Quiero iniciar este blog hablando del que creo es uno de los mayores genios de la literatura: John Ronald Reuel Tolkien. Su aportación literaria se limita a unos pocos libros, de entre los que el más conocido es, sin duda, El Señor de los Anillos. Este profesor de Oxford nacido en Sudáfrica, cambió por completo el panorama literario de aquellos que más lo necesitan: los jóvenes que se inician en la lectura. Gracias a su obra, desde mediados del S. XX la literatura juvenil cambió definitivamente, convirtiéndose poco a poco pero de forma imparable en un fenómeno de masas. Y sin embargo, también él tuvo un inicio. Alguien tuvo que valorar la primera historia que envió a un editor: El Hobbit. Corría el año 1936. Tolkien había prestado partes de su historia a algunos amigos y alumnos, entre ellos C.S. Lewis y finalmente, en 1936, envió el manuscrito a la editorial Allen & Unwin. Stanley Unwin, presidente de la empresa, opinaba, con toda la razón, que los mejores críticos de una historia para niños eran, precisamente, los niños. De modo que les encargaba a sus hijos la lectura de estas historias y les pedía un informe de las mismas. El Hobbit se lo entregó a Rayner Unwin, (el apellido del chico podría haber sido creado ex profeso por el propio Tolkien) su hijo menor. En 1936, tenía 10 años. Él fue el primer “crítico” del gran Tolkien, y este que os presento aquí el informe que ofreció a su padre: Bilbo Baggins (Bolsón en castellano) es un hobbit que vive en su agujero hobbit y que nunca ha tenido una aventura. Entonces, Gandalf el mago y sus enanos lo persuaden para que los acompañe. Tienen una aventura muy excitante, luchando con trasgos y wargos, y al final llegan a la Montaña Solitaria. Matan a Smaug el dragón, que guardaba la montaña y tras una terrible lucha con los trasgos, consigue volver a casa… ¡rico! El libro, con ayuda de mapas, no necesita ilustraciones. Es bueno, y gustará a todos los niños entre 5 y 9 años. Rayne Unwin. Este fue el primer informe que recibió uno de los libros más leídos del último siglo. Y es que, hasta los grandes comienzan desde abajo.