Que la música ha sido algo universal e intemporal es un hecho. Que ha sido usada de mil formas diferentes también lo es.
En Hijos de Heracles dediqué algún capítulo a la creación de la música moderna y aparecían algunos personajes que fueron claves para desarrollar ese arte tal como lo conocemos hoy. También en la Predicción del Astrólogo hablo de la música árabe de la época. Cito algunos instrumentos y se escenifican algunos pasajes, fiestas principalmente, en los que la música formaba parte primordial. En alguna ocasión la uso como ambientación para escenas de cierto contenido, digamos, erótico.
Pero la música se puede usar en muchos otros aspectos. Uno de ellos es el que utilizó Yussuf.
Yussuf Ibn Tasufin fue quien logró conquistar, bajo las oraciones almorávides, todo el norte de África y posteriormente también Al-Ándalus. Lo hizo apoyándose en el fervor religioso de sus hombres, forjados con el fuego del sol del Sahara y las durísimas restricciones que impuso Ibn Yasin, un jurista malikí, entre las tribus Sinhaya. Pero, además de la guerra santa, Yussuf tenía un arma secreta: los tambores.
Cuando los almorávides pusieron pie en Al-Ándalus con el fin de ayudar a las taifas en su lucha contra los cristianos del norte, no trajeron solo espadas y monturas. Traían además unos grandes escudos fabricados con piel de hipopótamo. Ese mismo material lo habían usado para crear sus tambores. Cientos, miles de tambores de varios tamaños que atronaban el campo de batalla, marcando el ritmo de las acciones y amedrentando a los enemigos.
En la batalla de Zalaca, en la que Alfonso VI estuvo a punto de perecer aunque consiguió huir con una grave herida en una pierna, los tambores almorávides ensordecieron a los cristianos y fueron parte importante de la aplastante victoria conseguida por los árabes.
Sin embargo, la música andalusí era mucho más amable que el sonido de los tambores almorávides. Y, por lo que parece, mucho más cercana a nosotros de lo que podríamos llegar a imaginar.
Hace un par de años, tuve la ocasión de conocer a Antonio Manuel, autor de un libro que llamó muchísimo mi atención, una obra estupenda titulada LA HUELLA MORISCA. En ella, Antonio Manuel pone de manifiesto el modo en el que nos han saboteado la historia por medio de eliminar de raíz varios siglos de lo que en realidad sucedió en la Península Ibérica.
En su libro, comentaba una anécdota de lo más curiosa con respecto al himno español. Indicaba que había escuchado una “nuba”, una canción tradicional árabe, que sonaba prácticamente igual que el himno que, según dicen, fue compuesto hacia el siglo XVI.
Bien, pues aquí está la canción árabe. Una obra de uno de los grandes personajes del siglo XI: Avempace. Juzgad vosotros.