Como tengo mal acostumbrados a los asiduos a este blog, me consta que más de uno ha venido hoy por aquí buscando la entrada semanal, que como sabéis suelo colgarla los martes. Pero, esta semana me voy a retrasar un poco. Creo que merece la pena esperar un par de días, hasta el jueves, y poder hacer una entrada en condiciones de lo que se hable mañana en la mesa redonda de la que os hablé hace unos días. Pero ya veis, me siento un poco en deuda con vosotros por eso de no haber colgado nada hoy… así que voy a hacer algo por primera vez desde que comencé a escribir este blog: colgar un fragmento de mi trabajo. Pensé en primera instancia subir un cuento infantil al que le tengo mucho cariño, porque así os presentaría también a una ilustradora apabullante. Pero como tantas veces os he hablado de HIJOS DE HERACLES, creo que estaría bien que os mostrara algo del libro. Y como las cosas hay que empezarlas por el principio, pues os cuelgo el prólogo, para que vayáis abriendo boca. Son sólo un par de folios. Teniendo en cuenta que mis entradas ocupan más de tres, supongo que no os resultará demasiado largo. El paisaje que me rodea es hermoso. Eligieron mis antepasados este lugar por muchas razones, aunque la belleza no se encontraba entre ellas. Es un paraje resguardado, recóndito, a salvo de miradas escrutadoras. Un lugar de profundos valles y altas paredes rocosas. Hermoso, sí, pero duro. Hermoso, sí, aunque de piedra y roca. Hermoso, sí, pero de fría tierra y aire gélido. Hermoso, sin duda, pero con la suficiente crueldad, inclemencia y aspereza para templar el carácter de los que vendríamos después. Y tan adecuadamente cumplió este lugar su propósito, que ahora, tras muchos años, contemplo por primera vez el esplendor que alberga, porque la hermosura es algo que mi gente tuvo que dejar de apreciar para dedicarse a otros menesteres. Me encuentro en un punto elevado al oeste de mi ciudad, Esparta. A mi espalda puedo ver las altas montañas que la defienden. El griterío del pueblo ha quedado en su interior. Las mujeres y los niños nos han despedido. Ahora reina la calma. Nada excepto el soplo del aire hiere mis oídos. Es un día cubierto de nubes grises, con una claridad que presagia una fuerte nevada. El viento azota mi capa, y aunque mi torso se encuentra desnudo y el frío es penetrante, soy inmune a él. Porque yo, que según me describieron incluso mi venida al mundo fue dolorosa, no cuento las calamidades como otros. Muchos años de preparación lo hacen posible. Muchos años de vida estoica, de dureza impuesta, de sentimientos doblegados, me permiten mirar a la cara de la adversidad esbozando una sonrisa donde cualquier otro perecería, o al menos, lloraría igual que un perro apaleado. Y no hablo sólo de mí. Tres mil de mis hermanos me acompañan. Todos tan preparados como yo. Todos tan dispuestos como yo. Todos tan felices como yo. Todos tan duros y abnegados como yo. Todos vistiendo la misma capa de color rojo sangre. Cada uno dispuesto a morir. Es nuestro designio. Un bosque de espadas se alza ante mi vista. Destellos broncíneos fulguran con cada exiguo rayo de luz solar con poder suficiente para atravesar el manto de nubes que cubre nuestras cabezas. Tres mil almas resueltas las portan. Tres mil caras que muestran la mirada decidida del que se ha sobrepuesto a un millar de calamidades para llegar al día de hoy. Pues, desde la época de los Heráclidas, mi pueblo se ha preparado para este momento. Este es nuestro destino. Se nos enseña orden y pureza. Se nos enseña a despreciar cualquier banalidad. Todo en nuestra vida nos lleva a no temer a la muerte, a luchar por la libertad a cualquier precio. Mucho hace ya que los descendientes de Heracles constituyeron la ciudad, pero ese derecho a gobernar esta tierra cedida por el propio Zeus, lejos de caer en el olvido, se ha ido renovando con la sangre de muchas generaciones. Y es el momento de hacerlo valer. Miro a mis hermanos y veo tres mil corazones que esperan la señal. Pues vamos a la guerra. Para eso estamos aquí. Para eso hemos nacido. Durante todos nuestros años, desde la más tierna infancia, se nos ha preparado, se nos ha impuesto el extremo rigor que domina nuestras vidas. La hemos aceptado con gozo, pues ésa es la tradición, y es nuestro honor, así como nuestra libertad, lo que está en juego. Es, además, la única manera de llevar a cabo nuestra venganza. De modo que observo las huestes que me acompañan y no puedo evitar que el orgullo me invada, pues al fin, se hará justicia. Y en el preciso momento en que reconozco que estamos cerca de la gloria, la euforia me domina. No puedo retener por más tiempo el grito que inflama mi garganta. Mis pulmones estallan soltando todo el aire retenido y los espíritus de incontables generaciones de hombres de dureza inigualable, de increíbles hazañas y proezas que deberían ser recordadas cuando mi pueblo desaparezca, vuelven a la vida a través de él: “¡El Juramento! ¡La Muerte!”. Y otras tres mil gargantas elevan su voz repitiendo esas palabras para llevarlas hasta el Olimpo, para que los dioses las oigan. Para que sepan que vamos a cumplir nuestra promesa. Que mi pueblo conoce lo que es el honor. Soy el general que comanda un ejército como no se ha visto ningún otro en el mundo. Para eso estoy aquí. Este es mi destino. Me llamo Anaxándridas. Y soy rey de Esparta.
Conocer para Crear
No me importa leer una historia de fantasía o una novela histórica. Ambos géneros me gustan por igual, siempre y cuando la historia sea buena, claro… Ahora bien, sí hay una cosa que para mí es primordial a la hora de iniciar un proyecto: que el lector se crea lo que lee. Una novela tiene que entretener, enseñar, hacer reflexionar, sacudir nuestras emociones… todo eso está muy bien. Pero si uno no se cree lo que está leyendo, nada de eso será posible, sencillamente porque no podrá sumergirse en la historia. Estará continuamente pensando: “esto no hay quien se lo trague”, en lugar de dejarse llevar por los acontecimientos narrados. Así que una de las primeras cosas que hago cuando empiezo un nuevo proyecto es pensar qué puedo hacer para que la historia que voy a contar se la crea aquel que va a leerla. Y claro, eso pasa, inevitablemente, por documentarse tanto como sea posible. ¿Qué cómo se documenta uno para una novela de fantasía? Pfff, pues de mil formas distintas. ¿Acaso no hay en esa novela fantástica descripciones sobre determinados paisajes? Seguro que sí… Pues vamos a poner un ejemplo práctico: alguno de los personajes tiene que pasar por una montaña, por poner un caso típico. ¿Qué hacemos, poner en la cumbre de la montaña un olivo? ¿O sembrar de césped la ladera de una montaña dominada por un glaciar? No, somos un poco más inteligentes y colocamos, por ejemplo, un pino. Pero es que, ¡resulta que hay decenas de variedades de pinos! ¡¡Y cada uno de ellos preparado para una altura concreta, con situaciones concretas de temperatura, humedad o suelo!! ¿Y qué puede suceder si describimos un pino equivocado en un clima concreto? Pues que haya un lector que entienda de esas cuestiones y se vea, de repente, fuera de la novela por un detalle como ese. Luego la novela le gustará más o menos, pero siempre, pero siempre, adjuntará a su comentario sobre la novela una coletilla: “Sí, no está mal. Pero la verdad es que no sabe muy bien de qué habla en tal o cual asunto”. O, “Si sólo se hubiera documentado mejor…”. ¿Que es algo muy rebuscado? ¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso puedes adivinar quién va a leer tu obra? Y, siendo sinceros, ¿no es tu objetivo que se critique tu trabajo lo menos posible? (Si la respuesta a esta pregunta es que no, está claro que tu objetivo no es escribir para que se publique tu obra… pero igualmente puedes seguir leyendo esta entrada 😉 ) Otro aspecto en el que se puede uno documentar en una obra de fantasía es CREANDO su propia documentación. Otro ejemplo: Tolkien, del que no me canso de hablar, creó historias que nunca publicó, pero a las que continuamente citaba en sus obras. En El Señor de los Anillos habla, por ejemplo de “los gatos de la Reina Beruthiel”. Luego no contaba la historia, pero saber que existía, creaba un fondo de realismo, de que el universo narrado era más profundo, más detallado… y cuanto más alto es el nivel de detalle, más creíble es algo. Así que yo procuro dar tantos detalles como me resulta posible para ganarme al lector, situarlo en escena y que se haga una composición fidedigna del asunto que se está tratando. Claro, que a veces, la cosa se complica… Ya he hablado en ocasiones de Hijos de Heracles (no, todavía no tengo novedades, tranquilos que ya avisaré). Cuando decidí que finalmente sería una novela histórica, me encontré con un problema: iba a tratar un periodo histórico del que apenas hay documentación. Compré varios libros, leí a Jenofonte, a Plutarco, a Herodoto, busqué información en internet, encontré artículos en revistas… Pero seguía teniendo lagunas. Así que di un paso nuevo: consulté con un especialista. El libro en el que baso casi toda la novela dio la casualidad que estaba escrito por un profesor de la Universidad de Sevilla. Busqué sus datos en la página web de la universidad y localicé una dirección de correo electrónico. Y allí que me lancé… Le escribí un mensaje en el que me presentaba y le explicaba en qué consistía la obra. Le conté los impedimentos que me estaba encontrando y solicitaba su ayuda para solucionar determinados asuntos, como la cronología, por ejemplo, y otros muchos, muchísimos detalles. Para mi sorpresa, el profesor me contestaba al día siguiente, se hacía disponible para comentar todo aquello que pudiera resolverme y me dijo una frase que no se me olvidará: “me alegro de que alguien se anime al fin a escribir algo sobre la Esparta arcaica, aunque sea una temeridad”. Y claro, era una temeridad porque apenas hay documentación al respecto, eso lo aprendí muy bien a lo largo de los meses que seguirían, jejeje. Lo importante es que encontré ayuda especializada que me aclaró ideas y me guió en determinados aspectos de la obra. Más tarde solicité la ayuda de otro profesor universitario, en este caso de Alcalá de Henares, y nuevamente obtuve una respuesta sencilla y sincera que me ayudaba a seguir el desarrollo de la obra. Como sabéis, estoy empezando a trabajar en una nueva novela. No es una novela histórica, aunque como ya he comentado sí tiene algunas connotaciones históricas. La cuestión es que en esta historia, la protagonista trabaja en una especialidad que desconozco profundamente: la restauración de documentos gráficos. Y no me vale que me digáis que le cambie la profesión, porque esa profesión es absolutamente indispensable para el desarrollo de la historia. Tiene que ser restauradora de documentos. No puede ser otra cosa si quiero contar ESTA historia. Y esta historia es la que QUIERO contar. Aunque tal vez debería decir que esta historia ha decidido que sea yo quien la cuente… En fin, que volvía a estar en un atolladero. Porque sí, en internet se encuentran algunos datos. Puedes leer sobre cómo se hacía el papel en el S. XV, o sobre qué problemas puede presentar un documento. Puedes
El talento para escribir, ¿puede aprenderse?
¿Puede adquirirse el talento para escribir? Hace unos días mantenía una interesante conversación. El tema era uno muy manido, pero ya sabéis que yo soy poco original en mis planteamientos. La cuestión que surgió mientras comíamos era si el escritor nace o se hace a lo largo del tiempo. Surgió, supongo, porque mientras esperaba a mi acompañante en la comida aproveché para comenzar a escribir ya en firme la que será mi nueva novela. Total, que cuando llegó al restaurante me encontró tecleando como un poseso. Yo es que escribo prácticamente en cualquier circunstancia y situación. Me da igual estar rodeado de gente bulliciosa, en un parque, en el silencio de casa o con buena música de fondo. Me da igual si un niño llora cerca o si la tele está a todo volumen. Yo escribo igual. Y cuando me vio en faena, quiso ver cómo avanzaba la cosa. De modo que leyó las primeras páginas, le gustaron y ya estuvimos prácticamente toda la comida hablando sobre el tema de escribir. Y fue entonces cuando surgió una de las grandes preguntas del universo literario. El talento para escribir, ese don ¿innato? Quien me acompañaba no escribe. De hecho, considera que le resultaría imposible contar una historia, no porque le falten ideas, sino porque no se ve capaz de plasmarlas en una hoja en blanco. Le parece demasiado trabajo, cree que no sería capaz de expresar la historia que bulle en su mente. Ponía el ejemplo de un profesor, que puede ser el más sabio en su materia, pero no necesariamente saber transmitir esos conocimientos. Decía que supondría un enorme esfuerzo que no le merecería la pena. Por tanto, opinaba que el oficio de escritor es algo innato, que la persona tiene que nacer con un “don” especial: la capacidad de transmitir una historia, igual que el profesor debe nacer con la capacidad de transmitir conocimientos. Ayer, por cierto, descubrí a este profesor de matemáticas que, tras perder su empleo, creó un canal de youtube y ahora tiene más de 700.000 seguidores. Sin duda, es un profesor con talento para transmitir. ¿El talento para escribir te hace escritor? Bien, pues yo sí soy escritor. Ojo, que ser escritor no es nada del otro mundo… muchos de los que pasan por este blog también son escritores. Bien, pues yo, que soy escritor, defiendo una postura un tanto distinta. Sí opino que el escritor tiene que tener una capacidad singular: la de saber contar historias. Atento a esto: No es lo mismo contar historias que inventar historias… Uno puede inventar historias y luego ser incapaz de contarlas. No, lo del escritor es otra cosa… Es la capacidad de imaginar primero, y narrar después, algo que no existe. Y eso no es nada fácil. Es más, o se tiene o no se tiene. Pero eso no significa que uno no pueda llegar a tenerlo. De hecho, si no fuera así, no existirían la enorme cantidad de cursillos literarios, escuelas de literatura creativa, y demás. Sé de lo que hablo, porque llevo nueve años impartiendo cursos de escritura. ¿Se puede aprender a escribir? Contar, lo que es contar una historia, se hace a base de una serie de recursos: giros argumentales, historias secundarias, tramas paralelas, hilos conductores, saltos temporales, historias no lineales, construcción de personajes, elección de narradores y un largo etcétera. Hay quien todas esas cosas las tiene dentro de sí mismo. No es nada mágico, desde luego. Las ha aprendido por observación, por leer y leer, o por ser capaz de imaginar una historia de atrás adelante (como la genial película Memento) y explicarla de manera que al final cada cosa vaya a su lugar. Pero hay también quien lo aprende de modos más estructurados, en academias y cursos, hablando con escritores que ya disponen de esos recursos, que para todo existen esos profesores estupendos y capaces de explicar sus conocimientos para que los alumnos los hagan suyos, o en base al método de ensayo y error, ¿o no? Pero… ¿Qué es el talento para escribir? Es cierto que algunas personas habitualmente no tienen la imaginación necesaria para plantarse ante una hoja en blanco y rellenarla de una serie letras que terminen formando una historia. Ya no digamos una historia interesante. Pero eso es HABITUALMENTE. Esa capacidad de imaginar una historia y ponerla por escrito es lo que podríamos llamar talento. Pero… ¿qué es el talento? El diccionario de la RAE define el talento, entre otras acepciones, como la capacidad para el desempeño de algo. Especifica que tener talento es ser apto para determinada ocupación. Es decir, que la persona con talento es aquella que tiene la habilidad para hacer algo. Y la habilidad, señores, es algo que no es innato. Es algo que se adquiere con la práctica. Es decir, que para ser escritor lo que se necesita es aprender los elementos de la novela, la estructura de la novela, las herramientas que necesitas para la novela. Saber cuáles son y cómo funcionan entre sí todos y cada uno de esas decentas de elementos. Y luego escribir. Escribir tanto mejor cuanto más se haga. Practicar y practicar ese conocimiento teórico hasta hacerlo solo, igual que Messi o Cristiano Ronaldo golpearon y golpearon un balón hasta que fue una extensión más de su cuerpo. Por cierto, que lo hicieron con un entrenador que les iba diciendo qué hacían bien y qué hacían mal; incluso a día de hoy lo tienen, así que harías bien en buscar alguien que te ayudara a ese nivel. ¿Qué algunos lo tendrán más fácil por ciertas capacidades, digamos, genéticas? Sin duda, pero no significa que para quien no las tenga escribir sea un imposible. Probablemente nunca llegará a premio nobel ni se convertirá en una figura de talla mundial, que deje huella en la Historia de la Literatura (para eso sí hace falta tener un talento innegable), pero podrá convertirse en un autor solvente y profesional si pone de su parte. Porque, no lo olvidéis, en el interior
¿Te apuntas?
Suelo contar a menudo desde estas líneas que el clima literario que vivimos en Sevilla es único en muchos aspectos. Hay toda una generación de escritores que está saliendo a la luz, que poco a poco consiguen ver sus textos publicados. Más aún, se llevan a cabo talleres, encuentros, charlas… Es frecuente que algunos de esos autores nos encontremos un día para comer o cenar y hablar, invariablemente y para desgracia de las pobres acompañantes de cada uno, de nuestros proyectos, nuestros sueños, nuestros trabajos, cómo se desarrolla nuestra última obra o el mundo literario en general. Tanto nos juntamos, tantas actividades surgen, que tengo un buen amigo en la otra punta del país al que suelo ponerle los dientes largos. Hace poco lo ponía al día de los proyectos que salieron durante la última cena (no, no tiene nada que ver Da Vinci ni Dan Brown en todo esto), y él me respondía que contábamos “con su admiración y su más asquerosa envidia”. Yo también te quiero, Leo… Y es que, como ya dije hace bastante tiempo, si bien la labor creadora del escritor es tremendamente solitaria, lo cierto es que el autor no puede, ni debe, ni tampoco quiere permanecer aislado, salvando casos muy específicos. Es necesario que el autor respire el ambiente literario, que coexista con otros escritores, que intercambie ideas, que pida opinión. Y es necesario porque es el único modo de crecer como autor y de poder colocar en su debida perspectiva el trabajo propio. ¿Cómo saber si algo es bueno si nadie nos da una opinión cualificada? Y no, por opinión cualificada no podemos aceptar la de nuestro padre, o hermano, o amigo del alma, a menos que nuestro padre, o hermano, o amigo del alma sea un profesional de las letras. Y aún así habría que tener cuidado, porque no puede ser imparcial. Pues bien, a todo ese ambiente literario que ya disfrutamos en Sevilla, desde hace un tiempo se suma un aspecto más que añade un plus adicional. Se trata de Escribes. Escribes es una escuela de escritores. En ella se imparten más de 50 cursos literarios, en todas sus modalidades: presenciales, semi-presenciales y on-line. Pero Escribes es también algo más que simplemente una escuela. Ofrece a los autores servicios como el análisis de textos, correcciones ortográficas o de estilo, traducciones, y varios más. Además de todo eso, Escribes tiene una clara tendencia a expandir la cultura. Se llevan a cabo acciones como la de repartir gratuitamente libros a los reclusos, por ejemplo, lo que dice mucho de sus responsables. Lo que os cuento de Escribes es para que sepáis quienes son, no porque tenga acciones en la empresa ni nada de eso… Pero bueno, a lo que voy. Es evidente que los autores necesitan tener contacto entre ellos. En Sevilla lo sabemos bien. Que esto es así lo demuestra el hecho de que los blogs literarios proliferan. Los autores cuentan en ellos sus experiencias, exponen sus textos y demás. Y suele haber bastantes comentarios en todos ellos, en una muestra más del intercambio cultural que se da en el ambiente literario. Seguro que también conocéis las redes sociales, tipo Facebook, tuenti o similares, que están en boga desde hace tiempo. Bueno, pues todo esto que os he ido contando hasta ahora es para deciros que en Escribes han pensado también en eso y han creado un lugar virtual para que podamos hablar de aquello que nos gusta: literatura. En todos sus aspectos. Así que os animo a que os deis de alta. Encontraréis que algunos de los que se dejan caer por este blog ya estamos allí, participando. Y nuestro deseo es que, ya que no podemos quedar con vosotros físicamente, al menos sí podamos hacerlo de modo virtual. Se trata de que el buen ambiente literario que respiramos en persona se pueda expandir y compartir también a través de la red. Seguro que todos salimos ganando de compartir experiencias y opiniones. Y ya que nos lo ponen tan fácil como a un simple click, creo que sería de lo más interesante. La invitación está hecha, ahora ya depende de cada uno reservar sus opiniones y vivencias para sí mismo, o por el contario, ser generoso y compartirlas. Yo lo tengo claro. ¿Y tú?
Vosotros…
Este mensaje de hoy no es habitual. No lo es porque se salta una de las normas que me impuse cuando creé el blog: escribir sólo una entrada semanal. Pero todas las normas están para saltárselas alguna que otra vez y, ¡qué demonios!, es uno de enero, un día especial para muchos. Los que visitáis a menudo este sitio sabéis que desde aquí hablo, exclusivamente, de literatura. De la mía, claro, y de la de otros. Y sabéis también que intento ayudar en lo que puedo. Y que esas son las entradas típicas de éste blog. Y por eso la de hoy es también una entrada que se salta mis propias normas. No voy a hablar de literatura, ni a dar consejos, ni a comentar algo sobre mis proyectos ni los de otros. Hoy voy a hablar de vosotros, los que os acercáis por aquí cada dos por tres. Quiero deciros que cuando empecé el blog me daba un poco de miedo, vamos… miedo… quiero decir reparo, duda, reserva… ya sabéis. El motivo de ello era que no sabía si lo que tenía que contar sería de interés para alguien. El comienzo, como siempre, fue un poco titubeante. Pero para mi sorpresa, pronto me encontré con que cada vez entraba más gente al blog. Y no sólo entraban, no. Además, muchos os tomáis la molestia de comentar sobre lo que digo: hacéis preguntas, o añadís vuestra propia visión sobre el tema del que hablo. Habéis logrado que, de verdad, este pequeño rinconcito sea completamente interactivo. Yo visito a diario TODOS y cada uno de los blogs que tengo enlazados desde aquí, aunque no comento en todos. Algunos los visito varias veces al día, por aquello de ver si ya se ha actualizado la última entrada. Y hay un dato que me sorprende: la falta de comentarios en muchos de esos blogs. Me sorprende porque algunas de las entradas son estupendas, muestran una visión muy clara de lo que se habla o abren debates muy interesantes. Y sin embargo, no surgen comentarios en ellos. Y cuando lo comparo con lo que sucede aquí, no puedo dejar de asombrarme. Sólo tenéis que mirar las últimas entradas del blog: ¡la media es de más de 22 comentarios por entrada! Yo casi no conozco ningún otro blog dónde ocurra algo parecido, si exceptuamos alguna honrosa excepción. Además, últimamente las visitas al blog han ido creciendo de manera asombrosa. La primera entrada la cree el 29 de julio. Esto quiere decir que hace 5 meses y 3 días que el blog está en funcionamiento. En Septiembre, el primer mes del que tengo estadísticas fiables y completas, hubo un total de 468 visitas. De ellos, 134 venían por primera vez. En diciembre, esto es, 2 meses después, el total de visitas ha sido de 665, y los visitantes que han venido por primera vez han sido 238. Es decir, el total de visitantes ha crecido un 142% y el de visitantes que entran por primera vez un 177%. ¡En sólo 2 meses! El resultado final es que, en 5 meses y 3 días, el total de visitantes del blog ha sido de 2958, casi 20 visitas diarias. ¡¡¡¡¡¡¡¡Con una media de 14 comentarios por entrada!!!!!!!! Y sigue creciendo… Y eso que a mí no me conoce nadie, no soy nadie en el mundo literario. Por eso he llegado a una conclusión: este blog no es mío. En realidad, es vuestro, pues sois vosotros los que le dais vida a diario, los que lo hacéis atractivo para otros, los que invitáis a otros a venir (de lo contrario, esos datos no se explican), los que con vuestros comentarios hacéis que la gente se anime también a participar, a comentar, a sentirse un poco parte de esta “familia” que hemos creado entre todos. Por todo ello, hoy quiero daros las gracias. Por visitar este rinconcito tan pequeño entre el inmenso mundo virtual que nos rodea, por hacerme sentir, a mí y a otros, como en casa cada vez que abrimos una de estas páginas. ¿Y qué mejor día para daros las gracias que hoy, 1 de enero, día especial para muchos? Que todos vuestros deseos se vean colmados de dicha y felicidad. Y que podamos seguir reuniéndonos, una vez a la semana, en este blog que, en realidad, es vuestro.
Motivo de Orgullo
Hace unos días, cuando hablaba de Montse de Paz, os comentaba que me había pedido un favor que me había emocionado y llenado de orgullo. En aquel momento no podía decir qué era lo que me había pedido, pero ahora ya sí puedo, jejeje. Lo que me pidió Montse fue que le escribiera una reseña de su novela para una revista que se publica en un pueblo de Barcelona. Para muchos será una solemne tontería, pero para mí no lo fue. Por varios motivos. El primero de ello es la gran confianza que demostraba Montse en mí al pedirme semejante cosa. No hay que olvidar que es su primera novela, que todo lo que se diga sobre ella tendrá una importancia enorme para su futuro como escritora. Teniendo eso en cuenta, es un honor enorme que contara conmigo para algo así. Siempre es motivo de orgullo saber que los amigos se acuerdan de uno. Por otro lado, era la primera vez que me pedían algo parecido: que escribiera algo para ser publicado. GUAU! Es que se queda uno sin palabras… Si lo que quiere un escritor es que se le publique, tanto como sea posible, cualquier cosa: artículos, reseñas, opinión, novela, relatos… lo que sea, pero que se le publique. Y, de repente, me encontraba con que me pedían, a mí, que no me conoce ni cristo (lo pongo en minúscula para no ofender a nadie), que escribiera algo para una revista… ALUCINANTE! No pude evitarlo: dejé todo lo que estaba haciendo en ese momento y cogí el portátil de inmediato. Escribí lo que me salió del corazón, como hay que hacer siempre. La reseña en cuestión salió hace unos días, y por eso puedo, al fin, hablar de ello. Montse me ha mandado un número de Montcada Mírame. Una revista semanal de distribución gratuita que cuenta con una tirada de 5000 ejemplares. Y allí, en las páginas de cultura, aparece mi reseña sobre Estirpe Salvaje. Puesto que la gran mayoría no tendréis acceso a dicha revista, pues os traigo aquí el artículo completo. Como las aguas de un río caudaloso y tranquilo. Así resulta la lectura de ESTIRPE SALVAJE, la ópera prima de Montse de Paz, publicada recientemente por Espasa. Y digo que es como un río tranquilo porque la lectura se hace de forma placentera, disfrutando de cada frase. Pero además, el lector se ve incapaz de dejar el libro a un lado. Cada nueva situación, colocada con acierto por la autora, te obliga a continuar la lectura para conocer qué sucede con los protagonistas de la novela. Tal como lo hace la corriente del río. Unos protagonistas que se convierten de inmediato en parte de la “familia”. El mismo inicio de la novela, en el que unos pequeños se nos presentan jugando inocentemente en el bosque para, momentos más tarde, perder todo lo que tienen en el mundo, nos hace partícipes de su historia desde la primera página. Podría decirse que la crónica de Ruslan e Yvanka es una historia más de pérdidas, de crecimientos, de búsquedas. Pero nos quedaríamos cortos. Muy cortos. Porque su historia va más allá. Es la historia de una superación personal, de cómo en cada alma, en el interior de cada persona, permanece, latente y en silencio, una llama que espera a prender para conducir a su dueño por caminos inesperados, permitiendo que se eleve por encima de las miserias que lo rodean hasta un futuro mejor. ESTIRPE SALVAJE es una exaltación del amor fraternal, el valor y la amistad. Y es también una repulsa de la vanidad, de los placeres sin freno, de la falta de escrúpulos y de moralidad. Montse de Paz nos muestra, a través de las vivencias de Ruslan e Yvanka, que merece la pena luchar para crecer, que nunca debemos darnos por vencidos, sin importar la tragedia que nos golpee en la vida. Curiosamente, lo hace colocando a los personajes de la novela en situaciones incómodas, peligrosas, incluso desagradables. Y sin embargo, al lector le llega, no la situación en sí misma, sino la capacidad de dichos personajes para sobreponerse a ellas. ESTIRPE SALVAJE es una historia que te incrusta a tu sillón de lectura favorito, que te transporta al reino de Slavamir cada vez que abres sus páginas, sin prisa, meciéndote dulcemente mientras navegamos por la corriente del río de la imaginación. Y al timón, Montse de Paz. El artículo aparece firmado por Teo Palacios —escritor—. Me consta que la novela se está vendiendo muy, muy bien, De hecho, mucha gente está intentando conseguir un ejemplar, pero al parecer, la 1ªedición se ha agotado. Al menos, en La Casa del Libro y otras librerías importantes ya anuncian que se han quedado sin existencias. Esto refuerza mi idea sobre la novela, sin duda, una lectura interesante y entretenida, que se puede leer con ligereza, o con profundidad, meditando en temas tan complejos como los niños de la guerra, tal y como dice la propia autora. Nunca le agradeceré lo bastante a Montse que contara conmigo para esto. Es una más de todas las cosas que ha hecho por mí.
Si no fuera por estos ratitos…
El sábado amaneció un mal día, qué le vamos a hacer. La verdad, no creo que cogiera a nadie por sorpresa, ya el día anterior había estado lloviendo. La cuestión es que el sábado no paró, y encima, el aire vino a tomarse unas tapas con la lluvia. El resultado os lo podéis imaginar: La I Feria del Libro del Aljarafe desierta… La verdad es que algo decía que la cosa no iba a salir demasiado bien… Para empezar, los carteles y dípticos en los que se anunciaba la mesa redonda mostraban una información errónea. En algunos de ellos no aparecía ninguno de los que íbamos a presentar la charla, en otros aparecían unos sí y otros no. No sé muy bien por qué pasó pero pasó, y no se trata de buscar culpables ni nada de eso, que al fin y al cabo no se acaba el mundo porque el nombre de uno aparezca o no en un papelito. Pero, oye, las cosas bien hechas, bien hechas están… y esta vez, pues no fue así. De cualquier modo, no deja de ser una anécdota más del día. Llegamos a Tomares a eso de las 14:15, con caravana en la autopista en la que había incluido un accidente múltiple. Afortunadamente no parecía nada grave, el típico choque en cadena por la lluvia. Inmediatamente después llegó el resto de los que participaríamos en la mesa redonda de Literatura Fantástica: Javier Márquez, como siempre muy bien acompañado, y Pepe Carrasco, muy bien acompañado también… por Javi y su acompañante. Dile a “la jefa”, Pepe, que esto no se le perdona tan fácilmente. Que para resarcirse, qué menos que una invitación a un buen “5J”, con su correspondiente regadío. En fin, la idea era ir a comer algo para comenzar a calentar motores y que la mesa propiamente dicha, fuera algo así como la continuación de lo que habíamos estado conversando durante el rato en el que nos acompañaran los cuchillos y tenedores. Lo que ocurre es que no fue tan fácil encontrar esos tenedores… tuvimos que preguntar varias veces hasta encontrar un lugar que, buena pinta tenía, eso sí, con su chimenea encendida, su mesita junto al fuego, las respectivas de cada uno quitándose las botas y acercando pies al fuego para calentarlos… Lástima que el tiro de la chimenea no estuviera todo lo limpio que debería y aquello se convirtiera pronto en la posada “El Poni Pisador”. Y la comida… bueno, no daré demasiados detalles, pero no fue lo satisfactoria que prometía: ni en calidad, ni en precio. Pero lo que sí es verdad, es que el ambiente fue de lo más literario. Fue soltar los abrigos y paraguas, pedir la bebida y algo de picoteo mientras esperábamos los platos y comenzar a ponernos al día de inmediato de cómo van los proyectos de cada uno, de qué planes hay para el futuro, de lo bien que se está vendido Capitán Nadie y su continuación, El Regreso de Capitán Nadie, ambos de Pepe. Javi contaba una conversación de lo más interesante que había tenido días atrás con una editorial que parece quiere apostar muy, muy fuerte por su primera novela que, ya os lo digo, va a ser un bombazo. Tuve la suerte de leerla hace un par de meses y es que uno se la lee del tirón. Y yo… pues a lo mío, comentando cómo me van las cosas con Sandra (que no pueden ir mejor) y poniéndoles los ojos como platos al contarle qué editorial se ha interesado por Hijos de Heracles, que por ahora no voy a anunciar hasta que la cosa esté avanzada, pero con la que ya he empezado a trabajar en determinados aspectos de la novela. Como no puede ser de otro modo, nos tentó la idea de ponernos a criticar a todo el mundillo literario, pero supimos controlar nuestros más bajos instintos y la conversación fue, como siempre que nos juntamos, de lo más entrañable, amistosa, enriquecedora y positiva que podáis imaginaros. Y al cabo del rato, Javi, como siempre Javi, comentó algo que creó que todos pensábamos en ese momento: “¿no os parece increíble estar sentado en una mesa, hablando de literatura y del mundo literario, con otros escritores?”. En ese sentido, he de reconocer que en Sevilla somos privilegiados. No sólo nosotros tres que nos juntamos el sábado, sino algunos otros, como los amigos de Sevilla Escribe (que vinieron a la mesa redonda, como no podía ser de otro modo). El ambiente de fraternidad literaria que se respira por aquí es envidiable. Tan a gusto estábamos junto a aquella chimenea que pensamos en la posibilidad de traernos hasta allí a los asistentes al acto que tendría lugar poco después, por aquello de no perder el ambiente, ni el calor. La idea se nos fue de la mente tan pronto como pedimos la cuenta… para la próxima, nos hemos juramentado para no pedir absolutamente nada que no aparezca en la carta. Nos fuimos buscando un aire más limpio y lo que nos encontramos fue con uno mucho más húmedo y frío. No paraba de llover y cuando llegamos a la Feria del Libro, los Stands estaban cerrados, apenas se veía un alma. Es una auténtica pena, porque el esfuerzo económico y de medios ha sido más que importante, y ver aquel jardín, que debía rebosar de gente mirando unos libros y otros, completamente vacío fue una imagen desoladora. Tuvo, eso sí, un punto positivo, y es que se cambió el lugar previsto para dar la charla. Estaba programado que se llevara a cabo en una carpa, grande y vistosa, pero carpa al fin y al cabo, con sus rendijas en cada esquinita para que el aire, que soplaba y mucho, pudiera campar a sus anchas y cortarnos hasta las ideas. Pero debido al mal tiempo cambiaron el lugar y pudimos estar, muy cómodamente instalados, en una sala interior, con su calefacción, sus micros y todo. La verdad, que con el día
Vacío
Esa es la sensación con la que acabé el sábado a las 4:01 h. de la mañana. Llevaba ante el ordenador unas 10 horas (casi sin descanso), pero no quería dejarlo… Estaba escribiendo las últimas páginas de PECADO CAPITAL. Empecé el proyecto a finales de Marzo, así que han sido 9 meses muy intensos. No sabéis cuánto. Para empezar, la historia, como siempre me pasa, se ha desarrollado por cauces que no eran los previstos cuando la descubrí y algo me empujó a escribirla. Fue durante un viaje a la ciudad de Lerma, dónde conocí a su famoso Duque, el maravilloso palacio que levantó en la villa, la singularidad de su historia, de su ascenso en la Corte española de Felipe III y su posterior caída en desgracia. Pero también conocí allí la historia de otro hombre mítico para la historia de España: el Cura Merino, héroe de la guerra de independencia contra los franceses. Tanto me impactaron los dos personajes y su entorno que decidí escribir sus historias. La idea original era enlazar la historia de ambos en una misma novela, narrando lo que ocurría en una época y otra de la historia mientras que el Duque iba levantando en Lerma edificio tras edificio, gastando una fortuna inmensa en ello mientras que España se encontraba en la más absoluta de las ruinas y el cura emboscaba a los franceses hasta el punto de desesperar a Napoleón. Esa era la idea original. Pero… ¡Ay!, las novelas tienen vida propia… Como tenía que comenzar a documentarme con alguno de los dos personajes, me daba igual cual, hice un rastreo por internet sobre libros que hablaran de uno y otro. Del Duque había más información disponible, así que me decidí a empezar por él. Y el primer libro que compré para iniciar la investigación: El Duque de Lerma, Realeza y Privanza en la España de Felipe III, le dio un vuelco total al planteamiento de la historia. La vida política del Duque, y sus problemas personales y familiares, eran tan profundos, tan intensos, que la idea de centrar su historia en base a las construcciones en Lerma no se sostenía por ninguna parte. Aquellas construcciones eran el efecto, y no la causa, de la importancia del Duque. No podía, por tanto, mezclar su historia con la del Cura Merino. Durante un tiempo intenté casarlas, buscarles vínculos, tenía incluso pensado cómo se presentarían los cambios entre una época y la otra… Pero nada… la novela empujaba por otro lado y ante eso, amigos, hay que rendirse. Y hay que rendirse porque si fuerzas algo hacia dónde no quiere estar, el resultado es antinatural, la historia se resiente, deja de parecer verídica para convertirse en algo artificial y pierde toda la frescura, o la profundidad, que realmente debería tener. Durante los tres o cuatro primeros meses prácticamente no escribí nada. Me dediqué a investigar, a leer, a tomar notas, a conocer a cada uno de los personajes que aparecen en la historia, porque absolutamente todos, menos una honrosa excepción, son personajes históricos, y lo que se cuenta acerca de ellos es cierto, o al menos, todo lo cierto que ha llegado hasta nuestros días. Al final, los títulos de la bibliografía que he consultado para escribir esta historia suman un total de 48. No todos son libros, claro; hay muchos ensayos, artículos, documentos antiguos a los que pude acceder gracias a la maravillosa herramienta de Google Books… y evidentemente no he leído de cabo a rabo esos 48 títulos. Algunos sí, otros sólo los he consultado para buscar determinada información. Pero las horas dedicadas a la investigación de esta novela han sido innumerables, tres, cuatro o cinco veces más de las dedicadas a escribirla. Y claro, como la obra va por dónde ha querido (aunque tenía un esquema de 40 folios que he seguido escrupulosamente con lo que debía ir contando en cada capítulo), el resultado es un tanto… ambiguo, extraño, no sé… Me explico: No se trata, desde luego, de una novela “al uso”. Me refiero a que no tiene una estructura novelesca, con sus descripciones sobre personajes, lugares y demás. Estas cosas existen, claro, a lo largo de la novela (existen de modo incluso fanático, porque me he negado a describir cualquier lugar o físico de persona de la que no tuviera una idea clara). Pero no es una novela del tipo a las que estamos acostumbrados. Sin embargo, no es tampoco una crónica de lo ocurrido, porque los personajes tienen una importancia terrible a lo largo de la novela. De hecho, todo lo que se cuenta es para explicar los motivos de por qué cada personaje actuó de tal o cuál forma. Tiene además, mucho de libro de historia, de divulgación histórica me refiero. Se habla con profundidad de los acontecimientos nacionales e internacionales que se suceden a lo largo de los años. Por ejemplo, la importancia de los problemas económicos está patente en todo el libro. También las relaciones internacionales. Hablo con muchos detalles y profundidad de temas como la Paz de Vervins, la guerra de Saboya, y de otros como la triunfal entrada de la Reina Margarita en Madrid con motivo de su boda. Algunos tal vez crean que aportar tantos datos históricos sea un error, que puede apartar al lector de la obra. No estoy de acuerdo. Creo que, sin todo ese ambiente, sin conocer todos los detalles de lo que ocurría a su alrededor, sería imposible entender las motivaciones de los personajes. Y en esta obra lo importante son, sin duda alguna, los personajes. Os pongo un ejemplo: Francisco de Sandoval y Rojas comenzó su vida en la corte como Marqués de Denia. Pero su casa, aunque tenía una antigüedad mayor o al menos igual que la de Medina-Sidonia, u otras, se encontraba en la ruina. Y llevaba así varios siglos… Sin conocer cuál era la verdadera situación de la familia Sandoval, no podemos entender por qué Francisco se lanzó a degüello, a por todas, arriesgándolo
La Vida Propia de la Novela
Durante el encuentro de literatura fantástica de hace unos días, hubo un tema recurrente: ¿los personajes de una novela pueden llegar a cobrar vida propia o por el contrario deben permanecer bajo el control del autor? Hubo opiniones para todos los gustos: Nerea Riesco, José Carlos Somoza, Javier Márquez, Pepe Carrasco y José Ángel Muriel comentaban que a ellos los personajes sí se les rebelaban en ocasiones del papel que ellos, como autor, les habían asignado, y que eso podía llegar a enriquecer sus novelas . Por su parte, Santiago García-Clairac declaraba que en absoluto permitía que eso le pudiera suceder. Sus personajes existían con un propósito concreto, que él, como autor-arquitecto (Santiago comparó en varias ocasiones la labor del escritor con la del arquitecto por aquello de organizar la trama, los personajes, etc…) les había otorgado y que, como subordinados a él, tendrían que cumplir tal y como estaba marcado. Bueno, pues yo no voy a entrar en si un personaje puede cobrar vida o no. En realidad, voy a ir un poco más allá. Y es que, lo que de verdad está vivo no son los personajes de la novela. No, lo que realmente está vivo es la novela en sí misma. Suele decirse que no es el escritor quien elige la historia, sino la historia quien elige al escritor. No sé yo si eso será verdad, pero lo que sí es verdad es que, normalmente, el escritor no hace con la historia lo que tiene pensado desde el principio. Para nada. Lo normal es que el autor tenga un momento de inspiración, ¡CHAS! ¡ESTO SERÍA UNA HISTORIA GUAPÍSIMA (OTROS DIRÁN COJONUDA) PARA CONTAR! Vale… la historia te atrapa y quieres contarla. Y ahora, te pones ante el ordenador, o el papel o la máquina o las notas y empiezas a darle forma… ¡Y nunca termina con la forma que has pensado darle! Pongo un ejemplo: HIJOS DE HERACLES. HIJOS DE HERACLES es mi segunda novela. Hoy es una novela histórica que cuenta lo ocurrido en Esparta entre los años 735 A.C. y 655 A.C., momento en el que se dio forma a la idiosincrasia espartana y sus habitantes dejaron lo que era una vida rica en cuanto a cultura y economía para cerrarse en sí mismos y convertirse en el mito de hombres y mujeres valerosos y abnegados que ha llegado hasta nuestros días. Pero esa no era la idea original. Al principio, esa novela comencé a concebirla como la continuación de mi primera novela: LA PIEDRA DE ALDUR, una historia de fantasía épica. Vamos, nada que ver una cosa con la otra. Un día, sin embargo, se me encendió la luz, llegó la inspiración, me miraron las musas, o lo que quiera que pasara. Pero de pronto me di cuenta de que la historia que estaba empezando a escribir (la de dos hermanos enfrentados), no tenía nada que ver con la primera y que estaba escribiendo algo con entidad propia, completamente ajeno a lo anterior. Decidí que el pueblo en el que esos hermanos crecieran debía ser duro, especialmente duro , manteniendo a sus habitantes bajo un yugo cruel. Y para eso, comencé a estudiar al pueblo espartano. Un día le mandé los 8 primeros capítulos (de un total previstos de unos 15) a Leonardo Ropero, un buen amigo y gran escritor. Y tanto había estudiado al pueblo espartano, que cuando llevaba leídos 4 capítulos me dijo: “Teo, esto es en realidad una novela histórica fuera de contexto. ¿Por qué no escribes la novela histórica que hay aquí dentro en realidad?”. Bueno, no lo dijo con esas palabras, pero sí con ese sentido. Lo cierto es que yo le había estado dando vueltas a esa posibilidad, había buscado un periodo histórico que pudiera encajar con la historia, pero no lo había encontrado. Sin embargo, tras las palabras de Leo, me animé de nuevo e intenté una nueva búsqueda. Y de repente, ahí estaba. Había un momento en la historia de Esparta en el que varios acontecimientos que yo había imaginado para mi historia de fantasía épica encajaban como un guante. Pero claro, ese periodo histórico aparecía enriquecido con tramas paralelas maravillosas, intrigas y asesinatos. Y lo más importante: los dos hermanos sobre los que yo estaba basando la novela fantástica que escribía, encajaban a la perfección con dos personajes históricos. Además, uno de ellos era motivo de una controversia histórica interesante, lo que me permitía jugar con su vida de forma increíble. Y para colmo, se trataba de un periodo de la historia de Esparta fascinante ¡Y SOBRE EL QUE NO HAY NADA ESCRITO! Es muy anterior a las Termópilas, que se ha erigido como lo único de importancia en la historia espartana. Es, de hecho, un periodo tan oscuro, que cuando me puse en contacto con un especialista en la historia de Esparta para comentar el proyecto y solicitar su ayuda en determinadas cuestiones (a lo que accedió muy amablemente durante varios meses), me dijo textualmente: “me alegro de que alguien, por fin, se atreva a escribir algo sobre la Esparta arcaica, aunque dicho proyecto sea una locura”. Terminé la novela, por supuesto. Durante el pasado mes de Agosto, Sandra, mi agente, la ha leído y valorado. Hace unas semanas me llegó su comentario sobre ella. Pero lo que me comenta ya os lo diré otro día, que esta entrada es para hablar de otro asunto. Algo parecido a todo esto me pasó con Pecado Capital, que es el proyecto en el que trabajo ahora, como algunos ya sabéis. Pero eso os lo cuento también otro día. Así que, volviendo al tema principal… Algunos dicen que sus personajes cobran vida mientras escriben una novela. La verdad, no me sorprende. A mí, me cobran vida las novelas completas: personajes, situaciones, fechas… e incluso historia. A lo mejor soy uno de esos a los que una historia ha elegido para ser contada. ¿Quién sabe?
Encuentros Fantásticos
Hace justo un año, estaba completamente solo. Sí tenía una novela terminada, que además, mandaría en unos meses al Premio Minotauro. De hecho, estaba convencido de que tenía posibilidades de ganarlo. Pero no tenía ni idea de cómo se movía el ambiente editorial, qué pasos eran los más adecuados para un escritor novel, o incluso los más inadecuados… vamos, que estaba perdido. Y hace justo un año, eso, comenzó a cambiar. Fue a raíz del II Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas. Yo no me enteré de que se iba a celebrar hasta una semana antes, entonces decidí que era buena idea y necesario que acudiera. Además, uno de los ponentes era un autor al que deseaba conocer: Javier Negrete. No conocía de él más que el hecho de ser el penúltimo ganador del Minotauro. ¡Tenía que hablar con ese hombre como fuera! Así que allá me presenté, pague mi inscripción (un precio ridículo, creo que fueron 8 o 10€) y me senté a escuchar de qué iba todo aquello. De entrada, me sorprendió ver que había bastante gente; mucho más de una cincuentena. Al final me enteré que la asistencia fue de más de 70 personas. Además, algunos venían de lejos, incluso de Madrid. El primer discurso corrió a cargo de Rafael Marín. Para mí, entonces, un completo desconocido. Se titulaba: NO ES LA RAMITA DE PEREJIL: ES LITERATURA. Y en mi opinión resultó apoteósico. Rafa, a quien ya puedo llamar así, hizo una explicación impresionante de por qué la literatura fantástica no debería considerarse como un simple adorno (de ahí el título, emulando a Arguiñano, supongo), algo menor dentro del panorama de la literatura. A partir de ahí, la jornada resultó terriblemente corta. A continuación, David Mateo hizo un repaso por la historia de la literatura fantástica en España. La verdad es que se curró muchísimo la presentación. Toda una lección de erudición. Tras la presentación de una obra de Alfonso Merelo, con quien he tenido el gustazo de coincidir en alguna otra ocasión, se hizo una pausa para el almuerzo. La sensación de soledad continuaba, claro, porque de los que había allí no conocía a nadie, exceptuando a mi acompañante. Pero una cosa llevó a la otra, Negrete me firmó muy amablemente con dedicatoria incluida Señores del Olimpo (muy recomendable), y… me acerqué tras media hora de dudas a un grupito que se había formado por los pasillos donde se celebraba el aperitivo. Y entonces, se acabó el estar solo. La charla fue terriblemente interesante. Casi nadie conocía al otro y sin embargo, nos unía el gusto por la literatura, y por lo fantástico. Uno de ellos era Joaquín Revuelta (de quien no voy a empezar a hablar porque como empiece no paro… todo para bien, por supuesto). Otros dos se convirtieron en amigos y compañeros en un abrir y cerrar de ojos. El último era todo un personaje, al que lamentablemente he perdido la pista.Nos fuimos a tomar a tomar un café antes de la sesión de la tarde. Ángel, (uno de los recién conocidos) no paraba de enseñarle sus textos a todo el que se le acercaba. Los guié hasta un pub de estilo inglés cercano al centro donde se celebraban las conferencias y cuando llevábamos allí como 20 minutos, aparecieron Rafa Marín, Javi Negrete, Juanmi Aguilera, y alguno más. Se sentaron en la mesa junto a la nuestra, pero ellos a su historia y nosotros a la nuestra. Hasta que alguien les preguntó algo y entonces, Rafa nos miró y nos dijo: acercad la mesa, si estáis tan lejos no podemos hablar. Y allí nos tiramos el resto del descanso hablando con primeros espadas de la literatura fantástica de España como si nos conociéramos de toda la vida. Luego hemos vuelto a coincidir en alguna otra ocasión, y la verdad es que el buen rollo, la amabilidad y la simpatía que destilan todos los encuentros es formidable. Ya digo, como si nos conociéramos desde hacía años. Regresamos al centro para continuar con la jornada, que comenzó con una mesa redonda que dio para tanto que se hizo necesario continuarla unos meses después en otro encuentro del que ya hablaré. Para terminar, Juanmi Aguilera y Javi Negrete nos hablaron durante dos buenas horas de las ucronías y de sus trabajos en ese sentido. Por la noche, algunos se fueron a cenar con estos personajes. Yo no pude… A raíz de ese encuentro, surgió una buena amistad entre varios de los asistentes. Además, conocí la existencia de Sedice, que tanto me ha ayudado personalmente. Pero lo más importante, fue que ese día comencé a descubrir qué había detrás del mundo editorial, como funcionaba y se movía. Y además, hice buenos amigos relacionados con la literatura. Y este año, la historia se repite… Los días 3 y 4 de Octubre se llevará a cabo el III Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas. La cosa para mí ha cambiado tanto, que ahora formo parte del equipo organizador de dichos encuentros. Y el programa para este año es de auténtico lujo. Sólo os voy a decir, que la inauguración corre a cargo de José Carlos Somoza, que además formará parte de una mesa redonda al día siguiente, sábado, junto a Rafa Marín, y dos buenos amigos: Javi Márquez y José Ángel Muriel. Habrá también una conferencia temática sobre el universo del Ejército Negro, de Santiago García-Clairac y pondrá la guinda al fin de semana Nerea Riesco. ¿Es o no es un cartel de Lujo? Pues eso… que si no sabes cómo funciona el mundo literario, si eres un autor novel que busca a otros en su misma situación, si eres seguidor de alguno de los autores que forman parte del programa o simplemente, te gusta la buena literatura, no puedes dejar de asistir el viernes 3 y el sábado 4 de Octubre al III Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas. Además, ¡yo estaré presente!