Durante nuestras conversaciones habituales o incluso cuando escribimos textos informales, hay pequeños pecados que podemos permitirnos. Al hablar es muy habitual utilizar frases incompletas, mal construidas o repetir hasta la saciedad palabras e incluso estructuras. Al fin y al cabo, tenemos el apoyo visual que nos proporcionan los gestos o el tono de nuestra voz para reforzar nuestra capacidad de comunicación. Sin embargo, en la escritura de corte literario sólo disponemos del texto para que el lector nos entienda. Hoy os voy a hablar de uno de esos «errores» que debemos evitar en la medida de lo posible, relacionados con el estilo, y que es increíblemente común en autores que empiezan a darle a la tecla: las temidas repeticiones.
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TogglePor qué hay que evitar las repeticiones
En realidad, repetir palabras o frases a menudo no es un fallo propiamente dicho. Yo puedo utilizar «error» dos veces en esta misma oración sin incurrir en «error» alguno de cara a las normas de nuestra lengua. Sin embargo, la reiteración excesiva de un mismo término se considera una clara muestra de pobreza léxica. Ya os hablé de lo importante que es esto hace un tiempo cuando hablábamos del estilo literario. Nuestro idioma es muy rico en vocabulario. Si siempre utilizamos las mismas palabras estamos reconociendo ante el lector que sólo conocemos un puñado, lo cuál no dice mucho de nosotros como autores. Las repeticiones pueden llevar a un auténtico empeoramiento de la comprensión, aunque sea de manera indirecta. Os pondré un ejemplo:
«Luchar contra los paganos era la obligación de cualquier cristiano que se preciara. Los paganos son pecadores cuyo único afán es acabar con los fundamentos de los cristianos, por eso estos paganos han sido siempre el principal enemigo de los cristianos.»
Como veis, estas frases son todas, en lo fundamental, correctas. Sin embargo, la repetición abusiva de «paganos» y «cristianos» resulta desagradable. Ralentiza la lectura y empobrece el estilo del texto. Sobre todo teniendo en cuenta que hay estrategias para evitarlo.
Sinónimos
Las tres principales cosas que necesita un escritor para hacer su trabajo son un procesador de texto (o papel y boli, si nos vamos a lo más básico) y dos diccionarios: el normal y el de sinónimos. En especial durante el proceso de revisión, que es donde las repeticiones deben corregirse. No siempre es fácil detectarlas, necesitamos poner atención, porque algunos de estos términos son tan habituales que pasan desapercibidos. De hecho, cuando menos comunes, más fáciles son de apreciar. Recordemos la frase que he utilizado antes y veamos cómo podríamos mejorarla:
«Luchar contra los paganos era la obligación de cualquier cristiano que se preciara. Los infieles son pecadores cuyo único afán es acabar con los fundamentos de la Iglesia de Roma, por eso estos herejes han sido siempre el principal enemigo de los bautizados en Dios.»
¿Habéis visto? Me he cargado cada una de las repeticiones sustituyéndolas por sinónimos o expresiones equivalentes, lo cual hace que el texto mejore. Es más variado en cuanto a léxico y da una impresión más trabajada e incluso natural.
Contra las repeticiones, tijeretazo
Pero a veces los sinónimos no son la mejor opción. El «menos es más» resulta vital en literatura: si mediante dos palabras puedes lograr el efecto deseado, no utilices jamás tres. Con las repeticiones pasa que a veces utilizamos términos innecesarios. Volvamos al ejemplo anterior. Con la utilización de sinónimos parecía estar bien, ¿verdad? Pues todavía puede mejorar más:
«Luchar contra los paganos era la obligación de cualquier cristiano que se preciara. Son pecadores cuyo único afán es acabar con los fundamentos de la Iglesia de Roma, por eso han sido siempre el principal enemigo de los bautizados en Dios.»
Podéis comprobar que me he cargado de un plumazo dos de las repeticiones/sinónimos. Y, sin embargo, el texto no se ha resentido en absoluto. Sigue siendo comprensible, lo cual nos indica que esas palabras eliminadas en realidad no eran necesarias. Sobraban porque se sobrentendían. Esto se ve mucho cuando nombramos a los personajes, bien en el grueso de la narración o en las acotaciones de las líneas de diálogo. He corregido muchos manuscritos en los que el autor plasmaba una conversación a dos bandas y, en cada línea, se mencionaba al personaje que estaba hablando. Algo totalmente absurdo cuando solo hay dos participantes:
«—Las tropas de Escipión se acercan, señor —dijo Maharbal.
—Dejemos que lo hagan —respondió Aníbal.
—Pero deberíamos tomar acciones —insistió Maharbal.
—Son ellos quienes deben arriesgar. A nosotros nos basta con esperar —le comentó Aníbal.»
Reconstruye la frase
Hay palabras que no tienen un sustituto viable o es imposible erradicarlas sin afectar al resto de la frase. Es entonces cuando debemos tomar medidas más agresivas y echar mano de una reconstrucción. Ocurre especialmente con dos términos que, por mi experiencia como corrector, son los que más se repiten: los pronombres posesivos («mi, su, tu») y la forma del verbo «haber» que se utiliza en los tiempos compuestos, especialmente el «había» del pretérito pluscuamperfecto:
«Abraracurcix, caudillo de un pequeño poblado galo, se había unido a la rebelión que Vercingetorix había empezado contra los romanos meses atrás, el cual había obtenido apoyos importantes de todas las regiones. Pero el gran líder de la coalición había caído después de una larga campaña, así que el jefe de la aldea había regresado a su hogar.»
Ya lo veis: cinco repeticiones en apenas tres líneas de texto. Una locura que hay que arreglar. Estaréis pensando que es imposible prescindir de un elemento esencial de la forma verbal que estamos utilizando. Es lo que me dicen muchos alumnos. Pues bien, os prometo que siempre hay una manera de lograrlo:
«Abraracurcix, caudillo de un pequeño poblado galo, se había unido a la rebelión que Vercingetorix empezó contra los romanos meses atrás, el cual obtuvo apoyos importantes de todas las regiones. Pero el gran líder de la coalición fue derrotado después de una larga campaña, así que el jefe de la aldea se vio obligado a regresar a su hogar.»
¿Fácil, verdad? Sin ningún esfuerzo me he deshecho de cuatro de las cinco repeticiones. Y para ello bastaba con cambiar el tiempo verbal utilizado por otro compatible, aunque eso implicara hacer una reconstrucción. Insisto: en literatura, todo tiene solución.
Conclusiones
Hemos visto que cualquier repetición, ya sea de palabras o incluso de expresiones enteras, se pueden evitar de un modo u otro. Esto no significa que debamos obsesionarnos y sustituirlas todas por sinónimos. Alguna repetición de vez en cuando no supone ningún tipo de problema (a veces son incluso un recurso útil). Es una cuestión de sentido común y de esa característica vital tanto en literatura como en cualquier otro aspecto de la vida: equilibrio.
Muy interesante Theo. Le agregaría a tus buenos consejos, el uso del buscador en Insertar. A medida que vamos releyendo nuestro relato y observemos palabras repetidas, incluimos “estas” en el buscador y “este” nos indica las veces que se repiten. Creo que es un buen consejo para aplicar.
Roberto
Saludos