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Una entrevista con sabor a clásico

Hoy traigo una extensa entrevista, la más extensa que he realizado hasta la fecha. Es una entrevista en cierto modo especial, porque, si bien todas las que he llevado a cabo han sido a amigos, éstos se encontraban todos en la lejanía de internet. No es el caso de la que os presento hoy. Entrevisto a un buen amigo, una persona a la que tengo un gran cariño y afecto.

 

 

Además, esta entrevista abre la puerta para un nuevo paso en mi camino desde que empecé a escribir, y es que con ella comienzo a colaborar con algunas revistas de tirada nacional. Espero que disfrutéis ella. Veréis que no tiene desperdicio.

 

 

Javier Márquez Sánchez nació en Sevilla, en 1978. Es periodista y escritor, y ha trabajado en Madrid, San Sebastián y Sevilla para diversos medios de comunicación de prensa y radio. Actualmente es subdirector de la revista Cambio16, además de colaborar habitualmente con otras publicaciones como Cuadernos para el Diálogo, Interfilms o Efe Eme.

Ha participado en la elaboración de la enciclopedia musical Canciones de Oro (Planeta, 2004), y es autor de una veintena de relatos. Su primer libro, en el año 2004, llegó de la mano de la editorial Milenio y de su dúo musical favorito: Paul Simon & Art Garfunkel. Negociaciones y canciones de amor, al que siguieron unas guías biográficas para la revista Efe Eme: Bruce Springsteen. El espíritu del rock (2005) Neil Young. El rockero indómito (2005) y Paul Simon. El maestro artesano (2006). En el año 2006, un peculiar combinado de música, historia, política y crónica social dio como resultado Rat Pack. Viviendo a su manera, publicado con notable éxito de público y crítica por la editorial Almuzara, y traducido a varios idiomas. Al año siguiente se publicó Elvis. Corazón solitario (2007, Almuzara). La misma editorial ha apostado ahora por publicar su primera novela, La fiesta de Orfeo (2009).

 

 

P: Es usted periodista, biógrafo, y ahora, además, se atreve con la narrativa. ¿Qué tiene el mundo de las letras para que lo haya subyugado de ese modo?

R: No creo que sea tanto el mundo de las letras lo que me fascina como el deseo de contar historias. El cine y la literatura me han apasionado desde niño, y siendo algo mayor descubrí también la capacidad narrativa de una canción. Pero hacer una película o grabar un disco, además del talento evidente, exige mucho más elementos, al contrario que la literatura, donde solo necesitas papel, lápiz y una buena idea. En ese sentido, no aspiro a ser un gran literato, pero sí desearía que mis historias hiciesen pasar a los lectores tan buenos ratos como suelo experimentar yo con muchos libros o películas. Prefiero que me digan que se han divertido con mi libro a que alaben las posibles cualidades técnicas de éste. Sólo aspiro a contar historias que emocionen y entretengan.

P: Sus anteriores trabajos, todos ellos de divulgación, estaban dedicados a grandes personajes del espectáculo: Frank Sinatra, Elvis Presley… En su primera novela también utiliza como personaje principal a un actor de gran fama, Peter Cushing. ¿Es usted tan mitómano como parece, o el hecho de usar a este tipo de personas para sus trabajos se debe a otro tipo de consideraciones?

R: Mitómano cien por cien. De hecho, el germen de la novela reside precisamente en el deseo de reproducir esa agradable sensación de diversión, de misterio e inquietud que desprenden las películas de Cushing y de la factoría Hammer, con ese cierto toque de ingenuidad atribuido por el paso de los años a este cine. Y qué mejor protagonista que el propio Cushing en el marco del rodaje de la película que dio origen a todo este fenómeno. Me parecía una idea fascinante que se me ocurrió, como siempre, por casualidad, mientras buscaba otra manera de dar salida a una trama policiaca con tintes esotéricos de la que poco quedó en la historia definitiva. Hammer films era un estudio británico de medio pelo que acabó marcando la pauta del cine de terror en todo el mundo durante más de una década. ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? En los libros de historia del cine está la explicación, claro, pero me resultó excitante ir más allá e inventar toda una trama rocambolesca que explicase qué pudo ocurrir para que un actor afable, y algo apocado, se convirtiera en el rey del terror en la gran pantalla.

P: Tras leer «La Fiesta de Orfeo», puedo decir que podemos catalogar la novela de muchas cosas, pero en absoluto de ser ingenua. Es más, me pareció una trama muy trabajada, con un ritmo trepidante y un desarrollo que atrapa al lector desde el comienzo. ¿Le resultó muy difícil darle forma a una historia que conjuga el misterio, la novela de detectives y ese aire del Londres de los años 50?

R: Cuando hablaba de ingenuidad me refería a ese encanto que tiene el cine de hace varias décadas, cuando el mundo era muy diferente y, en cierto sentido, menos hipócrita. Los buenos eran buenos y los malos, malos. Los personajes soltaban frases lapidarias y nadie decía que no fuera realista. Pensemos en frases famosas de la historia del cine. Cojamos veinte o treinta. ¿Cuántas son de películas rodadas después de 1980? Muy pocas. Ése es el toque que buscaba, con el inspector que hace rabiar a su superior, el profesor universitario con la botella de coñac oculta tras un libro o el malvado que suelta un discurso antes de ejecutar a alguien.

Crear una trama de misterio con este tono y en aquella época… fue algo laborioso, pero no difícil. El momento de la documentación es uno de mis preferidos. Soy muy detallista. No dedico varias páginas a describir un paisaje o un personaje, pero sí me gusta dar datos de marcas, direcciones o cuestiones similares, porque, como lector, me ayudan a creerme más la historia. Un personaje puede beberse un trago de whisky o servirse un Johnny Walker etiqueta negra. Eso se visualiza rápidamente, es un lastre positivo; la imagen de lo que conocemos arrastra a lo que no conocemos para que nos resulte más “real”.

He jugado con esas tres bazas tan bien como pude: revisé a fondo la filmografía de Hammer films para captar las claves del estilo, desarrollé con detalle la trama detectivesca y me documenté a conciencia sobre la época. Y cuando ya lo tenía todo… ¡Yo mismo me encargué de dinamitarlo! Me puse a escribir y las cosas empezaron a tomar otro rumbo, y ese estilo Hammer que quería reproducir fue evolucionando, deformándose y adaptándose a otras influencias. Si algún purista del cine de la Hammer lee la novela pensando en algo fiel, se horrorizará con el final, porque ahí di rienda suelta a mi devoción por las películas de John Carpenter. En cualquier caso, podemos decir que sí es un fiel tributo —o lo pretende— al cine de serie B, donde todo es disparatado, exagerado y entrañable.

P: Hablando sobre los personajes, el peso de la trama podría parecer que recae sobre Peter Cushing. Sin embargo, poco a poco se convierte casi en una novela bicéfala, en la que el personaje de Andrew Carmichael adquiere una importancia vital. ¿Lo tenía previsto de ese modo, o fue uno de esos casos en los que los escritores dicen que el personaje se le fue de las manos?

R: Fue así, efectivamente. Los protagonistas de la historia iban a ser los actores Peter Cushing y Christopher Lee, y contemplaba a una pareja de agentes de Scotland Yard, aunque con un peso claramente secundario. Pero la trama inicial dio un giro cuando, tras contactar con Lee, me pidió muy amablemente que no introdujera en la novela. No fue una prohibición, pero me explicó muy cordialmente que no le gusta que se aireen su nombre y su figura más de lo necesario, algo completamente lógico por otra parte.

 

Me permito hacer un inciso para explicar que, en el caso de Cushing, no he logrado dar con ningún pariente cercano o lejano con el que poder tratar estos temas, y dado que su uso en la historia no tiene por objeto más que rendirle tributo a él y a su trabajo, me he tomado la libertad de seguir adelante en su empleo en la novela…

Como decía, la historia dio un giro y, en ese cambio, la pareja que conforman el inspector Andrew Carmichael y el detective Harry Logan fue ganando cada vez más peso. No estaba previsto sobre el papel. Hay pasajes en mis esquemas iniciales en los que su aparición es puntual, casi anecdótica. Pero ésa es la magia de la creación literaria. Cuando se dice que los personajes cobran vida suena a tópico, pero es verdad. Evidentemente es el autor quien escribe, pero la lógica de sus creaciones va marcando la actuación de cada personaje. Y en el caso de Carmichael y Logan, si yo pensaba en dos frases, tras escribirlas me resultaba imposible no proseguir con otras dos, o con un gesto o un guiño. Al final, di mi brazo a torcer y les concedí el protagonismo que demandaban. Y ni que decir tiene que se convirtió en uno de los grandes alicientes del proceso el concederles unas biografías y unas personalidades a la altura de sus caracteres. Ahora, qué ironía, ya son varios los lectores que me han animado a escribir un nuevo caso del inspector Andrew Carmichael.

P: Vaya… contacta con Christopher Lee, busca a los herederos de Peter Cushing… ¿Para todo es usted tan sistemático y minucioso?

R: Al tratarse de dos personajes reales —hay alguno más en el libro, pero de aparición más anecdótica—, me parecía fundamental contactar con ellos o sus familiares para pedir permiso. En el caso de Cushing, como decía, ha sido del todo imposible. En el caso de Lee logré comunicarme a través un familiar que reside en la Costa del Sol, si no recuerdo mal. El veterano actor fue muy amable y en ese tono me rogó que lo dejase fuera del proyecto.

Es curioso, creo que soy puntilloso para todo excepto a la hora de escribir. Tengo algunos buenos amigos, escritores o profesores de escritura creativa, con los que suelo mantener encendidos debates sobre técnicas, estilos, recursos… Reconozco que, en ese sentido, soy muy intuitivo, nada académico. A la hora de preparar el libro soy muy minucioso, me gusta cuidar todos los detalles. Si escribo sobre un recorrido en coche por Londres me gusta saber qué calles o avenidas va a tomar el personaje, si éstas son transitables o peatonales, de dos direcciones, de una o es dirección prohibida… Si hay un tiroteo quiero saber qué arma se usa, detalles de la distancia, potencia y cargador… Después no describo ni la mitad de esos detalles, pero a mí me sirven para dar más vida a la narración. Sin embargo, a la hora de ponerme a escribir, me impongo pocas cosas más allá de los puntos básicos (narrador, tiempos, etc.). Ya tengo la historia en la cabeza desde el principio, así que, para no aburrirme, me gusta reservarme el… llamémoslo “montaje final” para el momento de la escritura. Así es más fácil que, sin salirse de los márgenes acotados, la novela tenga vida y vaya evolucionando a medida que la historia y los personajes crecen con la escritura. Supongo que será herencia de mi formación periodística, de la necesidad de escribir con agilidad y precisión en poco tiempo y con unos pocos mimbres.

P: Anteriormente nos comentaba que la idea original sufrió algunos cambios. Acaba de decir que se deja margen de maniobra a la hora de desarrollar la historia, aunque tenga las líneas generales. ¿Podría hablarnos sobre cuál ha sido el desarrollo de la historia narrada en La Fiesta de Orfeo, desde la idea original hasta la versión final?

R: Sí, me dejo completa libertad. Hasta ahora me ha ocurrido igual con todos los libros que he escrito. Planteo un esquema de trabajo y a medida que voy escribiendo voy adaptándolo. Normalmente no suele haber giros narrativos de importancia, cambios radicales que den la vuelta a la obra, pero sí que la alteran o pueden afectar al tono.

En el caso de La fiesta de Orfeo, la historia no cambió demasiado desde el momento en que me puse a escribirla, no así los personajes. Tanto la pareja de detectives como uno de los villanos y un clérigo fueron evolucionando conforme los escribía. De hecho, con el libro terminado y corregido, uno de esos personajes exigía más vida, y acabé añadiendo un capítulo completo que, por suerte, pude encajar sin demasiado problema; era evidente que la historia lo requería.

Ahora bien, hasta el momento de ponerme a escribir, la historia sí que evolucionó. Hacía tiempo que venía dándole vueltas a una idea que, me temo, no puedo comentar, pues daría pistas evidentes de la clave del misterio. Esa idea, que iba encaminada a una novela de terror puro, se me presentó como el trasfondo perfecto para una historia de misterio con la que rendir tributo al cine británico de serie B.

Una vez ajustado eso, todo fluyó con normalidad. Aunque sí que hubo un giro importante hacia el final. Creo que ya comenté algo al respecto. La euforia me pudo y, sin descuidar la ambientación de la época, aposté por un cierre por todo lo alto, poco habitual en ese tipo de historias que a priori intentaba emular. Así que al final me alegro, pues para bien o para mal, acabé creando mi propio mundo, más allá de los homenajes que perseguía.

P: Bueno, pues ya que no puede desvelarnos mucho de cómo evolucionó la idea original, cuéntenos, al menos, qué es lo que les espera a los lectores de La Fiesta de Orfeo, más allá de una historia policiaca de misterio.

R: Ante todo, les espera un gran entretenimiento. Ésa ha sido mi pretensión desde el mismo día en que empecé a trabajar en el proyecto. Quería conseguir esa mezcla de entusiasmo, ilusión y deleite que uno experimenta cuando lee clásicos de Verne, Salgari o Dumas, pero cruzados con el encanto Conan Doyle y el toque macabro de Robert Bloch. Aunque pueda parecer una historia detectivesca, no me interesa que el lector se interese por descubrir al malvado. Eso lo intuirá casi desde el principio. La tensión en este caso estará en cómo plantarle cara y evitar que lleve a cabo sus planes.

Misterio y aventura con dosis de terror. Ése era un aspecto que me preocupaba. No sabía si iba a ser capaz de conseguir algo tan difícil como inquietar al lector, pero a tenor de las primeras opiniones, parece que en determinados pasajes sí que lo he logrado. Así que hay misterio, hay terror, hay acción, hay humor, amor… ¡hasta un duelo de espadas y una explosión por todo lo alto!

P: Y una vez escrita su novela, llega el momento de intentar publicarla. Vivimos un momento de gran incertidumbre en el mundo editorial. Por un lado, se encuentra la consabida crisis económica, por otro, aspectos propios como la aparición del libro electrónico, y la manida crisis del sector editorial. ¿Qué opina, como autor, sobre todos estos asuntos? Con todo ese convulso clima, ¿resultó muy difícil encontrar una editorial que se interesara por una novela tan particular como la suya?

R: Con respecto a esos aspectos que apuntas, creo que son demasiado amplios y complejos como para responder de manera tajante, y sobre todo, en el ámbito del mundo editorial y el libro electrónico, se trata de un asunto que está por eclosionar y, cuyas consecuencias aún no somos capaces de imaginar. No obstante, sí creo que el mercado editorial está siguiendo peligrosamente los pasos del musical y el cinematográfico. La revolución tecnológica le ha alcanzado y se empeña en mantener las estructuras y sistemas de trabajo tradicionales, que se demostrarán inútiles por completo en cuestión de unos pocos años. En este sentido soy bastante negativo. El pirateo literario está a la vuelta de la esquina. Yo soy de los que seguirá comprando libros del mismo modo que nunca he dejado de comprar vinilos, pero los coleccionistas, los bibliófilos, son y serán minoría frente al gran mercado. Pero pase lo que pase, el escritor siempre será imprescindible. Pirateados o no, el papel o en digital, el lector seguirá reclamando historias, y alguien tendrá que escribirlas.

Por otro lado, con referencia a encontrar editorial, fue la parte más sencilla del proceso. Una vez terminada la obra se la envié a mi editor en Almuzara, y quedó muy satisfecho. Dado que la colaboración fue bastante satisfactoria por ambas partes con los libros anteriores, ambos estuvimos de acuerdo en prolongarla. Y hasta ahora creo que ninguno nos hemos arrepentido ante los resultados obtenidos.

P: Al hilo de lo que comenta, surge una ida de lo más curiosa y contradictoria. Hoy se publican más libros que nunca antes. Sólo en 2007 fueron más de 87.000. Sin embargo, muchos escritores se quejan de que es más difícil publicar de lo que nunca lo fue. ¿Es usted también de esa opinión? ¿Tan difícil está el mercado para los autores?

R: Es terrible eso que ocurre. Hoy publicar no es nada complicado. De hecho es “demasiado” fácil. Hay infinidad de editoriales cuyo único fin es publicar lo que sea para embolsarse una suculenta ayuda económica por cada título. Por no hablar ya del tema de la co-edición. En mi opinión ahora es más difícil hacerse valer debido a esa marea de publicaciones. Antes, si uno pasaba la criba del agente y del editor, al saltar a la arena literaria tenía más fácil llegar a los lectores. Hoy son tantas las novedades que hay que tener mucha suerte para mantenerse unas pocas semanas en la mesa de las novedades… si se llega. No hay nada más peligroso que la falsa democratización.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

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