Lucía Etxeberría, Arturo Pérez Reverte y J.K. Rowling han sido los protagonistas de una semana sorprendente en lo que a noticias literarias se refiere. Han surgido tres bombas y cada una me ha dejado más alucinado que la anterior, porque habla, cada una de ellas, de las miserias más profundas de este mundo editorial.
Empezamos la semana con la impactante imagen de un premio planeta entrando en un reality show televisivo. Lucía Etxeberría siempre ha sido una mujer polémica: ha sido condenada varias veces por plagio, ha mostrado imágenes posando desnuda en redes sociales, ha mantenido fuertes discusiones públicas con otros escritore. En fin, si os interesa aquí tenéis una recopilación de los escándalos en los que se ha ido metiendo. Pero la pasada semana se destapó subiendo una noticia a su cuenta en Facebook diciendo que Hacienda le reclamaba varios miles de euros y que no disponía de efectivo para hacer frente a la deuda. Mencionaba que tenía dos casas, una de ella en Marrakech, y que vender esta última (pues la otra es su residencia habitual) no era una opción porque tardaría mucho en venderla. Así que se le ocurrió una solución distinta: al día siguiente entraba en un reality para sorpresa de todos. Explicó que, efectivamente, entraba para ganar el dinero suficiente como para pagar su deuda. Por cierto, se quejó de que, a pesar de seguir las indicaciones de la agencia tributaria (dar de alta una sociedad, etc.) con el fin de tributar correctamente, ahora le pedían dinero. Seguro que olvidó que si le pedían dinero es porque algo no hizo bien. Lo lógico hubiera sido que vendiera los derechos de alguna otra novela, aunque, claro, como se queja de que no vende, pues eso tampoco era solución.
La cuestión es que ver a una mujer que ha ganado premios tan prestigiosos como el Planeta hacer este tipo de cosas rompe por completo con la imagen que se tiene de un escritor. Soy el primero en decir que los escritores no somos culturetas, ni iconos ni tampoco custodios de una sabiduría que al pueblo le está vedada, como durante mucho tiempo ha parecido por el modo en el que se ha encumbrado a algunos autores, pero de ahí a romper moldes como lo hace Lucía Etxeberría hay un mundo.
La segunda noticia dura, durísima, ha sido el hecho de que nada menos que a Pérez Reverte lo condenen a pagar una fuerte suma de dinero por plagio (200.000€). La historia viene de lejos pues el pleito se ha ido alargando durante 10 años y, a pesar de que en dos sentencias previas se desestimara el plagio, al final se le ha condenado.
Tengo que reconocer que el tema del plagio es algo en lo que he pensado a menudo. Y me doy cuenta de que lo que acabo de decir suena bastante mal, así que intentaré explicarme: cuando escribes novela histórica, forzosamente, te basas en la obra de otras personas, ensayos sobre todo, así que en alguna ocasión he pensado hasta qué punto es plagio escribir novela histórica. En cambio, el caso de Pérez Reverte es especialmente sangrante por varios motivos. En primer lugar, porque Pérez Reverte tiene suficiente capacidad para generar historias nuevas como para no tener que copiar las de otro. En segundo lugar porque no lo necesita. Ni siquiera lo necesitaba hace 10 años. Hace 10 años ya era un escritor de masas y había escrito, entre otras: El húsar; El maestro de esgrima; La tabla de Flandes; El club Dumas; La piel del tambor; La carta esférica y preparaba la publicación de Cabo Trafalgar. No, no lo necesitaba en términos económicos ni de llegada al público lector. Por último, es especialmente sangrante porque fue en ese mismo año en el que se interpone la demanda, 2003, cuando se le nombra miembro de la Academia de la Lengua.
Y es una pena. Es una pena por la imagen de Pérez-Reverte. Y también es una pena por el autor plagiado, Antonio González-Vigil, por más que haya visto satisfecha su demanda. Tiene que ser muy duro ver cómo otra persona te roba tu idea y la lleva adelante con éxito solo por su nombre, sus contactos, etc. Por supuesto, es una pena que esto salpique a la Real Academia, porque en todos, o casi todos, los periódicos en los que se ha dado la noticia se incide en su estatus de académico.
La última noticia sorprendente de esta semana en lo literario ha sido “The cuckoo´s calling”, una novela escrita por Robert Galbraith, un policía militar jubilado. Solo que no era él quien la había escrito, sino J. K. Rowling, la autora archimillonaria de Harry Potter. La cosa ha sido como sigue: en abril se puso en venta el libro, escrito bajo pseudónimo. La crítica (qué curioso, esa gente a la que las editoriales les hace llegar sus libros) le dio una estupenda acogida, pero los lectores no, de manera que solo había vendido 1500 ejemplares en tapa dura. Y es entonces cuando se destapa la autoría de la obra a través de un abogado del bufete que representa los derechos de Rowling, quien se lo contó a una buena amiga de su mujer. A partir de ese instante, el libro rompe en superventas y se coloca en los primeros puestos de los más vendidos.
Bien, pues no me creo que todo esto haya sido a espaldas de la autora, perdonad que lo diga. No me lo creo, sobre todo, a raíz de las enormes diferencias de declaraciones que se han ido vertiendo en los distintos medios de comunicación. Dejo dos muestras:
En esta se explica que Rowling está muy enfadada con el destape del asunto.
En esta otra se da una imagen distinta del asunto.
Pero lo que más me lleva a desconfiar es que Rowling, para publicar esta obra, siguió contando con su agente habitual y que (este es el dato más revelador) el libro se publicó en el mismo grupo en el que se publicó su primera novela para adultos hace ahora un año. No me creo que ese grupo desconociera la verdadera autoría de la obra. No me creo que su agente no lo comunicara a los editores. No me creo que los editores no compartieran con los medios afines a ellos esa información, de ahí las alabanzas por parte de los críticos a la novela (con independencia de que ésta sea, efectivamente, de calidad). Y no me creo, esto por encima de cualquier otra consideración, que teniendo en cuenta que no estaba obteniendo buenas cifras de venta no se haya orquestado la propagación de la autoría. No, no me lo creo.
Lo que ha pasado esta semana, todo ello, forma parte del lado oscuro del mundo editorial, de esos recovecos que los que se acercan a él desconocen. No soy un ingenuo, todos los sectores tienen sus cadáveres en los armarios. El problema es que cuando los armarios se abren y la cosa queda al descubierto, todos pierden: los aficionados porque se decepcionan y pierden la fe. Los autores porque de forma inevitable pasamos a ser medidos por el mismo rasero unos que otros.
Es el lado feo de este universo de la escritura, el lado feo del mundo editorial. Por supuesto, tiene su lado hermoso: la creación de historias que de otro modo permanecerían olvidadas; el descubrimiento de nuevas voces narrativas que se convierten en fenómenos seguidos por decenas de miles de lectores; el aprendizaje personal y un largo etcétera.
Pero todo eso, esta semana, ha quedado sepultado por la tonelada de mierda que ha vomitado el mundo editorial. Toca coger la pala y ponerse a limpiar cuanto antes.
Totalmente de acuerdo. Algo similar pasa con el mundo bloguer. Creo que los que deben dar ejemplo no solo no lo están haciendo sino que están jodiendo a los que están tratando de mantener limpio el panorama. Da pena y asco.
Buen artículo, míster Palacios 😉
Gracias, Pedro. A mi, en serio, me preocupa el daño que estas cosas hacen al conjunto. Estamos hablando de gente muy gorda, con muchos lectores detrás… En fin.
Sorprendentes noticias que crean mucho ruido de fondo. Demasiado. La que me ha sorprendido más ha sido la condena de plagio. Verdad, mentira… que si es una confabulación, que si la juez es parte parcial… yo qué sé.
De todas formas, los lectores son y serán siempre los únicos jueces de un libro. Lo demás es ruido.
Un abrazo, Teo
El problema es que ese ruido nos afecta a todos, Blas…
Otro abrazo para ti. Avisa cuando vengas para Sevilla.
Si copias a uno es plagio. Pero si copias a muchos… es investigación 🙂
No nos echemos las manos a la cabeza; la historia de la literatura (¿y de qué no?) está llena de casos como estos.
La tectónica de placas acabará dejando a cada uno en su lugar.
Buen artículo. En el caso de la novela de J. K. Rowling, creo que está claro que se ha desvelado su autoría porque la editorial quiere vender más, no olvidemos que es un negocio. Probablemente era ella la que quería probarse a sí misma publicando bajo seudónimo, y acordó con la editorial un tiempo prudencial para el experimento. De todos modos, creo que vender 1500 ejemplares en dos meses (tengo entendido que la novela salió en abril o mayo y estamos a julio) no es vender poco siendo un autor desconocido. Más bien al contrario.
En el caso de Pérez Reverte, hay algo que no me acaba de cuadrar, pero como siempre en estos casos, la verdad nunca se cuenta.
Y en el caso de Lucía Etxebarría, creo que a esta autora ya la conocemos todos. Cada uno tiene sus formas de hacer las cosas y de intentar vender sus libros, y ella ha escogido la suya, que me parece patética, pero parece funcionarle. A fin de cuentas, los libros que más se venden (en este país y en todos) son los que están firmados por personas que salen en la tele.
Ten en cuenta que el público inglés tiene una tasa de lectura muy superior a la nuestra. Vender 1500 ejemplares en 2 meses es un dato más que modesto…
Gracias por tan excelente artículo. Conocía de las “excentricidades” de Lucía Etxeberría. ¿No tuvo también una demanda por plagio?
Pero he quedado con la boca abierta por la acusación de plagio a Pérez Reverte. ¿Qué hay detrás del telón en esta historia?
Hay mucha información sobre el tema del juicio por plagio a Pérez Reverte, como digo es un tema que colea desde hace 10 años y él es uno de los autores más mediáticos, por no decir el más de los más, que tenemos en España, así que se ha seguido con bastante cobertura.
En cuanto a Lucía Etxeberría, sí, tuvo 2 demandas. Creo que las perdió ambas.
Lo de LE es parte de su sello personal. Cada autor (conocido) tiene su imagen de marca y la de ella va ligada al escándalo y las excentricidades. Y viendo que los que más venden son Jorge Javier, Vaquerizo, y famosos televisivos en general, puede funcionarle el tema. Por cierto, estoy pensando en presentarme a master Chef, lo mismo… XDDD
Lo JK Rowling es una estrategia de marketing buena, pero que no podrán volver a explotar. Para convertirte en superventas en 24h tiene que haber muchos libros impresos, cientos de miles, y estar muy bien distribuidos, y eso no se improvisa.
Y lo de Pérez Reverte, pues después de leer mucho sobre el tema, y analizando las informaciones de las distintas sentencias (3 exculpatorias y una condenatoria), me cuesta creer que haya plagio. Esto es como lo de la Rowling, cuestión de análisis e intuición a partes iguales, y ni los jueces se han puesto de acuerdo. Veremos si no le abren ahora caso por Cabo Trafalgar, por aquello de que don Benito ya escribió sobre la misma batalla, barcos, mares… Y Luis Delgado, y tantos otros. Coincidencias las habrá, seguro.
Habría estado bien ver publicados los dos guiones para poder comparar, porque los “indicios” (así los llamaban) que he leído, se dan en muchísimas novelas que nada tienen que ver con un plagio.
Pero sí, vaya semanita horribilis.
Estoy contigo, Marta, en que eso de demostrar un plagio debe ser altamente complicado, exceptuando casos fragantes. Pérez Reverte ya explicó en su día en su columna del periódico que era normal que ambas historias se parecieran puesto que se ambientan en el mismo universo gitano. ¿Qué pruebas habrá? Pues ni idea…. Solo me lamento por el daño que hace una cosa de estas, sea culpable o inocente, fíjate lo que te digo…
Gracias por este excelente artículo, Teo. No he seguido ninguno de los tres casos en profundidad, pero cuando me enteré de lo de la Rowling pensé que era una estrategia de marketing genial. Como han dicho otros, la literatura también es un negocio; todo lo es.
Cierto, es un negocio y yo mismo lo digo continuamente. Lo malo aquí es que la cosa sea tan zafia y tan fea, la verdad. No hacía falta algo así. Si ella quería mantener el secreto, ¿cómo es que no ha exigido la destitución del abogado que soltó la bomba? Al fin y al cabo, trabaja para ella, es el custodio de sus secretos… Si lo que se buscaba era hacer negocio, ¿por qué no publicarlo con su nombre?
Ahora bien, si lo que quería era publicar con otro nombre, pegar el pelotazo de nuevo, demostrar que era capaz de escribir un nuevo éxito de masas sin ser conocida… El tiro le ha salido por la culata.
Excelente artículo, me nacía hablar del tema, pero después de leerte creo que ya está todo dicho. En el caso Rowling creo que la autora quería demostrar algo, después de su publicación anterior en la que recibió muy malas críticas que ella creyó injustificadas. Lo de Lucía es marca de la casa (suya, por supuesto). En cuanto a lo que dices de la novela histórica, yo también he pensado mucho en ello. Hablas de personajes reales, de sucesos reales, pero los novelas, ¿cómo estar seguro de que no haya otra persona a la que se le ocurra contar la Historia de un modo parecido al tuyo? Yo lo he pensado al revés, que alguien escribiese una novela que hablase de Akhenatón y tuviese la misma idea que yo ¿sería plagio? ¿Tendría que denunciarle? Espero que no se dé nunca el caso…
Un saludo.
Gracias, Antonia. Fíjate que yo me planteé escribirlo, ¿eh? Que luego ya sabes que te metes en un jardín sin querer. Pero bueno, he intentado mantener el enfoque, que es el daño que se hace a la imagen literaria en general.
En fin, una pena.
¡Besos!
Gracias, Teo, excelente artículo y magnífica puesta al día sobre los claroscuros del mundo editorial actual. Lo de Lucía Extebarría no admite un comentario más. El dinero y el afán de notoriedad que esta escritora (?) había perdido hacía tiempo, la han conducido a hacer cosas tan patéticas como el numerito del reality show.
Coincido con Marta Querol; lo de JK Rowling es una estrategia de marketing, una maniobra un poco burda cuyas motivaciones y objetivos están clarísimos. Creo, además, que esta autora está tan mimetizada en Harry Potter que, posiblemente, para reafirmar su personalidad perdida ha necesitado hacer lo que ha hecho para no acabar recluida en un nosocomio, neurasténica pérdida.
Lo de Pérez Reverte es más complejo. A título personal puedo decir que fui víctima de un flagrante plagio en unos textos históricos que fueron llevados a la pequeña pantalla por un muy conocido autor actual. El señor juez que medió en el conflicto, aun reconociendo manifiestamente en su auto el flagrante plagio, dejó el asunto en tablas argumentando que “nadie puede adueñarse de hechos históricos que a todos nos pertenecen”. Desde aquella sentencia, hace ahora dos años, vengo preparando unos nuevos “Episodios Nacionales” en los que copio literalmente a Galdós. A fin de cuentas, son hechos históricos sobre los que tengo pleno derecho según la jurisprudencia dictada por un juez español en un juicio pintoresco y que me ampara ante cualquier demanda por plagio. Pues eso, Teo, quien esté libre de plagio que tire la primera piedra.
Me ha enganchado su artículo desde el principio, aunque reconozco que me despistó el título (El lado oscuro del mundo editorial) porque pensaba que iba a centrarse más en el sistema editorial y sus maneras de hacer negocios.
De todas maneras ya que son tres autores de más (que menos) renombre y mayores de edad, que se encarguen de limpiar ellos y sus abogados todo el mal nombre que dejan, vamos, que cada uno aguante su vela.
Saludos.
El articulo me ha encantado, muy bueno. No opino de ninguno porque no los conozco pero, es más de lo mismo. Una forma de estar “ahí”. Si esto le pasa a un autor novel, nadie se entera y se muere de asco en su casa, en la pradera o se da cabezazos en el juzgado de turno y por supuesto… paga.
Eterna canción.
http://nelygarcia.wordpress.com Quedo alucinada por las noticias: el tema del plagio siempre me ha indignado y preocupado, ¿pueden plagiar un manuscrito registrado, en la propiedad intelectual?, ¿Cómo pueden rebajarse tanto esos personajes reconocidos?, ¿Las editoriales serán cómplices?. Todas esas incógnitas deberían de conocerse. Gracias por sacarlas a la luz.