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La torre de asedio

Como bien sabéis, El Señor de los Anillos es una de mis obras literarias favoritas. Y la adaptación cinematográfica que realizó Peter Jackson es una auténtica maravilla que vuelvo a ver de vez en cuando. El momento más épico es la batalla en los Campos de Pelennor y todo el sitio de Gondor. Es grandioso ver la cabalgada de los Rohirrim, los olifantes gigantescos, o las colosales torres de asalto utilizadas por los orcos para tratar de colarse por encima de las murallas de Gondor. Y precisamente de eso vamos a hablar hoy, de uno de los ingenios más curiosos que ha tenido el ser humano durante la antigüedad: la torre de asedio.

Los orígenes de la torre de asedio

El germen de la torre de asedio fue la bastida, una estructura que en principio sólo servía como plataforma desde la que disparar flechas y jabalinas hacia los defensores de una fortificación. De este modo se lograba igualar la ventaja que proporcionaba la altura. La estructura era muy sencilla pero ya idéntica a lo que hoy conocemos: una elevada torre sobre una base con ruedas, y tirada por animales de carga. Es de suponer que estos ingenios nacieron al mismo tiempo que las grandes ciudades amuralladas, como respuesta a un sistema defensivo tan colosal como aquel. Y surgió, como casi toda tecnología antigua, en Mesopotamia. Las primeras representaciones las encontramos en diversos relieves del Imperio neoasirio, en torno al siglo IX a.C., donde vemos que estas torres comparten protagonismo con otros artilugios de asedio, como los arietes o las rampas.

Su diseño no sufrió en realidad grandes cambios a lo largo de la historia, salvo para reforzar su carácter defensivo. A las primeras torres, confeccionadas con una estructura hecha de madera simple y esparto, y que ardía con tanta facilidad que era fácil echarlas a perder por parte de los defensores, se le añadieron capas de refuerzo para evitar los incendios, incorporándole una piel exterior hecha de cuero humedecido o, más adelante, una cubierta de hierro. Pero desde luego su principal arma fue la pasarela que, una vez estaba lo bastante cerca de la muralla enemiga, caía para permitir el paso de los atacantes. Tal y como vemos en El retorno del rey.

primera torre de asedio

La Helépolis, la mayor torre de asedio de la historia

Pero quienes llevaron esta máquina de asedio a cotas inimaginables fueron los griegos, como no podía ser de otro modo. Y si hay que señalar a un hombre, este tendría que ser Epímaco de Atenas. Era un ingeniero y arquitecto especializado en construir máquinas de guerra, como por ejemplo un ariete de 60 metros de largo. Aunque hay que destacar que la idea original nació del rey Demetrio I de Macedonia, quién se basó en una torre más pequeña utilizada en Salamina.

El caso es que, según historiadores antiguos como Vitruvio y Plutarco, la Helépolis fue la mayor máquina de asedio de su tiempo. Sólo su base medía unos 20 metros de ancho, y se alzaba unos 42 metros de alto. Para haceros una auténtica idea de lo monumentales que son estas medidas es suficiente con tomar como referencia la altura que tenía cada una de las ocho ruedas: tres metros y medio. ¿No resulta abrumador? Su nombre estaba más que justificado, pues Helépolis significa «Tomador de Ciudades».

La envergadura de semejante bestia no tiene parangón con nada que se hubiera conocido antes. Podía albergar a doscientos soldados en nueve pisos, y en algunos de estos niveles tenían cabida incluso catapultas y ballestas. Imaginad lo que debieron sentir los defensores de Rodas mientras veían desde sus almenas construir a semejante monstruo. Y el terror que debió inundarlos al verlo, ya completo, acercarse poco a poco a sus muros. Pues su avance era muy lento, ya que las ruedas se accionaban mediante un cabestrante, aunque en la práctica se uso la fuerza de tres mil hombres para darle un poco más de velocidad. Y aún así, ni siquiera con este ingenio se logró conquistar Rodas. Cuentan las crónicas que la Helépolis fue abandonada por Demetrio I y los rodios utilizaron su metal para construir el Coloso. No me parece un mal final después de todo.

Heléopolis

Durante la Edad Media

La utilidad de la torre de asedio se mantuvo durante muchos siglos, hasta llegar a la Edad Media. Tiene sentido, por supuesto, debido a la proliferación de los castillos, así que este ingenio se fue adaptando a las circunstancias de las fortificaciones que debían sitiar. Uno de los episodios más épicos fue el asedio infructuoso de Constantinopla, en el 626, por parte de los ávaros, con ayuda de eslavos y persas sasánidas. El Cronicón Pascual, un relato cristiano del siglo VII, menciona la presencia de estas máquinas durante el sitio:

«Y en la sección de la puerta de Polyandrion hasta la puerta de San Romano se preparó para estacionar doce torres de asedio elevadas, que estaban avanzadas casi hasta los trabajos, y los cubrió con escondites.» 

A pesar de todo, las Murallas de Teodosio resistieron, en gran parte por el mismo factor que decanta las victorias en un asedio: la cantidad de defensores con los que contaban, unos doce mil soldados.

torre de asedio edad media

El declive de la torre de asedio

Las torres de asedio siguió utilizándose durante buena parte de la Edad Media. Los ingleses, por ejemplo, fueron muy aficionados, como por ejemplo en el sitio de Kenilworth en 1266. Y tuvieron su presencia en la caída de Constantinopla, en el 1453. Pero la llegada de la pólvora acabó con su utilidad. En cuanto las fortificaciones empezaron a armarse con cañones, las torres dejaron de tener sentido. Durante un tiempo se intentó crear una evolución de las torres de asedio, pero esta vez equipándolas con baterías de cañones, como ocurrió durante el asedio de Kazan en 1552, donde una de estas torres llegó a albergar diez cañones de gran calibre y otros cincuenta con menor potencia de fuego. Sin embargo, nada de esto fue suficiente para que la utilidad de las torres de asedio fuera decayendo hasta desaparecer.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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