Dejadme que os cuente un secreto, por si no lo sabéis: Me encanta la novela histórica y la novela romántica. ¿De locos? Puede ser, pero no es de mi cordura de lo que vamos a hablar aquí. Es de fusión de géneros. Y creedme si os digo que igual de bien casa la novela histórica con la policiaca como con el género romántico. De echo acabo de imaginarme un trío novelesco con estos tres vértices literarios y no me parece mala idea.
Pero a lo que iba.
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Toggle¿Qué ocurre si casamos la novela histórica y la novela romántica?
La respuesta es obvia: Tenemos un proyecto entre manos muy apetecible.
Sino decidme: ¿Por qué triunfan tanto en ventas ciertas novelas histórico-románticas?
Porque todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado el embrujo del amor. Ese mágico sentimiento que pellizca el estómago y hace latir fuerte el corazón. El enamoramiento primerizo, los amantes prohibidos y un largo etcétera de romances que hacen que nos identifiquemos con ciertas tramas las cuales, a pesar de estar basadas en un tiempo concreto de la historia, con una muy buena trama histórica y con personajes maravillosamente bien definidos, nos ayudan a identificarnos con algún personaje, incluso llegar a enamorarnos de él como si fuésemos protagonistas de esa misma historia. Y una vez logrado eso, una vez atrapado el lector en esa red invisible de amores y desatinos, podemos dar por seguro que nuestra fusión de géneros entre la novela histórica y la novela romántica será recordado, recomendado y con un poco de suerte, hasta una serie de Netflix.
Ejemplos de fusión de géneros entre la novela histórica y la novela romántica.
La mayoría de vosotros habrá leído Los pilares de la tierra, de Ken Follet. En este libro, la trama principal es la construcción de la catedral de Kingsbridge, con todos los dimes y diretes que hay alrededor, pero la historia de amor (casi imposible) entre Jack, el aprendiz de constructor, y Alinea, la hija de un noble caída en desgracia, es una trama romántica que nos mantiene expectantes, sufriendo hasta el final. Y no me diréis que Ken Follet escribe novela romántica. No, por supuesto que no. Pero en cualquiera de sus novelas históricas, que tiene unas cuantas, el hilo que se estira y encoge, de forma magistral, durante todo el relato es el amor imposible (o eso parece), entre el protagonista y la mujer amada. Este autor sabe cómo fusionar la novela histórica y la novela romántica para que, dentro el relato histórico, esté ese punto vital, crucial, el que todos esperamos al final: ver a los dos protagonistas juntos, felices y comiendo perdices.
Otro ejemplo lo encontramos en El Segundo Reino, de Rebecca Gablé. Esta autora alemana, relata en su libro los avatares de un joven lisiado, debido al ataque de unos piratas daneses en su pueblo de origen, por ganarse un hueco en el mundo. Su herida o incapacidad para otros menesteres, lo lleva a la corte normanda, donde ¡sorpresa!: Conoce a la joven Aliesa y se enamora de ella, a pesar de que está comprometida con un noble que podría considerarse su mejor amigo. Vemos otra vez la magia, la mezcla entre la novela histórica y la novela romántica. Un relato épico sobre la conquista y resistencia, y una historia de amor e intriga que supera todos los obstáculos. (Si no la habéis leído, os la recomiendo encarecidamente, tanto esta como su continuación, El traductor del rey).
¿Por qué fusionan tan bien estos dos géneros?
El por qué gusta tanto esta fusión de géneros entre la novela histórica y la novela romántica, es fácil de explicar.
Podemos leer un libro en el que una reina en su palacio lucha por hacerse valer en la corte del rey. Nos gustará la intriga, la astucia de ella, pero ¿y si además la reina lucha por resistirse a un amor de juventud, del hombre que es su más fiel lacayo y está siempre a su lado? Entonces, nos sentiremos identificados con ese personaje, porque dejará de ser una reina inaccesible, con problemas de monarquía que nada nos atañen, para convertirse en una mujer, con problemas de a pie, que lucha contra sentimientos cruzados a la par que se esfuerza por cumplir con su obligación.
Os seré sincera, me gusta leer de todo, pero cuando una novela tiene una trama romántica dentro de su relato, me entusiasma mucho más. La historia deja ser irreal para convertirse en humana, cercana, veraz, aunque no lo sea.
Quien más quien menos, todos tenemos nuestro corazoncito.
Pero ¿cómo llevamos a cabo esta unión sin que una se coma a la otra?
El equilibrio aquí es importante, porque si damos demasiado peso a la trama amorosa, podríamos tener una novela romántica simplemente ambientada en una época histórica.
Para evitar esa caída y cambio de registro, debemos planificar muy bien nuestra novela. Debemos tener claras las tramas al estructurar la historia. Nuestra trama principal, el conflicto del protagonista, es el motor de la historia y de ahí, podemos derivar en otras secundarias, como un amor imposible con una dama de alta alcurnia o con la mujer de un amigo. O, simplemente, una doncella a la que sus padres han prometido en matrimonio pero que está enamorada de un simple comerciante… Fijaos que esto lo menciono como trama secundaria. Para que la novela se reconozca como histórica, la trama principal no debe ser el amor, sino el suceso histórico: una guerra, la expulsión de los infieles, el bandolero contra el sistema feudal, la lucha por sacar adelante un negocio o formar parte de un gremio, piratas… Cualesquiera que imaginéis, sazonada con algo de amor entre sus letras.
En ocasiones, la trama amorosa no la viven los protagonistas de la historia sino personajes secundarios, aunque creo que engancha mucho más si es el personaje principal el que sufre de mal de amores. En este enlace podéis descubrir más sobre las tramas secundarias.
Conclusiones
Para acabar tan solo os ánimo a experimentar, a mezclar como chefs de las letras esta fusión de géneros, como bien se explica en este otro artículo, unión, la de la novela histórica y la novela romántica, que, sin duda, atrapará a los lectores como si de menús literarios con estrella Michelin se tratase.
Y, esto es todo, amigos. ¡Gracias por leerme!