Si recordáis el último artículo, me había quedado hablando de Aladino y su maravillosa lámpara. Y Aladino es un caradura difícil de identificar con el héroe clásico. De hecho, si hay algo que destaca de este personaje es la evidencia de encontrarnos cara a cara con un auténtico antihéroe. Así que hablaremos, usando su ejemplo, sobre cómo crear un antihéroe. Es muy posible que si os interesa todo lo que tiene que ver con el proceso de escritura y con las estrategias necesarias para construir una historia que enganche estéis familiarizados con algunos de los recursos más habituales para la creación de personajes. Si es así, os sonará el famoso camino del héroe cuyas etapas desarrolló en los años 50 el antropólogo Joseph Campbell en su obra El héroe de las mil caras. Si os interesa el tema os recomiendo que recuperéis un par de artículos de este blog. Rober Rodríguez nos habla aquí de la aplicación del camino del héroe en El Hobbit y Alicia Pérez Gil lo hace con Harry Potter. ¿Por qué crear un antihéroe? El antihéroe está de moda Si quieres saber cómo crear un antihéroe, antes has de comprender en qué consiste. Esta figura se define por oposición al héroe y los análisis tradicionales sugieren que provoca el rechazo del público, que encarna valores negativos, que se parece más al villano de la historia que al protagonista perfecto. Entonces, ¿qué pasa si nuestro personaje no es perfecto? ¿Es adecuado un héroe tradicional dentro del sistema de valores de la sociedad y de la literatura actuales? ¿Es lo mismo ser un antihéroe que un villano? Seguro que os vienen a la mente bastantes ejemplos de libros o películas con protagonistas que no son exactamente el prototipo de héroe. El antihéroe está de moda. Quizás porque sea más fácil identificarnos con un personaje lleno de miedos, inseguridades y claroscuros. Para crear un antihéroe debes pensar en un personaje que se acerque a nuestra realidad, a nuestras contradicciones y deseos, incluso aunque tenga superpoderes. La invulnerabilidad ya no se lleva, amigos. Pero, ¿qué hacemos con Aladino entonces? A pesar -y nunca mejor dicho lo de a pesar- de los remakes cinematográficos sigue siendo una historia antigua, de los tiempos en los que triunfaban los héroes clásicos. Los cuentacuentos del desierto ya se veían venir que en el siglo XXI nos iban a gustar más los personajes cargados de defectos que los que nunca dudan y nunca tienen miedo. Y nos soltaron a Aladino, el niño al que no querríamos tener cerca si tenemos un problema de verdad. Un consejo os voy a dar en este momento: Nunca le deis una lámpara maravillosa al protagonista de vuestra historia. ¿Tu personaje es un Aladino o un viejo brujo? Desde el principio se nos explica que Aladino es un adolescente guapetón y travieso. No diré rebelde porque en realidad no vemos en él ningún espíritu de revuelta contra la autoridad paterna o ciudadana. Simplemente le apetece más vagar por las calles jugueteando e ideando travesuras que seguir con el negocio familiar o labrarse un futuro. Aladino se deja llevar, primero por sus amigos de correrías y luego por un falso tío que le pone una tienda y le lleva a pasear por los suburbios. Es cobarde hasta decir basta. Se asusta (alguno de nosotros podría decir que con toda la razón del mundo) ante las artes mágicas de su tío, corre en círculos, grita, tropieza, llora, no sabe cómo reaccionar cuando es abofeteado, espera la muerte pasivamente en el jardín subterráneo hasta que consigue salir gracias a la casualidad y la magia, corre de vuelta a casa de su madre con los mocos colgando, muerto de miedo y llorando como un niño pequeño. En realidad, podríamos entender a Aladino y sus debilidades. Todo lo que le ha sucedido hasta entonces nos haría correr en círculos a la mayoría de nosotros. Aladino es profundamente humano en sus miedos e inseguridades. ¿Es esto lo que define al antihéroe? El viejo brujo Pensad por un momento en el malvado brujo. Es más, pensad en el adjetivo que le he puesto delante y que todos habéis asumido como normal, aceptable y coherente. El brujo es malvado y por eso lo identificamos con la fuente de los problemas de Aladino, con el villano clásico que hará todo lo posible para acabar con el héroe. O con el antihéroe en este caso. Y esta es una de las diferencias que deberíais tener en cuenta a la hora de desarrollar los personajes de vuestras historias. ¿Qué adjetivo le podéis poner delante? ¿Estáis creando un Aladino o un viejo brujo? ¿Tenéis delante un antihéroe, un personaje profundamente humano e imperfecto, cargado de miedos e inseguridades? ¿Se trata, por el contrario, de un bellaco sin justificación ninguna más que la pura maldad corriendo por sus venas de brujo? Llegados a este punto dejadme que os recuerde que incluso en el caso de que os apetezca explicar la historia de un malvado puro y duro es necesario que existan motivos coherentes para su maldad. Hasta el diablo fue un ángel algún día. Quitadle a Aladino la lámpara, por favor. Si quieres crear un antihéroe tal vez te apetezca profundizar en el proceso de creación del personaje para poder decidir si queréis explicar la historia de Aladino o del mago malvado, os recomiendo que le echéis un vistazo a este artículo donde Teo Palacios habla de la manera en qué se enfrentan los personajes al conflicto narrativo. En definitiva se trata de eso, de cómo nos enfrentamos a las vicisitudes de la vida y de cómo empatizamos con los protagonistas de las historias que leemos. Y así nos vemos de repente pensando que nosotros hubiéramos tomado otro camino, enfadados porque no aceptamos el sino de nuestro héroe-antihéroe, perplejos porque no entendemos la reacción del personaje… La manera de enfrentarse con el conflicto define la condición de héroe, antihéroe o villano. Seguramente un antihéroe no se define por oposición al héroe. Es
Aladino: invitado sorpresa en las mil y una noches
En el último artículo os hablé de las traducciones decimonónicas de Las mil y una noches e insistí en la idea de que algunos de los cuentos más conocidos por el público occidental habían sido añadidos por Antoine Galland en el siglo XVIII. El traductor francés los había escuchado de su amigo sirio Hanna Diab, que a su vez los conocía porque formaban parte de la tradición cuentística oral árabe. Estoy hablando concretamente de Aladino y la lámpara maravillosa, Alí Baba y los cuarenta ladrones y Sindbad el marino. Incluso sin haber leído Las mil y una noches completa en cualquiera de sus adaptaciones o traducciones, la mayoría de la gente conoce estos tres cuentos o ha oído hablar de ellos. Quizás nos encontremos con la sorpresa de ser conscientes de que los conocemos, los nombres de los protagonistas nos resultan familiares y tenemos una idea aproximada de su argumento. Sabemos que hay una lámpara maravillosa con un genio atrapado, sabemos que hay una cueva llena de tesoros que se abre al grito de “Ábrete, Sésamo”. Nos suena el nombre de Sindbad y quizás nos recuerde vagamente al griego Ulises y sus aventuras marinas de monstruos y dioses. Pero ¿qué más podemos encontrar en estos tres cuentos? ¿Cuál es su origen y su influencia posterior? Acomodaos para escuchar la historia maravillosa de Aladino y su lámpara. ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA Si queréis leer el cuento online podéis hacerlos desde esta página. Explica Sherezade entre las noches 732 y 772 que, en una ciudad de China de cuyo nombre no consigue acordarse, vivía un sastre muy pobre que tenía un hijo muy travieso llamado Aladino. Para empezar ya debería llamarnos la atención que el cuento esté situado en China. En realidad es una manera de referirse a una tierra lejana, exótica, diferente, sugerente. Para la tradición cuentística árabe este lugar está representado por China. De hecho, a parte del nombre del país no hay nada que nos haga pensar que estamos en China. Los personajes son musulmanes, los genios mágicos son de tradición árabe, no hay referencia ninguna a confucionistas, ni budistas, aunque sí aparecen judíos. Así que la China en realidad quiere decir algún país muy, muy lejano. El padre intenta enseñar el oficio de sastre al niño Aladino, pero resulta ser un travieso sin remedio y esto mata de pena, literalmente, al hombre. La madre de Aladino tampoco puede controlar al niño, que acaba convirtiéndose en un adolescente muy guapo y bastante insoportable. Un día estaba Aladino jugando en la plaza y se fijó en él un mago marroquí que, según explica él mismo, iba buscando un muchacho de las características de nuestro protagonista. De nuevo debemos fijarnos en el hecho de que el mago sea marroquí. Si la China representaba lo exótico hacia el este, Marruecos lo representaba hacia el oeste. En cualquiera de los dos casos se refiere al típico lugar de los cuentos de hadas muy, muy lejano. Después de investigar su vida, el mago se hace pasar por tío de Aladino, llora desconsolado la muerte del sastre y empieza a ganarse la confianza del chico y de su madre a base de proporcionales bienestar económico. Atención a la madre de Aladino, que de ninguna manera recuerda que su difunto marido tuviera un hermano marroquí hasta que éste empieza a desembolsar dinero. Aunque el mago nos de muy mala espina, también es cierto que consigue que por primera vez en su vida Aladino sienta vergüenza de ser un bala perdida y que le propina una buena reprimenda cuando se entera de que no tiene ni oficio ni beneficio y que se pasa el día haciendo el vago por las calles. El mago hace todo lo posible para convertir a Aladino en un hombre de provecho, y mientras Sherezade explica cómo lo hace no podemos evitar preguntarnos qué pretende realmente el marroquí. El lector ve de lejos que no es trigo limpio, que sin duda esconde algún plan oculto y malévolo, aunque no se nos da ninguna pista al respecto. ¿Qué pretende conseguir del chico? ¿Por qué lo viste, lo peina, lo baña, le monta un negocio de telas caras en la mejor zona del zoco y le empuja a dejar de comportase como un crío irresponsable? Es comprensible que el Sultán se sintiera inquieto por conocer el final del cuento de boca de Sherezade. LOS PLANES SECRETOS DEL MAGO MARROQUÍ, FALSO TÍO DE ALADINO Un viernes, y es importante puntualizar que era viernes porque es el día de descanso de los musulmanes y por lo tanto el zoco está cerrado, el mago se lleva a pasear a Aladino. Caminan y caminan hasta que salen de la ciudad y llegan a terreno montañoso. El chico se queja porque no ha sido informado del motivo del paseo y empieza a sentirse cansado y un poco mosqueado, pero el astuto marroquí le insta a comportarse como un hombre y a dejar de quejarse. Por fin llegan a un paraje bastante inhóspito, para perplejidad de Aladino, porque su supuesto tío no deja de decir que está a punto de contemplar el más maravilloso de los jardines. En este momento podemos leer uno de los pasajes más divertidos del cuento. El misterioso mago enciende una hoguera, prende incienso, empieza a recitar un hechizo en una lengua desconocida y consigue provocar un terremoto y abrir un agujero tapado por una losa delante de ellos. Aladino pierde totalmente la dignidad y empieza a gritar y a correr en círculos haciendo aspavientos. El mago se lanza literalmente sobre él, le retuerce las orejas, le pega un bofetón que resuena en los confines de la tierra conocida y que deja a Aladino medio turulato y le pide que se comporte. Entonces le explica que al otro lado de la losa hay un gran tesoro. Parece ser que hay algún impedimento para que el mago pueda levantar la losa y solo puede hacerlo Aladino, medio aturdido todavía después del bofetón pero cada vez
Traducciones de las mil y una noches
La obra protagonista del artículo del mes pasado fue, si recordáis, Las mil y una noches. Descubrimos entonces cuál fue su origen, cómo eran recibidos los cuentos por los lectores u oyentes de la época, cómo llegaron las traducciones al mundo occidental, cómo fueron censuradas, modificadas y ampliadas al gusto del consumidor del siglo XVIII y cómo ha llegado hasta nosotros la versión de esta enorme obra patrimonio de la literatura universal. Conviene añadir, además, que existe un creciente interés actualmente por publicar nuevas traducciones de Las mil y una noches que se ajusten lo máximo posible a lo que fue el texto original sin censura ni aportaciones posteriores. Obviamente no se eliminan los cuentos que conocemos gracias a las traducciones francesas o inglesas, pero sí que se presta una especial atención en los prólogos e incluso en los títulos que aparecen en portada, a explicar el proceso de elaboración de la obra y a qué se debe que el producto final sea el que es. Volveremos a ello más tarde, cuando lleguemos al final de nuestro viaje por los traductores de Las mil y una noches. Joseph-Charles Mardrus, provocador y excéntrico Joseph Charles Mardrus nació en El Cairo en 1868 y murió en París en 1949. Fue médico y poeta, viajó por todo el mundo árabe recopilando cultura popular de tradición oral y disfrutó de la vida parisina bohemia y artística con la clara intención de convertirse en el gran provocador del momento. Para muestra su boda con la famosa poeta francesa Lucie Delarue, quien no se quedaba atrás en lo que a excentricidades se refiere. Se casaron a los diez días de conocerse, la novia iba vestida de ciclista y consiguieron lo que querían antes de que su matrimonio se fuera al garete: que todo el mundo hablara de ellos en los ambientes artísticos. ¿Por qué es importante Mardrus en los que se refiere a las traducciones de Las mil y una noches? Pues porque criticó la anterior traducción de Antoine Galland (de nuevo os remito al artículo del mes pasado) diciendo que era propia de un cortesano lleno de prejuicios puritanos y que en su traducción los lectores iban a encontrar todo el lujo erótico que les había negado Galland en su edición censurada. Mardrus estaba convencido de que los textos árabes que él manejaba eran los más adecuados para llevar a cabo su obra, carnal y detallista en todo lo que tenía que ver con los hechos amatorios. Y aunque sí que es cierto que su traducción, publicada entre 1898 y 1904, se ajustaba más a la idea original que la de su predecesor, parece ser que se equivocó con las copias árabes que manejaba. O por lo menos eso defiende el sirio René Khawam, traductor al francés de Las mil y una noches en 1986 y publicada en español por Edhasa en 2007. Khawan explica que la versión árabe que utilizó nuestro alocado Mardrus eran copias egipcias de los siglos XVIII y XIX. Y aunque él estaba convencido de la ideoneidad de los textos parece ser que ya entonces estaban filtradas por el integrismo religioso de las universidades islámicas que procuraron en sus versiones no dar una imagen demasiado mundana o escabrosa de los visires y los califas. Era importante mantener el estatus social de la nobleza y se priorizaron las historias con moraleja edificante por delante de las sexuales que era lo que iba buscando Mardrus en su nueva traducción. En cualquier caso murió convencido de que había dejado a Galland a la altura del betún moralista y que su traducción reunía todos los requisitos para convertirse en un gran escándalo de los que a él le gustaban. Si queréis leer su versión francesa aquí tenéis acceso libre a ella. Vicente Blasco IBáñez y su traducción española de Las mil y una noches El valenciano Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) quizás sea más conocido como escritor que como traductor. Fue un hombre de vida intensa desde el punto de vista creativo, político y personal, pero queremos destacar que tradujo al español Las mil y una noches en 1899 a partir de la traducción francesa de Mardrus y que durante muchos años la traducción española que corría entra el público casi de manera exclusiva fue la suya. En 2008 la obra de Blasco Ibáñez pasó a ser de dominio público ya que habían pasado 80 años desde su muerte de manera que si tenéis curiosidad por echarle un vistazo a su traducción la podéis consultar gracias a la Biblioteca Valenciana que tiene a disposición del público los 23 volúmenes que ocupó la traducción digitalizada. Richard Burton, el rebelde aventurero Dejemos descansar a los traductores franceses y centrémonos en el que quizás haya sido uno de los mayores aventureros de la historia del siglo XIX. Sin duda alguna, la vida y obra del inglés Richard Burton nos ofrecería material para llenar varias estanterías. Su traducción de Las mil y una noches siempre fue la favorita de gran Jorge Luis Borges quien seguramente supo valorar también el tipo de persona y personaje que fue Burton. Explorador, militar, filólogo, llegó a hablar 29 lenguas y se hizo expulsar de la Universidad de Oxford a los 21 años a pesar de que allí lo consideraban un genio. Fue allí, en Oxford, antes de ser expulsado donde comenzó su interés por el arabismo gracias a un español. El profesor Greenhill le presentó a Pascual de Gayangos, importante arabista español, también de intensa e interesante vida decimonónica. Parece ser que hicieron muy buenas migas y que el español influyó positivamente en el joven Burton quien inició de esta manera sus estudios de árabe. Como curiosidad, hay una calle en Sevilla relativamente céntrica que lleva el nombre de Pascual de Gayangos. Quizás os preguntéis cómo consiguió Burton ser expulsado de Oxford, donde se sentía bastante fuera de lugar a pesar de que todo el mundo le consideraba un alumno sobresaliente. Pues participó en una carrera de caballos campo a través y propuso a
Las mil y una noches
Es muy posible que, si pensáis en literatura árabe, una de las primeras cosas que os venga a la cabeza sean Las mil y una noches. De hecho, es bastante probable que gran parte del imaginario árabe que manejáis sea erróneo y venga de Las mil y una noches. En concreto de su versión occidental y decimonónica, que tiene muy poco que ver con sus orígenes y su realidad. ¿Tenéis en mente algún cuento de Las mil y una noches? Aladino, quizás, cuya alfombra voladora y su genio de la lámpara han sido recreados tantas veces en la literatura y el cine. O Alí Babá y su “Ábrete Sésamo”. O Simbad el Marino. Pues bien, ninguno de los tres cuentos formaba parte de Las mil y una noches hasta que los añadió Antoine Galland, de quien hablaremos después, en el siglo XVIII. Pero es que, además, en un principio ni siquiera el título del libro era Las mil y una noches. Y los árabes no pensaron que era buena literatura, de la que debe entrar en el canon y formar parte de los temarios de los cursos y de las estanterías de las librerías, hasta que los occidentales empezaron a traducirla y a entusiasmarse con ella. Y a censurarla. Entonces, ¿de dónde viene las mil y una noches? Primero es importante aclarar que se trata de literatura sin autor conocido y de tradición oral. Es por ello que hay diferentes versiones que se van ampliando o modificando a gusto del consumidor, formado así una especie de autoría colectiva muy típica de la literatura popular. Parece ser que el orígen debemos buscarlo en Persia, en una antigua colección de relatos llamada Los mil cuentos. En realidad no tenían que ser ni mil cuentos ni mil noches exactas. Decir mil era como decir muchos, muchísimos, infinitos. Según documentos del siglo IX, la persona que tradujo estos primeros cuentos del persa al árabe fue Al-Muqaffa que si recordáis fue también el traductor de Kalila y Dimma. Si queréis leer o releer el artículo sobre Kalila y Dimma os dejo aquí el enlace. De hecho son varios los autores árabes del siglo X, como Tawhidi en el Libro del placer y la buena compañía, que dejan constancia de la existencia de este tipo de cuentos populares, pero dejando claro que no enseñan nada y que están llenos de mentiras y cosas inverosímiles que solo hacen reír. También Ibn Annadim, en El libro del índice, habla sobre los cuentos de Los mil cuentos insistiendo en que no tiene ningún sentido ni valor literario. Solo magia y fantasía. También comenta que a Alejandro Magno le encantaban y que le gustaba que se los explicaran por la noche antes de ir a dormir. Los manuscritos más antiguos relacionados con las mil y una noches El manuscrito más antiguo es un pequeño trozo de papel (y el hecho de que el soporte sea papel también tiene su interés) de orígen iraquí en el que consta una fecha, 879. Fue encontrado en El Cairo en 1947 y descifrado por la paleógrafa Nadia Abbott un par de años después. Es el documento literario árabe en papel más antiguo del mundo y actualmente se conserva en la Universidad de Chicago. Otro manuscrito interesante es uno encontrado en la Gueniza del Cairo en 1890. La Gueniza es el almacén que tienen las sinagogas para guardar los manuscritos y los textos sagrados que quedan en desuso. No los guardan para conservarlos sino para evitar que cualquier escrito que contenga el nombre de Dios sea tratado de manera poco apropiada. Cuando se llena del todo se quema el material y se entierra. La Gueniza que descubrieron en El Cairo en el siglo XIX estaba llena de manuscritos interesantes. Entre otros una lista de la biblioteca de un médico judío que se dedicaba a prestar libros en 1150. Parece ser que le prestó Las mil y una noches a un tal Majd Ibn Alaziz, que no se lo devolvió. En París se conserva un manuscrito del siglo XV de origen sirio. Es un documento incompleto. Solo se conservan 282 cuentos distribuidos en tres volúmenes. Se considera una obra abierta porque entre el siglo XV y el XIX, cuando fue encontrado, se le fueron añadiendo cuentos al más puro estilo de transmisión oral. Uno de los manuscritos que se han encontrado de manera más recientes es precisamente de Las cien y una noches. Se trata de un documento escrito en Al-Andalús en el siglo XIII que estaba en una exposición de un museo de Berlín sin que nadie le diera mucha importancia hasta que lo vio la arabista Claudia Ott, se dio cuenta de lo que era y se dedicó a estudiarlo e interpretarlo. Desde 2012, y gracias a esta mujer, se pueden leer Las cien y una noches, semilla de Las mil y una noches, en alemán. Las mil y una noches llegan a occidente Antoine Galland (1646-1715) fue un orientalista y arqueólogo francés. Era de familia humilde y cuando acabó sus estudios básicos le llegó el momento de aprender un oficio. Pero a él lo que le gustaba eran los idiomas y se escapó a París para estudiar árabe, latín y griego. Gracias a su conocimiento de idiomas le contrataron en la Sorbona para catalogar manuscritos orientales y trabajó para los servicios diplomáticos franceses en la embajada de Constantinopla y en la Compañía francesa de las Indias orientales. En 1688 viajó a Siria, donde compró el que en aquel momento era el manuscrito más antiguo que se conocía de Las mil y una noches y empezó a traducirlo años después, en 1704. Antes de ello, había traducido la novela Sindbad el Marino. ¿Recordáis al principio de este artículo cuando os dije que ni Sindbad ni Aladino ni Alí Baba formaban parte del corpus original de Las mil y una noches? Fue Antoine Galland quien los añadió. De hecho, eran cuentos que le explicaba su amigo Hanna Diab, sirio afincado en París, y que
Lecturas árabes para el verano
Inauguramos la temporada estival en el hemisferio norte y quizás algunos de vosotros se estará preparando para viajar, para disfrutar de un poco de tiempo libre en el mar, la montaña o la ciudad, para rebajar la inmensa pila de libros que tenemos acumulados en la mesita de noche… En cualquier caso, debo avisar que en esta ocasión me propongo añadir más lecturas a vuestra montaña de libros pendientes y quizás también un poco de sobrepeso a vuestras maletas vacacionales, si es que optáis por el tradicional libro en papel. Voy a recomendaros algunas lecturas árabes para el verano y me gustaría plantearlo de la siguiente manera: os recomendaré dos libros de autores que escriben en árabe, dos libros de autores árabes que escriben en inglés o francés y dos libros de autores occidentales que tratan sobre el mundo árabe no necesariamente desde la ficción. Seguid leyendo hasta el final y veréis a lo que me refiero. LECTURAS ÁRABES PARA EL VERANO: EL LÍBANO Vamos a hablar primero de un par de autores árabes que escriben en árabe y que han sido traducidos al español, inglés o francés. Os recuerdo este artículo que escribimos hace tiempo para refrescar el concepto de literatura árabe (¡para el verano o para cualquier estación!) Hoda Barakat nació en el Líbano en 1952 y es una de las escritoras más interesantes de la literatura árabe contemporánea. Se licenció en Literatura Francesa por la Universidad de Beirut y en 1975 se trasladó a París para hacer el doctorado. Justo entonces estalló la guerra civil que asolaría su país durante quince años y decidió volver a Beirut donde trabajó como profesora, traductora y periodista. Poco antes de finalizar la guerra, en 1989, regresó a París donde vive desde entonces. En otra ocasión me extenderé más sobre su vida y su obra pero ahora me gustaría volver a las lecturas árabes para el verano y recomendaros su libro El labrador de aguas. El labrador de aguas se publicó en árabe en 1998 y fue traducido al español por Anna Gil Bardají y publicado por la editorial Belacqua en 2007. En él se explica la historia de Nicolás, un rico comerciante de telas de Beirut que pierde a familia y a su amante kurda durante la guerra civil. Nicolás sobrevive escondido en el sótano de su tienda, rodeado de telas suntuosas mientras recrea la imagen de dos mujeres, su madre y su amante. Beirut se hunde bajo el peso de la guerra y mientras tanto Nicolás representa la lucha por la supervivencia a través de la imaginación, los sueños y el amor a los cuentos. LECTURAS ÁRABES PARA EL VERANO: EGIPTO Saltamos del Líbano a Egipto para recomendar otra lectura árabe para el verano. Se trata de Youssef Ziedan. Nació en 1958 y actualmente trabaja en la Biblioteca de Alejandría catalogando y estudiando manuscritos antiguos. Es uno de los intelectuales más interesantes del mundo árabe hoy en día y la obra que recomiendo para este verano es Azazel que fue publicada en árabe en 2008 y traducida al español por Ignacio Ferrando en 2014. Está publicada por la editorial Turner. Azazel es una novela histórica que se sitúa en el Egipto del siglo V d.C. justo en el momento en que el cristianismo se está erigiendo como institución de poder. El protagonista es Hipa, un monje-médico que peregrina por el norte de África y Oriente Medio y que es testigo de cómo se va formando la iglesia primitiva y sus enfrentamientos con las tradiciones paganas. Sufre en propia carne las primeras divisiones y herejías mientras comparte escenario con personajes como Hipatia de Alejandría y habla con Azazel, el demonio interior que le acompaña como símbolo de sus propias contradicciones. En 2014, Ziedan visitó España para presentar su libro. Os dejo por aquí el vídeo entero de la presentación en Madrid. LECTURAS ÁRABES PARA EL VERANO: MARRUECOS La marroquí Fátima Mernissi es una de las autoras que no me cansaré nunca de recomendar. Nació en Fez en 1940 y murió en Rabat en 2015. Perteneció a una familia acomodada y muy tradicional. Hasta los 20 años solo habló árabe pero pudo formarse en universidades marroquís y francesas, se licenció en Ciencias Políticas, se doctoró en Sociología en la Sorbona de París y escribió sus libros en árabe, inglés y francés. Su mayor interés fue intentar reconstruir la sociedad patriarcal musulmana y revisar el Islam como religión e ideología. Mi libro favorito de Fátima Mernissi es Sueños en el umbral: memorias de una niña del harén que fue publicado originariamente en inglés en 1994. Se trata de un libro autobiográfico donde Fátima Mernissi explica cómo fue su infancia viviendo en el harén familiar en el Marruecos de los años 40. Obviamente lo primero que hacer es desmitificar la idea de harén que nos ha llegado a los occidentales a través de la imaginación calenturienta de nuestros antepasados decimonónicos. Un libro fresco que habla sobre libertad, amor, complicidad femenina, ruptura de tópicos, aprendizaje, fronteras interiores y exteriores… LECTURAS ÁRABES PARA EL VERANO: ARGELIA Yasmina Khadra es el seudónimo femenino del escritor Mohammed Moulessehoul. Nacido en 1955 en el Sahara argelino, adoptó este seudónimo para poder escribir con más libertad. Militar de oficio, él mismo se autocensuraba en las primeras seis novelas que escribió. El hecho de firmar con nombre de mujer le permitía escribir libremente sobre la situación política de Argelia en los años 90. Sus novelas policiacas con trasfondo social escritas en francés se convirtieron en auténticos best-sellers tanto en Francia como en Argelia. En el año 2000 decide abandonar el ejército, dedicarse solo a la literatura y revelar su identidad. Esto causó un revuelo importante ya que todo el mundo estaba convencido que Yasmina Khadra era una mujer argelina rebelde y revolucionaria. Nuestro autor tuvo que enfrentarse a un público implacable que le juzgó por su pasado y por sus supuestas mentiras a la hora de ocultar que era un hombre. Actualmente vive en Francia con
Los salones literarios árabes: del desierto a la revolución francesa
El mes pasado hablamos sobre la escritora libanesa May Ziadeh y entre otras cosas os comenté que en 1912 había fundado un salón literario que se había convertido en un centro de referencia cultural para todo el mundo árabe. Es fácil y quizás inevitable pensar en la influencia colonial francesa a la hora de analizar el funcionamiento de este tipo de salones. Lo cierto que es que en toda esta historia de artistas reunidos alrededor de un anfitrión –casi siempre anfitriona- para hablar sobre literatura y arte, para leer cuentos y poemas, para explicar anécdotas, para que los más jóvenes aprendieran de los mayores, hay algo más que el reflejo colonial de una cultura sobre otra. ¿Qué tienen qué ver los salones literarios árabes como el que regentaba May Ziadeh en El Cairo con los franceses? ¿Podemos encontrar algo parecido que sea propio de la cultura árabe antes de la colonización europea? Los primeros salones literarios franceses no se llamaban “salones” Analicemos en primer lugar los salones literarios franceses y su concepto para comprobar si podemos unir la línea de puntos y descubrir el dibujo final arabófono. Los primeros salones literarios como tal los encontramos en el siglo XVI, en pleno Antiguo Régimen, que recordemos que es el sistema de gobierno anterior a la Revolución Francesa (1789). Simplificando mucho, monarquías absolutistas. En realidad, en este momento todavía no se llaman salones literarios. Se trata de reuniones organizadas en casas de damas aristócratas que invitan a encuentros y charlas a todo tipo de personajes bien relacionados en el mundo de las letras, las ciencias y la política. La idea de estos encuentros era hablar de literatura y mantenerse visibles en la primera línea de todo lo que tuviera que ver con la alta sociedad de la época. Y aunque las principales anfitrionas son nobles y monárquicas, los salones –que siguen sin llamarse salones, recordad- empezaron a notar los efectos del ambiente revolucionario que se les venía encima a los franceses y las conversaciones empezaron a alternar entre la poesía y las discusiones políticas. La Revolución y la Contrarrevolución se gestaron en estas casas mientras se comían pastelitos, se recitaban poemas y se analizaba la última novela de moda. Conspiraciones, música, planes para guillotinar a la monarquía, más pastelitos, un par de poemas, muchas discusiones sobre arte y, sobre todo, una lista larguísima de nombres de mujer encabezando todo este jolgorio. Lo cierto es que algunas de sus historias servirían para escribir un par de novelas, pero aquí hemos venido para hablar sobre literatura árabe y de repente estamos en plena Revolución Francesa. Demos pues un salto en el tiempo hasta el momento en que las reuniones se empiezan a llamar salones literarios. A pesar de todo, a los egipcios les gusta Francia Esto sucede en el siglo XIX, que si recordamos de otros artículos anteriores es el siglo en que los europeos caen literalmente en el mundo árabe. Ingleses y franceses se disputaban Egipto. La batalla de las Pirámides fue ganada en 1798 por Napoleón, quien tenía mucha seguridad en que Oriente Medio sería francés o no sería. Pero solo diez días después sus planes se desbarataron cuando el Almirante Nelson –el de la batalla de Trafalgar- se enfrentó a las tropas de Napoleón en la batalla del Nilo y les ganó de manera aplastante. No analizaremos ahora ni guerras ni pactos políticos, pero sí que debemos recordar que aquí se inicia el contacto cultural de los egipcios con la Europa de la Ilustración y se inicia la Nahda, que significa “Renacimiento” aunque con una idea diferente del Renacimiento europeo. Y esta Nahda tiene lugar precisamente gracias al contacto con la cultura occidental –francesa, inglesa y alemana- que fascina sobre todo a los egipcios. En este momento descubren el teatro como género literario, por ejemplo. Así que tenemos salones literarios en Francia –pero también en Inglaterra, Alemania y España, del mismo estilo y en la misma época. La Duquesa de Alba jugó un papel importante en los salones literarios españoles a finales del siglo XVIII- y tenemos a los egipcios con unas ansias importantes de llevarse a casa todo lo que tuviera que ver con la cultura francesa. Parecía evidente que la creación de los salones literarios árabes en El Cairo era la consecuencia natural de toda esta historia. Pero… Salones literarios árabes en el desierto Si seguís habitualmente estos artículos sobre literatura árabe, espero que estéis de acuerdo conmigo en que siempre tienen una sorpresa escondida, normalmente en forma de salto temporal al pasado remoto. ¿Recordáis el amor cortés sobre el que los árabes ya escribían cinco siglos antes que los trovadores de Occitania, por ejemplo? Pues bien, a pesar de Napoleón, la tradición árabe de reunirse para hablar de literatura y recitar poemas es preislámica, o sea, anterior al siglo VII d. C. La cultura árabe en su origen tiene un alto componente de oralidad, de reunión para explicar cuentos, poemas, leyendas que forman la historia de la tribu… Sí, los egipcios del XIX se emocionan leyendo a los escritores franceses y reproducen en El Cairo los salones parisinos. Pero en realidad lo que están haciendo es recuperar su propio carácter desde los tiempos del desierto de Arabia. Los Majlis: un té, una hoguera y una buena historia Las reuniones donde se explican cuentos, poemas, historias, anécdotas en árabe se llaman majlis –la j hay que leerla a la inglesa- Un majlis, literalmente, es un sitio donde la gente se sienta para hablar, de manera que igual se puede referir a una tertulia literaria como al Parlamento de la nación. Son los salones literarios del desierto. En el año 2015 el concepto majlis se incluyó en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. El fuego es el centro del majlis. La gente se sienta alrededor del fuego, bebe té o café, come dátiles y pastelitos y se cuenta historias. El fuego sirve como faro en el desierto para los viajeros perdidos o desorientados,
May Ziadeh, mucho más que cartas de amor
May Ziadeh es conocida sobre todo por su relación con el famoso escritor libanés Khalil Gibran, autor de la archiconocida obra El Profeta. Y es cierto que la historia que existió entre ambos fue intensa y profundamente literaria, novelesca incluso. En 1912, Gibran publicó Alas rotas, una historia de amor al estilo Romeo y Julieta a la libanesa. May le envió una carta para explicarle lo mucho que le había gustado el libro y así empezó su relación. Nunca se conocieron en persona, pero durante más de veinte años intercambiaron incendiadas cartas de amor mientras él vivía en Nueva York y ella en El Cairo. Gracias a los artículos que May Ziadeh publicaba en los principales periódicos de Egipto y Líbano hablando sobre la obra de Gibran, y a los consejos literarios que le ofrecía a su amigo, el escritor libanés llegó a ser el referente literario que es actualmente dentro de la literatura árabe y de la cultura de Oriente Medio. Ella, por su parte, fue una de las mujeres más importantes dentro del panorama del renacimiento cultural árabe de principios del siglo XX, aunque su nombre ha quedado relegado únicamente a las bellas cartas que intercambiaba con Gibran. De hecho, solo podemos leer su prolífica obra en árabe o en inglés. ¿Quién fue en realidad May Ziadeh y qué hizo para revolucionar la vida cultural árabe en su momento y convertirse en una de las pioneras del feminismo árabe? May Ziadeh, una vida dedicada al estudio y la literatura May Ziadeh nació en Nazaret, Palestina, en 1886. Árabe de religión cristiana, fue educada en escuelas francesas del Líbano hasta 1908, año en que su familia viajó a Egipto para instalarse en la ciudad de El Cairo, que en aquel momento se encontraba bajo ocupación británica. Tenía May veintidós años y empezó a publicar sus primeros artículos en el periódico que había fundado su padre, Al-Mahrusah. Muchas familias de Oriente Medio viajaron a Egipto a principios del siglo XX con la esperanza de encontrar mejores perspectivas económicas y culturales. La gran metrópolis que era El Cairo hervía de inquietudes artísticas, nuevas tendencias, nuevos géneros literarios recuperados de la antigua tradición árabe e influidos por un incipiente contacto cultural con Europa. Todo se encontraba en un chispeante estado de cambio y evolución. Así que cuando May Ziadeh se instaló en la capital egipcia con su familia continuó su formación académica en un momento en que las instituciones educativas egipcias se reformaban y adquirían un cierto tinte europeo. Estudió Historia, Filosofía y Ciencias Modernas en la Universidad Egipcia y además acudió a la prestigiosa Universidad de Al-Azhar para estudiar Ciencias Coránicas. Se graduó a los 31 años y para entonces ya hablaba, además de árabe y francés, italiano, inglés, alemán, español, latín y griego moderno. Esta mujer inquieta, ansiosa por aprender y por investigar nuevas formas de comunicación artística, publicó sus primeros poemas en francés bajo el seudónimo de Isis Copia, aunque no tardó mucho en traducirlos ella misma al árabe y en reivindicar su lengua materna como lengua literaria de cultura. No es casualidad este giro lingüístico ni todo lo que sucedió después como consecuencia. A principios del siglo XX, el mundo árabe se encontraba en plena Nahda y Egipto era el ojo de este huracán de revoluciones artísticas. La palabra Nahda se suele traducir como “Renacimiento”, y aunque no equivale exactamente a lo que supuso el Renacimiento de la Europa occidental, sí que representa un terremoto cultural rebosante de cambios y de nuevas perspectivas. Si el Renacimiento europeo miraba con cierta añoranza a un pasado clásico cuya esencia esperaba recuperar, el Renacimiento árabe, la Nahda, era consciente de su presente y miraba hacia el futuro con el objetivo de modernizar una cultura que, según sus propios intelectuales, había pasado demasiado tiempo en una espiral de decadencia y anquilosamiento. Los árabes comienzan el siglo XX queriendo ser modernos, signifique esto lo que signifique desde el punto de vista literario. Un salón para recibirlos a todos Los estudios actuales sobre nuestra autora hacen notar que fue contemporánea de Virginia Woolf. Nunca se conocieron ni tuvieron ningún tipo de relación, pero se remarca la importancia de la contemporaneidad porque en 1929 Virginia Woolf publicó Una habitación propia, uno de los textos de referencia del feminismo occidental desde donde se reflexiona sobre el espacio físico que han ocupado las mujeres desde el punto de vista cultural a lo largo de los siglos. Y esa habitación propia fue lo que construyó nuestra May en pleno Cairo a principios del bullicioso siglo XX, años antes de que la escritora inglesa reivindicara la necesidad de disponer de la independencia económica y el espacio apropiado para poder dedicarse a crear. En 1912 fundó un Salón Literario que sería el gran referente de las tertulias literarias del mundo árabe mientras ella vivió. Era un lugar de encuentro para hombres y mujeres que se dedicaban a la literatura y, además, May aprovechó la influencia que sabía que ejercía desde su Salón y su indiscutible auditorio para hablar sobre los derechos de las mujeres, especialmente en aquello que tenía que ver con la educación y con la participación en la vida pública. De hecho, uno de los discursos que generó más debate entre los intelectuales del momento fue el que dio en la Universidad de El Cairo en 1919. Fue un discurso de homenaje por el aniversario de la muerte de Malak Hifni Nasif, que era asidua participante en el Salón de May y una de las primeras periodistas árabes en hablar de feminismo. May aprovecho este discurso para homenajear también al que se conoce como el precursor del feminismo árabe y que, curiosamente, fue un hombre. Se trata del egipcio Qasim Amin (1865-1908) autor de La liberación de la mujer (1899) y La nueva mujer (1901) La gran habilidad de May Ziadeh fue conseguir que por su Salón desfilaran intelectuales de todo tipo, gente con ideas enfrentadas o contradictorias que se reunían para discutir sobre cultura sana y
Abdallah-Ibn-Al-Muqaffa : Un hombre entre dos mundos
Hoy vengo a presentaros a un hombre que vivió a caballo de la dualidad. Se trata de Abdallah Ibn Al-Muqaffa conocido también como Abdalá Benalmocaffa en su versión castellanizada. Nació en el año 720 en la ciudad de Gur, que actualmente se conoce como Firuzabad y que se encuentra en Irán. Murió en el 757 en Basora, Irak, de manera que su vida transcurrió en el momento de cambio de la dinastía omeya a la dinastía abasida. Además, aunque su familia era de religión zoroastriana se convirtió al Islam con más o menos convicción y devoción. Así pues, su lengua materna era el persa pero escribió en árabe y se convirtió en uno de los grandes representantes de la prosa en esta lengua. Recordemos que no todos los árabes son musulmanes ni todos los musulmanes hablan árabe, ni hoy en día ni en la época en que vivió nuestro Benalmocaffa. Te invito a visitar un artículo anterior para resolver tus dudas sobre este tema. ¿Por qué es importante para la vida y obra de Al-Muqaffa el hecho de vivir a caballo entre los omeyas y los abásidas? La dinastía omeya le dio prioridad a la creación de un nuevo Estado árabe focalizado especialmente en la arabidad de sus miembros y no la islamidad. Los abásidas, por otra parte, pretenden recuperar el lazo que unía la autoridad política y la religiosa de manera que entienden que los vínculos entre la comunidad tienen más que ver con el hecho religiosos que con la cuestión étnica o tribal. Estos cambios políticos afectan también a la literatura y la cultura porque la administración de origen persa –recordemos que Al-Muqaffa, nace en Irán y por lo tanto es persa y no árabe- es obligada a arabizarse y los circulos de poder cortesano deben adoptar el árabe como lengua de cultura. Nuestro escritor se introduce en estos círculos cortesanos y empieza a escribir lo que se conoce como libro de adab a los cuales dedicaremos algún artículo próximamente. Calila Y Dimna: Espejo de príncipes Os avanzamos que el adab es un género misceláneo medieval que abarca todo el saber, las normas de conducta y de urbanismo y todo aquello que le puede servir a un árabe para educarse más allá de la moral religiosa. Al-Muqaffa lo reelabora de manera que convierte este tipo de prosa en los textos que establecerán las bases de la educación política de los príncipes. Nace así la prosa literaria árabe culta. Esta literatura didáctica dirigida a los gobernantes se conoce como Espejo de Príncipes y se pone de moda en occidente en el siglo XII gracias a la recepción de la obra Calila y Dimna cuya traducción al árabe le dio fama a Al-Muqaffa. Calila y Dimna es una antología de cuentos protagonizada por animales. Parece ser que formaba parte del Panchtantra hindú, otro recopilatorio de fabulas también de tipo didáctico escritas en sánscrito en el siglo II a. C. que Al-Muqaffa traduce al árabe en el año 750 orden del califa abásida Al-Mans’ur. Parece ser que existían dos versiones anteriores del Calila y Dimna, una en sánscrito y otra en pahlavi (persa literario) que se habría perdido. A partir de la traducción al árabe se hicieron hasta siete versiones más entre los siglos XI y XIII a diferentes lenguas y de estas versiones todavía derivan doce versiones más entre los siglos XIV y XVIII. El hecho de ir produciendo tantas versiones diferentes es lo que hizo que se le diera más importancia a la adaptación y las aportaciones personales de los diferentes traductores y no tanto a la traducción fiel del texto. El propio Al-Muqaffa aporta su introducción al texto explicando el propósito de los cuentos y la manera en que debe ser leída la obra desde cuatro puntos de vista diferentes. En primer lugar, el hecho de que los protagonistas sean animales hará que los jóvenes disfruten la lectura por diversión; en segundo lugar, los reyes encontrarán inspiradoras las aventuras de los animales en cuestión; en tercer lugar el autor espera que los reyes y gobernantes valoren la calidad del texto y que de esta manera se multipliquen los ejemplares y no se pierda la obra; el último propósito de reserva en exclusiva y misteriosamente para los filósofos, sin que se nos den más detalles al respecto. El libro hindú que enamoró a Alfonso X Si nos centramos en la traducción árabe vemos que presenta la estructura típica de las muñecas rusas, es decir, una historia encajada dentro de otra y enmarcada dentro de una narración principal. Esta narración principal tiene como protagonistas al sabio Paydeba que alecciona a su discípulo, el rey Dibxalim, mediante las historietas que protagonizan Calila y Dimna, dos linces que tendrán las función de enseñar al príncipe a discernir entre los buenos amigos y los aduladores, los buenos consejeros y los malos. El arte, en definitiva, de conocer la auténtica naturaleza humana más allá de la fachada que adopta el súbdito ante el rey. El espejo de príncipes, el modelo a seguir por aquel que aspire a convertirse en un buen gobernante desde el punto de vista moral, social, cultural y filosófico. A lo largo del libro encontramos sentencias, máximas, planteamientos que sitúan a los protagonistas animales en auténticos conflictos morales: En La paloma collarada los animales son atrapados por su imprudencia, en El mono y la tortuga deben decidir el valor de la amistad y el matrimonio. Y aunque el recurso al diálogo es importante a lo largo del texto para ir planteando las situaciones entre maestro y discípulo, hay disertaciones solitarias tanto del rey como del filósofo, moralejas finales, sentencias que van guiando al lector en este recorrido fabulador con la intención de aumentar el valor didáctico de la obra definitiva. Como hemos comentado antes, la traducción árabe de Ibn Al-Muqaffa dio pie a la aparición de diferentes versiones en otras lenguas: italiano, griego, latín, turco, danés, holandés, hebreo, inglés y castellano. La traducción al castellano fue encargada el año 1251
Los escritores árabes más importantes del siglo XX
Si estás leyendo este artículo es posible que sea porque te interesa saber en qué estado se encuentran las traducciones al español de los escritores árabes contemporáneos más importantes. Quizás te interesa ampliar tu abanico literario y te apetezca conocer nuevos escritores provenientes de una tradición diferente a la que acostumbras a leer. A lo mejor conoces los clásicos árabes, porque para eso son clásicos, y tienes ganas de saber qué se cuece actualmente en las cocinas literarias de Líbano, Egipto, Marruecos, Palestina, Siria, Túnez… Pues debo decirte que, a pesar de la ingente producción de ficción escrita en lengua árabe actualmente, las editoriales españolas todavía se resisten a invertir en este campo y no es fácil encontrar estas obras en nuestras librerías favoritas. No ocurre lo mismo con los escritores árabes que escriben en inglés o francés y cuya difusión y distribución acostumbra a tener más fuerza. Los mercados anglosajones y franceses sí que apuestan por traducir escritores árabes debido al tipo de relación que han mantenido entre sí todos estos países desde hace siglos. En el mercado español existe un gran interés por todo lo que tiene que ver con el conflicto árabe, la guerra, la política, el feminismo… pero la literatura árabe, la cultura, la ficción, la poesía, los cuentos, el teatro continúan en un segundo plano. Los escritores árabes más importantes desde Irak… Que el mundo árabe –no nos cansaremos de insistir, profundamente diverso, heterogéneo y plural- vive situaciones de violencia y convulsión es innegable. Y es normal que los escritores se sientan impulsados a hablar de ello en sus novelas. Será el punto de vista desde donde se explica la historia lo que la convertirá en algo novedoso, diferente y original. Es el caso de Ahmed Saadawi (Bagdad, 1973), primer autor iraquí en ganar en 2014 el premio más prestigioso de la literatura árabe, el IPAF, International Prize for Arabic Fiction, por su novela Frankenstein en Bagdad. Saadawi recurre a la famosa criatura de Mary Shelley para explicar la vida en un Bagdad donde la guerra y la violencia son omnipresentes y lo hace mezclando realidad y ficción, utilizando recursos propios del realismo mágico para reconstruir un Bagdad monstruoso, tierno, desconocido, que asusta y que atrae. El monstruo de Frankenstein se convierte así en una metáfora del increíble y caótico mosaico que representa Oriente Medio en general e Irak en particular. Descubrir a estos autores es también ser consciente de las dificultades con las que se encuentran a la hora de escribir y publicar: censura, guerra, exilio, prejuicios… Cuando Saadawi recibió el premio dijo que nunca lo había tenido fácil en su carrera literaria pero es que ningún iraquí lo tiene fácil en su vida diaria. Escribir, publicar y ser leído no es fácil en un país donde no existen unas condiciones de vida mínimas. Y sin embargo la literatura, la cultura y el arte florecen sin cesar entre las ruinas. ¿Podemos leer esta novela traducida al español? En 2015 la editorial Turner la tradujo dentro de su colección El cuarto de las maravillas pero mucho nos tememos que actualmente está tristemente descatalogada. Sí que se encuentra fácilmente traducida al francés. …hasta el Líbano. Los caminos editoriales son inescrutables y dos años antes de que Ahmed Saadawi ganara el IPAF lo hizo el escritor libanés Rabee Jaber (Beirut, 1972) con su magnífica novela Los drusos de Belgrado. Y resulta que ésta sí que la podemos encontrar traducida al español y publicada por editorial Turner, tanto en versión en papel como en formato electrónico. Rabee Jaber tiene 17 novelas publicadas y en 2009 fue incluido en Beirut39, una antología de los mejores escritores árabes menores de 39 años. Los drusos de Belgrado se sitúa en 1860, en pleno Imperio Otomano. Un vendedor de huevos cristiano de Beirut se despide de su familia como cada mañana y sale de casa dispuesto a empezar su rutina laboral. Pero esta rutina se transformará en un viaje por los Balcanes, atrapado en un barco, obligado a transformarse en druso, camino de un destino insospechado. La novela habla sobre la justicia y la identidad. Sobre cómo le puede cambiar la vida a un individuo que se encuentra en el momento y en el lugar equivocado. Sobre la supervivencia y la solidaridad entre personas de diferentes creencias y lenguas. Son temas universales. La literatura siempre salta por encima de las fronteras. Aquí tenéis un video cortito con subtítulos donde el propio Rabee Jaber habla sobre su libro. Pasando por Egipto Si recordáis cuando tratamos el tema de la literatura árabe de ciencia ficción, os hable sobre Ahmed Khaled Tawfiq (Tanta, 1962) y su gran novela Utopia. Se trata de un bestseller que podéis leer en árabe, inglés y francés y que próximamente será llevado al cine. En ella Tawfiq describe un Egipto distópico e inquietantemente cercano a la actualidad, casi como si de una premonición se tratara. Seguimos esperando a que alguna editorial española se anime a traducir a uno de los autores de ciencia-ficción más interesantes del momento. También egipcio es Alaa al-Aswany (El Cairo 1957) aunque de un estilo bastante diferente. En 2002 publicó El edificio Yacobian que fue un auténtico éxito tanto por lo que respecta a ventas y recepción del público como por la crítica. Rápidamente de tradujo a más de veinte idiomas y fue adaptado al cine y la televisión. El edificio Yacobian es una novela colmena, con multitud de personajes viviendo en un emblemático inmueble del centro del Cairo construido en 1934 y habitado desde entonces por todos los estamentos de la sociedad egipcia: millonarios, aristócratas, militares, burgueses… pero también campesinos, criados, porteros… El mismo autor de la novela es dentista además de escritor y tiene su consulta en este edificio de manera que las historias que narra – amor, corrupción, drogas, extremismo religioso, prostitución, lealtad…- tienen el toque costumbrista de quien observa lo que ocurre a su alrededor desde la primera fila. La editorial Maeva la publicó en español en el 2007
La magia y la literatura árabe: El Picatrix
La magia y la literatura árabe Se encontró Salomón con el Ángel de la muerte y le pidió que le hiciese saber cuándo le llegaría el momento de morir. Cuando lo supo se levantó, ciñó sus vestidos, tomó un bastón fabricado con un algarrobo, se apoyó en él y dijo: Dios mío, oculta a los genios mi muerte hasta que los hombres comprendan que ellos no deben conocer el futuro. De esta manera narra Abdelmalik Ibn Habib la muerte del sabio Rey Salomón en su libro Mujtasar fi l-tibb (Compendio de medicina). Ibn Habib nació y vivió en la Córdoba del siglo VIII. Fue médico y alquimista en el momento en que las fronteras entre la magia y la ciencia se desdibujaban y entrelazaban. Mística y química, adivinación y matemática, mapas celestes y profecías. Pero, por encima de todo, la infinita necesidad de acumular conocimiento que llevó a los árabes a traducir todas las obras que llegaban a sus manos desde el mundo grecolatino, persa e hindú. Filosofía, astronomía, óptica, química, ingeniería… Cualquiera diría que la razón domina la cultura araboislámica medieval. Y así es, sin duda. No obstante, una multitud de extraños e inquietantes seres se esconden en las sombras, acechan a los humanos, juegan con ellos, se burlan de sus miedos y de sus inquietudes, son protagonistas de cuentos y leyendas que ya forman parte de la literatura universal –¿quién no tiene en mente ahora mismo al genio de la lámpara de Aladino?- y son tan importantes en la cultura islámica que en el mismo Corán se habla de su creación, de su relación con los humanos, de cómo tratarlos, de cómo protegerse de ellos… Gracias a la traducción al español del arabista Juan Vernet podemos leer: Hemos creado al hombre de barro, de arcilla moldeable. Antes, del fuego ardiente habíamos creado a los genios (Corán 15:26-27) La magia y la literatura árabe: el caso del rey Salomón Los mismos genios que, según narra la historia, el Rey Salomón había conseguido dominar. Salomón es símbolo de sabiduría para judíos, musulmanes y cristianos. Constructor del Templo, escritor de bellos poemas, ecuánime y justo monarca bíblico, acaba adquiriendo un aire esotérico que le lleva a convertirse en exorcista, astrólogo y mago. En la sura 21 del Corán vemos a un Salomón que domina los vientos y somete a los animales, los demonios y los genios. Se le atribuye la redacción de un libro de conjuros conocido como Clavículas de Salomón muy popular en el occidente medieval como libro de demonología que fue evolucionando a lo largo de tiempo hasta el punto de ser adaptado por famosos ocultistas y espiritistas ingleses de principios del siglo XX. Actualmente se puede encontrar con cierta facilidad en librerías y sigue envuelto en el aura mística del libro que fue escrito por el rey Salomón. En un artículo como el que nos ocupa este mes, dedicado a la magia y la literatura árabe, poblado de traviesos genios del desierto, no seremos nosotros quienes contradigan esta creencia. Como mago, Salomón posee dos objetos mágicos, la Mesa y el Sello. Se cuenta que la Mesa estaba en el Templo de Jerusalén, que los romanos la robaron durante el ataque del año 70 d.C. y que dio todas las vueltas necesarias para convertirse en una leyenda y acabar situándola en la Toledo visigoda, donde fue recuperada por los musulmanes que la devolvieron de nuevo a Damasco, a la corte de los Omeyas. La Mesa de Salomón era increíblemente mágica porque en ella se podía escribir el esquema de la creación del universo y, lo más importante, el verdadero nombre de Dios que no puede ser conocido por el ser humano, ya que de conocerlo se volvería tan sabio y poderoso como Él. El otro objeto, el famoso Sello de Salomón, era un talismán de hierro y bronce con una estrella de seis puntas, adornado con cuatro piedras preciosas que le habían regalado cuatro ángeles y con el cual podía dominar a los genios. Los genios, la magia y la literatura árabe Y si alguna cosa nos enseña la literatura árabe es que dominar a los genios es muy difícil y a menudo arriesgado. Cuenta la tradición que Dios creo a los ángeles de luz, a los humanos de barro y a los djinns de fuego sin humo. En realidad, se parecen bastante a los seres de barro. Comen, beben, se casan (entre ellos o con humanos), procrean (cosa muy útil para justificar embarazos sorpresa), algunos se convierten al Islam y otros no. Y tienen poderes mágicos. Pueden convertirse en cualquier cosa, transportarse en cuestión de segundos a cualquier sitio, adivinar el futuro, pero también acechar a los humanos para convencerles de que hagan cosas que la moral religiosa no permite y conducirlos a la perdición eterna. No es de extrañar que magos y alquimistas –recordemos que un alquimista no deja de ser un químico envuelto en mística- quisieran poseer a los djinns para utilizar sus poderes y así es como acaban, en el terreno literario, encerrados en botellas y lámparas maravillosas, prisioneros de sus propios juegos y ambiciones. El picatrix como ejemplo de magia y literatura árabe Decíamos al principio que la magia y la ciencia compartían fronteras en la Edad Media y muchos textos árabes de esta temática llegaron a la península gracias al contacto con la cultura andalusí y a la gran cantidad de traducciones que se realizaban bajo el mecenazgo de monasterios y cortes reales. Es el caso de Alfonso X el Sabio, quien en 1256 mandó traducir el Picatrix, conocido en árabe como Gāyat al-ḥakīm. Se trata de una obra escrita en 1056 por el madrileño Abū Maslama, que fue uno de los intelectuales más importantes del Califato de Córdoba: astrónomo, matemático, astrólogo y alquimista. Tradujo obras tan importantes para la ciencia del momento como el Planisferio de Ptolomeo y fue el astrólogo de Almanzor, quien siempre le consultaba antes de comenzar sus campañas militares. Si buscáis información online sobre el Picatrix podréis leer que