Brujas. ¿Qué os viene a la mente a leer esa palabra? Edad media, Siglo de Oro, Santa Inquisición… Historia, pura y dura. Por eso, podemos afirmar que las brujas en la novela histórica española van de la mano. ¿Por qué? Porque la novela histórica constituye un punto de intersección entre literatura e historiografía. Y, es bien sabido por todos, que las mujeres conocedoras de secretos ancestrales, rituales paganos y remedios medicinales existieron, forman parte de nuestro legado y son una importante facción en nuestra tradición. Otro tema es el de la escoba. Ahí no entro en discusión. Centrándonos en lo que nos interesa vamos a ver de qué modo la novela histórica no sería lo mismo sin ellas. ¿Quiénes eran las brujas? Estas mujeres, buenas o malas, misteriosas y míticas, perviven presentes en la memoria de todos y cada uno de nosotros. Sus historias no dejan de ser relatos del miedo del ser humano a lo desconocido, a aquello que es diferente, extraño o de fuera. Tememos las costumbres que desconocemos, los ritos que no practicamos. Todo ello provoca rechazo y de ahí la demonización que en su día se hizo de las brujas. La mayoría eran comadronas o curanderas, con conocimientos en herboristería, plantas o setas alucinógenas, ungüentos o pociones curativas, mucho más efectivos que los tratamientos de los barberos y cirujanos de la época. Solían ser viudas o solteras, aunque también las hubo casadas, pero en minoría. De poco apego religioso, marginadas por la sociedad. Mujeres capaces de pensar por sí mismas, algo castigado y penado en una sociedad que no valoraba al sexo femenino más que a un animal. Si las brujas de manual, esas de caldero, ancas de rana y pactos satánicos (y escoba, no nos olvidemos de la escoba), existieron o no, daría para un libro. Pero, lo que es cierto, es que hubo mujeres condenadas por su condición y conocimientos, que fueron más bien parte de un instrumento político-religioso para mantener a la sociedad subyugada y atemorizada. Con un enemigo común, ellas. ¿Qué papel han jugado las brujas en la novela histórica española? ¿Os imagináis un libro basado en el medievo en el que no haya un personaje dado a la brujería? ¿Qué no exista esa mujer de conocimientos ancestrales, que cura males que nadie puede sanar y vive marginada en el bosque, en ese tétrico lugar donde nadie osa acercarse? Haberlas, haylas, por supuesto. Pero el papel de las brujas en la novela histórica española, ambientada entre la Edad Media y el Siglo de Oro, es como las especias a un buen plato:  le da ese toque de gracia. Hemos de pensar que la novela histórica no está protagonizada de forma exclusiva por grandes personalidades del pasado. La literatura nos ofrece la oportunidad de ver las cosas de otro modo. Tal como dice José Saramago, la novela histórica tiene mucho que ver con la revelación al mundo de personas sencillas, en busca de sus identidades, frente a historias oficiales. Todos los escritores que han tomado brujas como eje fundamental de su historia lo han hecho en un intento de reconstruir lo sucedido. No debemos olvidar que estamos ante novelas y, por ello, el desenlace de estas no siempre se ciñe a la fidelidad histórica, aunque se ajustan muy bien a lo que se podría encontrar en la época en la que vivieron (y se dio caza a esas mujeres), en un intento de, a través de la figura de la bruja, profundizar en los condicionantes psicológicos de la población de ese tiempo. En todos los casos, se apunta a las brujas en la novela histórica española como chivo expiatorio de una sociedad que precisaba de alguien a quien culpar de las desgracias sufridas. O, en ocasiones, simples deseos de venganza o conflictos personales, sociales e incluso profesionales. Pero existe una gran coincidencia entre el miedo al maleficio, a la mujer sabia como bruja, la marginalidad como detonante y la predicación y sermones, por parte de los religiosos, como parte de la sugestión popular. Por eso, no podemos obviar el lugar que merecen las brujas en la novela histórica española. Pero, ¿por qué interesan tanto las novelas históricas basadas en brujas? En España, durante el siglo XVI y XVII, los brotes de brujería proliferaron en el norte. Todo el Pirineo, ya fuera navarro, aragonés o catalán, estuvo afectado por la creencia de la brujería y la caza de esas personas, implicadas en dichos rituales. Este interés por lo brujeril, existe porque es un asunto que aún prevalece con un alto grado de misterio y esto permite al autor de la novela jugar con ese elemento. Además, la novela histórica también se utiliza para verter distintas opiniones y teorías respecto a las brujas y su persecución. Porque lo mágico, esotérico y desconocido, resulta atractivo cuando se aborda desde un punto de vista histórico, para dar respuesta a los grandes enigmas que el tema ha suscitado. Pensemos que hay numerosísimas hipótesis existentes con relación a la existencia, o no, de brujas y su papel real en el pasado. Y, como aún no se ha llegado a una conclusión definitiva, esto propicia un panorama que justifica el interés, tanto de los escritores como de los lectores, por las brujas en la novela histórica española y su entorno. Ejemplos de brujas en novela histórica española. Por todo lo expuesto anteriormente, encontramos tramas muy bien forjadas sobre brujas en la novela histórica española; como es el caso de La Herborera de Toti Martinez de Lezea, donde la protagonista, Catalina de Goiena, es una joven hija y nieta de curanderas, que ha aprendido el oficio, y que la autora utiliza para darnos una visión de las brujas muy distinta a la habitual vieja, mala y fea de cuentos y leyendas.  En esta novela el lector comprende que una mujer podría llegar a creerse bruja si se daban las circunstancias propicias, creencias previas y determinado estado emotivo o mental. De modo que lo que en un principio era una confesión