Tabla de contenidos
ToggleSobre mis sueños de adolescente… Y no solo esos
De pequeño tenía un sueño: ser piloto de caza. Me imaginaba en un avión supersónico lanzando misiles a diestro y siniestro. Tenía derecho a ser piloto, por supuesto. Lo que no tenía eran los recursos, las aptitudes: No doy la altura mínima requerida; mi nivel en matemáticas es de 2+2=4; la agudeza visual no es lo mío, desde luego… No desde que a los dos años tuvieron que ponerme gafas porque no veía tres en un burro.
Tengo derecho también a otras cosas. Por ejemplo, tengo derecho a tener un chalet. Con piscina. Cubierta, a ser posible, que mi espalda agradece la natación todas las épocas del año. Con barbacoa para invitar a los amigos.
Tengo derecho a un coche de lujo. Como mínimo de gama alta. Y, ya puestos, a una Harley personalizada, que siempre he querido tener una. Joder, ¡tengo derecho!
Sí, pero no tengo recursos.
Durante un tiempo, en la adolescencia, pensé en estudiar cirugía. Me tragaba todos los programas y leía todo lo relacionado que caía en mis manos. Hasta que un día vi en televisión la operación de un ojo. Ahí me di cuenta de que aquello no era lo mío. Tenía el derecho a ser cirujano, pero no tenía las aptitudes para serlo.
Y podría seguir. Podría hablar de uno de los artistas que más me impresionan, Mark Knopfler, y decir que tengo derecho a tocar la guitarra como él. Pero no tengo esa capacidad. Y tantas, y tantas otras cosas.
Tengo el derecho a hacerlas. Pero no tengo los recursos, las aptitudes o, en muchos casos, las actitudes necesarias para lograrlo.
Tener derecho a publicar un libro no te convierte en escritor
Con la publicación de un libro pasa igual. Todo el mundo tiene derecho a publicar. Por supuesto que sí. Lo que no todo el mundo tiene son los recursos, las aptitudes o las actitudes necesarias para lograrlo. Hace unos días se vivieron en redes sociales diversas discusiones en torno a este asunto debido a la entrada de este blog (El blog ha desaparecido).
No estoy de acuerdo con el mensaje de esa entrada, desde luego. Sin embargo, en una interesante discusión en mi muro de Facebook se defendía el derecho a publicar. No es la primera vez que encuentro este tipo de comentarios. Y, repito, cualquiera tiene derecho a publicar. Pero que tengas derecho a publicar no hace que tu texto sea publicable.
Habrá quien diga que esto es un pensamiento elitista. De hecho, a mí me lo han dicho. Nada más lejos de la realidad. Si estamos de acuerdo en lo difícil de pintar un cuadro, o en lo difícil de realizar una escultura, o lo difícil de hacer música y nadie discute el hecho de que no todo el mundo vale para dedicarse a alguna de estas prácticas artísticas, ¿puede alguien explicarme, por favor, por qué todo el mundo sí vale para escribir?
Lo que necesitas para publicar tu libro
No me estoy colocando por encima de nadie por el hecho de publicar libros. Llevo tres años publicando novelas, dos años más escribiendo con el fin de publicar, y tengo muy claro que no todo lo que escribo es publicable. No todo lo que sale de mis dedos tiene la calidad suficiente como para llegar al lector. No se trata de que esté por encima de otros que no llegan a publicar. Se trata de usar el sentido común y reconocer que cualquier persona no vale para realizar cualquier tipo de tarea con solvencia y calidad.
En el caso de escribir, no todo el mundo maneja bien las reglas gramaticales. Infinidad de personas comenten un error tan sumamente básico como colocar una coma separando sujeto y predicado, algo que no debe hacerse excepto en casos muy concretos. De ahí en adelante podemos ver mil y un errores de gramática, puntuación, etc. Tampoco todo el mundo maneja bien los diferentes recursos narrativos: narradores (que no hay solo 2 o 3, como la mayoría de la gente piensa), narratarios, descripciones, personajes, obstáculos, clímax, conflictos, argumentos, tramas, subtramas, acciones, flashbacks, recuerdos, prolepsis, sumarios, resúmenes, sentimientos, emociones, lógica interna, narración, cliffhanger, espacios, voces, diálogos, figuras literarias, comparaciones, etopeyas, analepsis, giros narrativos…
Y esta es la parte fácil. Esto se puede aprender. Puedes aprenderlo a base de leer. Pero leer mucho y de un modo específico. Empieza por los clásicos: Julio Verne, Kipling, Poe, Salgari… Analiza qué hacían, por qué 20.000 leguas de viaje submarino es una novela que sigue vendiéndose cien años después de ser escrita. Qué hace que un libro trascienda al paso del tiempo. Estudia cómo lo escribió el autor, por qué cuenta las cosas como las cuentas, y no de otro modo. O busca libros de narrativa, que hay bastantes en el mercado, y empápate de los consejos de otros autores. O apúntate a un taller de narrativa, en el que, si el taller y el profesor es bueno, te enseñarán a dominar todos esos, y muchos más, recursos.
No te empecines en convertirte en lo que no eres.
Pero hay una cosa que nadie podrá enseñarte. Algo que o tienes o no tienes: la capacidad para generar historias.
Sí, tienes el derecho a publicar. Pero tal vez no tengas los recursos para conseguirlo. Si es así, lo mejor que puedes hacer es reconocerlo. Ahorrarás tiempo, te ahorrarás disgustos y podrás dedicarte a alguna otra cosa que te llenará igual y te dará, probablemente, más satisfacciones.