En entregas anteriores hemos tenido ocasión de sumergirnos en la Guerra de Troya, partiendo del estudio de una serie de parejas que representan la idea de amor en un sentido u otro. En esta nueva serie de artículos volvemos a rastrear los casi infinitos relatos que configuran la mitología troyana y a hablar de amor, si bien esta vez prestaremos atención a su faceta más carnal. Revisaremos la personificación de su inmenso poder en la literatura a través de Eros, Afrodita y otros personajes míticos. Y trataremos dos episodios relacionados directamente con la Guerra de Troya, protagonizados por sendas mujeres de belleza proverbial y trágica: Las bodas de Tetis y Peleo serán el objeto de este artículo; Helena y su unión con Paris serán el centro de los siguientes.
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ToggleLas Bodas de Tetis y Peleo VS el Rapto de Helena: causas y excusas de la Guerra de Troya
Entre las fuentes para el estudio de la mitología troyana, la más célebre es, sin duda, la obra de Homero. Pero, dado que la Ilíada y la Odisea se ocupan de episodios muy concretos de unos pocos días de la Guerra de Troya o de acontecimientos posteriores, debemos centrarnos en pasajes de otras obras, a veces perdidas. Todos pertenecieron a una totalidad heterogénea que llamamos Ciclo troyano y que incluye episodios anteriores y posteriores a los recogidos por Homero.
De los dos sucesos que titulan este epígrafe, las Bodas de Tetis y Peleo no son, tal vez, tan célebres como el denominado Rapto de Helena, al menos desde el punto de vista de su relación con el conflicto troyano. El lector medio es capaz de relacionar enseguida la Guerra con la hermosa mujer a la que hay que liberar, por motivos de honor, de las manos del raptor troyano. Sin embargo, no se trata más que de algo superficial, como algunas obras literarias y cinematográficas de todos los tiempos han propuesto: el rapto de Helena no es más que una excusa para que los aqueos se lancen a la conquista de Asia con todos sus contingentes bélicos.
Al rastrear más profundamente la mitografía, descubrimos que las causas reales del conflicto son más bien un intrincado conjunto de sucesos, entre los que las Bodas de Tetis y Peleo, frente a lo que pudiera parecer, ocupan un lugar crucial. Es interesante tratar la figura de Tetis y los relatos en los que interviene porque involucran de manera notable al deseo sexual, eso que los griegos, coherentes con su tendencia a explicar lo inexplicable a través de la personificación y la divinización, denominaron Eros. En Eros dios yace una fuerza incontrolable, fuente de locura y desmesura, que se encuentra en la base de numerosos episodios de la épica en general y de la Guerra de Troya en particular. Sólo achacando lo incomprensible a un factor externo, normalmente un dios, pueden entenderse, explicarse o justificarse comportamientos irracionales que conducen irremediablemente a la tragedia.
Divinizar para explicar: Eros, Afrodita y otras poderosas personificaciones del deseo
Pero, ¿quién es Eros?
Puede resultar sorprendente conocer que la mitología clásica contaba con dos personajes de nombre aparentemente idéntico: un Eros con “o” breve y un Eros con “o” larga. La similitud de las denominaciones y la cercanía de atribuciones de ambos dioses motivaron su temprana identificación. El segundo Eros (Ἔρως) es el célebre y reconocible hijo de Ares y Afrodita, que los romanos enseguida llamaron Cupido, “Deseo”. El primer Eros (en griego Ἔρος), por su parte, es un dios que, según Hesíodo (Teogonía, 120-122), nace del Caos inicial en los albores del mundo, al tiempo que Tierra (Gea) y Tártaro. De entre las tres criaturas, Gea es la que cuenta con más rasgos antropomórficos, pues será la primera en reproducirse por medio de una unión sexual. Tártaro y Eros, en cambio, encarnan conceptos o fuerzas primigenias, incapaces de protagonizar episodios míticos más allá de un nivel abstracto.
“Eros, el más bello entre los dioses inmortales, que debilita los miembros, y que de todos los dioses y hombres domina pensamiento y voluntad…”, dice Hesíodo, recordando a sus oyentes contemporáneos y a los lectores de la posteridad que nadie se salva de la acción del deseo. En este sentido, Eros, que todo lo subyuga, se equipara con el destino fatal, la Moira, y con la muerte, cuyo control queda fuera del alcance del mismo Zeus. Y sólo hace falta conocer un poco la mitología griega para saber hasta qué punto el señor del Olimpo es presa de los caprichos del deseo amoroso.
Si quieres leer la Teogonía de Hesíodo, aquí tienes una muy buena traducción.
Afrodita también presenta cierta dualidad en la tradición desde muy pronto. Mientras Homero la convierte en hija legítima de Hera y Zeus, para Hesíodo es una diosa de primera generación, surgida de la espuma del mar, donde caen los genitales de Urano después de que Crono lo castre violentamente. Teogonía 201 nos cuenta que, entre los miembros del cortejo de Afrodita, figura el primer Eros, entre otras hermosas e irresistibles criaturas como Charis (el encanto) e Hímero (el deseo). Ante el paso sensual y glorioso de semejante cortejo, todos los seres del mundo se aparean irremediablemente, como cuenta el Himno homérico a Afrodita (5.70-75), del que puedes leer una traducción bastante literal.
El atractivo fatal de Tetis, amada de dioses
Nadie está a salvo del poder simbolizado en Eros, Afrodita y su multiforme cortejo. La pasión amorosa afecta incluso a los distantes y perfectos olímpicos, que se ven envueltos en ella de manera fulminante e incontrolable. Así lo descubrimos al acercarnos a las Bodas de Tetis y Peleo, una historia repleta de violencia y anhelos sexuales que protagonizan algunas de las principales divinidades del panteón griego. Junto a ellos, se dan cita héroes y heroínas anteriores en una generación mítica a la Guerra de Troya. Parece tratarse de un episodio que recuerda la lejana Edad de Oro, en la que mortales y divinidades se sentaban juntos a la mesa para compartir los alimentos. Sin embargo, en estas nupcias dioses y héroes acuden a la vez en representación de los mundos a los que pertenecen los contrayentes: Peleo es humano; Tetis, una diosa.
Nieta del viejo dios del mar, Nereo, Tetis es una generación más joven que Helena. Es portadora, como ésta, de una belleza que la convierte en el centro de un conflicto de magnas proporciones: dos de los dioses más poderosos del Olimpo, el promiscuo y ardiente Zeus y su hermano Posidón, menos habituado a salirse con la suya en lides sexuales, se habían encaprichado de ella hacía tiempo. Tan peliagudo asunto podría haber acabado en una batalla cósmica, con desastrosas consecuencias para la humanidad, si ninguno de los dioses hubiera cedido. Sorprendentemente, ambos terminan por retirarse de la disputa. ¿Cuál es la causa? El único acontecimiento capaz de dar al traste con las apetencias eróticas de dos poderosas y concupiscentes divinidades es una profecía de un contenido muy inquietante para cualquier miembro del Olimpo. Así lo recoge Píndaro (Ístmica VIII 31-36) en boca de la titánide Temis:
“Y dijo además la prudente Temis, porque así había sido dispuesto, que la venerable diosa daría a luz a un hijo soberano, más poderoso que su padre, que un arma diferente, más poderosa que el rayo o el tridente, manejaría con su mano, si se acostaba con Zeus o con cualquiera de los hermanos de Zeus”.
Aquí encontrarás una excelente selección de pasajes traducidos en relación con las Bodas de Tetis y Peleo.
La solución: un matrimonio mortal. Las bodas de Tetis y Peleo
Una criatura engendrada en Tetis habría supuesto la continuación del salvaje ciclo de destronamientos, asesinatos y engullimientos de otros dioses que incluye el Mito de Sucesión, comenzado en Urano. Crono lo había castrado y derrocado, pero a su vez, y pese a todas sus prevenciones, resulta engañado y vencido por Zeus. Así queda establecido de manera definitiva su reinado y la era olímpica en el mundo. Con tales precedentes, Zeus no puede permitirse correr el riesgo: el miedo a una profecía idéntica lo había llevado ya a devorar a Metis, en un episodio que derivaría en el nacimiento de Atenea. Afortunadamente para los dioses, la propia Temis señala la solución al conflicto (Píndaro, Ístmica VIII, 36-40):
“Pero si sale al encuentro de lechos mortales, ha de ver a su hijo morir en la guerra… sea don divino para Peleo… el más piadoso que ha criado la llana tierra de Yolco”.
La solución del conflicto es casar a la diosa con un mortal. Entre los múltiples candidatos, surge un nombre muy claro, Peleo, piadoso hijo de Éaco. La diosa es un regalo, muy por encima de su marido mortal, como recoge también Ovidio (Metamorfosis 11.217-220), subrayando reiteradamente la condición divina de la prometida y lo muy ventajosa que resulta la unión para Peleo. Como contrapunto, resulta interesante escuchar a la propia Tetis respecto al casamiento en el que todos, salvo ella, parecen haber tenido opinión. En Ilíada 18.430-335 habla con desdén de su marido, culmen de los sufrimientos que ha padecido por causa de Zeus:
“¿Hay alguna entre las diosas del Olimpo que haya sufrido en su ánimo tantos y tan graves pesares como a mí me ha enviado Zeus? Sólo a mí me sometió a un hombre, al Eácida, a Peleo y soporté, contra toda mi voluntad, el tálamo de un hombre que yace ya en el palacio, rendido a una lúgubre vejez”.
El descontento de Tetis con la boda se plasma en otros testimonios, como los que aluden a su captura por parte de Peleo. Como otras divinidades acuáticas, Tetis cuenta con la capacidad de metamorfosearse a placer y lo hace para huir de su pretendiente, por lo que él debe capturarla con unas cadenas (lo cuenta Ovidio en Metamorfosis 11. 250-256). Lo logra finalmente cuando ella está convertida en sepia, una apariencia que no le impide dar rienda suelta a su demoledora pasión. Es una lástima que la escena, no exenta de cierta comicidad, no aparezca representada tal cual en el arte. Sí contamos con algunas representaciones alusivas, como las ilustraciones del llamado Dinos de Tetis y Peleo (conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid):
Todos los dioses están invitados y acuden a la boda, celebrada en la cueva del centauro Quirón. O casi todos: sólo Eris, la Discordia, es objeto de la omisión, voluntaria o no, de los novios. Molesta y vengativa, decide presentarse con el objetivo que le es propio: dar lugar a un enfrentamiento.
Pero de la manzana arrojada en medio del banquete, de la discusión en torno a la belleza de tres pujantes diosas y de cómo Zeus escurre el bulto y deriva el peligro a un pobre mortal, hablaremos en el siguiente artículo: todos estos elementos nos conducen a Helena, la mujer que comparte con Tetis una belleza suprema que sólo causa tragedias.