“El libro digital no se vende porque es caro”.
Estoy de acuerdo solo con la mitad de esa aseveración: el libro digital es caro. Es cierto. Es inconcebible que si un libro editado en papel, con los consiguientes gastos de impresión, distribución, almacenamiento, etc. tiene un costo de, pongamos cifras redondas, 20€, un libro en edición digital cuyo almacenamiento es muchísimo más económico, que no dispone de distribución ni de gastos de impresión no rebaje su precio hasta muy por debajo del libro de bolsillo. Tiene sus explicaciones, desde luego: la industria digital también tiene unos “libreros” digitales que tienen que sostener su parte y, además, las editoriales tienen que compensar precios puesto que el papel va perdiendo fuelle y el formato digital equilibra la balanza, etc. Es un problema complejo. Con todo, estoy de acuerdo en que el libro digital es caro.
En lo que ya no estoy de acuerdo es en que los libros digitales no se venden porque sean caros. Eso es una falacia; o si lo prefieres, una mentira como la copa de un pino, que decíamos cuando yo era pequeño.
¿Por qué no se vende el libro digital? Sencillamente porque puedes conseguirlo gratis. ¿Y para qué voy a pagar por algo si puedo tenerlo gratis? Yo tengo una novela a 4.50€ publicada en formato digital con Ediciones aContracorriente. Y no es solo la novela lo que compras. También te llevas material adicional: un plano virtual de la Catedral de Sevilla, un poster tamaño A3 de la portada, una versión en PDF con derechos de impresión, un documento sobre cómo se llevó a cabo la edición del libro, y hasta buena parte de las notas y el método de trabajo que seguí para escribir esa novela. Así que no solo es un precio económico, sino que, además, el paquete incluye todo eso que los usuarios demandan: contenidos adicionales aprovechando el formato. Y, sin embargo, la novela no se vende. Es más, una semana después de que apareciera en el mercado ya se había pirateado. ¿Porque era cara? Evidentemente no. Porque, sencillamente, nos hemos instalado en la cultura de “todo lo que esté en internet debe ser gratis, porque ya pago el acceso a internet”. O “el acceso a la cultura debe ser gratis”. Hemos llegado al ridículo de no querer pagar 1€ por disfrutar todo un año de mensajes ilimitados en el teléfono móvil.
Aquí es cuando los espabilados dicen: “es que yo tengo derecho a disfrutar de un libro que no puedo comprarme”. Es cierto. Tienes el derecho, pero no tienes la capacidad de hacerlo. Yo tengo derecho a disfrutar de un avión privado que no puedo comprarme, pero no por eso me voy a una empresa de fabricación de aviones y me llevo uno. Sí, tenemos el derecho a leer lo que queramos, pero no tenemos los derechos de copiar, ni de traducir, ni de imprimir un texto que es propiedad de otra persona.
Eso, señores míos, tiene otro nombre. Eso se llama robar. Y no vale el concepto de “es que antes se compraba uno una cinta de audio, hacia una copia y se la regalaba a su amigo”, porque la comparación no es posible. Sí, copiabas una cinta y se la regalabas a tu amigo. Ahora copias una cinta y se la regalas a tres mil millones de personas que no conoces de nada.
Si de verdad te gusta leer. Si de verdad eres seguidor de un autor, no le robes. Le estás negando la posibilidad de vivir de su trabajo tal como tú, que eres carpintero, o leñador, o médico, o comercial o profesor, vives del tuyo.