En el primer artículo de la breve serie dedicada a Giordano Bruno tratamos de ofrecer una perspectiva sumaria, pero completa, de los acontecimientos más reseñables de su vida. Nos asomamos entonces a una biografía nada corriente, la de un filósofo itinerante para quien no hay asiento firme en ningún lugar y la de una mente inusualmente inquieta y rebelde. Corresponde ahora analizar la evolución de su pensamiento, que constituye la encarnación perdurable de unos movimientos intelectuales, y examinar obra e ideas a la par. Además de su extensión, amplitud y variedad, comprobaremos que ni la obra de Giordano Bruno ni su pensamiento son más estáticos que su peregrina biografía.
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ToggleAl pie del patíbulo: un resumen del pensamiento de Giordano Bruno
Comenzamos este recorrido por el final de la vida de Bruno. Regresamos, por un momento, al diecisiete de febrero de 1600. Ha culminado para el filósofo un largo proceso judicial y un encierro de ocho años en diversas prisiones de la Iglesia. El Papa Clemente VII ha ofrecido en varias ocasiones al reo la posibilidad de retractarse de las afirmaciones que lo han conducido hasta las puertas de la muerte. Y, si bien la historia registra alguna leve vacilación en el pensamiento de Giordano Bruno, lo cierto es que el punto más firme en sus doctrinas y convicciones, que tan pocos favores fueron acarreándole durante su irregular recorrido vital, llega ocho días antes de ser condenado. Concedido tal plazo de tiempo para que se retracte, Bruno sorprende al tribunal reafirmándose en sus doctrinas.
Según los archivos del juicio de nuestro autor, estudiados por Lawrence MacLachlan (puedes leerlos en inglés en este enlace), las proposiciones a las que se negó a renunciar son ocho. Constituyen, en nuestra opinión, una interesante perspectiva sumaria del conjunto del pensamiento de Giordano.
Proposiciones a las que no renunció Bruno
—Existen dos “principios reales y eternos del ser: el alma del mundo y la materia original”.
—El universo es infinito y hay infinitos mundos.
—Toda realidad, incluyendo el cuerpo, reside en el alma eterna e infinita del mundo: “No hay realidad que no se acompañe de un espíritu y una inteligencia”.
—“No hay transformación en la sustancia”, puesto que es eterna.
—La Tierra se mueve, idea que no resulta necesariamente opuesta a las Escrituras.
—Las estrellas son consideradas “mensajeros e intérpretes de los caminos de Dios”.
—La Tierra tiene un alma sensorial e intelectual.
—El cuerpo es una prisión para la realidad espiritual, lo que se opone a la doctrina de Santo Tomás.
Primeros pasos de la obra de Bruno: el camino de la filosofía
En las afirmaciones recogidas más arriba yace el núcleo del pensamiento de Giordano Bruno. Pero, ¿de qué manera se distribuye a lo largo de las obras que publicó? ¿Y en qué momentos de su vida llega cada avance, cada idea? Esto es lo que, grosso modo, vamos a tratar de presentar a continuación.
El amplio catálogo de la obra de Bruno ostenta el curioso honor de formar parte de la lista de libros prohibidos de la Iglesia. No sin mérito, desde luego. Y es que desde su primera huida de Nápoles, donde se incoó el primer juicio por herejía, Bruno tenía ya ideas muy claras sobre Dios, el mundo y la naturaleza, plasmadas en un libro que sólo nos ha llegado a través de referencias indirectas. La primera publicación que se nos conserva es De las sombras de las ideas, un texto de mnemotécnica ofrecido a Enrique III durante la estancia en París de nuestro sabio. Es de 1582, al igual que otras como El arte de la memoria o El candelero.
Durante los dos años y medio que vivió en Inglaterra, entre Oxford y Londres, publicaría dos trilogías agrupadas con el título genérico de Diálogos italianos, por estar escritas en su lengua natal y no en latín, según la costumbre en ámbitos universitarios. La Cena del Miércoles de Ceniza está escrita, como El candelero, en tono de comedia, y describe una cena celebrada en la casa de un gentilhombre londinense la noche del Miércoles de Ceniza. El contenido filosófico se expone a la manera dialógica tradicional.
El núcleo de la filosofía de Bruno
El núcleo de la nueva filosofía de Bruno está en De la causa, principio y uno, a partir del concepto de la materia viviente que asume formas infinitas, siempre cambiantes. Del infinito universo y mundos aporta la revolucionaria idea, contraria a la física aristotélica, en torno al número infinito de mundos que integran el universo.
Ya como parte de la segunda trilogía, La expulsión de la bestia triunfante presenta a los dioses clásicos decididos a hacer penitencia para sobrevivir, de nuevo en tono de comedia. La cábala del caballo Pegaseo presenta una exaltación de la humildad y la sencillez cristianas, mientras que Los heroicos furores pone el acento en la exaltación del amor de la inteligencia por la verdad.
Contemplados en conjunto, los Diálogos constituyen algo similar a un camino místico o filosófico en el conjunto de la obra de Giordano Bruno: desde el enfrentamiento literario, pero directo, con los pedantes eruditos de Oxford en el escenario del miércoles de ceniza, al logro de un concepto tan pagano como la locura divina, pasando por el reconocimiento de la infinitud del cosmos, a semejanza de Dios.

Francia y Alemania: líneas generales de la física y de la cosmología en la obra de Giordano Bruno
De vuelta a Francia, Bruno se consagró a la exposición y la crítica de la física aristotélica, que terminarían cuajando en tres poemas compuesto en latín: Del mínimo, De la mónada y De lo inmenso y los innumerables. Inserto en la raigambre más clásica de la filosofía y de la física, en la estela de Lucrecio y su poema De rerum natura, Giordano expone en verso sus teorías sobre el átomo y el mínimo matemático. Este grupo de escritos, que se encuentran dentro del segundo grupo más conocido de la obra del autor, acerca la reflexión física a sus ideas sobre cosmología. Mientras De la mónada reflexiona sobre la evolución y el cambio de la unidad a la dualidad, y de ahí a la tríada, la tétrada y la década, De lo inmenso retoma la noción de Del infinito y ahonda en los avances contemporáneos de la astronomía.
De la causa, principio y uno recoge la relación entre la infinitud de Dios y la del universo con claridad, en estos términos:
“El universo es uno, infinito, inmóvil… No es capaz de comprensión y por lo tanto es interminable y sin límites y a ese grado infinito e indeterminable y, por consecuencia, inmóvil”.
Las líneas generales del pensamiento físico y cosmológico de Giordano Bruno no contradicen las Escrituras Sagradas. Es copernicano, como ya señalamos repetidamente, y considera que la rotación del cielo es una apariencia, causada por el propio movimiento de la Tierra en torno a su eje. Las estrellas del cielo son otros soles y en torno a ellos orbitan otros planetas. El universo es homogéneo y las mismas leyes operan en todo él, dado que los cuatro elementos son la composición básica de todo lo existente. Espacio y tiempo, como dios y como el universo, son infinitos. En cuantro a la Creación y el Juicio Final, se trata de nociones que sí entran en conflicto con su concepción estable y permanente del universo. Polémica resulta, desde luego, la idea de la existencia virtual de vida en los infinitsos sistemas planetarios distribuidos de manera uniforme a lo largo de todo el universo. Y aquí ya sí comenzamos a tener puntos de discrepancia intensos, con el cristianismo imperante.

Unas pinceladas de magia en la obra de Bruno
Entre los muchos factores que acercan la vida y obra de Giordano Bruno a la figura del sabio en la Antigüedad grecolatina, su tratamiento de la magia es uno de los más destacables. El punto de partida, desde las primeras manifestaciones en los textos, es la ley de atracción. De ella parte también nuestro filósofo, al considerar más o menos implícitamente la benevolencia de las leyes del universo. No se puede elegir creer o no en la relación entre todos los seres que habitan sus infinitos mundos, pero sí se requiere una conciencia de los vínculos existentes entre ellos y de su manejo a través de los sentidos. Esto constituyen el intermediario para el conocimiento y la conexión entre el mundo divino y el mundo material. Dicha división, por su lado, bebe del platonismo, filtrado ya por Pico della Mirandola, Marsilio Ficino y, en definitiva, por San Agustín de Hipona, que habla de tres reinos: el material, el divino y el espiritual.
La magia sólo se puede plantear a través de una vinculación entre alma (divina) y cuerpo (material) a través del espíritu, que da forma a lo percibido por los sentidos del sujeto. Además, no se trata de una realidad intrínseca al ser humano, sino que el mundo espiritual cuenta con una existencia independiente. “Los filósofos llaman mago al sabio con capacidad de obrar”, sintetiza Giordano en su obra de 1590, Sobre la magia. (Véase aquí, en el apartado “el mago”, una visión sumaria y sencilla de la magia en la obra de nuestro sabio)
El concepto de magia en la obra de Giordano Bruno, en definitiva, lejos de ser algo sobrenatural, tiene su punto de partida en la rama de la filosofía que, más adelante, terminará integrando la llamada estética: el estudio de los sentidos, de su funcionamiento y fiabilidad, siempre grosso modo y con una definición que se aleja del deseo de exaustividad. Sin olvidar que hay un componente fundamental de manipulación en la magia, cuya presencia puede observarse sin problemas en nuestros días en el marketing y la publicidad. No olvidemos que ambas proceden de la retórica y que el dominio de la palabra se considera una técnica lindante con la magia desde tiempo inmemorial.
Conclusión
Si tienes curiosidad, puedes encontrar una sencilla y muy clara sinopsis del pensamiento de Giordano Bruno en este enlace.
En este artículo hemos tratado de presentar sin más una visión somera e introductoria de la obra de Giordano Bruno, tan polifacética como polémica. Con respecto al devenir vital del autor, cabe recordar la innegable potencia simbólica de Bruno, en tanto que representante del pensamiento libre frente al dogmatismo religioso. Capaz de preferir la muerte a retractarse, su recuerdo se alza firme, como la estatua de Campo dei Fiori, y heroico, en favor del derecho a pensar de manera autónoma y racional.