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La compra de Luisiana

Seguro que habéis visto multitud de referencias en películas y series americanas al tema del que vamos a hablar hoy. Quizás pueda parecer en principio que es un episodio histórico que nada tiene que ver con la historia de España, pero nosotros también estuvimos involucrados en todo aquel fenomenal embrollo, al menos al principio. Y además rondaba por ahí un tal Napoleón Bonaparte, lo que aumenta el interés de esta historia. Así que hoy os acerco de la que podría considerarse el negocio más rentable de la historia (con permiso de la adquisición de Manhattan): la compra de Luisiana. Porque éste, queridos míos, es el origen del lejano Oeste de las películas clásicas. ¿Cómo no va a ser eso apasionante?

Los orígenes de la compra de Luisiana


Toda esta historia empieza allá por el 1800, durante las guerras napoleónicas, con un intrigante acuerdo secreto entre España y Francia: el tratado de San Ildefonso. Aquello fue un auténtico intercambio de cromos: España ofreció sus regiones norteamericanas a cambio de diversos territorios franceses en la Toscana. ¿Y de qué regiones hablamos? Pues poca broma, porque era un territorio de dos millones de km2 que iba desde el actual estado de Luisiana, en el golfo de México, hasta Montana, estado fronterizo con Canada.

El supuesto (y no muy meditado) truco en el que se amparaba España era en que, según ese tratado, Francia tenía la obligación contractual de ofrecer dicho territorio de manera preferente a España en caso de querer venderlo. Podría parecer un mal negocio para España, pero teniendo en cuenta que el antaño glorioso imperio estaba sumido en ese entonces en una situación económica desastrosa, quitarse de encima un territorio que sólo le aportaba gastos pareció una magnífica idea.

Mapa de los Estados Unidos que muestra la extensión de Luisiana, compra de Luisiana

Los franceses, unos lumbreras


Tanto era así que a los dos años de haber conseguido dicho territorio, y sin saber qué hacer con todas aquellas tierras, los franceses ya querían quitárselo de encima. Su colonia en Haití se había declarado independiente, así que la zona de Luisiana dejaba de tener importancia estratégica para los galos. Sin embargo, ni por asomo querían vendérselo a los españoles (que tampoco habrían podido pagarlo) como dictaba su anterior acuerdo. Napoleón, por aquel entonces primer cónsul francés, no tenía muy claro cómo proceder. Con los españoles fuera de la mesa de negociaciones, sólo cabía dos opciones: mantener la región en posesión pero dejarla abandonada a su suerte, con el riesgo de que los británicos se hicieran con ella tarde o temprano; o vendérsela a un tercer actor en liza con unas ganas locas de expandirse: los estadounidenses.

Napoleón no imaginó lo que la compra de Luisiana por parte americana comportaría a largo plazo (el establecimiento del país más poderoso del planeta), pero en ese momento era el menor de los males para Francia. Según declaró el propio líder galo, el beneficio económico de esta venta no iba a ser muy relevante. No, era más bien una estrategia con un doble sentido: por un lado debilitar la influencia de los ingleses introduciendo un nuevo competidor, los Estados Unidos; y además evitar que las colonias españolas en Norteamérica volvieran a reunificarse.

Ilustración de Napoleón

La negociación de la compra de Luisiana

Y de este modo, Francia le ofreció a los Estados Unidos la compra de Luisiana. Cabe destacar que al principio los estadounidenses no tenían interés alguno en adquirir todo el territorio. De hecho, los emisarios del presidente Thomas Jefferson fueron a Francia, en 1801, con la idea de negociar sólo por la parte ribereña que daba al golfo de México. Imaginad su sorpresa cuando los franceses pusieron sobre la mesa toda la región que controlaban, de norte a sur. Esto suponía extensas regiones no sólo deshabitadas, sino también inexploradas. Lo hemos visto en cientos de películas sobre el salvaje Oeste (aunque eso vendría luego).

La oferta fue tan inesperada que no todos los estadounidenses vieron con buenos ojos la compra de Luisiana. No sólo porque suponía quebrantar en cierta medida algunos postulados de la Constitución, sino porque temían que Gran Bretaña no se tomara la compra muy bien, dadas sus pretensiones de conseguir ese territorio. Además, suponía un acercamiento a Francia, el gran enemigo de los ingleses en ese momento. Era un movimiento hasta cierto punto peligroso.

Contrato de la compra de Luisiana

La firma de la compra de Luisiana


Pero al final el negocio era tan evidentemente lucrativo que Estados Unidos aceptó firmar el contrato. El Senado lo ratificó con una mayoría amplia y el acuerdo con Francia se cerró en París con las firmas de Robert R. Livingston, el presidente James Monroe y el senador francés Barbé Marbois. El montante final se quedó en tres centavos por acre, unos 23 millones de dólares. Es cierto que para un país casi recién nacido era una cifra muy a tener en cuenta, pero habida cuenta de lo que vendría después, no cabe duda de que aquella fue una de las mayores gangas de la historia. Aunque es cierto que queda muy por detrás de la compra de la isla de Manhattan a los indios canarsie, que costó… 24 dólares.


En cualquier caso, de la noche a la mañana Estados Unidos había duplicado su territorio. El 10 de marzo de 1804, franceses y estadounidenses formalizaron el traspaso definitivo del territorio. La bandera francesa dejó de hondear en suelo ya de Estados Unidos, aunque el proceso había comenzado unos meses antes. Las tropas del ejército de Estados Unidos llevaban todo ese tiempo ocupando las zonas adquiridas para mantener el orden y facilitar el traspaso de poderes. Y en cuanto al territorio todavía por descubrir, empezaron a planearse diversas misiones para cartografiar el territorio e iniciar la ocupación. Entre ellas, la más famosa de todas, la expedición de Lewis y Clark, y que daría paso a esa época que nos resulta tan familiar, la del salvaje Oeste. Pero de eso hablaremos en otro artículo si veo que os gusta la idea. ¡Decídmelo en los comentarios!

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

  • Luisa

    Para aquel que se esté planteando en este momento si merece la pena arriesgar, leer este artículo podría darle el empujón que necesita. ¿No te parece, Teo? Una entrada increíble y por supuesto, espero con ansias la del salvaje oeste. Un beso

  • Francisco Javier García Peramato

    Muy buen artículo Teo

  • Auria Plaza

    Teo, me encantó. No sabía cómo había sido la historia de esos territorios

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