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La importancia de la planificación en una novela de fantasía: Juego de tronos

[et_pb_section fb_built=”1″ admin_label=”section” _builder_version=”3.22″ global_colors_info=”{}”][et_pb_row admin_label=”row” _builder_version=”3.25″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”3.25″ custom_padding=”|||” global_colors_info=”{}” custom_padding__hover=”|||”][et_pb_text admin_label=”Text” _builder_version=”3.27.4″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”]¡Hola de nuevo! ¡Bienvenidos, hijos de la fantasía! Volvemos a la acción con más fantástica fantasía, aunque en este artículo nos vamos a encontrar con una temática más generalista de lo habitual que, eso sí, intentaremos aterrizar sobre ese género que tanto nos gusta. El asunto que nos atañe en este artículo es la planificación. Más concretamente, realizaremos un análisis escueto sobre la planificación en una novela de fantasía analizando la magnum opus de George R. R. Martin: Canción de hielo y fuego, obra aún inacabada que dio origen a la serie de televisión Juego de tronos.

Introducción: la importancia de la planificación en una novela de fantasía

En primer lugar, hagamos notar la importancia, no sólo de la planificación en una novela de fantasía, sino de la planificación en cualquier obra literaria, independientemente del género tratado, ya que una novela debe ser un mecanismo complejo pero que necesita funcionar con la precisión de un reloj suizo. Cualquier desliz en el diseño de la novela puede llevar a los engranajes a desajustarse, con lo que tendríamos, en el mejor de los casos, un bonito libro editado en rústica que cerraremos y usaremos para calzar la mesa del balcón, que siempre ha cojeado y nos ha derramado más de un refresco.

¿Por qué? Porque el bien más valioso que un ser humano “posee” (poner aquí más comillas sería grotesco, aunque acertado) es el tiempo. El dinero se puede perder, ganar, volver a perder, volver a ganar…. Lo mismo ocurre con la fama, el reconocimiento, el estatus social… pero el tiempo no se recupera. Jamás. Tempus fugit. Sin remedio alguno. Y puedo asegurarte que la planificación en una novela de fantasía te ahorrará tiempo, luego te lo demostraré.

Pero es que, además, es injusto pedir que un lector dedique su tiempo a nuestra novela aun cuando ha encontrado tal desajuste en las tramas, incoherencias en los personajes o aristas en la estructura que los ojos le sangran cada vez que aborda una de nuestras páginas. Y esto se agrava aún más en la sociedad de estímulos rápidos en la que vivimos: cuesta muy poco cerrar el libro, encender el televisor y poner cualquier serie online.

Tenemos que asegurarnos de que nuestra novela sea una máquina lo más perfecta posible, y eso implica diseñar muy concienzudamente cada una de sus piezas: tanto su forma como su material de construcción y, por supuesto, su función dentro del mecanismo final. Es decir, implica la planificación en una novela de fantasía.

Concretando: ¿cómo afecta la planificación a los géneros literarios?

Hay géneros literarios en los que la buena planificación no sólo determina la calidad del conjunto que compone la obra, sino que, sin ella, es casi imposible que la obra se finalice. Tal es el caso, por ejemplo, de los thrillers. En este género se suelen emplear tramas complejas y giros en los que se debe saber, en cada maldito momento, qué pildorita de información liberar al lector. Por esto, no se conciben sin planificación: de antemano hay que saber quién es el villano, qué pretende, cuál es su motivación, qué herramientas usará para desviar la atención de los protagonistas, quién cambiará de bando, quiénes serán los sospechosos, qué desayuna la vecina de abajo… ¡Es un auténtico maremágnum de información que no se puede generar al vuelo!

A ver: poderse, se puede… siempre que estemos dispuestos a escribir trescientos catorce borradores y, aun así, no estar seguros de si hemos anudado bien todos los hilitos o no. Yo, no sé vosotros, no quiero invertir veinte años de mi vida en escribir una única novela, porque tanto borrador requiere tiempo. Recordad: ¡tempus fugit!

En otros géneros, como la novela histórica, además de lo comentado, se deben tener en cuenta los sucesos históricos, que condicionarán lo que ocurre en nuestra obra. No conocerlos previamente para saber dónde podemos buscar nuestro espacio de trabajo creativo es, nuevamente, un suicidio artístico. O le dedicamos muchísimo tiempo a la reescritura, con sus correspondientes fases de documentación para ir ajustando lo que no encaje, o tendremos una obra que cualquier estudiante de primer curso de Historia nos tirará a la cara tras alcanzar la página cuatro. ¿Es eso lo que buscáis?

Para no ir saltando demasiado de rama en rama, cual monete juguetón, encaucemos la dirección del artículo antes de que se nos vaya de las manos. ¡No quiero que penséis que no está planificado! Así, pues, aproximémonos al núcleo del asunto y hablemos de la planificación en una novela de fantasía.

Estrechando aún más el círculo: ¿cuánta importancia tiene la planificación en una novela de fantasía?

Como ya hemos podido ver, y la propia lógica práctica nos dicta, la planificación es importante, ya que nos permite dotar de coherencia interna (tramas, personajes, antecedentes…) y externa (estructura, selección del narrador…) a nuestra obra. En el caso de géneros como la fantasía, hay un elemento de suma importancia que entra en juego, sobre todo si estamos hablando de alta fantasía: el worldbuilding.

¡DemiurgiaaaaAaAaAA!

No me canso de decirlo. Es lo que hay.

¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! ¿Cómo? ¿Que el worldbuilding afecta únicamente a la fantasía? No, no, y mil veces no. De eso nada. Dejad que me explique: en toda obra de ficción hay que desarrollar una labor, aunque sea mínima, de construcción de mundos. Imaginemos una historia de espías que ocurre en nuestro mundo y en nuestros días. En este caso, el worldbuilding global ya lo tenemos establecido, y todos, lectores y escritor, lo conocemos. Esto nos permite saltarnos a la torera las largas exposiciones y los grandes tratados sobre qué hay en el mundo, por qué es así, bla, bla… y bla. El lector estará perfectamente ubicado en cuanto le demos a entender que el mundo es el actual; hecho que, si conoce el género de la novela que ha abierto, ya espera de por sí.

En este caso, el worldbuilding a establecer no será el global, sino únicamente el específico para la historia a contar: los lugares a visitar, qué hay en ellos, quién se mueve por estos entornos, a qué dedican el tiempo libre… ¡Sal de mi cabeza, Perales!

¡Damos y caballeras! ¡Todo esto también es worldbuilding! El principal dilema que presenta la fantasía, tal y como decíamos antes, es que hay que establecer el worldbuilding en todos sus niveles, llegando a detallar todo (lugares, hechos históricos, mitología, razas, magia o ausencia de ella, evolución científica, religión, prejuicios…) en la medida en que nos resulte necesario para poder escribir nuestra obra con solvencia, corrección y precisión.

¿Y cuál es la relación entre la construcción de nuestro mundo y la planificación de una novela de fantasía?

De por sí, podemos construir nuestro mundo a medida que vamos escribiendo una historia, por supuesto. Nadie nos va a poner un sable láser en la sien para disuadirnos, pero ésta es una muy mala idea. (Me refiero a la de improvisar. La del sable… es una idea bastante aceptable).

Si vamos construyendo nuestro mundo a medida que vamos escribiendo, es más que probable que, cuando tengamos escritas doscientas cincuenta páginas, no recordemos aquel hecho tan importante que establecimos en la página doce y que condiciona todo el sistema mágico que estamos empezando a usar. ¿Conclusión? Incoherencia en la página doscientos cincuenta y uno. Seis meses después, estamos revisando nuestra novela y, al llegar a esta página, nos damos cuenta del error. ¿Qué ocurre entonces? Las otras cuatrocientas páginas que hay a continuación tienen que irse a la basura. Hemos perdido seis meses de arduo trabajo.

Otra vez: ¡tempus fugit!

Géneros con una fuerte necesidad de demiurgia profunda, como son la fantasía y la ciencia ficción, requerirán mucha labor previa a la escritura por nuestra parte. Y esto no sólo aplica al argumento de la propia historia que queremos contar, sino también a los condicionantes a los que estamos sujetos de acuerdo a la ventana espacio-temporal en la que queda enmarcada la narración.

¿Significa todo esto que sólo se puede escribir este género si hacemos una profundísima labor, extremista y radical, de planificación de una novela de fantasía? ¿Necesitamos saber qué comió anteayer el tabernero de aquel pueblucho, por el que casi pasan nuestros protagonistas, antes de escribir la primera letra de nuestra historia? En realidad no. Todo en esta vida se rige por un mismo criterio formulado con dos frases distintas pero cuyo trasfondo es el mismo:

  1. No hay verdades absolutas.
  2. Nada es inamovible.

Vamos, que certidumbre… sólo hasta cierto punto. Del mismo modo que hacer las cosas “bien” no es garantía de éxito, hacer las cosas “mal” tampoco garantiza un fracaso. Entonces, os preguntaréis, ¿a qué viene toda esta parrafada? ¿En qué nos afecta a la hora de escribir fantasía? ¿Para qué voy a dedicar tiempo a la planificación de una novela de fantasía?

Creo que ya hemos hablado suficiente sobre el sexo de los ángeles. La respuesta a estas preguntas vamos a abordarlas de una forma más ejemplificadora, y no con tanto concepto abstracto. Para ello, tal y como indicamos al principio del artículo, analizaremos la necesidad de la planificación en una novela de fantasía tomando como ejemplo al gran George R. R. Martin y su súper saga de alta fantasía épica con sistema de magia blanda: Canción de hielo y fuego.

Pero, primero, conozcamos un poco a autor y obra.

¿Quién es George Martin?

George Rober Rodríguez Martin… Ay, no… Perdón. Me he vuelto a equivocar… ¿En qué estaré pensando? George Raymond Richard Martin, conocido mundialmente como George R. R. Martin, es un escritor y guionista estadounidense setentón que acostumbra a moverse entre los géneros de fantasía y ciencia ficción.

George R.R. Martin
George R. R. Martin

Ha sido distinguido en numerosas ocasiones con premios como el Hugo, el Locus, el Nébula o el Ignotus, y su obra más famosa, Canción de hielo y fuego, aún inacabada, es un súper best seller a nivel internacional.

Desde luego, su currículum es impresionante.

¿De qué trata Canción de hielo y fuego?

Canción de hielo y fuego es una heptalogía de la que, por el momento, sólo están publicados los cinco primeros volúmenes, de género fantástico con dramáticos tintes de grimdark. George empezó a escribir la saga en 1993, originalmente planificada como una trilogía (hecho constatado con una carta que envió por aquel entonces a su agente), pero que, para bien o para mal, se le acabó yendo de las manos. Planific… ejem…

Un ejemplo de que la falta de planificación en una novela de fantasía se te puede ir de las manos
Inicio de la carta que Martin envió a su agente

La historia se emplaza en un mundo ficticio, y centra la mayor parte de la acción en un continente llamado Poniente, donde determinados eventos de índole política, todos ellos nada azarosos pero con proporciones imprevistas, ponen en jaque la estabilidad de los siete reinos en que se dividen estas tierras. Además, desde el este, los herederos de una antigua dinastía que gobernaba el continente se disponen a regresar desde el exilio para reclamar el trono que, consideran, les pertenece. Por si todo esto fuera poco, una amenaza tan desconocida como brutal se cierne desde el norte sobre esta entrópica sociedad.

Al contrario de lo que ocurriera con Tolkien, autor cuya mayor inspiración fueron las leyendas mitológicas y del que Martin mamó desde pequeño el amor por la fantasía, gran parte de los hechos acaecidos en estas novelas se basan en conflictos históricos reales, como son la Guerra de las dos rosas o la Guerra de los cien años, así como en conceptos también extraídos de la información histórica de la que se dispone en nuestros días como, por ejemplo, el fuego griego.

Entonces, Georgie, ¿tú planificas en tus novelas de fantasía?

Aquí llegamos a la pregunta del millón; aquélla cuya respuesta ansiamos conocer y cuyo significado es tan vago como ambiguo. Si preguntamos a George acerca de la planificación, nos dirá que, para él, existen dos tipos de escritores:

  1. Los jardineros, que van montando la historia a medida que avanzan con ella, poniéndose en la piel de los personajes y conduciendo la trama de acuerdo a lo que éstos vayan determinando. Sabemos que encontraremos setos y flores, pero no sabemos cuántos de cada.
  2. Los arquitectos, que diseñan cada mínimo detalle de la historia antes de teclear la primera letra. Si no hay un plano, aquí no se pone ni un ladrillo.

Y, entre estas dos categorías, ¿dónde se enmarca Martin a sí mismo? Él se considera un jardinero.

Éste, aunque él mismo lo afirma abiertamente, es un hecho que no todo el mundo se termina de creer; tal es el caso de su propia traductora al español, Cristina Macía, tal y como afirma en esta entrevista. Yo, sin embargo, sí creo a Martin cuando afirma esto, y me baso en los problemas que se han dado en torno a su obra, como veremos más adelante en este artículo. ¿Y vosotros? ¿Le creéis cuando afirma que improvisa grandes partes de su obra?

Volviendo al tema: ¿qué implica esto de “ser un jardinero”? ¿Significa que no planifica nada y va escribiendo al tuntún? ¿Significa que no planifica en sus novelas de fantasía? No. En realidad no.

Los escritores de este tipo, entre los que también se encuentra otro titán de las letras como es Stephen King (al que abordaremos más pronto que tarde, lo prometo), conocen muy bien el concepto sobre el que quieren escribir, excelentemente bien a los personajes con los que van a avanzar en la historia y, en general (aunque sobre esto pueden correr auténticos ríos de tinta), conocerán el punto final al que quieren llegar y algunos puntos intermedios de la trama. En el caso de King, rara vez conoce el punto al que quiere llegar, y lo va descubriendo a medida que avanza la historia; de ahí que algunos finales de sus más de sesenta novelas sean, en opinión de muchísimos de sus propios fans, bastante decepcionantes.

En el caso de Martin, no obstante, él siempre ha afirmado conocer el punto final al que quiere llegar y algunos puntos intermedios por los que debe pasar para alcanzar el final preestablecido.

King y Martin: un par de genios que viven la vida locamente

 

¿Entonces en qué quedamos? ¿Planifican o no planifican?

Lo que queda claro respecto de este asunto en el punto en el que nos encontramos es que es (casi) imposible escribir nada con sentido si no se ha planificado ni tan siquiera un mínimo. Siempre pueden alinearse los planetas para que una historia que vamos desarrollando a lo loco quede brillantemente cerrada pero, no sé vosotros, yo prefiero no depender de la suerte, las musas o de si el repartidor se equivoca de puerta y me trae la pizza del vecino.

¿Qué significa planificar?

Cuando se escribe una obra corta, como un microrrelato, la premisa es tan elemental y la trama tan sencilla que una planificación mental hecha en dos minutos puede bastar para desarrollar la narración íntegra.

Si subimos un escalón y tratamos el cuento, la trama seguiría siendo única pero involucraría a más personajes y habría más acciones, por lo que requeriríamos de conocer con mayor profundidad qué hechos vamos a narrar y cómo se comportarán esos personajes ante las situaciones que se les planteen.

Si pasamos a escribir una novela corta, ya entran en juego diversas tramas y más personajes, por lo que nuestra cabeza puede empezar a centrifugar tan rápido que alguna idea puede salir despedida. Aquí ya entramos en una severa zona de riesgo al no planificar de forma profunda, puesto que es fácil incluir detalles que entren en conflicto unos con otros, y cualquier lector avispado puede sacarnos los colores.

Si hablamos ya de novelas, con todas las de la ley, el problema que hemos comentado en el caso de la novela corta se hace aún más crítico y los riesgos crecen exponencialmente. Si cometemos un error y desestabilizamos estructural, argumental o conceptualmente nuestra novela, podemos estar tirando por la borda meses o incluso años de trabajo.

Y, si fijamos nuestro punto de mira en una saga completa de novelas, puede que se desate el fin del mundo en nuestra cabeza y las cuatro neuronas del apocalipsis acaben con todas las demás.

Imagino que a vosotros os ocurre lo mismo que a mí: no me gusta perder el tiempo (¡tempus fugit, otra vez!), así que prefiero alcanzar una cuotas mínimas de efectividad y eficiencia a la hora de trabajar mis historias. Esto significa que no me gusta depender de la capacidad de almacenamiento de mi cabecita loca, por lo que acabo por plasmar en uno o varios documentos todo lo que necesito para escribir una historia, y uso esta información como base para abordar la escritura. Con las historias más cortas y sencillas no siempre siento la necesidad de hacerlo, pero con las que alcanzan cierto nivel de complejidad o longitud, me parece algo inevitable.

Siendo puristas: el mero hecho de pensar en algo necesario para la historia que vamos a escribir ya se puede incluir dentro del concepto de planificación, puesto que la idea de la que partimos tiene que estar ya germinada en nuestra cabeza antes de escribir las palabras que la representen.

La cuestión entonces es: ¿planificamos lo suficiente?

La necesidad de la planificación en una novela de fantasía

Cuando una historia es compleja o nos va a llevar largo tiempo llevarla al papel (o al procesador de textos), al no planificar suficiente nuestra historia, estamos corriendo riesgos innecesarios y no estamos cuidando nuestro escrito tanto como merece. A ese respecto, siempre establezco un símil un tanto bruto y exagerado pero que, creo, ilustra con suficiencia a qué me refiero:

Imaginemos a dos mujeres embarazadas. Una de ellas se alimenta de forma saludable, cuidando la ingesta de calorías, no bebiendo alcohol pero sí mucha agua, alejándose de la polución todo lo que puede, procurando mantenerse activa, cuidando de no tener ningún déficit de vitaminas, escuchando música clásica y leyendo cuentos en voz alta para que el bebé sienta determinados estímulos ya antes de nacer

La otra, por el contrario, sólo come comida basura siete veces al día, fuma como una chimenea, es totalmente sedentaria, se emborracha los días impares, consume drogas duras en callejones oscuros cuando en un dado trucado saca más de un tres y usa su barriga como si fuera un bongó cada vez que ve un Ford Fiesta.

En este caso, siempre cabe la posibilidad de que la genética o las mutaciones nos den una sorpresa y el hijo de la primera mujer tenga algún déficit físico o cognitivo y que el de la segunda nazca fuerte como un toro pero, ¿qué sería lo normal en este caso? Lo normal sería que el bebé de la primera mujer naciera fuerte y sano y tuviera un desarrollo estupendo durante el inicio de su prometedora vida mientras que, en el caso de la segunda mujer, lo normal sería acabar en algo nada deseable, como un aborto o el parto de un bebé con severas deficiencias de cualquier índole… siempre que la madre viva lo suficiente como para llegar a dar a luz, que no lo tengo muy claro…

La primera de estas dos mujeres ha planificado la gestación y el nacimiento de su bebé, por lo que ha aumentado la probabilidad de que su criatura sea un portento de la naturaleza. La segunda de estas mujeres no sólo ha dejado todo en manos de la genética y la suerte, sino que, además, ha actuado contra ellas, poniendo en riesgo TODO: su vida y la de su proyecto de bebé.

Sí, el ejemplo es algo desproporcionado y salvaje, lo sé, pero creo que así nos quedará claro a todos que la planificación es crucial para aumentar nuestras probabilidades de éxito, independientemente de la empresa a la que nos enfrentemos o lo buena que sea la base sobre la que trabajamos.

Y, volviendo a la escritura, ¿en qué medida afecta la planificación en función del género que escribimos? ¿Y, en concreto, cómo impacta una escasa planificación en una novela de fantasía?

Los problemas derivados de una escasa planificación en una novela de fantasía

Como ya comentábamos más arriba, hay géneros como la fantasía o la ciencia ficción que son proclives a necesitar una mayor tasa de planificación debido a su extenso worldbuilding. Si a esto le añadimos historias complejas con tramas cruzadas que se afectan las unas a las otras y trasvases de personajes entre ellas, nos encontraremos ante la tormenta perfecta.

La entropía estará garantizada: resultará muy sencillo olvidar si el personaje que salvó aquel pueblo fue el joven con el pelo negro o fue el del pelo castaño; pintaremos, sin darnos cuenta, las alas de ese monstruo tan letal en color verde cuando, en su primera aparición, eran moradas; un personaje que tiene veinte años afirmará haber participado en una guerra que ocurrió hace quince… Despropósitos por doquier garantizados.

Ante estos problemas podremos actuar de dos formas:

  1. La primera de ellas es no actuar en absoluto y rezar para que nadie se dé cuenta. Imaginemos que somos capaces de engañar a los correctores y editores que participen en la publicación de nuestra obra. Si lo logramos, bastará con tener un único lector avispado para que se dé cuenta de todo esto y nos ponga a parir por redes sociales. Esto llevará a otros lectores a corroborarlo y acabaremos con un problema muy serio: nadie querrá volver a leernos porque les hemos prometido una historia bien atada y no hemos cumplido con ello. Nuestro nombre quedará asociado a la palabra “inútil” in sæcula sæculorum.
  2. La segunda de ellas es actuar ante este tipo de incoherencias. Ya tendremos el borrador de nuestra novela escrito y estaremos en una de las diversas fases de corrección. Cuando nos demos cuenta de alguno de los gazapos que hayamos cometido (y que, tened por seguro, cometeremos), en función del efecto y la magnitud del problema, es posible que tengamos que reescribir grandes secciones de la novela; pudiendo llegar a tener que tirar a la basura todo lo que hayamos escrito a partir del punto en que cometimos aquel error tan grave. Esto significará que tendremos que reescribir y, como aún escribimos sin planificar, nos volverá a ocurrir lo mismo una y otra vez.

Vamos, que estaremos en una situación indeseada en cualquier caso.

Así, pues, ¿qué problemas puede haberse encontrado el gran George R. R. Martin con su historia al actuar como un jardinero?

Los problemas de Canción de hielo y fuego por su insuficiente planificación

Al hablar de esta saga, estamos tratando una historia con un ya muy largo recorrido. Como comentamos más arriba, Martin comenzó la escritura de la saga en 1993 y, a día de hoy, la friolera de veintiséis años después, aún no la ha terminado.

Estamos todos convencidos de que el autor ha masticado con tranquilidad la historia en su cabeza, y que planificó determinados puntos por los que debía pasar en cada una de las tramas que, con mano diestra, ha ido tejiendo. También, como él mismo ha afirmado, conoce a sus personajes mejor que a mucha gente real. No obstante, por su condición de jardinero, no ha planificado lo suficiente una historia de las más complejas que se puedan recordar, y esto es como ir a la guerra empuñando un pollo de goma.

çlA PLANIFICACIÓN EN UNA NOVELA DE FANTASÍA SEÑALA LA DIFERENCIA ENTRE EL TRIUNFO Y LA MUERTE
¿Iríais a la guerra armados con esto?

Uno de los lamentables rasgos identificativos de Martin es su nula precisión a la hora de dar fechas para la finalización de sus obras. Unas veces se enfrasca en visitas a convenciones, otras se ha estado centrando mucho en su labor de asesor en la serie Juego de tronos, también acostumbra a estar muy activo en redes sociales… Y, cuando el problema no ha sido ninguno de éstos, se ha puesto a escribir otras obras que no forman parte vertebral de la historia…

La conclusión es que Vientos de invierno, la sexta entrega de la saga, viene coleando desde 2015, y actualmente está previsto que vea la luz a mediados de 2020. ¡Nueve años después de su predecesora, Danza de dragones, que ya tardó seis años en escribir! Y eso asumiendo que no vuelva a equivocarse con la fecha…

Muchas voces críticas se toman ya a sorna las previsiones del autor, llegando a pensar que jamás llegará a escribir los dos volúmenes que pondrían el broche dorado a la obra. Un momento críticamente desesperanzador a este respecto se dio cuando la historia de la serie adelantó por la derecha a la narrada en las novelas.

¿A qué se deben estos constantes retrasos?

Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero basta con tirar de lógica para deducir algunos de los problemas con los que se ha venido encontrando el escritor y que han provocado estos indeseados retrasos:

  1. Dada la gran afición de Martin por matar a personajes importantes, y debido a su constante descubrimiento de la historia al vuelo, es fácil que se haya encontrado con alguna situación en la que, para avanzar con la trama haya precisado de algún personaje que ya hubiera muerto previamente. Esto podría conllevar la reescritura de tramas completas que, a su vez, podrían afectar a otras con las que el personaje en cuestión no tuviera nada que ver. El efecto de este problema es, por tanto, catastrófico en lo relativo a las previsiones de finalización.
  2. Puesto que la historia es tan compleja, las tramas tan numerosas y el worldbuilding tan rico, es más que probable que, aun teniendo terminados los primeros borradores de la historia, en los sucesivos procesos de corrección, el autor se haya encontrado con diversos problemas de coherencia en cuanto a fechas, hechos, caracterizaciones… Estos problemas pueden llegar a condicionar de forma dramática las relaciones entre los personajes y las acciones que éstos llevan a cabo, por lo que podríamos llegar a estar en un caso similar al anterior: tramas que tienen que cambiar, llegando incluso a la necesidad de reescribirlas por completo.
  3. Al no tener planificada la historia, ni tan siquiera el propio escritor sabe cuántos capítulos ni cuántas escenas deberá escribir, por lo que la fecha estimada de finalización siempre será altamente imprecisa debido a la propia naturaleza metodológica del proceso que sigue para escribir.
  4. Hay una alta dosis de dependencia de la inspiración cuando no se planifica la historia lo suficiente. Esto impacta de forma directa en el rendimiento diario del autor, puesto que cada día se sienta a escribir sin tener claro qué va a salir de su cabeza. Si la historia estuviera muy planificada, independientemente de lo inspirado que se sienta ese día el autor, podrá escribir lo que debe, ya que sabe de dónde parte y a dónde va a llegar esa jornada. Si tiene un día malo, le costará más trabajo cumplir con el objetivo y, probablemente, la prosa sea de peor calidad, pero siempre es preferible retrasarse un día o dos en la escritura completa de un capítulo a pasarse una semana en blanco. La calidad de la prosa ya se arreglará en borradores posteriores al primero o durante los procesos de corrección.

Conclusiones: ¿para qué nos sirve planificar?

Como ya hemos visto en el ejemplo de lo acontecido con Canción de hielo y fuego, la planificación en una novela de fantasía, o mejor dicho, la planificación con detalle nuestras obras antes de ponernos a escribirlas, nos ofrece diversas bonanzas, más aún si hablamos de planificación en fantasía:

  1. Nos permite evitar muchas incoherencias en los diversos niveles de ejecución de una novela, facilitando, así, el proceso de corrección.
  2. Al minimizar la cantidad de incoherencias en las que caeremos al escribir la obra, nos ahorraremos muchas reescrituras, pudiendo acabar la versión final de la obra antes y evitando así que acabemos quemados con la historia cuando aún ni siquiera la hemos enviado a la editorial.
  3. Nos permite conocer la extensión de la obra de antemano, lo cual nos facilitará realizar una previsión de qué tipo de obra estaremos trabajando y cuándo podremos tenerla lista.
  4. Nos permite conocer el ámbito de escritura a abordar en cada una de nuestras sesiones, permitiendo llevar un control más exhaustivo del punto del proceso en el que nos encontramos, y evitando así, en gran medida, que caigamos en situación de bloqueo creativo.
  5. Nos dará mayor credibilidad ante quienquiera que lea nuestra obra: lectores finales, correctores, editores, agentes literarios y lectores beta. Esto hará que estén más predispuestos a trabajar con nuestros textos, puesto que les facilitamos las cosas a todos ellos.
  6. Nos facilitará adaptarnos al cumplimiento de las reglas que nosotros mismos nos hemos impuesto en nuestro demiúrgico proceso de worldbuilding.

En resumidas cuentas: si planificamos bien nuestra obra, ganaremos tiempo, certidumbre en cuanto a las fechas de finalización, maximizaremos nuestro rendimiento y minimizaremos el esfuerzo a invertir.

¡Esto de planificar es un chollo!

Despedida

Espero que os haya resultado interesante esta disertación sobre la planificación en fantasía, en la que hemos tratado cómo afecta la planificación (o su ausencia) a la escritura de una obra, su concreción en el impacto sobre las obras de fantasía y el ejemplo de Canción de hielo y fuego.

Espero encontraros por aquí pronto de nuevo con luz en los ojos y una enorme sonrisa en la cara para que, juntos, disfrutemos de más fantástica fantasía.

¡Besos y abrazos!

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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