Catalina de la Cerda, descendiente de una de las familias más importantes de la nobleza española, fue una figura muy influyente en la corte de los Austrias. Aunque es cierto que debido a su naturaleza como mujer de la época, y a su matrimonio con el duque de Lerma, quedó relegada a un segundo plano, su papel fue fundamental en las intrigas de la corte. A lo largo de su vida, Catalina se vio inmersa en los laberintos del poder cortesano que controlaba su esposo.
Uno de los momentos más destacados de su vida fue, sin duda alguna, su nombramiento como camarera mayor de la reina Margarita de Austria, el 24 de diciembre de 1599. Este cargo le permitió acceder a una esfera de poder exclusiva: la vida personal de la reina.
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ToggleLos duques de Medinaceli: antecedentes de Catalina de la Cerda
Catalina de la Cerda nació en el seno de una de las familias más ilustres de la nobleza española: los duques de Medinaceli. Este linaje formaba parte de la aristocracia más influyente de la península. Su padre, Juan de la Cerda, fue un noble destacado. Sirvió nada menos que como Virrey de Sicilia y gobernador de los Países Bajos.
Desde muy joven, Catalina fue educada en los códigos y protocolos de la vida cortesana, y esto le daría las herramientas que más tarde utilizaría para controlar la Corte con mano de hierro junto a su esposo, Francisco de Sandoval.
Su origen noble le proporcionó el prestigio social necesario para ascender en la corte, aunque su matrimonio quizá no fuera lo que esperaba. Cuando se casó con Francisco de Sandoval, heredero de una familia importante aunque completamente arruinado, tal vez pensó que se vería apartada del epicentro del poder cortesano. Es justo en este punto cuando Catalina aparece en El trono de barro, mi novela en la que desarrollo los últimos años de Felipe II y el reinado de Felipe III. Tras su matrimonio, trabajará junto con su esposo, quien llegará a convertirse en el valido de Felipe III. Desde su posición, Catalina pudo ejercer una influencia importante, utilizando sus vínculos familiares para reforzar la autoridad de su esposo y de su linaje.

Catalina de la Cerda y Francisco de Sandoval: de la ruina al poder absoluto
Cuando Catalina de la Cerda se casó con Francisco de Sandoval, marqués de Denia, la situación financiera de su esposo era precaria. A pesar de su noble linaje, Francisco estaba profundamente endeudado, y su posición en la corte, al inicio, se tambaleaba.
Sin embargo, el matrimonio con Catalina fue un punto de inflexión, no solo por la unión de dos grandes familias, sino por la habilidad de ambos para abrirse paso en un ambiente cortesano lleno de intrigas y rivalidades.
Catalina, proveniente de la poderosa familia de los duques de Medinaceli, aportó no solo un valioso respaldo social a Francisco, sino también conexiones estratégicas que resultaron fundamentales en sus primeros años en la corte. Sin estas relaciones, sostenidas gracias a amigos influyentes de ambas familias, es posible que hubieran tenido que alejarse de la Corte y, con ello, sus carreras habrían acabado. De hecho, así estuvo a punto de ocurrir cuando Francisco fue enviado por Felipe II a Valencia con el cargo de virrey, aunque lo cierto es que se trataba de casi un exilio, puesto que el monarca veía que Francisco se acercaba demasiado a su hijo y no deseaba que tuviera tanta influencia sobre él.
Ascenso del matrimonio
A pesar de las dificultades económicas iniciales, la pareja supo moverse con habilidad entre las complejas redes de la corte de Felipe III. Catalina, usando su prestigio familiar y su capacidad para forjar alianzas, facilitó el acceso de Francisco a círculos influyentes, lo que le permitió ganar el favor del joven Felipe III. Fue esta red de apoyos, sumada a la astucia política de Sandoval, lo que permitió que Francisco pasara de estar arruinado a convertirse en el hombre más poderoso del imperio, como valido del rey.
A medida que Francisco consolidaba su poder como duque de Lerma, Catalina también comenzó a ejercer mayor influencia. Su nombramiento como camarera mayor de la reina Margarita fue un reconocimiento no solo de su posición en la corte, sino también de su capacidad.
El matrimonio entre Catalina y Francisco fue más que una alianza estratégica; fue una sociedad de poder, en la que Catalina no solo acompañó el ascenso de su esposo, sino que contribuyó activamente a que este fuera posible.
Catalina de la Cerda y la corte de Felipe III y Margarita de Austria
La corte de Felipe III y Margarita de Austria se caracterizó por un ambiente de control, donde el valido del rey, Francisco de Sandoval, acumulaba un poder desconocido hasta ese momento. La corte se convirtió en un centro de intrigas políticas y rivalidades entre las familias más poderosas de la nobleza como no lo había sido hasta entonces.

En medio de ese entorno, Margarita de Austria, esposa de Felipe III, fue una reina activa. Aunque su papel público era limitado, su influencia en el rey y en las decisiones de la Corte era significativa, especialmente en asuntos de política exterior y eclesiásticos. Y se oponía claramente a la influencia de Francisco.
Si Francisco quería seguir amasando poder, era necesario controlar a la reina, y es en este contexto en el que Catalina de la Cerda entró en juego como camarera mayor.
El nombramiento de Catalina de la Cerda como camarera mayor
El cargo de camarera mayor no era un simple nombramiento. Catalina se convirtió en una figura clave dentro del círculo más íntimo de Margarita. Supervisaba su vida cotidiana, a tal punto que la correspondencia de la reina pasaba por sus manos.
Supervisión de la Casa de la Reina
La camarera mayor estaba a cargo de todo lo relacionado con la vida doméstica de la reina. Esto incluía la supervisión del personal y las damas de compañía que atendían a Margarita de Austria. Catalina se encargaba de coordinar las actividades del séquito femenino de la reina, y garantizaba que todos los aspectos del día a día de la reina se llevaran a cabo de manera adecuada y según el protocolo.
Acceso directo y constante a la reina
Una de las características más significativas de su cargo era el acceso constante a la reina. Esto le permitía influir no solo en las decisiones personales de la monarca, sino también en ciertos aspectos políticos. Catalina se encargaba desde su vestimenta hasta su participación en eventos cortesanos. Incluso dormía en una habitación contigua para controlar todo lo que fuera necesario, de día o de noche.
Organización de eventos y ceremonias
Otra de sus responsabilidades importantes era la organización de ceremonias y eventos en los que la reina participaba, tanto dentro como fuera de la corte. Desde recepciones oficiales hasta banquetes y actos religiosos, Catalina debía garantizar el éxito de cada evento.
Intermediaria de peticiones
Catalina actuaba como intermediaria entre la reina y otras personas. Las peticiones y súplicas de nobles o cortesanos pasaban primero por ella antes de llegar a la reina. De esta manera, Catalina tenía la capacidad de influir sobre qué asuntos llegaban a los oídos de la reina y cuáles no, lo que le otorgaba un poder sutil pero significativo. Y era justo lo que Francisco de Sandoval necesitaba que hiciera, pues de este modo anulaba la influencia de la reina en la Corte.
Consejera personal
Catalina de la Cerda también asumía el papel de consejera personal de la reina. Aunque Margarita de Austria tenía sus propias opiniones, la camarera mayor a menudo servía como confidente.
Catalina de la Cerda, el poder detrás del poder
A lo largo de su vida, Catalina de la Cerda demostró ser mucho más que una figura decorativa en la Corte de los Austrias. Como camarera mayor de la reina Margarita de Austria y esposa del poderoso duque de Lerma, Catalina fue una pieza clave en las intrigas cortesanas. Se posicionó como una de las mujeres más influyentes de su tiempo, moviendo los hilos desde las sombras para asegurar la posición de su esposo y, en última instancia, la de su familia.
Su rol cercano a la reina no fue simplemente ceremonial. Todo lo contrario. Resultó ser una herramienta de poder que le permitió influir en decisiones importantes dentro de la Corte.
Su historia es un claro ejemplo de cómo las mujeres, a pesar de las restricciones sociales de la época, podían ejercer un poder real y decisivo. Catalina de la Cerda no fue solo testigo de los eventos que marcaron una era en la monarquía española; fue también una de sus protagonistas más silenciosas y efectivas.
Aunque es cierto que en la novela tiene un papel secundario, Catalina de la Cerda tiene peso propio en El trono de barro, la novela en la que desarrollo el ascenso y caída de su esposo, el duque de Lerma. Si deseas conocerla mejor, sin duda disfrutarás de la novela