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¿Los dioses griegos fueron plagiados?

Hace unas semanas compartí con vosotros un artículo sobre la historicidad de uno de los dioses mitológicos por antonomasia. En «¿Existió un Heracles histórico?» utilizaba para mi argumentación la similitud entre nuestro conocido semidiós con otro héroe mitológico muy anterior: Gilgamesh. Ya sabéis, el protagonista del primer texto de la Historia considerado una obra literaria. Ponderamos pues la posibilidad de que Heracles fuese una adaptación por parte de la cultura griega del protagonista del mito sumerio, a su vez ambientado en un rey histórico.

Se podría pensar que este caso es anecdótico, pero hoy vamos a ver más ejemplos de cómo los griegos dieron forma a su fascinante mitología bebiendo de otras, más antiguas o incluso contemporáneas. ¿Se podría decir que las plagiaron?

Dioses minoicos y micénicos

 

Nuestro primer protagonista es Poseidón. Sí, el dios del mar, que desata tormentas contra los barcos de aquellos marineros que no le han ofrecido un digno sacrificio. Lo curioso es que Poseidón no fue siempre un dios de los mares. Su origen se remonta a un pasado tan remoto que por aquel entonces los griegos ni siquiera existían. La primera mención a Poseidón la encontramos en tablillas micénicas como poco contemporáneas a la guerra de Troya, bajo su forma más arcaica, Posedawone. Sin embargo, se cree que podría ser anterior, de origen minoico. La etimología de este nombre vendría a significar «esposo de la tierra», siendo la tierra una diosa en sí misma. Dicha divinidad mujer, por cierto, tiene profundas similitudes con la gran figura universal de la Madre Tierra, común en multitud de sociedades antiguas, y que derivaría en Deméter. Poseidón sería por tanto la otra mitad necesaria para crear los dones de la tierra: el que fertilizaba las cosechas. Esto lo convertía en el principal de los dioses varones del panteón minoico. Su nombre aparece con mucha más frecuencia en las tablillas micénicas que otro posible plagiado, Diuja, o Zeus.

A Poseidón se lo relacionaba directamente con el animal central de la cultura minoica, el toro.  Quizás por eso su genio era tan volátil que cuando se enfadaba provocaba violentos terremotos. Quién sabe cuáles serían los mitos originales relacionados con este dios, lo que no cabe duda es que cuando los micénicos llegaron a Creta para ocuparla se apropiaron de su mitología al igual que hicieron con el arte y la arquitectura. El paso del tiempo hizo el resto, convirtiendo los mitos primigenios minoicos en lo que hoy conocemos. En algún punto, Poseidón ganó su condición de dios marítimo.

Poseidón

Los dioses de los Nart

 

«Hace mucho tiempo, la tierra resonaba bajo el estruendo de los cascos de los caballos. En aquella época tan lejana, las mujeres ensillaban sus propias monturas, aferraban sus lanzas y cabalgaban junto con sus compañeros varones para presentar batalla al enemigo en las estepas. Las mujeres de aquel tiempo podían atravesar el corazón de sus oponentes con sus rápidas y agudas espadas, pero también podían confortar a sus compañeros y albergar un gran amor en su pecho […]»

Mujeres jinetes, mujeres guerreras. Imposible no pensar en las míticas amazonas que lucharon frente a Troya, a medio camino entre los mortales y los dioses. Y, sin embargo, el texto que os he mostrado no tiene un origen griego. Forma parte de un relato de una serie de mitos de la tradición oral del Cáucaso conocidos como Las sagas de los Nart, un conjunto de narraciones que comparten pueblos de dicha área, como los circasianos, los chechenos o los abjasios.

Las similitudes entre los nart (literalmente «héroes») y algunos conocidos de la mitología griega son asombrosas. Uno de los personajes de estas sagas, Nasren el Barbudo, fue un héroe que robó el fuego de los gigantes para ofrecérselo a sus compañeros Nart, y por ello fue encadenado a un monte como castigo. ¿A quién nos recuerda esta historia? En efecto, al titán Prometeo. Por si todo esto no fuera bastante, fue rescatado de su cautiverio por el personaje central de estas sagas, Sosruko (¿otro trasunto de Heracles?), quien además se decía que era invulnerable porque cada noche se bañaba en su propio sudor. Sin embargo, el barreño en el que lo hacía era demasiado pequeño y dejaba al aire sus rodillas. Y éstos eran sus únicos puntos débiles. Hola, talón de Aquiles.

Prometeo


Los dioses del Ciclo de Kumarbi

 

Entre las culturas antiguas más desconocidas de la histora nos encontramos la de los hurritas, un pueblo que habitó una región que comprendía el norte de Siria, el sudeste de Turquía y el noroeste de Irán. Los hititas, con quienes tuvieron una estrecha relación, plasmaron de manera fragmentaria en sus textos algunos de los mitos hurritas.

Uno de los que nos ha llegado casi al completo es El Ciclo de Kumarbi, en el que se nos narra la batalla entre dos dioses, Alalu y Anu. Vencedor: Anu. Sin embargo, éste tendría que enfrentarse a su vez con el hijo de Alalu, Kumarbi. Vencedor: Kumarbi. Pero ojo a cómo lo derrota: castrándolo y tragándose sus genitales. Si conocéis medianamente bien la mitología griega habréis saltado de vuestro asiento al reconocer la Teogonía de Hesíodo. Anu sería Urano, mientras que Kumarbi ejercería el papel de su hijo Cronos. Y la continuación no lo es menos, pues Kumarbi se quedaría embarazado de tres dioses. El último de ellos es el más relevante, pues sería su perdición: Teshub, el dios de la tormenta, quien a la postre se convertiría en el dios de dioses. Anda, mira, como Zeus.

Zeus


Conclusiones

 

Existen mucho más ejemplos de historias y personajes paralelos con los de la mitología griega clásica: los sumerios y su diosa del amor Innana; el Heracles fenicio al que rezó Aníbal antes de marchar contra Roma, Melkart; o la diosa Ishtar en Babilonia. Así que volvamos a la pregunta inicial: ¿Plagiaron los griegos a sus dioses y su mitología?

No. En absoluto. En primer lugar porque el plagio está fundamentado en el derecho de autor de la obra original, y ningún mito tiene derechos de autor. Es más, toda religión, culto o mitología es, en realidad, una evolución de otras creencias anteriores, y éstas a su vez de otras, hasta remontarnos a esos primeros ancestros que intentaron dar explicación a las fuerzas de la naturaleza a las que estaban supeditados. Conforme el hombre prehistórico se extendía por la Tierra, y se formaban tribus, pueblos y culturas, sus credos cambiaron… para volver a encontrarse más tarde, ya tan diferenciados que pudieron alimentarse de nuevo unas de otras. El préstamo entre culturas es una de las claves del progreso y el pensamiento humano.

 

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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