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Agripina y Nerón: una familia muy particular

Suele ocurrir que cuando escribimos novela histórica utilizamos personajes que incluimos para dar profundidad al contexto histórico, por su importancia relevancia, por su carisma natural, pero que en realidad no nacen con afán de protagonismo. Y aún así son imprescindibles. Es imposible entender una novela sobre el Imperio romano del siglo I sin hacer referencia a uno de los emperadores más famosos (y repudiados) de la historia: Lucio Domicio Enobarbo, más conocido como Nerón. El lector está esperando que se le mencione, que se hable de él. Así que, obviamente, así lo hice en mi novela Muerte y cenizas. Y, aunque de este personaje se ha dicho ya todo, ¿qué tal si le dedicamos un artículo un tanto distinto, con una co-protagonista a la altura? Ni más ni menos que la propia madre de Nerón, Agripina.


Nerón, destinado a ser un monstruo



Cuando se casó con el cónsul romano Cneo Domicio Enobarbo, Julia Agripina no podía imaginar lo que el futuro le depararía. Pero por lo visto su marido sí. En un alarde de amor paterno (nótese la ironía), Domicio dijo, literalmente, que «de la unión de Agripina y yo sólo puede salir un monstruo». Visto ahora, con el conocimiento de la historia que tenemos, nos sentimos tentados a pensar que el cónsul tenía el don de la premonición.

De todos modos, había mimbres para ser pesimistas. Agripina, la futura madre de Nerón, era ni más ni menos que la hermana de otro emperador de funesto recuerdo, Calígula. De las supuestas depravaciones de éste han corrido ríos de tinta, entre ellas las relaciones sexuales que mantuvo con todas sus hermanas, incluida Agripina. De quien además se dice que se prostituyó con diversos miembros de la corte y que, incluso, acabó encamándose también con el propio Nerón.

Agripina, madre de Nerón

Agripina y Nerón se hacen con el poder



Todo parecía indicar pues que el reinado de Nerón estaba destinado a los excesos de su emperador. Su camino hacia el poder fue un buen indicativo, ya que no habría ascendido al trono de no ser por la caída de su tío Calígula, quién además había dejado de ver con buenos ojos a Agripina. Pero cuando Calígula murió y Tiberio Claudio se hizo con el imperio, su camino quedó allanado, en especial porque Claudio tomó como esposa a Agripina, su sobrina. Ya veis que aquí todo queda en familia.



Nerón se convirtió en el heredero de Claudio cuando éste decidió adoptarlo, allá por el año 50, momento en el que tomó el nombre por el que todos lo conocemos: Claudio Nerón César Druso. De estar destinado a ser olvidado por la historia, a la inmortalidad de la fama, ya que incluso su cara apareció en las monedas que su tío emitió durante su reinado. Normal que se le subiera a la cabeza. Sobre todo cuando, a los catorce años, se le nombró procónsul y tuvo acceso al Senado. Y para no perder la tradición familiar, se casó con su hermanastra Claudia Octavia.

Ilustración de Nerón


Nerón contra Agripina



Y entonces, un buen día (o uno malo, depende de a quién preguntemos), Nerón ascendió al trono del Imperio romano. Lo cuál sólo podía significar que su padrastro, Claudio, había muerto. Un inicio un tanto perturbador, ya que dicen las malas lenguas que el anterior emperador fue asesinado nada más y nada menos que por su esposa y madre del heredero, nuestra ya tan querida Agripina. Sólo son rumores, pues jamás se encontró una prueba y por supuesto una acusación formal del regicidio.

Ayudado o no por Agripina (qué no haría una madre por su hijo), el caso es que Nerón tomó posesión como emperador a unos tiernos dieciséis años. Esto implicó que durante sus primeros tiempos al mando la influencia de su madre fuera patente. Quizás por eso fue una época benigna para todos: Agripina sería muchas cosas, pero como administradora demostró estar a la altura de un emperador, pues trató de manera efectiva los asuntos que se les presentaron, dejando además que el Senado también tuviera influencia, lo cual evitó agravios y posibles conspiraciones.

Pero las cosas estaban a punto de complicarse para aquella madre coraje (de nuevo, ironía). Como es ley de vida, el muchacho entró en la edad del pavo y empezó a dejarse llevar por el ímpetu propio de un adolescente. Aunque para entonces Nerón ya estaba casado con Claudia Octavia, el chaval tenía las hormonas revolucionadas y se encaprichó de una liberta llamada Claudia Actea. Cuando su madre se enteró de aquella infidelidad, se puso de parte de Octavia y le ordenó a Nerón que dejara a Actea. Y claro, basta que le prohibas algo a un adolescente para que lo haga con más ganas.

Cuadro de Nerón arrepentido tras matar a su madre Agripina

Conclusiones



La relación entre madre e hijo se agrió cada vez más, sobre todo por culpa de cierto consejero y tutor de Nerón, un tal Séneca. El cuál, por cierto, le fue comiendo también la oreja con respecto al supuesto rival más destacado del emperador, Británico, hijo biológico de Claudio. Oponente que a su vez había sido camelado por una Agripina airada al verse apartada del gobierno. Problema que, milagro de los dioses, se solucionó cuando Británico murió de manera bastante conveniente y sospechosa. Lo cuál llevó a que Nerón echara definitivamente de su vida a Agripina.



A partir de entonces, Nerón no hizo más que aumentar su poder hasta convertirse en un auténtico megalómano y en el tirano por el que pasaría a la historia. El gobierno empezó a resentirse de sus cada vez más extravagantes decisiones, en especial conforme se deshacía de sus consejeros. Aunque la peor parte, por supuesto, se la llevó su madre, y de nuevo por un calentón: esta vez se enamoró de Popea Sabina, esposa del futuro emperador Marco Salvio Otón, y con la que quiso casarse. Como necesitaba el permiso de su madre, y sabía que ésta se opondría, ¿cuál fue la imaginativa solución que se le ocurrió? Habéis acertado: ordenó su asesinato, allá por el año 59. Aunque también se discute si el verdadero motivo fue que Agripina, que no escarmentaba, estaba de nuevo conspirando contra Nerón.

Fascinante, ¿verdad? Y luego nos sorprendemos con las conspiraciones de Juego de Tronos. ¡Hasta tenemos una profecía! Pues también se dice que cuando Agripina le preguntó a unos astrólogos si su hijo sería rey algún día, estos le revelaron que sí, pero que igual no le hacía tanta gracia lo que eso supondría: «Será rey, pero matará a su madre». ¿Sabéis cuál fue la respuesta de Agripina?: «¡Que me mate con tal de que reine!».

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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