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El Muro de Adriano

¿Qué tal el cambio de año, lectores? ¿Lo inauguramos con un nuevo artículo? En mis clases de narrativa tengo a muchos alumnos tan enamorados de la literatura fantástica como yo mismo. Al hablar del worldbuilding de sus mundos imaginarios, muchos de ellos se sorprenden cuando les recomiendo que se fijen en nuestro propio pasado como inspiración. Al fin y al cabo, los grandes autores también lo hicieron en su momento. ¿Recordáis el Muro, esa gigantesca barrera de hielo que aparece en las novelas de Canción de Hielo y Fuego? Pues el propio autor declaró que el concepto de este escenario está ambientado en el paraje que hoy vamos a hablar: el Muro de Adriano.

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El muro, protección contra los salvajes

Las similitudes entre el Muro de hielo y el de Adriano son más conceptuales que en cuanto a aspecto físico. Pero vamos a empezar por el principio: ¿Qué es el Muro de Adriano? Nos estamos refiriendo a una construcción defensiva de origen romano, levantada en las tierras britanas que por aquel entonces el Imperio gobernaba. Su extensión llegó a ser considerable, de más de cien kilómetros, y cortaba en dos la isla, de este a oeste: desde el río Tyne, casi en la costa del mar del Norte, hasta el fiordo de Solway, que justo da al extremo opuesto, el mar de Irlanda.

De este modo, la isla quedaba dividida en norte y sur: las tierras que estaban por debajo del muro eran territorio romano, civilizado, mientras que lo que quedaba al norte estaba habitado por salvajes. Ya sabéis cómo eran los romanos o los griegos: si no formabas parte de su cultura eras un bárbaro. Los pueblos más allá del muro entraban en esa categoría. Eran comunidades de pictos, en su mayoría, y a la larga se extenderían por toda la isla. Pero no adelantemos acontecimientos.

El origen del Muro de Adriano

¿Os suena la historia? Un muro para defender el reino de las hordas de pueblos salvajes. Es justo el cometido del Muro de George R.R. Martin. Por supuesto, el de Adriano no era de hielo ni se alzaba tan alto, ya que en los tramos de mayor altura apenas alcanzaba seis metros, pero su utilidad era la misma: proteger las tierras del Imperio romano, en el lugar más alejado de Roma. Para ello no bastaba sólo con el muro, ya que también excavaron fosos a un lado y otro, junto con fuertes de muralla y bermas. De hecho, veinte años después se reforzó con una segunda línea más al norte, el Muro de Antonino.

La historia del Muro de Adriano empezó con el ascenso al trono del emperador Adriano, en el 117. Año en el que además se produjeron fuertes conflictos en la Britania romana. Como decía, la amenaza de los pictos en el norte era constante, aunque en realidad no se temía una invasión de éstos, dada su desorganización. El problema residía más bien en las frecuentes incursiones, en los pillajes de que eran víctimas los colonos romanos, entre los que había nobles familias llegadas de Roma. Se cree que ese fue el motivo principal del levantamiento. Otras teorías apuntan también a la posibilidad de que el Muro de Adriano no fuera más que una obra faraónica por parte del emperador para dejar constancia del poderío romano. Algo que de paso también amedrentaría a esos salvajes, impresionados ante una construcción tan colosal.

La construcción del Muro de Adriano

Cabe destacar que la construcción del Muro de Adriano empezó en el 122, pero se prolongó durante más de seis años. El trazado se inició desde el tramo oriental, y lo realizaron los propios legionarios que luego ocuparían la muralla. Hay diversas inscripciones en los tramos, dependiendo de qué legión fue la que lo construyó, como la VI Victrix, la XX Valeria, o II Augusta, veterana que participó en la invasión de Britania al mando del emperador Claudio. La cosa iba así: cada legión excavaba los cimientos del tramo en el que estaban, levantando las torretas y los fuertes y, cuando terminaban, el resto de legiones seguían avanzando y los constructores permanecían como guarnición.

Hasta ochenta castillos fueron levantados para las tropas defensivas. Cada uno de estos baluartes debía albergar unos cuarenta hombres, lo cual si echamos cuentas sería una cantidad de soldados impresionante… y muy caros de mantener. Además, se incorporarían entre medias diversas torretas de observación, que también contendrían algunos hombres. Todas estas edificaciones, e incluso tramos enteros de la muralla, fueron reconstruidas en varias ocasiones.

El declive del Muro de Adriano

Ya lo he apuntado antes: el Muro de Adriano estaba muy lejos de Roma, demasiado, y por tanto era evidente que tarde o temprano sería una de las víctimas del colapso del Imperio romano. Britania estaba escasamente poblada por auténticos romanos, en comparación con la propia Roma o Hispania. ¿Quién en su sano juicio querría iniciar una nueva vida en un lugar tan alejado, con pueblos salvajes a dos zancadas de su granja? Era imposible que con una población tan pequeña se pudiera nutrir a las fortalezas de la necesaria guarnición de soldados. En total se cree que habrían hecho falta entre mil y mil quinientos efectivos. Por no hablar de los suministros necesarios, del armamento, de la caballería para patrullar.

Todo esto hizo que cuando se construyó el Muro de Antonino, más al norte todavía, el de Adriano fuera casi abandonado. Pero Antonino no pudo conquistar a las tribus de pictos, así que con Marco Aurelio en el poder se tuvo que retroceder de nuevo hasta el Muro de Adriano. Hay que reconocer que, a pesar de las penurias, los romanos lograron mantener la muralla en funcionamiento durante casi tres siglos. El control romano sobre Britania terminó más o menos en el 410, cuando el emperador Honorio respondió a una petición de ayuda desde tierras britanas con lo que hoy sería un «apañaos como podáis». A partir de entonces, el Muro de Adriano quedó en manos de los propios britanos, que acabaron por abandonar los fuertes. Algunos tramos fueron incluso desmantelados para utilizar la piedra en la construcción de iglesias y otros edificios locales.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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