Crear personajes de la nada no es una tarea fácil. Hay que tener en cuenta varios factores que pueden ser útiles para hacer que nuestro personaje sea alguien tan interesante como humano. Por ello, es aconsejable no caer en estereotipos y trivialidades, y sí enfocarnos en construir un personaje tan de carne y hueso como uno mismo y aquellos que nos rodean.
Al crear un personaje, se debe tener en cuenta la época en la que este vivirá, el lugar donde se desarrollará la historia, su personalidad y que contenga algún rasgo atractivo para el lector, ya sea una cualidad particular, así como alguna manía o pasatiempo que invite al otro a preguntarse: «¿Qué sucederá más adelante?»
Además, es importante incluir cómo dicho personaje se relaciona con otros personajes en el transcurso de la historia, cómo el protagonista se desenvuelve con sus relaciones, de amistad, amorosas, de familia, etc. Por lo tanto, no es solo al personaje a quien estamos creando, sino también a todo su entorno.
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Para empezar a crear a tu personaje, puedes inspirarte en una persona que conozcas, o en varias e ir uniendo rasgos de su forma de ser que llamen tu atención. Como se dijo anteriormente, es importante que tu personaje, por más excéntrico que sea, guarde un contacto con la realidad y tenga características que cualquier humano podría detentar.
Recordemos que el personaje tiene sentimientos: siente la felicidad, la tristeza, el dolor y la alegría. Por eso, también es algo positivo crear eventos fuertes para observar la reacción de ese personaje. Estos pueden ser trágicos, como la pérdida de un ser querido, y también acontecimientos felices. Aquí, el lector podrá observar que nuestro personaje atraviesa las mismas dificultades y sucesos de la vida cotidiana, al igual que nosotros. En suma: que tenga los pies en la tierra y que demuestre emociones.
Asimismo, es importante incorporar particularidades que hagan a nuestro personaje único. Es conveniente no caer en estereotipos banales. Tampoco hay que ir al otro extremo e inventar un personaje como salido de un cómic de superhéroes; es decir, que nunca haga nada mal, que triunfe en todo lo que se proponga, o que siempre termine superando cualquier obstáculo.
Por eso, retomando el hecho de la unicidad, es necesario advertir que puede tener ciertas peculiaridades en su forma de ser y, además, seguir manteniendo una lógica y una conexión con un ser humano real. Una herramienta que nos facilitará darle a nuestro personaje un contacto con la realidad puede ser, por ejemplo, otorgarle desafíos y, por qué no, también fracasos. Esto hará que el lector se vea más identificado con él.
Caracterización de los personajes
¿Cómo caracterizar los personajes? La manera más sencilla de hacerlo, y la que nos permitirá mantener un orden, es dividiendo al personaje en tres aspectos principales: físico, social y psicológico.
El primer aspecto tiene que ver, por supuesto, con la apariencia física de nuestro personaje: la altura, la contextura, el color de cabello, así como de los ojos, la edad… Esta información le sirve al lector para poder imaginar en su cabeza cómo se ve el personaje.
En cuanto al aspecto social, podemos describir el círculo privado del personaje: su familia, amigos, si está en pareja, si vive solo y en dónde, cuál es su trabajo o a qué se dedica, e incluso el estrato social al que pertenece.
Por otro lado, cuando hablamos del aspecto psicológico del personaje, nos referimos a su estabilidad emocional. Podemos describir si se trata de una persona cariñosa o fría, si, para resolver los problemas, aplica un criterio más bien racional o si es impulsiva y se deja llevar por las emociones del momento; si es alguien egoísta y busca cumplir sus metas a toda costa, y si es capaz de traicionar a otros personajes, o por el contrario, busca estar en armonía con todos y evita los conflictos.
Los tres aspectos son una buena base para comenzar a idear y visualizar a nuestro personaje. A partir de ellos, ya sabremos cómo se ve, qué es lo que hace de su vida y cómo maneja sus impulsos y emociones. Una vez que esté logrado, podremos ir detallando aún más aquello que queramos destacar del personaje en cuestión. A lo largo de la dinámica del relato, todos los atributos pueden ir mutando y transformándose para servir a los fines de la historia.
El pasado no lo es todo
Cuando se crea un personaje, por lo general, algunos autores inventan un pasado para este, a modo de explicación de porqué el personaje se comporta como lo hace. Esto le da énfasis al pasado y no es recomendable utilizar este recurso, ya que si se le da un papel muy importante a eventos pasados, se suelen eclipsar los eventos futuros.
Para que un personaje sea interesante, no es necesario que este arrastre con una historia de vida marcada por la tragedia. Se necesita un contexto y poner al lector en sintonía con la experiencia de vida del mismo. No obstante, desarrollar el presente del personaje y la manera en que va afrontando los desafíos que se le presentan, es más enriquecedor, no solo para el personaje en sí, sino para la historia en su conjunto
Observar cómo el personaje evoluciona y va afrontando distintos obstáculos resulta más entretenido y cautiva al lector. A su vez, es bastante trillado crear un pasado siniestro para explicar una personalidad fría o la de un asesino. Por lo tanto, si el personaje se topa con situaciones que lo llevan a tomar caminos inesperados, hará que el lector se sorprenda al ver que nada tiene que ver con un pasado trágico. Y la idea es siempre cautivar al lector, no escribir algo obvio y predecible.
No tiene por qué ser inmutable
A modo de recomendación final, un personaje no tiene por qué ser fijo y puede ir mutando a lo largo de la historia. Hay sucesos que pueden modificarse sobre la marcha, así como también el modo de actuar de uno o varios personajes pueden variar. La idea es fluir y dejarnos llevar por el relato.
El crear un personaje es un trabajo constante y no se hace de un día para otro. Hay que darle tiempo para que evolucione y también para recrearlo. Agregando contradicciones, sucesos inesperados o más detalles de su intimidad, se logra que el personaje sea más atractivo y crea intriga en el lector. Nuestros personajes deben emanar vida y no debemos tener miedo de jugar con estos elementos. Siempre podemos borrar y volver a escribir.