otro motivo por el que estas cosas suelen terminar en desastre es la falta de paciencia, pero de eso hablaré otro día.
Guerra de Autores
Igual levanto polémica, pero, sinceramente, me da igual. Estoy cansado de la “guerra” de autores. Porque sí, HAY una guerra de autores. Por un lado, los revolucionarios. Por el otro los inmovilistas. Los primeros defienden que el modelo editorial es caduco y obsoleto. Que las editoriales se aprovechan del autor ofreciéndole contratos leoninos. Que sin el autor no existiría mercado. Proponen que todos los autores deberíamos darle la espalda a las editoriales y aprovechar plataformas como Amazon, a la que erigen en el santo sanctorum de la revolución literaria, el nuevo mesías del escritor. La posibilidad de liberación absoluta de las garras del sistema. Por otro lado, estamos los que creemos que, aunque es cierto que el autor es el último mono en el mercado editorial, los que de verdad valen tienen su hueco. Que esta es una profesión de larga distancia, que se necesitan varios años de trabajo muy duro para ir haciéndose un nombre. Que si consigues pergeñar una buena historia y das con un golpe de suerte puedes conseguir grandes cosas. Éstos últimos, entre los que me encuentro, creemos que todo el mundo tiene derecho a escribir, pero que, desgraciadamente, no todo el mundo tiene el nivel suficiente como para publicar con garantías en un mercado durísimo y terrible. Que el escritor también necesita una formación: una formación en cuanto a cómo crear una historia, en cuanto a gramática, sintaxis, puntuación, etc. Con todo, respetamos y hasta animamos a los que prueban caminos distintos, como la autopublicación o la publicación digital, sea en Amazon, Bubok, Lulu o cualquier otra plataforma. Sin embargo, no recibimos el mismo respeto por parte de los revolucionarios. En muchas ocasiones se nos tilda de inmovilistas, de vendidos, de ceder ante las editoriales y el sistema. De aceptar contratos de un 10% de ventas cuando ellos obtienen un 30% en edición digital. En ocasiones, nos dan palmaditas en la espalda cuando alguno de nosotros anunciamos que vamos a publicar con tal o cual editorial, sea mayor o menor, mientras que por detrás nos critican, diciendo que si una editorial ha aceptado nuestra novela se debe a que es mediocre, que es de lectura fácil y poco arriesgada y que eso es lo que leen los analfabetos. Que, por el contrario, a ellos no les publicarán en la vida, porque ellos escriben historias de calado, de profundidad, de aquellas que marcan en la vida. Historias que pueden cambiar el mundo, poco más o menos. Y, claro, eso no compensa a las editoriales. Porque, claro, las editoriales tienen que hacer un esfuerzo terrible: tienen que descartar a las malas historias, sí. Pero también a las buenas historias, aquellas que venderían sí o sí por su extraordinaria calidad. Tienen que buscar, por tanto, sólo a las historias y los autores mediocres, y ponerse a rezar para que, una vez publicados, vendan lo suficiente como para costear al menos los gastos y generar algún beneficio. Esos autores pasan el día anunciando que su libro está en el puesto nosécuántos de los más vendidos. He llegado a ver autores que anunciaban a bombo y platillo que su libro estaba en el puesto 700 y pico de una lista de varios miles. Autores que no se dan cuenta de que Amazon es una plataforma, sí. Una posibilidad, sí. Pero que, igual que con las editoriales, solo llegan los buenos. Y solo se mantienen, que es lo verdaderamente difícil, los extraordinarios. Autores que han ocupado durante semanas los primeros puestos en Amazon sólo consiguen ganar las astronómicas cantidades de 300€ o 400€. Los que optamos por la publicación tradicional nos tenemos que conformar con un adelanto de 2000€, 3000€ o 5000€, dependiendo de la editorial y lo que esté dispuesta a apostar por cada uno. Eso sí, nuestros contratos son los leoninos. Somos nosotros los que nos vendemos. No, señores. No nos vendemos. Elegimos el tipo de publicación que queremos llevar a cabo. En mi caso personal, y me consta que en el de la gran mayoría de los inmovilistas, por motivos como el de querer que nos hagan una corrección profesional; o una maquetación profesional. Que un sello de calidad contrastada respalde nuestro trabajo, etc. Repito, defenderé el derecho de cualquiera a publicar del modo y la manera que desee. Pero exijo exactamente el mismo derecho. ¿O acaso si viniera Planeta, o Random House, o Alfaguara, o cualquier otra editorial, aunque fuera mucho más pequeña, con una oferta razonable dirías que NO a que sacaran tu obra en papel? Elige tu modo de publicar. Y deja que yo elija el mío. A ser posible, sin criticarme a mis espaldas.