Hoy os quiero contar sobre un personaje que es parte de mi libro “La predicción del astrólogo“, Wallada. Si bien su papel es más bien secundario, vale la pena dedicarle un artículo a esta mujer rebelde y sumamente vanguardista. Fue una poetisa del mundo árabe medieval. Al ser una princesa, pertenecía a la aristocracia, y esto, por supuesto, le traería ventajas y oportunidades a las que otras mujeres no hubieran podido acceder jamás. No obstante, ella fue una mujer muy adelantada para su época, y también para el cargo que ocupaba, donde se espera la extrema formalidad y obediencia. La vida de Wallada Wallada bint al-Mustakfi nació en Córdoba, aproximadamente, entre los años 994 o 1010, y murió el 26 de marzo de 1091. Fue una princesa de origen árabe y andaluza del mundo musulmán. Lo impactante de su persona fue que ningún obstáculo le impidió hacer lo que quiso cuando quiso. Se destacó por su poesía, su oratoria y su fuerte personalidad. Pudo sobrellevar las dificultades que se le presentaron de manera fantástica, tanto que, por esta razón, se han escrito numerosas historias sobre ella. Fue la hija de Muhammad III de Córdoba, uno de los últimos gobernantes omeyas cordobeses, que llegó al poder, en 1024, tras asesinar al anterior califa, Abderramán V. Su infancia transcurrió durante el periodo alto del Califato de Córdoba, bajo el gobierno de Al-Mansur Ibn Abi Aamir. Su adolescencia fue atravesada por el tumultuoso periodo que siguió a la sucesión del hijo de Aamir, que, en sus intentos por arrebatar el poder, llevó al califato a la guerra civil. Muhammad III no tuvo hijos varones, por lo tanto, no contaba con un sucesor de este sexo. Wallada heredó sus propiedades y las utilizó para abrir un palacio y un salón literario en Córdoba. Allí ofreció instrucción y capacitación en poesía y en las artes del amor a mujeres de todas las clases sociales, desde las que habían nacido en una cuna de oro, como ella, hasta las esclavas compradas por la propia Wallada. En ese mismo palacio, también acudieron varios de los grandes poetas e intelectuales de la época. No todo era poesía Durante esta época y, particularmente, entre los musulmanes, la poesía era algo muy cotidiano. Hay rumores acerca de los campesinos. Se dice que, mientras trabajan la tierra o recogían las cosechas, realizaban competencias de poesía y recitaban versos. Este dato demuestra que el nivel cultural de estos pueblos era notable y elevado. No obstante, historias como la de Al-Mutamid, el primer rey de Sevilla, quien también era poeta, hace reflexionar sobre algunas cuestiones. Un poeta por definición es una persona sensible. Sin embargo, dicho rey emparedó a sus enemigos en baños del alcázar de Sevilla, y poseía un baúl repleto de cráneos pertenecientes a los príncipes a los que había derrotado. Utilizaban las calaveras de soldados que habían muerto en batalla contra él como tiestos para las macetas de sus jardines. Por si esto fuera poco, asesinó a sangre fría a su propio hijo, el mayor, cuando este había intentado usurpar el trono. Por estas razones, recalco la importancia de poner las cosas en su debido contexto. Este se trataba de uno de guerras y conflictos, no solamente de poesía. La mujer más culta y escandalosa de Córdoba Como se ha mencionado previamente, Wallada no tuvo hermanos varones, con lo cual, todos los derechos reales recayeron sobre ella. Decidió venderlos y, de esta manera, ser independiente y así no necesitaría jamás de una tutela masculina. Nunca se casó ni negoció matrimonio alguno. En su salón literario, organizaba tertulias e intervenía libremente en ellas, discutiendo por igual con hombres y mujeres. Esta actitud le valió muchas críticas, ya que, en la sociedad en la que ella vivía, las mujeres solo tenían permitido relacionarse con los hombres de su propia familia y de las denominadas “familias sabias”. A través de padres y parientes masculinos, se impartieron distintos tipos de enseñanza hacia las mujeres. Ellos eran los poseedores del conocimiento y los responsables de transmitirlo. Wallada estaba muy en desacuerdo con esta tradición y, por eso, fue ella misma quien se puso a impartir clases y a enseñar, al igual que lo hacían los hombres. Y así, como muchas personas la criticaban, muchos otros también la admiraban, y fue como se convirtió en la mujer más culta y escandalosa de Córdoba. Se cree que no utilizaba el velo islámico, dejando su cabello libre mientras caminaba por las calles de la ciudad. Asimismo, en las orlas de sus vestidos, y entre las túnicas transparente, llevaba bordados versos escritos por ella misma. Algunos de los que se conocen decían: “Por Alá, que merezco cualquier grandeza y sigo con orgullo mi camino.” ” Doy gustosa a mi amante mi mejilla y doy mis besos a quien los quiera.” El legado que nos dejó Wallada A pesar de que existe poco registro sobre su obra, se han podido recuperar algunos de los poemas que intercambió con su amante, Ibn Zaydun. Él, después, se enamoró de una esclava del servicio de Wallada, situación que no solo le rompió el corazón, sino que, además, hirió su orgullo al haber sido “reemplazada” por una mujer de una clase social inferior. En el siguiente poema, hace uso de un lenguaje brusco y libertino, producto del enfado y el desamor: ” Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros, no habrías escogido ni amarías a mi esclava; has dejado una rama donde florece la hermosura y te has vuelto a la rama sin frutos. Sabes que soy la luna llena, pero, por mi desdicha, de Júpiter estás enamorado” Ella utilizó su prosa para expresar abiertamente lo que sentía, sin ningún tipo de vergüenza o pudor. Lo más destacable de Wallada es que era una mujer inconforme con las normas de la época y, por eso, eligió su propio camino. Los privilegios que tuvo por haber pertenecido a la nobleza son innegables, sin embargo, no siguió el camino de todas
Escritora, noble y contemporánea: Almudena de Arteaga
Con motivo del natalicio de la escritora Almudena de Arteaga, hoy, día 25 de junio, me gustaría compartir con vosotros la maravillosa y prolífica obra de esta destacada autora española. Nacida en Madrid, en el año 1967, también posee el título nobiliario de XX Duquesa del Infantado, y XXI Condesa del Real de Manzanares. Os propongo que indaguéis un poco más allá de las apariencias y de los estereotipos que uno puede tener sobre los nobles, especialmente hoy, en pleno siglo XXI, ya que esta es la vida de una mujer realmente distinguida y talentosa. Más allá de poseer “sangre azul”, ha sabido plantarse firmemente en el mundo de la literatura y hacer valer su nombre por sí misma, independientemente de su ascendencia. Sus inicios y formación académica Almudena de Arteaga reside en la actualidad en Madrid con sus dos hijas y su marido. Estudió y se licenció en Derecho, en la prestigiosa Universidad Complutense de Madrid, que corresponde a la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias, Artes y Letras. Asimismo, obtuvo una diplomatura en Genealogía Heráldica y Nobiliaria, por el Instituto Salazar y Castro. La Heráldica es una disciplina que estudia el linaje de los escudos de armas de una dinastía o una institución, incluso también de una localidad. Mientras que la Genealogía, como conocimiento general y universal, es el estudio de los antepasados de las personas. No obstante, la Genealogía Heráldica y Nobiliaria se encuentra exclusivamente circunscrita a ciertas personas en particular. Estas poseen el derecho a utilizar un escudo de armas como consecuencia de la concesión de un título de nobleza. No sorprende que, por su pasado noble, Almudena se haya propuesto estudiar en profundidad el origen de las familias reales, su árbol genealógico y sus escudos. Una asignatura por demás interesante, y con la cual se encuentra fuertemente familiarizada. El despertar de un hobby Se desempeñó como abogada por seis años. Su especialidad han sido el Derecho Laboral y el Civil. Sucesivamente, en el año 1997, publica su primer libro, “La Princesa de Éboli“, novela que relata la vida de Ana de Mendoza, una de las mujeres más importantes durante el reinado de Felipe II. Para la realización de este libro, fue contactada por la editorial Planeta, que le encargó personalmente su realización . La editorial, de hecho, estaba en busca de una descendiente de la princesa, y Almudena se perfilaba como la candidata perfecta. Finalmente, la autora aceptó la propuesta y se comprometió a escribir su biografía. “Lo que era mi hobby se convirtió en un best-seller“, relata Almudena. Gracias a este primer paso, de a poco dejará el despacho para transformarse en escritora. Tras el arrollador éxito de su primer libro, comenzaron a llegarle más y más propuestas con la misma temática de novelas históricas. En una entrevista con CEUMEDIA, la autora revela: El tiempo de mi hobby fue desplazando mi tiempo laboral, y vi que podia vivir de ello. A partir de este momento, tomó la decisión de dejar de ejercer como abogada y transformar su afición, la escritura, en un trabajo a tiempo completo. Los ensayos históricos Además, trabajó como documentalista de ensayos históricos. El primero, denominado “El Toisón de oro“, fue un encargo que le hizo la Casa Real. Vale aclarar para quienes no se encuentran muy familiarizados con la Corona Española, que el Toisón de Oro es la máxima condecoración otorgada por el Rey a personas sobresalientes, que se han destacado en la historia, en la política e, incluso, en los deportes. El segundo ensayo fue la “Orden Real de la Berenjena“, que fue la condecoración que otorgó José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón, a los militares cuando llegó a ser Rey de España, con la invasión francesa. Significó un premio al valor y a la fidelidad de los mismos. La clave del éxito Al establecer una clara diferencia entre lo que es un ensayo de lo que es la novela histórica, se defiende ante los catedráticos que critican a los novelistas por el hecho de que “se dejan cosas en el tintero” y no suelen abarcar todos los sucesos históricos. No obstante, ella no se queda callada y replica a estas críticas, haciendo entender que hay una gran diferencia entre una novela y un ensayo. Según palabras de Almudena, la novela histórica precisa un ritmo y una dinámica para mantener el interés del lector. Si se omiten hechos históricos es para evitar que este se aburra y cierre el libro. Asegura que la clave de su éxito ha sido la pasión con la que crea a sus personajes, al perfilarlos de manera tal que el lector se sienta familiarizado con él, como si fuera un amigo más. Sentirse cómodo al leer a un personaje como si fuera cualquiera de nuestros amigos cuando nos cuentan acerca de situaciones diarias y de su vida en general, ha sido lo que atrapó a lectores de todo el mundo a lo largo de los años al momento de elegir, y seguir eligiendo, las novelas de Almudena. Ha sido galardonada con el Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio por su novela titulada “María de Molina, tres coronas medievales“, y con el Premio Azorín en 2012, por su obra “Capricho”. Almudena de Arteaga una escritora a conmemorar Autora por demás versátil, destaca en su género principal, el de la novela histórica, y, sin embargo, logra, a su vez, adaptarse con profesionalismo a los encargos de ensayos históricos que requieren un nivel académico más alto. Asegura que cada género tiene su encanto. Por ejemplo, el escribir cuentos para niños y saber que van a disfrutarlo y entretenerse. Y, por otro lado, el ensayo, que será leído por historiadores que sabrán apreciar y valorar la profunda investigación dedicada a recopilar archivos que tienen miles de años. Esta autora no deja de sorprender y romper récords cada vez que lanza un nuevo libro. Por ello, elogio con orgullo su éxito, y el de los novelistas históricos en general, para celebrar escritores y escritoras que han sabido hallar
Desenlace de novela histórica para un final digno
¿Crees que ha llegado el momento de ponerle punto final a tu novela, pero no ves la manera de despedirte de la historia y sus personajes? Por raro que parezca, esto no es nada extraño. En ocasiones, nos encariñamos tanto de nuestros protagonistas que no queremos separarnos de ellos. Forman parte de nuestro día a día; cuando escribimos, mientras pensamos en sus vidas ficticias, en las tramas en las que los vamos a enredar… Son mil y uno los motivos por los que un escritor puede divagar entre las páginas de su propia novela y no saber en qué momento acabar. Para ayudaros con eso, vamos a hablar de la importancia de un buen desenlace de novela. Dicho esto, metámonos en harina. ¿Qué es el desenlace? El desenlace es ese momento justo después del clímax en el que el conflicto de nuestra trama llega a su resolución. Esa escena final en la que todo parece encajar para cerrar una historia bien urdida. El recurso con el que atamos perfectamente todos los cabos para que nuestro protagonista prospere (o no. Eso dependerá del tipo de final que queramos darle). El desenlace, además, es el momento “guinda del pastel”, donde somos conscientes de la evolución que ha hecho nuestro personaje, de cómo ha crecido emocionalmente a lo largo de la historia. Pero ¿cuánto debe durar dicha parte? Pensemos que, una vez alcanzado el clímax y resuelto el conflicto, no nos quedan argumentos interesantes para mantener al lector enganchado, por eso el desenlace debe ser breve. Aunque depende, eso sí, de la extensión del libro. No será igual para una novela de doscientas páginas como para una de novecientas. En el caso de la novela histórica, quizá podamos extendernos un poco más con el desenlace, pues todos sabemos que suelen ser volúmenes que podrían usarse como arma arrojadiza en defensa propia. Pero siempre en proporción, no olvidemos eso. ¿Y si no veo el momento de acabar? Si no sabes cuándo o cómo acabar la historia… Houston, tenemos un problema. Aquí podemos hablar de una falta importante de planificación. Pensemos que, para tener un final épico, un desenlace de la novela histórica de suspiro contenido y ojos vidriosos en el lector, necesitamos haber planificado muy bien y de antemano por qué caminos va a rodar nuestra historia. Como un arco, la trama irá ascendiendo en intensidad mientras avanzamos para llegar a un momento álgido, el clímax, y, a partir de ahí, descender en caída libre (bueno, no tan libre, con paracaídas más bien). Si eso no sucede, si ese no es el esbozo de nuestra obra, y en vez de un arco argumental nos encontramos delante de una montaña rusa con loopings varios. Nunca sabes si estás cayendo para finalizar o para volver a ascender, desquiciaremos al lector y este dará carpetazo a nuestro libro. Por eso, lo más importante para lograr un buen desenlace de la novela es (redoble de tambor): PLANIFICAR. Así, en mayúsculas, para que quede bien claro, evitando los siete pecados capitales de la planificación. «Pero es que lo mío son las sagas», dirá alguien. Vale, esto se merece un punto y aparte. Desenlace de novela histórica: las sagas En primer lugar, si eres de los que tienen en mente una saga en plan “Los hijos de la tierra”, enhorabuena: tu cabeza es un pozo sin fondo de imaginación, y eso es un lujo para un escritor. Pero, ojo, una cosa es tener en mente escribir una serie de libros, llamémosle saga, trilogía o la extensión que veamos oportuna, y otra muy distinta el desenlace que cada uno de esos libros debe tener. En una obra de varios volúmenes, cada uno contiene una trama principal que debe quedar cerrada con el respectivo desenlace de la novela. En las últimas páginas, haciendo uso del epílogo, podemos abrir una ventana al siguiente libro para poner la miel en los labios del lector, si queremos dejarle claro que esto no acaba aquí. Pero no usaremos el conflicto de una novela para seguirlo en otra porque, entre otras cosas, decepcionaríamos al lector, y ningún escritor quiere eso. ¿Y si mi novela se basa en un suceso real y las consecuencias de dicho acontecimiento no tienen un final inmediato en la historia? Tampoco es una excusa. No es necesario que nuestra novela siga el mismo camino que la historia real. «Pero es que yo quiero que sea tal cual pasó», podríais decir. Vale, pues, en ese caso, podemos forjar una trama alrededor de ese suceso histórico, con un buen conflicto para el protagonista que sí tenga resolución. Así tendremos el desenlace de la novela y, si queremos seguir la saga con ese acontecimiento real, podremos retomarlo en el siguiente libro, pero con otro conflicto nuevo a resolver. Si otros pueden, tú también Tenemos el ejemplo de escritores que ya han hecho eso. Pongamos por caso a Ken Follet y “La Trilogía del Siglo”. A través de sus tres volúmenes, este autor desarrolla acontecimientos que cambiaron el rumbo y la vida de miles de personas en el siglo XX. Para ello, en el primer libro, “La caída de los gigantes”, urde las historias de cinco familias que pasarán por la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa y la lucha por los derechos de hombres y mujeres. En ese volumen, el desenlace de la novela cierra las tramas de los protagonistas de esta obra. Entonces, ¿cómo hace para hilar ese primer libro con el segundo? Recurriendo a la reproducción humana, simple y llanamente. En el segundo libro, “El invierno del mundo”, retoma a esas familias. Pero ahora serán los hijos de los anteriores protagonistas los que cojan el relevo para, con sus vicisitudes, mostrarnos otra parte importante de la historia de ese siglo: la Gran Depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial. Como era de esperar en esta segunda entrega, el desenlace de la novela lo deja todo atado y bien cerrado. Y ¿de qué manera anexiona ahora el tercer y último libro al resto?
Mitología y novela histórica, grandes aliados
¿Qué os viene a la cabeza si hablo de semidioses, unicornios, dragones, lamias o sirenas? ¿Que vamos a jugar a World of Warcraft? Pues no. Os estoy hablando de mitología y novela histórica. Vale, ahora sí que os he descuadrado los esquemas por completo. Pero ¿la novela histórica no es ese género serio (en ocasiones, demasiado) basado en un tiempo o época real, cimentado en historia veraz, y no en cuentos para niños? Sí, así es. Y por eso, me atrevo a deciros que los personajes fantásticos o seres mitológicos, habidos y por haber, tienen cabida en este género. Antes de que os entre en combustión la cabeza con mis afirmaciones, y empecéis a cortocircuitaros, dejad que os explique el porqué de estas palabras, mencionando algún ejemplo de mitología y novela histórica. SERES MITOLÓGICOS. ¿QUÉ SON? Todos hemos oído hablar de ellos. Los seres mitológicos son criaturas con poderes sobrenaturales, capaces de controlar elementos que escapan al ser humano. Tenemos el elenco de la mitología griega. Semidioses, como Hércules. Relatos como el de Perseo, que acabó matando a Medusa, un ser mitológico con la cabeza llena de serpientes, capaz de petrificar a los hombres con una simple mirada. Y es que aunar Grecia antigua con mitología y novela histórica es un clásico. Encontrareis un ejemplo fantástico aquí. Más adelantados en el tiempo, hallamos mitos sobre los cazadores de unicornios. Esos enigmáticos seres mitológicos, de brillante y colorido pelaje, con un cuerno mágico en la frente, tan codiciado durante el medievo por sus supuestas propiedades sobrenaturales. Esto llevó a osados aventureros a expediciones en su búsqueda por los lugares más recónditos del continente africano. Imaginad hasta qué punto se creía en su existencia, que los vikingos (más listos que nadie), supieron hacer negocio de esa creencia comerciando con cuernos de narvales como si de unicornios se tratase. Y, sin entrar en detalles sobre estos nórdicos espabilados, solo dejaré caer una reflexión que acaba de asaltarme: mitología y novela histórica nórdica. Os suena, ¿verdad? Quien no conozca a Odín y el Valhalla, que cierre la puerta al salir. ¿Y LOS DRAGONES? ¿QUÉ ME DECÍS DE LOS DRAGONES? El dragón, un reptil de grandes dimensiones, es uno de los seres mitológicos por excelencia. Al igual que sucedió con el unicornio, en su día fue incluso estandarte de poderosas casas reales, como símbolo de grandeza y poder. Incluso se llegó a comerciar con partes de otros reptiles (cocodrilos o restos fósiles de dinosaurios), como si de trozos de esta criatura se tratase. ¿Quién no ha oído hablar de la leyenda de San Jordi? Un gallardo caballero que mata a un dragón para salvar a la princesa, y la bonita tradición, que aún se conserva en Cataluña, de regalar una rosa a nuestros seres queridos, para recordar el rosal que, supuestamente, brotó del pecho del dragón al ser herido de muerte. No me digáis que mitología y novela histórica no son un tándem genial con semejante criatura alada. HABLEMOS AHORA DE SIRENAS ¿Existieron? ¿Embaucaban a pobres marineros por el simple placer de matarlos? Pues, a pesar de que afamados navegantes, como Cristóbal Colon, reconocieron haberse topado con ellas en alguno de sus viajes, en realidad se cree que esas extrañas criaturas, con las que tenían locos delirios en sus travesías ,no eran sirenas, sino manatíes. Menuda decepción, ¿eh? Otro filón para hacer navegar, viento en popa, mitología y novela histórica. Dediquemos unas líneas a las lamias, esas malvadas féminas que se alimentaban de la sangre de inocentes criaturas. Podemos decir que la creencia en estos seres mitológicos estaba tan arraigada en la antigüedad que incluso se llegó a condenar a mujeres a la horca o al destierro, acusadas de transformarse durante la noche en semejante aberración. Pero, como habrá escépticos que seguirán dudando sobre la racionalidad de ayuntar mitología y novela histórica, veamos un buen ejemplo. ¿CÓMO MEZCLAMOS TODO ESTO CON NOVELA HISTÓRICA? ¿Hay autores que hayan hecho semejante mezcla explosiva con buenos resultados? Pues sí, haberlos haylos, y un muy buen ejemplo es Javier Pellicer. Este reconocido autor mezcla en sus novelas la mitología como una parte fundamental de la historia. Tomemos por caso su último libro: Lerna, el legado del Minotauro. Tan solo el título ya nos deja claro que aquí hay mitología y novela histórica de la buena. Ambientada en la lejana Edad de Bronce, esta novela, aúna dos grandes historias llenas de mitología: la Creta minoica, de cuyas leyendas se apropió la Grecia clásica, y los mitos fundacionales de Irlanda, recogidos en el Libro de las Invasiones. Una épica odisea que rebosa aventuras y emociones, que gira en torno a un tema jamás antes abordado en literatura: el gran viaje de los Hijos de Partolón. Y esto no lo digo yo, lo dice la propia editorial Edhasa, y podéis leerlo vosotros mismos aquí. Para apreciar esa fusión entre mitología y novela histórica, debemos olvidarnos de nuestra mentalidad actual, basada en el razonamiento científico. Aquí existe un estricto proceso de deducción, sin dar cabida a la intuición ni la imaginación, y donde estos seres mitológicos nos parecen poco más que personajes de cuento. Pensemos que, en una época pasada, en la que no había los conocimientos científicos de hoy en día, donde a la mayoría de los sucesos no tenían explicación, y las leyendas o cuentos se transmitían de generación en generación, avivando la llama de la superstición, todo podía acabar enmarcado con algún ser mitológico como causante de cualquier acontecimiento inexplicable. No caigamos en el error de tachar de pobres crédulos a nuestros ancestros. Entendamos más bien su forma de vida, la limitación del mundo que les rodeaba, en la cual la mayoría nacían, crecían y morían, analfabetos y sin tan siquiera salir de su poblado o aldea. Ese es el ambiente propicio para tejer una novela en la que los seres mitológicos sean personajes bien avenidos con la trama, puesto que no es descabellado que los protagonistas de nuestra historia crean en ellos como reales. De hecho, si nos ceñimos a
Mujer y protagonista de la novela histórica
Estamos en la era de las reivindicaciones, el feminismo, el auge de los derechos de la mujer en igualdad de condiciones al hombre… Pero esto no es nada nuevo. Durante la historia, ha habido multitud de mujeres luchadoras, rebeldes, adelantadas a lo establecido para ellas en su época. Aunque aquí no os voy a hablar de personajes reales, sino de mujeres desempeñando un papel protagonista de novela histórica. Un elenco de intérpretes femeninas con las que se han tejido relatos memorables. Pero antes de hablar de alguna de ellas, veamos qué debe tener un personaje para ser un buen candidato a protagonista de nuestra historia. Y como esto va de mujeres, me vais a permitir que hablemos solo de personajes femeninos. Empecemos. Cualidades para una protagonista de novela memorable. Antes de decidir qué personaje femenino vamos a crear, debemos tener claro el tipo de historia que queremos contar. Es sumamente importante que esta protagonista de novela sea la idónea para llevar a cabo las tareas que le encomendaremos. Necesita tener la capacidad de dirigir nuestra historia a buen puerto. Enamorar a los lectores, lograr que empaticen con ella, lloren sus penas, se alegren de los méritos alcanzados y acaben metidos en su piel. Una mujer protagonista de novela debe tener una personalidad atrayente, siempre enmarcando ese carácter en el tipo de relato que vamos a escribir. Pensemos, por ejemplo, que queremos centrarnos en una novela histórica romántica. Quizá tenemos que dotar a nuestra protagonista de mayor sensibilidad, de una capacidad sobresaliente para amar y ser amada. Debe anteponer los sentimientos por encima de todo, siendo capaz de cualquier cosa para acabar felices y comiendo perdices. Pero ¿y si lo que quiero escribir es una novela histórica policiaca? Entonces, recurriremos a una mujer inteligente, con una desarrollada intuición, capaz de ver lo que otros no ven, para poner al culpable de las fechorías novelescas entre la espada y la pared, salvando a todos de un terrible final. Pienso que ha quedado claro el modo en que debemos plantearnos a nuestra mujer protagonista de novela, antes de crearla. Tenemos multitud de recursos, aunque las preguntas son un método imprescindible para lograrlo. Hagámosle un interrogatorio a esa mujer que queremos forjar: características físicas, emocionales, psíquicas, entorno, familia, educación, sueños, etc… Si queréis, aquí tenéis un artículo genial sobre la creación de personajes usando el eneagrama. Pues, visto lo visto, vayamos al asunto que nos interesa. Ejemplos de protagonistas femeninas en la novela histórica. Hace años, leí Forjada en cobre, de Katia Fox. Este libro narra una proeza imposible para una mujer en el siglo XII: el apasionante mundo de la forja de espadas.Una historia que me encandiló, por la fuerza y el carácter del personaje principal, Ellen. Desde el inicio, nos encontramos con una mujer que posee una extraordinaria habilidad para el arte de la forja y una firme voluntad para aprender un oficio que, en una Edad Media dominada por las más rígidas tradiciones, sabe que le está prohibido. Todo un ejemplo de empoderamiento femenino medieval. Pero su vida está llamada a dar un vuelco cuando descubre las infidelidades de su madre con un caballero del poblado y se ve obligada a huir disfrazada de muchacho. A partir de entonces, esta protagonista de novela se entrega sin descanso a su gran pasión: llegar a ser forjadora de espadas y crear algún día un arma sin igual. Siempre bajo el disfraz de un muchacho, esta mujer descubre el peligroso mundo de los caballeros y los torneos, donde conoce a dos poderosos hombres que, desde ese mismo instante, quedan ligados a su destino: Guillaume el Mariscal, el mítico caballero, de quien se enamora perdidamente, y Thibaullt, un iracundo noble, de cuyo deseo y odio se ve obligada a huir por todo Flandes y Francia. Forjada en cobre nos descubre, en esta protagonista de novela, una mujer singular, heroína en el descubrimiento de oficios tan ajenos a la condición femenina de la época, como las forjas y las justas caballerescas. Y si con este aperitivo no os he abierto el apetito por conocer a esta fabulosa mujer de novela, apaga y vámonos. O, mejor, os doy otro ejemplo más. Amelia, protagonista de Dime quién soy, novela histórica de Julia Navarro. Nos adentramos en las entrañas de la vida de esta mujer, a través de los descubrimientos que va haciendo su biznieto, encajando las piezas del puzle que es el pasado de Amelia. Un pasado lleno de espionajes, intrigas, amores y desamores, donde seguimos los caminos trazados por los cuatro hombres que marcaron su destino. La vemos sufrir, en carne propia, los horrores del nazismo y la cruel dictadura soviética. Nos encontramos ante una protagonista de novela que es una antiheroína. ¿Por qué? Porque por culpa de sus propias contradicciones, cometerá errores terribles, tales como el abandono de su hijo pequeño, de los cuales pagará las consecuencias hasta el final de sus días. Con estos dos ejemplos, queda más que demostrado el juego que una mujer protagonista de novela puede darle a nuestra historia. Por supuesto hay muchos más. Y seguro que vosotros tendréis a vuestra mujer de bandera en mente, pero este artículo debe finalizarse en algún momento y creo que ya he logrado el objetivo que buscaba con él: demostraros que las mujeres tienen la misma fuerza dentro que fuera de la literatura. Conclusiones Para concluir, tan solo puedo rematar este artículo animándoos a que cuando os estéis planteando quién va a llevar las riendas de vuestra novela, ampliéis el gusto por darle a ellas un papel protagonista. Un rol más amable que el que la historia en sí les ha adjudicado a muchas mujeres, como el de simples brujas y, lograr así, tener mujeres de capa y espada derribando prejuicios y estereotipos. Y con esto me despido hasta el próximo artículo. ¡Gracias por leerme!
Los bandoleros en la novela histórica: ¿héroes o villanos?
Hoy me he levantado con ganas de romperle la ilusión a más de uno. Sí, tal como leéis: voy a desmontar el mito de los bandoleros en la novela histórica. Pero antes de descuartizar a semejante personaje de nuestra afamada literatura, entendamos de dónde surgieron tales galanes y porqué se ha romantizado tanto a los bandidos en la novela histórica. Los orígenes de los bandoleros Estos personajes tan novelados, tuvieron su momento de esplendor durante la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII. Esto no quiere decir que no existieran antes ni que se borrasen del mapa después. Simplemente, en el periodo de tiempo que abarcan esos dos siglos, fue cuando más extendido estuvo el bandidaje en España. Una de las regiones más afectadas por estos malhechores fue Cataluña. ¿Por qué? Porque en el Principado, el bandolerismo, además de ser un modo de vida para los pobres desdichados despojos de la sociedad, como eran galeotes fugados, soldados desertores, delincuentes franceses que buscaban refugio allende los Pirineos, o simples bandidos con afán de pillaje, fue utilizado y promovido como movimiento político-social. Si nos remontamos un siglo atrás, vemos que Cataluña es un pueblo conocido por ser violento y peligroso. Los payeses iban muy armados desde las guerras remensas (s. XV). Pensemos que, por medio millar de catalanes, se contabilizaban más de un millón de pedernales (arma de uso común en la época). La nobleza catalana acabó hundida después de dicho conflicto, debido a que el imperio castellano no le daba privilegios ni les dejaba ir a las Américas a hacer fortuna (algo reservado exclusivamente para los hidalgos castellanos). Había bandoleros de todo tipo: unos vestidos lujosamente con cadenas de oro y gorros de plumas, que podrían parecer nobles, y otros ataviados con espardenyes (alpargatas) de cáñamo y boinas con rayas de colores, como los payeses. Influía en su indumentaria la facción político-social a la que representaban. Por un lado, tenemos a los nyeros, que servían a los señores feudales del campo y la montaña, con una clara inclinación política más cercana a los franceses que al imperio castellano. Por otra vertiente, nos encontramos con los cadells, bandoleros que apoyaban al arzobispado y la monarquía castellana, defensores de los señores de ciudades y villas. En esa época, en Cataluña, ser de un bando u otro era una cuestión generacional que pasaba de familia en familia, y donde se rivalizaba entre ellos como si de los Capuleto y los Montesco se tratase. ¿Por qué se ha romantizado tanto a los bandoleros en la novela histórica? Para responder a este punto, tenemos que hablar de uno de los grandes bandoleros de la historia española y catalana: Perot Rocaguinarda. Vamos a recurrir al mismo Miguel de Cervantes, quien, en su obra maestra, Don Quijote de la Mancha, relata las aventuras del famoso hidalgo en su encuentro con dicho bandolero y lo que este, entre otras cosas, le dice de sí mismo: “Nueva manera de vivir le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras; nuevos sucesos, y todos peligrosos, y no me maravillo que así le parezca, porque realmente le confieso que no hay modo de vivir, más inquieto ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en el no sé qué deseos de venganza que tiene fuerza de turbar los más sosegados corazones; yo de natural soy compasivo y bien intencionado; pero, como tengo dicho, el querer vengarme de un agravio que se me hizo… (…) no estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tiene más de compasivas que de rigurosas.” Con esta supuesta conversación (nunca sabremos si fue real, basada en un encuentro entre Miguel de Cervantes y el mismísimo Rocaguinarda, o pura imaginación del escritor), mantenida por el más famoso hidalgo de nuestra literatura con el legendario salteador, atamos cabos de porqué se ha idealizado a los bandoleros en la novela histórica como héroes del pueblo que, por agravios y ofensas, se dedican a semejantes vicisitudes, como robar, secuestrar e incluso matar, pero no porque quieran o con ello disfruten, sino por defensa del honor y como reparación de agravios y desigualdades. Vaya, el yerno ideal de cualquier suegra. No me digáis que no. Tal como ha pasado a lo largo de la historia, las novelas históricas, en ocasiones, han sido los motores para convertir personajes reales en leyendas. Aquí podéis leer otro ejemplo. Entonces, ¿qué fueron los bandoleros? ¿Héroes o villanos? Se ha demostrado, a base de mucha investigación, que esas interpretaciones de los bandoleros en la novela histórica, como la de Miguel de Cervantes, u otras, como las de Lope de Vega o Tirso de Molina, probablemente se alejan bastante de la realidad histórica, y que dichos personajes tenían más de villanos que de héroes. Lo cierto es que todos los escritores tenemos nuestras aficiones, y quizás ellos tenían la de idealizar a estos delincuentes en sus relatos. Siento decepcionaros, pero los historiados han llegado a la conclusión de que, lejos de ser leyendas de solidaridad con el pueblo, eran cómplices de nobles, señores feudales e, incluso, autoridades locales. En lugar de tildarlo de bandolerismo social, podría decirse que eran actividades delictivas de grupos sociales. Aunque son conocidas diversas noticias de saqueos con participación popular, en la mayoría de los casos, el producto de los robos no fue destinado al pueblo. En 1890, el historiador Julià de Chia cerraba el tema con estas palabras: “Seamos francos y no nos empeñemos por mero espíritu de provincialismo en querer justificar lo que no tiene justificación alguna. No queramos cubrir con el manto protector de la política las abominaciones de los bandos y las atrocidades de los bandoleros” Conclusiones sobre los bandidos en la novela histórica Por tanto, podemos concluir que, mal que les pese a algunos (entre los que me incluyo, pues soy una enamorada de las historias de estos personajes), los bandoleros en la novela histórica
Usa un detonante en la novela histórica
Pocas cosas hay igualables a ese momento en el que abres un libro, empiezas a leer y en menos de dos o tres páginas ves que la historia está patas arriba y no puedes parar hasta saber cómo o porqué la novela está en ese punto. Pero ¿por qué me refiero aquí al uso del detonante en la novela histórica en particular? Primero veamos: ¿Qué es el detonante? ¿Qué es el detonante? Detonante… Suena a bomba ¿verdad? Claro, porque eso es lo que es. O, mejor dicho, más que la bomba, es el botón que hace estallar el artefacto. (“¡No toques el botón rojo!” ¿Os suena?) El detonante en la historia es ese suceso inicial, que provoca un estallido, lo manda todo al carajo y lo poco que creías saber de una novela, deja de ser para dar lugar a un camino totalmente distinto. Una herramienta muy útil en manos de habilidosos escritores, que hará que lo lectores, como mínimo, le den una oportunidad a esa historia. Pero vayamos al punto que nos ocupa. ¿Hay diferencias de uso de ese recurso según el género literario? No, no las hay. Si queréis saber cómo usarlo en cualquier género, leed este artículo. Ejemplo de detonante en la novela histórica Para mostrar la importancia del detonante en la novela histórica, voy a centrarme en el análisis de una novela: Aquitania, de Eva García Sáenz de Urturi, premio Planeta 2020. Este libro, en su primera página ya enseña el botón rojo (¡no toques ese botón!) al decir la protagonista, Eleanor de Aquitania, lo siguiente: “Soy Eleanor de Aquitania, tengo trece años. Demonios disfrazados de mensajeros afirman que mi padre acaba de morir en circunstancias insólitas durante su peregrinaje a Compostela… y no hay precedentes en los libros de historia ante lo que me dispongo a hacer.” Y… ¡Tachán! Un detonante en la novela histórica. Si en este momento alguien no está deseando saber qué es eso tan disparatado que nadie antes a osado hacer para vengar la muerte de su padre, que levante la mano, porque a todos nos deja con la miel en los labios por saber más del asunto. Tan solo debemos adentrarnos unas páginas, cuando en el relato se informa de la muerte del Duque de Aquitania a la joven Eleanor y estalla todo en mil pedazos (ha tocado el botón rojo). La tranquila vida en Occitania que nos ha mostrado brevemente, el romance con su amado Ray, y la seguridad que ella cría inexpugnable. Todo lo que nos hemos imaginado sobre la protagonista en un inicio, acaba pasto de las llamas después de explotar. Esa es la magia del detonante en la novela historia, o cualquier otra, y puede ser un poderoso aliado. Pensemos que los relatos históricos, aunque fieles a un momento real y pasado, no dejan de ser novelas de ficción que tiene que enganchar al lector. Si desde el inicio dejas claro, con un potente detonante en la novela histórica, que el protagonista no lo va a tener fácil ni de broma, que va a sudar la gota gorda para recuperar a su estatus anterior, para salvar a un amor o vengar una muerte, estaremos bien encaminados. Los héroes de las novelas históricas necesitan pasar por muchos avatares antes de llegar a su objetivo, y ese suele estar marcado por un detonante inicial y, después, por otros detonantes menos explosivos que pueden ir modificando el camino para hacérselo pasar un poquito peor, lo que vendrían a ser conflictos narrativos (o putadas literarias). Pequeños conflictos y detonantes en la novela histórica Hablemos un poco del pequeño detonante en la novela histórica. Por seguir con el mismo ejemplo, cuando Eleanor de Aquitania toma la decisión de casarse con el hijo de su mayor enemigo, el rey de Francia, parece que es ella la que tiene la sartén por el mango para lograr su objetivo: la venganza. Pero ¿es así de fácil? No. La pequeña duquesa se enfrenta a problemas mayores que no dejan de ponerle piedras en el camino. La guardia personal del rey Luy VII, los propios sentimientos al descubrir en su recién estrenado esposo alguien que no esperaba, con mejores cualidades de las imaginadas, descendiendo de quién desciende, que le llevan a enamorarse sin esperarlo del objetivo de su venganza. La pérdida de las personas que más quiere… En resumen, una variedad de detonantes pequeños, explosiones controladas, y tenemos a una protagonista que sufrirá lo que no está escrito por recomponer los pedazos que la explosión inicial ha dejado en su vida. Y hasta aquí puedo contar, o esto acabará siendo un destripe de Aquitania, y no queremos eso. Soy de la opinión que cuanto antes se haga detonar esa bomba en la historia, más engancharemos al lector. No tenemos que pasarnos veinte, treinta o cuarenta páginas relatando las virtudes de nuestra novela en un inicio. Debemos reventarla con el detonante nada más empezar, para que el lector esté ansioso por ser testigo de la reconstrucción y no pueda dejar de leer sin saber qué pasará. Conclusiones Para concluir tan solo puedo deciros que esto de usar un buen detonante en la novela histórica es más fácil de lo que parece, pero se necesita una muy buena planificación. No puedes mandar a pastos más verdes tu historia sin saber por dónde vas a llevarla después. Una cosa es engañar al lector, tenerlo en ascuas y otra, muy distinta, es que el escritor no sepa qué camino seguir. Por eso, para que un buen detonante funcione, primero planifica tu historia al detalle, márcate los conflictos que irán a apareciendo en tu novela, las vías de escape del protagonista y sobre todo el final, ten muy claro cómo acabarás la historia. Para eso hay ayudas a escritores como este curso. Así conseguirás que tu detonante funcione, sin destrozarte la novela a ti también. Y dicho esto… ¡Aprieta el botón rojo! ¡Gracias por leerme!
La novela histórica y la novela romántica: fusión de géneros
Dejadme que os cuente un secreto, por si no lo sabéis: Me encanta la novela histórica y la novela romántica. ¿De locos? Puede ser, pero no es de mi cordura de lo que vamos a hablar aquí. Es de fusión de géneros. Y creedme si os digo que igual de bien casa la novela histórica con la policiaca como con el género romántico. De echo acabo de imaginarme un trío novelesco con estos tres vértices literarios y no me parece mala idea. Pero a lo que iba. ¿Qué ocurre si casamos la novela histórica y la novela romántica? La respuesta es obvia: Tenemos un proyecto entre manos muy apetecible. Sino decidme: ¿Por qué triunfan tanto en ventas ciertas novelas histórico-románticas? Porque todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado el embrujo del amor. Ese mágico sentimiento que pellizca el estómago y hace latir fuerte el corazón. El enamoramiento primerizo, los amantes prohibidos y un largo etcétera de romances que hacen que nos identifiquemos con ciertas tramas las cuales, a pesar de estar basadas en un tiempo concreto de la historia, con una muy buena trama histórica y con personajes maravillosamente bien definidos, nos ayudan a identificarnos con algún personaje, incluso llegar a enamorarnos de él como si fuésemos protagonistas de esa misma historia. Y una vez logrado eso, una vez atrapado el lector en esa red invisible de amores y desatinos, podemos dar por seguro que nuestra fusión de géneros entre la novela histórica y la novela romántica será recordado, recomendado y con un poco de suerte, hasta una serie de Netflix. Ejemplos de fusión de géneros entre la novela histórica y la novela romántica. La mayoría de vosotros habrá leído Los pilares de la tierra, de Ken Follet. En este libro, la trama principal es la construcción de la catedral de Kingsbridge, con todos los dimes y diretes que hay alrededor, pero la historia de amor (casi imposible) entre Jack, el aprendiz de constructor, y Alinea, la hija de un noble caída en desgracia, es una trama romántica que nos mantiene expectantes, sufriendo hasta el final. Y no me diréis que Ken Follet escribe novela romántica. No, por supuesto que no. Pero en cualquiera de sus novelas históricas, que tiene unas cuantas, el hilo que se estira y encoge, de forma magistral, durante todo el relato es el amor imposible (o eso parece), entre el protagonista y la mujer amada. Este autor sabe cómo fusionar la novela histórica y la novela romántica para que, dentro el relato histórico, esté ese punto vital, crucial, el que todos esperamos al final: ver a los dos protagonistas juntos, felices y comiendo perdices. Otro ejemplo lo encontramos en El Segundo Reino, de Rebecca Gablé. Esta autora alemana, relata en su libro los avatares de un joven lisiado, debido al ataque de unos piratas daneses en su pueblo de origen, por ganarse un hueco en el mundo. Su herida o incapacidad para otros menesteres, lo lleva a la corte normanda, donde ¡sorpresa!: Conoce a la joven Aliesa y se enamora de ella, a pesar de que está comprometida con un noble que podría considerarse su mejor amigo. Vemos otra vez la magia, la mezcla entre la novela histórica y la novela romántica. Un relato épico sobre la conquista y resistencia, y una historia de amor e intriga que supera todos los obstáculos. (Si no la habéis leído, os la recomiendo encarecidamente, tanto esta como su continuación, El traductor del rey). ¿Por qué fusionan tan bien estos dos géneros? El por qué gusta tanto esta fusión de géneros entre la novela histórica y la novela romántica, es fácil de explicar. Podemos leer un libro en el que una reina en su palacio lucha por hacerse valer en la corte del rey. Nos gustará la intriga, la astucia de ella, pero ¿y si además la reina lucha por resistirse a un amor de juventud, del hombre que es su más fiel lacayo y está siempre a su lado? Entonces, nos sentiremos identificados con ese personaje, porque dejará de ser una reina inaccesible, con problemas de monarquía que nada nos atañen, para convertirse en una mujer, con problemas de a pie, que lucha contra sentimientos cruzados a la par que se esfuerza por cumplir con su obligación. Os seré sincera, me gusta leer de todo, pero cuando una novela tiene una trama romántica dentro de su relato, me entusiasma mucho más. La historia deja ser irreal para convertirse en humana, cercana, veraz, aunque no lo sea. Quien más quien menos, todos tenemos nuestro corazoncito. Pero ¿cómo llevamos a cabo esta unión sin que una se coma a la otra? El equilibrio aquí es importante, porque si damos demasiado peso a la trama amorosa, podríamos tener una novela romántica simplemente ambientada en una época histórica. Para evitar esa caída y cambio de registro, debemos planificar muy bien nuestra novela. Debemos tener claras las tramas al estructurar la historia. Nuestra trama principal, el conflicto del protagonista, es el motor de la historia y de ahí, podemos derivar en otras secundarias, como un amor imposible con una dama de alta alcurnia o con la mujer de un amigo. O, simplemente, una doncella a la que sus padres han prometido en matrimonio pero que está enamorada de un simple comerciante… Fijaos que esto lo menciono como trama secundaria. Para que la novela se reconozca como histórica, la trama principal no debe ser el amor, sino el suceso histórico: una guerra, la expulsión de los infieles, el bandolero contra el sistema feudal, la lucha por sacar adelante un negocio o formar parte de un gremio, piratas… Cualesquiera que imaginéis, sazonada con algo de amor entre sus letras. En ocasiones, la trama amorosa no la viven los protagonistas de la historia sino personajes secundarios, aunque creo que engancha mucho más si es el personaje principal el que sufre de mal de amores. En este enlace podéis descubrir más sobre las tramas secundarias. Conclusiones Para acabar tan solo os ánimo a experimentar,
Tipos de novelas históricas que más cautivarán tus sentidos
[et_pb_section fb_built=”1″ _builder_version=”3.22″ global_colors_info=”{}”][et_pb_row _builder_version=”3.25″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”3.25″ custom_padding=”|||” global_colors_info=”{}” custom_padding__hover=”|||”][et_pb_text _builder_version=”3.27.4″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” hover_enabled=”0″ global_colors_info=”{}” sticky_enabled=”0″] ¡Llegó el momento de conocer algunos tipos de novelas históricas que quizá no conocías! Un género con tanto desarrollo como la novela histórica, no se podría definir fácilmente en un bloque monolítico; por el contrario, el paso del tiempo ha hecho que desde las primeras obras de Scott hasta nuestros días haya corrido mucha agua bajo el puente de este subgénero narrativo. Al igual que tú, disfruto de la novela histórica, de modo que creo que podrías tener excelentes noticias sobre el género en este post. [/et_pb_text][et_pb_image src=”https://teopalacios.com/wp-content/uploads/2020/11/42.png” alt=”Tipos de novelas” title_text=”Tipos de novelas” _builder_version=”4.6.6″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}”][/et_pb_image][et_pb_text _builder_version=”4.7.7″ _module_preset=”default” hover_enabled=”0″ global_colors_info=”{}” sticky_enabled=”0″] La novela histórica ha sido ampliamente conceptualizada, tipificada y caracterizada. La mayoría de los autores coinciden en que, al poseer un rango tan amplio, su definición debe actualizarse cada poco tiempo para adaptarse a los nuevos rasgos y elementos de estudio que esta presenta. Siendo así, algunos estudiosos llegan a equipararla con otros subgéneros, como las memorias, el diario, la crónica, la biografía, la leyenda y la epopeya. Este subgénero se basa en textos que presentan una perspectiva estética y ordenada de eventos y situaciones documentadas que van entre la ficción y la referencialidad. Aquí el autor juega, como no podía ser de otra forma, un papel fundamental al escoger a su público y el tiempo que regirá en la obra. Al exigírsele una cierta veracidad, la novela busca mostrar los modos de vida, circunstancias y usos diarios de la gente, lo cual nos permitirá satisfacer la curiosidad y comprensión por el ayer. La presencia en la novela de este andamiaje histórico servirá para mostrarnos los modos de vida, las costumbres y, en general, todas las circunstancias necesarias para nuestra mejor comprensión de aquellos días que estamos mostrando a través de nuestro texto. Y sin embargo, el autor no olvida que en su obra todo el elemento histórico es accesorio, decorativo, lo que lleva peso real es la novela. En este punto se define si la obra es una novela histórica o no. La ficción y la historia no se amalgaman naturalmente, dependerá del tratamiento con el cual el autor logre entretejer hábilmente estos dos hilos de seda, y aún así, los colores (ficción uno e historicidad el otro) de los hilos podrían seguir distinguiéndose tras el tejido. El trabajo del autor es, precisamente, lograr que no se diferencie uno del otro. Sin duda este es género novelístico que conlleva ciertas dificultades, donde quizá la mayor de ellas para el novelista residirá en hallar el equilibrio, la estabilidad entre los elementos contextuales, los personajes históricos y los ficticios sin que uno destaque sobre los otros. Si pierde el rumbo al reconstruir el pasado, la novela podría catalogarse como un texto de intenciones académicas novelado; si por el contrario transita enteramente por la ficción, mostrará personajes y temas pseudohistóricos. Si adentrarse en la teoría es lo tuyo, te invito a revisar este material en el que hallarás buenos datos sobre el apasionante tema que nos ocupa. [/et_pb_text][et_pb_image src=”https://teopalacios.com/wp-content/uploads/2020/11/43-1.png” alt=”Tipos de novelas” title_text=”Tipos de novelas” _builder_version=”4.6.6″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}”][/et_pb_image][et_pb_text _builder_version=”4.10.7″ _module_preset=”default” hover_enabled=”0″ global_colors_info=”{}” sticky_enabled=”0″] Otro elemento importante para analizar antes de pasar a la tipología tiene que ver con la distancia temporal necesaria entre el presente del autor y la historia narrada. Este no es un punto sencillo de determinar, pues varía bastante entre los críticos. Ferreras asevera que las novelas históricas pueden construirse de tres formas: “alejándolas en el tiempo y llegando a lo que pudiéramos llamar novela arqueológica; alejándose hasta la generación de los abuelos; o, finalmente, escribiendo acerca de la actualidad histórica contemporánea o muy presente”. NOVELA ARQUEOLÓGICA, CATÁRTICA Y FUNCIONAL Sobre la base de esta discrepancia temporal, el analista argentino Noé Jitrik propone en su libro “Historia e imaginación literaria, las posibilidades de un género” un esbozo de tipología del género, ya no sobre la base del tratamiento ideológico de la historia en las novelas sino a partir de la distancia y la relación entre el contexto del “referente” y el contexto del “referido”. Así, existen para Jitrik tres tipos de novela histórica: arqueológica, catártica y sistemática o funcional. En el primer caso, la distancia entre ambos contextos históricos es profunda. En el caso de la novela catártica la distancia es mínima, los contextos se confunden y, como lo indica la denominación en ella, “se canalizan necesidades analíticas propias de una situación de cercanía”. Por último, está la novela funcional o sistemática, cuyo objetivo no es sólo narrar la historia sino examinar algunos de sus momentos. SI te interesa conocer más sobre la obra de Jitrick y del movimiento de la novela histórica en Argentina revisa este link. Novela histórica ilusionista Otros autores clasifican el subgénero en ilusionista y antiilusionista. En la primera lasificación, el autor procura dar un velo de veracidad, de legitimidad y utiliza para ello todos los recursos posibles para lograrlo al entrelazar los sucesos descritos. De tal manera que su intención es inducir una impresión de realidad en el punto de vista del narrador. Por ello, uno de los recursos que utiliza es la inclusión de pasajes preparados con pruebas que reafirman su versión de los hechos. Estas inclusiones dan veracidad a fragmentos, y el uso habitual del recurso apoya la solidez que busca para su obra. Novela histórica antiilusionista La novela histórica antiilusionista tiene cabida en Europa desde finales del siglo XIX y conserva una aceptación extendida hasta hoy. En ella, esta vertiente permite al lector, sea historiador o no, un sesgo resaltante en la descripción de los sucesos. El recurso reinterpretativo de eventos aislados es su materia; entonces, para el escritor resulta imprescindible ensamblar la línea argumental incluyendo segmentos enteramente ficticios. Cabe destacar que su narrador es mucho más subjetivo, y puede llegar a tomar una posición lejana y menos afectada por el desarrollo de los sucesos. Episodio nacional y novela histórica postmoderna Para cerrar esta clasificación de
¿Por qué es tan apasionante la novela histórica? ¡Aquí te lo contamos!
[et_pb_section fb_built=”1″ _builder_version=”3.22″ global_colors_info=”{}”][et_pb_row _builder_version=”3.25″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”3.25″ custom_padding=”|||” global_colors_info=”{}” custom_padding__hover=”|||”][et_pb_text _builder_version=”3.27.4″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat” global_colors_info=”{}”] Esta pregunta tiene múltiples respuestas. En este post te daré algunas claves sobre uno de mis amores más profundos, la novela histórica. Seguro que compartirás mi afición. Pienso que hasta ahora la novela histórica es lo más parecido a una máquina del tiempo que ha inventado el ser humano. Basta con abrir las páginas de una buena novela de este subgénero narrativo para que empieces a escuchar en tu fuero interno como empieza a rugir grandilocuentemente el motor del DeLorean que todos tenemos en la mente. Después, basta con abandonarse en la lectura, con dejarse llevar de la mano del narrador de turno, ataviarse con un traje de época para que no nos reconozcan y disfrutar la experiencia. La novela histórica no es un libro de historia; flaco favor te haría diciendo que la literatura suplirá con rigor a la ciencia social que nos permite formarnos sobre el pasado: aquellos que no lo recuerdan, están condenados a repetirlo. Sin embargo, podríamos coincidir en que la novela histórica nos deja una puerta abierta para que nos interesemos por la Historia, nos invita a vivir momentos de una forma que puede resultar más amable, menos académica, porque reitero, no es su oficio darnos lecciones; por ello, desde su atalaya de la ficción, un autor nos entrega datos que pueden ser ciertos, o no, y los cuales nos ayudarán a tener una visión más amplia del mundo. En el caso de algunos docentes de literatura que conozco promocionan este tipo de lectura entre padres y jóvenes, pues muchos títulos tienen gran fuerza y permiten esa aproximación ya señalada a aspectos históricos que pueden ser relevantes para las asignaturas de Historia, Literatura o la vida misma, pues la literatura, sin duda es cultura. ¡Debemos fomentar la lectura! [/et_pb_text][et_pb_image src=”https://teopalacios.com/wp-content/uploads/2020/11/44-1.png” alt=”novela histórica” title_text=”novela histórica” _builder_version=”4.6.6″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}”][/et_pb_image][et_pb_text _builder_version=”4.6.6″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}”] Una historia, un viaje… una novela histórica Otra de las razones que me motiva a leer novela histórica es viajar. Y cómo no, si un buen viaje enriquece nuestras vidas. Moverse, en este caso, a lugares que no podremos visitar físicamente porque están situados en tiempo y forma muy lejos de nosotros me resulta profundamente atractivo. Podremos ir al Coliseo Romano, visitar Atenas y sus ruinas, pero el viaje que realizas al sumergirte en una buena novela histórica no es comparable, siempre en el mejor sentido: ¡leer compensa más! Si el libro es bueno, si el escritor fue riguroso al investigar, si el libro es capaz de poner combustible al DeLorean, podríamos recrearnos en el modus vivendi de la comunidad visitada. Apasiona recrear en nuestras mentes las grandes locaciones descritas: pasear por un antiguo mercado y conocer los alimentos y enseres que allí se vendían, la música que escuchaban, a los juglares declamar, identificar los olores, y todo eso mientras observas cómo se teje una red de intrigas alrededor del personaje principal, es un dos por uno que solamente da la novela histórica. De la misma forma, se puede visitar un palacio, una escuela, una plaza e imaginar los trajes de la época bellamente descritos, los cuales nos hablan de las telas, las texturas, los patrones… Un buen escritor nos devela la moda y el modo de vestir de la época. Con el poder creador de su pluma (o su teclado, según sea el caso) nos da un billete con el que presenciar la belleza de los diversos oficios ancestrales, o puede situarnos entre los fieles servidores de la inalcanzable Cleopatra para, desde la distancia corta, admirar su belleza y caer rendidos ante su poder. ¿Y qué más es la novela histórica? La novela histórica resulta tremendamente democrática y universal, ahí radica su éxito: las hay para todos los gustos; podemos hacer con ella un recorrido por todos los momentos cumbre de la Historia, locales, regionales, nacionales, internacionales, continentales y mundiales. Cómo no iba a rendirse la comunidad lectora que cada día crece más ante la novela histórica, si nos ha llevado a presenciar hechos que han cambiado nuestra forma de concebir la convivencia, la civilización, tales como las Guerras Mundiales. Nos ha invitado a conocer de cerca a tiranos como Hitler o Musolini, a vivir el horror, la tristeza y el dolor encarnado de la lucha antiterrorismo en España, a conocer las victorias y derrotas en ultramar de los conquistadores, a recorrer todos los caminos que conducen a Roma, a conocer a los emperadores, a coexistir con la realeza francesa, inglesa, portuguesa y española; a padecer las guerras entre árabes y cristianos, a padecer los horrores de la inquisición… La novela histórica es valiente, está hecha con una madera similar a la del periodismo, no tiene miedo a investigar tema alguno. Se ha atrevido a mostrar los secretos mejor guardados de los palacios, a correr cortinas en el propio Vaticano, a meterse en las entrañas de las operaciones terroristas, a descifrar los enrevesados códigos de operaciones militares. La novela histórica es sensible, pero también aguerrida; ha vestido la piel de los condenados a morir en las decenas de campos de concentración, se ha metido en las trincheras de las incontables guerras, se ha subido a los carruajes de los grandes como Marco Polo o los humildes rebaños de un pastor. Nos da la oportunidad de ver que el ser humano, al igual que la historia, son cíclicos y por ende, no cambian. [/et_pb_text][et_pb_image src=”https://teopalacios.com/wp-content/uploads/2020/11/45-1.png” alt=”novela histórica” title_text=”novela histórica” _builder_version=”4.6.6″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}”][/et_pb_image][et_pb_text _builder_version=”4.6.6″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}”] La pasión de la novela histórica Cómo no iba a apasionarme la novela histórica si me ha contado la historia de la mujer que nadie cuenta, una historia de verdad en la que ella han construido el mundo codo a codo con el hombre, en la que, con atuendo de maestra, abandonó el afecto familiar para ejercer su vocación en África, con atuendo de religiosa viajó a América a entregar su servicio, con atuendo de madre a llorado a los