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Licurgo, ¿Existió realmente el arquitecto de Esparta?

Licurgo, ¿Existió realmente el arquitecto de Esparta?

Pocas naciones han causado una fascinación tan poderosa a lo largo de la Historia como Esparta. La austeridad de todo un pueblo, la valentía de sus soldados, su capacidad de sufrimiento y abnegación han sugerido mil y una historias, siendo la más conocida de ellas la famosa batalla en la que Leónidas y sus trescientos hoplitas hicieron frente a un ejército persa de miles de combatientes.

Sin embargo, para que Esparta llegara a adoptar una idiosincrasia tan extrema fue necesaria una auténtica revolución. Ésta tomó forma de metamorfosis política y social y, como en muchos otros pueblos, surgió la necesidad de aglutinar toda esa revolución en una sola figura, a la que se identificaría como aquella que dio forma al orden, a la ley, al modo de vida que hizo famosos a los espartanos entre todos los pueblos de su tiempo. Y esa figura fue la de Licurgo.

Mucho se ha escrito sobre el legislador de la polis guerrera por excelencia, el creador de la Gran Retra, la ley que dominaba todo aspecto de la vida espartana. Pero ¿realmente existió Licurgo?

Licurgo y Plutarco

Plutarco, en su Vida de Licurgo, ofrece muchos datos sobre este personaje. Nos indica que fue uno de los hijos de Eunomo, rey espartano de la Casa Euripóntida, una de las dos casas reales que formaban la diarquía que regía Esparta. El heredero, Polidectes, recibió el poder real tras la muerte accidental, parece que en una riña, de Eunomo, pero tampoco él retuvo el poder mucho tiempo. El sucesor de Polidectes, Carilo, aún no había nacido, aunque la Reina ya estaba encinta, y este hecho convirtió a Licurgo en regente de Esparta a la muerte de su hermano.

Plutarco nos relata una curiosa historia familiar, según la cual, la cuñada de Licurgo le habría propuesto abortar y compartir el reinado con él. Licurgo fue demorando su decisión hasta el momento del nacimiento de su sobrino y entonces se lo anunció a los espartanos, indicándoles que el recién nacido era el legítimo rey de la ciudad.

Sospechas en torno a sus intenciones

Esto no evitó que algunos, cercanos a la reina viuda, intentaran hacer ver que Licurgo pretendía convertirse en rey en lugar de vigilar el trono y tutelar a su sobrino hasta que alcanzara la mayoría de edad.

Y aunque eran muchos los que reconocían las virtudes y el buen hacer de Licurgo, éste, al fin, decidió alejarse de la ciudad para evitar de ese modo enemistades y trifulcas.

Licurgo comenzó entonces una serie de viajes, aunque no los llevó a cabo sin motivo. Se dice que visitó Creta, Asia, tal vez Egipto. Aristócrates incluso asegura que visitó Libia, Iberia y la India.

En todos estos lugares, Licurgo fue asimilando, tomando nota de aquellas leyes y formas de vida que creía más apropiadas, comparando unas con otras.

Cómo era Esparta antes de Licurgo

La polis espartana, en aquel tiempo, tenía un régimen de poder acaparado por la nobleza, similar al de cualquier otra ciudad griega de su época. Era un sistema en el que abundaban las intrigas, las envidias y los altercados. Todos los miembros de la nobleza ansiaban más autoridad de la que poseían. De hecho, según algunas crónicas, por aquel entonces Esparta vivía en continuo desgobierno y luchas intestinas. No es de extrañar que algunos echaran de menos en la ciudad a Licurgo, que había despreciado el poder absoluto respetando así la herencia de su sobrino.

Pasados los años, y con todo un mundo nuevo descubierto, Licurgo decidió regresar a Esparta, aunque antes de hacerlo visitó el Oráculo de Delfos. Allí se le llamó “amado por los dioses” e, incluso, se le recibió como dios, más que como hombre. Tras semejante bienvenida, la Pitia de Apolo le anunció que los dioses le revelarían un modo de gobierno que habría de superar a todos los de su tiempo.

Las reformas de Licurgo

Ese sistema consistió en supeditar los bienes personales al bien común de la ciudad. Para ello, Licurgo realizó profundos cambios sociales, comenzando por igualar a las clases nobles con el resto del pueblo. Aunque el gobierno seguía siendo ejercido por los reyes de las casas Agíada y Euripóntida, el mítico legislador creó una Asamblea constituida por la totalidad de los espartiatas, que se reuniría de forma asidua para atender los asuntos de gobierno traídos por la Gerusía, el órgano más importante de todos, que estaba formado por veintiocho ancianos y los dos reyes. Por último, estableció un grupo de cinco jueces, llamados éforos, que tenían por comisión controlar el trabajo de los reyes espartanos y verificar que no se excedieran en sus atribuciones.

Las clases bajas: Ilotas y Periecos

Para llevar a cabo esa igualación entre nobles y pueblo llano, se distribuyó la tierra en partes iguales, entregando una porción a cada uno de los ciudadanos de Esparta. Los varones tuvieron desde entonces prohibido todo tipo de trabajo, que quedó en manos de los ilotas, esclavos dedicados a cultivar las tierras y hacer los trabajos más duros.

Una clase intermedia, los periecos, ni esclavos ni ciudadanos de Esparta, se encargaría del comercio necesario para la polis.

La agogé

Se incluyó en esos cambios el régimen militar que con los años haría famosa a la ciudad. Los varones eran examinados al nacer y si tenían alguna deformidad se les arrojaba al vacío en un barranco del Taigeto, la cumbre que dominaba el valle del Eurotas.

Al alcanzar los siete años, los niños eran arrancados de sus casas, a donde prácticamente no volvían, para ser concentrados en grupos de unos sesenta miembros. Su vida era tan agreste, el propósito de marcar sus pasos para el futuro tan poderoso, que a estos grupos se les llamaba agela, que literalmente significa “rebaño”. Era entonces cuando comenzaba el proceso de aprendizaje que pasaban todos los varones: lectura, escritura, música y poesía. Pero, especialmente, se dedicaban a cultivar el cuerpo, disciplinarse en las artes de la guerra, soportar los castigos más crueles, las mayores privaciones y desarrollar un lenguaje parco y austero.

Cambios en la moneda y guerra contra los esclavos

Hubo otros cambios, como eliminar la moneda de plata y trocarla por moneda de hierro, cuyo valor era tan escasoy su peso tan grande que en la práctica no tenía sentido esforzarse por acumular riquezas.

Todo esto, y otras muchas cuestiones, como la instauración de la Kripteia, la guerra declarada anualmente a sus propios esclavos, lo habría llevado a cabo Licurgo con su ley, la Gran Retra, como muy tarde hacia el siglo VIII o principios del VII a.C.

Las dudas de Plutarco

Sin embargo, surgen numerosas preguntas que han llevado a que la mayor parte de los historiadores cuestione la existencia real de este personaje. ¿Qué los lleva a pensar de este modo?

Ya el propio Plutarco indica al inicio de la biografía que dedica a este legislador que “nada puede decirse que no esté sujeto a dudas” sobre él. Los historiadores son incapaces de ponerse de acuerdo sobre algo tan básico como su genealogía o el tiempo en que vivió.

¿Qué opinan los especialistas?

Mientras unos aseguran que hay que datarlo en el siglo XII a.C. otros afirman que vivió en el siglo VIII a.C.

Uno de los principales inconvenientes sobre la realidad de este personaje es el hecho de que todas y cada una de las reformas espartanas estuvieran realizadas por una sola persona, cuando lo normal es que se necesiten muchos años para dar forma a una legislación compleja y, mucho más, igualitaria entre clases nobles y plebe. Pero, además, no hay una sola referencia a Licurgo antes del siglo V, cuando lo encontramos en un poema de Simónides. Éste es un silencio más que sospechoso, especialmente en dos casos:

Tirteo

Poeta espartano que habría sido casi coetáneo del mítico legislador, y que está considerado fuente fundamental en el estudio de la Esparta arcaica, no lo menciona en ningún momento, aunque sí habla de personajes de su tiempo o inmediatamente anteriores, como el caso del rey Teopompo.

Tucídides

El famoso historiador tampoco menciona a Licurgo cuando trata la Constitución espartana, pese al extremo rigor del historiador ateniense.

Otro dato que dificulta la creencia de que Licurgo dictara la legislación espartana aparece en el hecho de que eliminara la moneda corriente convirtiéndola en moneda de hierro. Esto es imposible, pues sabemos que las primeras monedas no comenzaron a circular hasta principios del siglo VII, en Lidia. Y aún tardarían en introducirse en Grecia.

Es decir, la moneda no apareció en Esparta hasta muchos años después de que Licurgo hubiera muerto, según todos los especialistas.

El colegio de Éforos

Plutarco, por su parte, indica que el colegio de éforos no lo instauró Licurgo, sino Teopompo, quien vivió a caballo entre los siglos VIII y VII a.C.

También sabemos que hacia mediados del siglo VII, Esparta disfrutaba de un apogeo cultural y económico tal que se convirtió en la envidia de otras ciudades griegas. La música moderna nació entre sus calles, la poesía alcanzó cotas nunca antes conocidas y escultores, artistas y ceramistas espartanos cobraron una gran fama. Sorprende que todo esto sucediera en un régimen austero y sobrio, que sería ya la idiosincrasia de la ciudad de haberse establecido la Gran Retra de Licurgo al menos con cien años de antelación.

Todas estas cuestiones llevan a la mayoría de los historiadores actuales a la creencia de que Licurgo, al menos como legislador, fue un personaje mítico. Pero no impide que la polémica en torno a su figura siga estando presente.

Licurgo: una figura polémica

Algunos, basándose en el recibimiento del Oráculo de Delfos y en el hecho de que existiera un santuario en la ciudad dedicado a su figura, opinan que Licurgo fue en realidad un dios de la luz, probablemente el propio Apolo, o incluso Zeus, y que, como tal, recibió adoración en Esparta. Otros creen que sí existió y que, si no dio forma a toda la legislación de su pueblo, al menos sí originó una parte de ella. Hay quien ha sugerido que “licurgo” no es otra cosa que un título sacerdotal, o quien ha suministrado una genealogía de veinte Licurgos distintos, que iría desde 1096 hasta 602 a.C.

Pero, incluso, todas estas teorías son desmontadas por otros datos. Así, por ejemplo, es difícil admitir que Licurgo fuera un dios griego cuando en ningún otro lugar de Grecia se le rendía adoración. Y más aún cuando sabemos que en Esparta se rendía culto organizado a sus héroes, incluyendo a los reyes que fallecían.

No ayuda nada a aclarar la cuestión el hecho de que las leyes espartanas fueran orales y que en ningún momento se registraran por escrito, como sucede en el caso de Atenas, cosa que serviría para identificar a su creador.

Se ha sugerido que Licurgo no es más que la invención del éforo Quilón, quién vivió hacia mediados del siglo VI a.C. Y no son pocos los que comparan su figura con la de otros legisladores, como Moisés, Dracón y Solón.

Entonces, ¿existió Licurgo?

Han pasado más de dos mil quinientos años desde que viviera Licurgo, si es que vivió en realidad, y pese a que son muchos los historiadores que han intentado arrojar luz sobre si existió y realizó la reforma espartana o no, lo cierto es que a día de hoy seguimos sin poder aseverar nada al respecto.

El gran helenista Anthony Andrews lo expresó tal vez mejor que nadie al decir: “Si hubo un Licurgo real, no sabemos nada de él”.

 

Artículo aparecido en el nº 161 de La Aventura de la Historia. Descarga aquí el PDF

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

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