En el Método PEN, mi programa de formación de autores, una de las cosas que más preguntan mis alumnos es sobre la creación de escenas. De modo que he pensado que sería útil que te mostrara algunas técnicas y consejos sobre cómo construir escenas para tus novelas. No importa si estás escribiendo tu primera novela o ya tienes tablas; este artículo está diseñado para entregarte herramientas prácticas y consejos con los que puedas mejorar tus habilidades en este sentido. Cómo construir escenas para tus novelas: por qué es importante dominar la técnica Antes de meterme en detalles técnicos, quiero explicarte un poco por qué es tan importante que domines la construcción de escenas. Básicamente, una escena es el bloque de construcción básico de cualquier obra narrativa. Es donde los personajes actúan y la trama se desarrolla. Una escena bien construida no solo hará que la historia avance de forma evidente, sino que también mostrará a tus personajes, su psicología y modo de pensar. Además, debes tener en cuenta que cada escena tiene el poder de cambiar la dirección de tu historia, influir en la emoción de los lectores y lograr que conecten mejor con tu historia. Si cada escena está bien desarrollada, tu lector se mantendrá enganchado, podrá viajar de manera fluida de una parte de tu historia a la siguiente. Es más, deseará hacerlo porque estará interesado en lo que le cuentas. Por eso debes invertir tiempo en planificar cada escena; es fundamental que lo hagas. No se trata solo de describir acciones o diálogos, sino de tejer la tensión, el ritmo y el conflicto de manera que cada momento en tu relato sea importante, deje huella; que cada vez que los personajes aparezcan revelen algo nuevo; que cada nueva situación impulse la historia hacia adelante. Cómo construir escenas para tus novelas: definición de escena Empecemos por definir una escena. De forma básica podríamos decir que una escena es una unidad de acción que se desarrolla en un lugar y tiempo específicos. En esencia, es un episodio, un acto más pequeño dentro del gran esquema de tu historia, en el cual tus personajes van a interactuar entre sí, o con su entorno, de alguna forma que impulsará la trama. Es muy importante que tengas en cuenta que cada escena tiene un inicio, un desarrollo y una conclusión, aunque es cierto que algunas escenas pueden terminar en cliffhangers para aumentar la tensión y llevar a la siguiente escena, lo que vendría a ser un final abierto de la escena. Cómo construir escenas para tus novelas: elementos esenciales Una vez aclarado qué es una escena, el siguiente paso debe ser conocer los elementos que la componen para que podamos construir escenas que realmente impacten al lector y cumplan con su objetivo. Para esto debemos fijarnos en algunos aspectos importantes: 1. Propósito: Cuando te planteas cómo construir escenas para tus novelas debes tener claro que cada escena debe tener un propósito marcado. Puede servir para avanzar en la trama, desarrollar un personaje, revelar información importante, o quizá para crear tensión y conflicto. Una escena debe siempre ayudar a que la historia avance alguna manera, ya sea a través de la acción o el desarrollo emocional de los personajes. Esto es tan importante que a mis alumnos en el Método PEN les entrego una plantilla con la que puede verificar si esa escena que tienen en mente realmente aporta a la novela o no es así y, por lo tanto, deberían descartarla. Créeme, si tu escena no tiene un propósito adecuado, será mejor que no la incluyas. 2. Configuración o escenario: El escenario es dónde y cuándo ocurre la escena. Este escenario deberás crearlo y mostrarlo de forma clara para situar al lector. Y no te hablo sólo de la ubicación física sino también del momento histórico, el momento del día, del momento del año, del contexto social o político… Hay muchos aspectos relevantes que deberías tener en cuenta a la hora de construir tu escenario, como por ejemplo si será un espacio dual o simbólico, lo que sin duda otorgaría mayor profundidad a tu escena. 3. Personajes: Y no tenemos escena si no hay personajes envueltos, así que deberás tener claro quién está presente en la escena. Cada personaje debe tener una razón para estar allí, y su participación debe influir en el desarrollo de la escena. Lo normal es que una escena incluya un personaje principal y uno o más personajes secundarios que interactúan con él. Y es normal también que entre ellos haya algún tipo de conflicto que deben resolver o, al menos, llegar a algún tipo de acuerdo, aunque desde luego no es la única opción que puedes manejar en este sentido. 4. Conflicto: Así que casi todas las escenas deberían tener algún tipo de conflicto, ya sea un conflicto interno o un conflicto externo entre personajes; o incluso entre un personaje y su entorno. Este conflicto es lo que mantiene interesado al lector y el modo en el que el personaje se enfrenta a ese conflicto, a los obstáculos que se le plantean, es lo que empuja la trama hacia adelante. 5. Estructura: No olvides nunca que en la narrativa, aunque no te lo parezca, todo tiene un orden. Una escena bien construida tiene una estructura propia que es idéntica a la de una trama. De modo que una escena cuenta con una introducción, un clímax y una resolución. Y aunque lo normal es que la escena se cierre con algún tipo de acuerdo entre los personajes, aunque ese acuerdo sea estar en desacuerdo, algunas escenas pueden terminar de manera abrupta o ambigua para crear suspense o con la intención de que la resolución ocurra en una escena posterior. 6. Cambio: Por último, y muy relacionado con el apartado anterior, al final de una escena algo debe haber cambiado. Puede ser la situación de un personaje, el conocimiento que el lector tiene con respecto a lo que está ocurriendo, la dirección de la trama o las emociones
El origen histórico del boxeo
Hoy en día la presencia del deporte es fundamental dentro de nuestra sociedad moderna. Tanto si lo practicamos como si nos conformamos con ser meros espectadores, la relevancia de esta manifestación cultural y social (porque lo es, ya que forma parte de las costumbres que nos definen como sociedad) está tan arraigada a nosotros que no entenderíamos nuestro día a día sin su presencia. Incluso afecta a las personas a las que no les gusta. Pero en este blog somos de indagar en el origen histórico de las cosas, así que hoy profundizaremos en cómo surgió un deporte que todos conocemos muy bien. Descubramos el origen histórico del boxeo. Las primeras manifestaciones del boxeo Es imposible saber cuándo surgió el deporte como componente social enfocado en la competitividad. Sería lógico pensar que siempre ha sido algo intrínseco a la naturaleza humana, a ese afán que compartimos de querer ser siempre más, de mejorar, de avanzar. Desde el momento en que el hombre prehistórico logró una estabilidad para plantearse actividades que fueran más allá de la mera supervivencia, el ejercicio físico empezó a cobrar un significado lúdico y competitivo. Al principio quizás se articularan en torno a los rituales religiosos, pero poco a poco fueron cobrando una relevancia social y cultural. Un juego basado en combatir con los puños era inevitable, dado que estamos ante la forma más básica de lucha. Se cree que el origen histórico del boxeo se dio en el continente africano, en torno al 6000 a.C., más o menos en lo que hoy sería Etiopía. Así nos lo dicen las diversas pinturas rupestres halladas por los investigadores. Debió ser una actividad muy relevante, pues sobrevivió lo bastante para extenderse hasta Egipto, primero, para luego alcanzar Mesopotamia. Llegó hasta la India incluso, donde también se encontraron bajorrelieves que lo atestiguan. Esto explicaría por qué el boxeo tiene tanto calado en las comunidades hindús y budistas. El boxeo antes de Grecia Pero saltemos ahora a una época que nos aporte más datos. Sobre todo a una sociedad que, como ya os he comentado, resulta clave: los minoicos cretenses. La Grecia Antigua se lo debe todo a este pueblo. Y cuando digo «todo» no estoy exagerando. Su influencia no se limitó únicamente a apropiarse de los dioses que luego formarían el panteón griego, como vimos en el artículo ¿Los dioses griegos fueron plagiados? Hay evidencias abrumadoras de que los minoicos rendían culto al cuerpo y a la formación física, lo cual se reflejaba entre otras cosas en los deportes que practicaban. El más famoso es el salto del toro, una danza sagrada conectada con el mito del Minotauro y el héroe Teseo. También practicaron la lucha libre y las carreras. Sin embargo, lo que no es tan conocido es que los minoicos se pirraban por el deporte que centra nuestro artículo: el boxeo. Así es. Y lo podemos ver en uno de los frescos hallados en Akrotiri, la ciudad que quedó cubierta de ceniza volcánica cuando estalló el supervolcán de la isla de Santorini, y que significó el declive de la cultura minoica. Una auténtica catástrofe, que sin embargo permitió que se conservara esta representación pictórica datada en el 1500 a.C. En ella vemos supuestamente a dos muchachos minoicos dándose guantazos. Nunca mejor dicho, ya que esta pintura es la primera referencia al uso de guantes en el pugilismo. ¿Se trataba de una actividad competitiva? ¿Un simple entrenamiento? ¿O tal vez estamos ante un rito de iniciación para los jóvenes? Eso sí que no lo sabemos. Lo que está claro es que dicho deporte llegó a Creta a través de sus contactos con los egipcios, con quienes tenían un fuerte lazo comercial. Y luego fue heredado por los aqueos (o micénicos) que invadieron la isla, y que darían lugar a los antiguos griegos que todos conocemos. El boxeo en la Grecia Antigua En el canto 23 de la Ilíada se narra el combate de boxeo entre Epeo, hijo de Panopeo, y Euríalo, vástago del rey Mecisteo. Una pelea narrada con pelos y señales: Ceñidos ambos contendientes, comparecieron en medio del circo, levantaron las robustas manos, se acometieron y los fornidos brazos se entrelazaron. Crujían de un modo horrible las mandíbulas y el sudor brotaba de todos los miembros. El divino Epeo, arremetiendo, dio un golpe en la mejilla de su rival que le espiaba; y Euríalo no siguió en pie largo tiempo, porque sus hermosos miembros desfallecieron. Es evidente que Homero reflejó aquella práctica que los micénicos tomaron prestada de los minoicos. Y tuvo tanto éxito que en el 688 a.C. se introdujo este deporte en las Olimpiadas, en honor a la muerte de Patroclo. Lo llamaron pygme (puño) o pygmachia (pelea de puños). Tened en cuenta que el término «boxeo» es de origen británico y por tanto muy posterior (siglo XVIII de nuestra Era). Para entonces ya encontramos algunos rasgos en este deporte que nos son muy conocidos: las tiras de cuero en las manos, conocidas como himantes; o el entrenamiento con saco, el korykos. Sin embargo, todavía no había separación por peso, aunque sí por edades. Si te tocaba una mole humana, te aguantabas o te rendías. Por cierto, el primer campeón olímpico de boxeo fue un tal Onomastos de Smirna. El boxeo en Esparta Mis queridos espartanos no podían quedarse al margen de este deporte. Al fin y al cabo, se trataba de la sociedad griega más centrada en curtir el cuerpo y prepararlo para la guerra, como os narré en Hijos de Heracles. Así que por supuesto acogieron el boxeo como una de sus prácticas. Sin embargo, no se lo tomaron como una competición deportiva, pues creían que era algo deshonroso caer derrotado en una simple pelea de puños. El historiador clásico Filóstrato aseguraba que más bien lo practicaban como un entrenamiento para endurecer el rostro de cara a la batalla real.
Las emociones en la novela histórica: ¿cómo tratarlas?
Ah, pero ¿hay secretos en esto de escribir? ¿No era cuestión de abandonarse en brazos de la inspiración? Y ¿qué pintan las emociones en la novela histórica? Los habrá que piensen que las emociones en la novela histórica son un extra. Una pincelada en alguna trama secundaria, pero nada más. Erróneamente, podemos tener la idea preconcebida de que el éxito del género histórico entre los lectores se debe a su precisa documentación, a los sucesos históricos contados fielmente, o a la destreza del escritor a la hora de relatar la vida de personajes que marcaron un momento transcendental en nuestro pasado. ¿Lo creéis así? ¿De verdad pensáis que la novela histórica triunfa por eso? Pues en parte sí, pero no es el trozo más grande del pastel. Siguiendo con la analogía de la tarta; si dividiéramos la novela histórica en porciones, según la capacidad de atrapar al lector que tiene cada una, las emociones en la novela histórica ocuparían más de la mitad del pastel. No exagero. La documentación, la fidelidad histórica, conocer y reflejar a los personajes reales con exactitud son rasgos fundamentales, pero sin emociones en la novela histórica, lo que tendremos con todo eso será más bien un ensayo (ojo, que puede ser muy bueno), pero no una novela histórica de ficción que haga que hordas enloquecidas de lectores se amontonen a las puertas de la librería a comprar ese libro. Entonces, pongámonos a ello sin dilación. ¿Por qué nos gustan tanto las novelas que nos emocionan? No es ningún secreto que todo ser humano, por insensible que parezca, tiene su corazoncito, capaz de empatizar con los demás (a menos que sufra una psicopatía y no le dé más uso que el estrictamente necesario para bombear sangre). Es a ese fiel músculo que nos mantiene con vida, a quien queremos llegar con el despliegue de emociones en la novela histórica. No hay libro más recordado que aquel que hizo que algo se removiera en nuestras entrañas. Da igual el tiempo que haya pasado, jamás olvidarás las emociones que esa novela te hizo sentir: pena, alegría, esperanza, tristeza, rabia, amor, odio, desesperación… o varios a la vez dependiendo del momento de la trama. ¿Sigo? Creo que no es necesario, sabéis de qué os estoy hablando. Entonces, ¿cómo podemos lograr ese hito? Emocionar es un arte. En el caso de la literatura, hay géneros que pueden parecer más proclives a ello. Pondré un ejemplo rápido para explicar esto: comparemos la novela romántica y la novela policiaca, ¿cuál de estos dos géneros emocionará con mayor facilidad al lector? Es evidente. En la novela romántica los sentimientos están a pedir de boca, es un actor principal en la trama. En el caso de la novela policiaca, la lógica y la investigación pueden tener un cariz más frío, calculado, por tanto, menos visceral. ¿Qué pasa entonces con las emociones en la novela histórica? ¿Están a flor de piel o cubiertos por una capa documental? ¿Es fácil trabajar los sentimientos y exponerlos al lector? Como lectora debo reconocer que las emociones de dichas obras son uno de los motivos de mi gran afición a este género. Son muchas las novelas que recuerdo más por lo que sentí al leerlas que por el suceso histórico en sí. Pero ojo, no todas las novelas que hay por ahí logran ese objetivo. Si bien, tenemos un arsenal de recursos para lograr emocionar al lector, en ocasiones, por un exceso de información o datos históricos, podríamos dar al traste con esa emotividad. La diferencia entre lograr que nuestra obra sea recordada y recomendada, (ojo, que como escritores esto nos interesa), radica, insisto en ello, en las emociones en la novela histórica. Entonces, ¿cuál es el secreto para generar las emociones en la novela histórica? Es algo tan sencillo y mundano, que os va a decepcionar, incluso. Un recurso tan a la mano de cada uno de nosotros que parece de chiste: las vivencias propias. ¿Con esto qué quiero decir? Pues que, dentro de cada uno de nosotros, hay un rico almacén de alegrías, penurias y sufrimientos. Volquemos esas emociones en la novela histórica que tenemos entre manos. ¿Recordáis las sensaciones de la primera (o la última) vez que os enamorasteis? La angustia en la boca del estómago, esa sonrisa de felicidad en la cara al verle aparecer, las horas soñando con los ojos abiertos, la rapidez con la que corría el tiempo estando con la persona amada… Y ¿qué decir del dolor lacerante por la pérdida de un ser querido? Las lágrimas aglutinadas en los ojos, ese nudo en la garganta que no podemos tragar y que desborda en sollozos inconsolables, el frío de la ausencia, el agujero negro que parece a punto de devorarnos por la pérdida… Veamos más, ¿hemos ardido en deseos de venganza? La rabia que hace hervir todo dentro de ti, esas ganas irrefrenables de gritar y romper cosas, el deseo por ver sufrir al causante de nuestro mal, los planes gestados en nuestra retorcida mente… Todos y cada uno de nosotros disponemos de un manjar emocional en nuestras entrañas. Para plasmar emociones en la novela histórica necesitamos recurrir a esa despensa personal. Tendremos personajes históricos y ficticios que necesitan sentir, llorar, enamorarse, sufrir pérdidas, caer en la decepción, salir adelante con coraje, etc… Pensemos en las emociones más básicas: felicidad, miedo, ira, sorpresa, amor, tristeza y hagamos que empujen las tramas de nuestras obras. Las emociones en la novela histórica: conclusión Recapacitemos desde un inicio, al dar forma al esbozo de nuestra idea, en las emociones en la novela histórica que queremos mostrar. No las dejemos en manos del azar. Que ese sentimiento sea un protagonista más, o, mejor dicho, que sea el titiritero que mueve los hilos de los personajes y sus andanzas. Al final, una novela histórica de ficción no deja de ser una vida, inventada, sí, pero como tal deben vivirla nuestros protagonistas. Por más documentado que estés, sin importar la cantidad de horas que hayas pasado leyendo