Si hay algo que surge en nuestra mente cuando escuchamos el nombre de Bram Stoker, sin duda, es la historia del conde Drácula. Y si has tenido ocasión de leerla, esas palabras llegarán acompañadas de ciertos momentos, frases concretas, de la historia atemporal publicada allá por 1897. Nada tiene que ver la novela de Stoker con aquellas otras que escribiera, más o menos por la misma época, Charlotte Riddel, dedicadadas a los fantasmas.
De la novela de Stoker podemos decir que fue escrita de forma epistolar, siendo en su mayoría a través de diarios y cartas. Para mí, este detalle resultó ser un gran aliciente a la hora de leerla. Basada en la historia del príncipe Vlad Tepes, del que hablaremos más adelante, sin duda, es un libro que tiende a no desaparecer de nuestro recuerdo. Y si hablamos de cosas que no marchan de la memoria, no podemos dejar atrás la adaptación que nos ofreció Francis Ford Coppola en 1992.
Drácula nos lleva en un viaje inicial en tren, por tierras transilvanas, gracias a la pluma de Jonathan Harker. Será él quien se encargue de describirnos a la perfección, en su diario, buena parte del primer tramo de la novela. Posteriormente, recogerá el testigo el fabuloso personaje de Mina Murray, en el que ahondaremos, además de otros personajes sumamente importantes.
Un mundo en tinieblas, a merced de lo sobrenatural, con una calamidad vagando por su castillo, en un lugar muy apartado de la civilización. Sin embargo, es ahí donde, creo, reside buena parte del terror de la novela. No en el ser de dientes afilados, que puede desplazarse por las paredes exteriores de su morada o transformarse en cualquier alimaña. El auténtico terror reside en que esa entidad alcance costas y ciudades para lograr propagarse como la mayor de las plagas habidas y por haber.
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Para serte sincero, tuve el honor de leer la historia del conde Drácula hace poco, algo de lo que me arrepiento. ¿Cómo no hice por leerla antes? Por no mencionar la película, de la que tenía recuerdos de escenas sueltas, pero nunca de verla completa. Antes de la adaptación de Coppola disfruté con Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994), Nosferatu (Murnau, 1922), las sagas de Blade (Stephen Norrington, 1998) o Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008). Incluso con la serie The Strain (Chuck Hogan y Guillermo del Toro, 2014).
Es un hecho que todas las obras que han llegado hasta nuestros días, lo han hecho y harán a hombros de todo lo anterior. Desde el Tratado sobre los vampiros (Augustin Calmet, 1746), pasando por el relato de El vampiro (William Polidori, 1819). Y, por supuesto, la obra de Carmilla (Sheridan Le Fanu, 1871).
Tras haber completado ambas versiones, he de decir que su adaptación al cine se aproxima muchísimo al original. Aunque también es cierto que lo hace con algunas variaciones, tal y como suele ser habitual en los saltos del papel a la gran pantalla.
El libro en el que nos basaremos es la edición de Austral, que lleva por título Bram Stoker. Drácula (sexta edición, 2020). Es un formato de bolsillo en tapa dura, con una textura rugosa muy agradable al tacto. Forma parte de una colección de clásicos llamada Austral Singular, en el que cada una de las novelas disfruta de motivos relacionados con la misma.
En este caso, encontramos decenas de pequeños murciélagos negros distribuidos en portada y contraportada, dejando el lomo únicamente para el título y un murciélago testimonial. En su interior, además de la novela, encontramos una pequeña biografía del autor y un prólogo del poeta y crítico literario Pere Gimferrer.
CONOCIENDO A… BRAM STOKER
Abraham Stoker nació en Contarf un mes de noviembre de 1847. Escritor irlandés, parte de su infancia la pasó en cama, dados sus problemas de salud relacionados con diversas enfermedades. Años más tarde, tras licenciarse en el Trinity College, trabajó como funcionario, además de ser el representante del actor de teatro Henry Irving. De hecho, fue así gracias a la crítica que elaboró sobre la obra Hamlet en la que actuaba el intérprete.
Una de las influencias, a la hora de dar forma a la historia del conde Drácula, le llegó por parte de Sheridan Le Fanu. Fue así debido a la narración que escritor dublinés llevó a cabo con Carmilla (1897), una de las primeras historias vampíricas. Además, a la hora de armarse con conocimientos de Rumanía, tuvo la oportunidad de leer Informe sobre los principados de Valaquia, de Emily Gerard. En él, su autora trata tradiciones muy antiguas, incluidas supersticiones del lugar donde se narra buena parte de la novela. Por cierto, si quieres saber más sobre Emily Gerard, no dejes de escuchar este audio sobre ella, narrado por Silvia Casasola, en La rosa de los vientos de Onda Cero.
Algunas de las obras de Stoker fueron El misterio del mar (1902), La dama del sudario (1909), La guarida del gusano blanco (1911), entre otras. Pero sin duda, Drácula aglutinó los mayores halagos que un escritor podría recibir. Sin ir más lejos, el mismísimo Oscar Wilde llegó a decir de su novela que “fue la obra mejor escrita de todos los tiempos”.
DETRÁS DE LAS CÁMARAS
LA VISIÓN DE FRANCIS FORD COPPOLA
Francis Ford Coppola (1939) mencionó una vez que, durante mucho tiempo, tuvo la oportunidad de ver diferentes versiones de la historia del conde Drácula. Y, de vez en cuando, se cruzaba con alguna que otra producción donde encontraba “revueltos”. En una de estas filmaciones descubrió, por ejemplo, al señor Renfield acudiendo al castillo del conde, en lugar de Jonathan Harker. Por cosas así suele decirse, sin temor a meter la pata, que la de Coppola es la adaptación más fiel a la novela.
En su forma de dirigir reunió al elenco para leer el libro en voz alta, de forma conjunta, durante un mes. Además de que algunos tuvieron la ocasión de convivir en su casa, a todos les pidió que, si se les ocurría alguna idea, se la dijeran. De esa manera, se añadieron escenas como la del baile entre Van Helsing y Mina nada más conocerse, propuesta por el propio Anthony Hopkins.
En los papeles principales encontramos a Gary Oldman (1958), interpretando a Drácula, irreconocible en los primeros momentos del metraje. A Winona Ryder (1971), dando vida a Elisabeta y a Mina Murray. Por último, a Keanu Reeves (1964), convertido en Jonathan Harker.
La película fue galardonada con varios premios, como los Saturn al Mejor Director y al Mejor Diseño de Vestuario. Además, también obtuvo los Oscar al Mejor Sonido, Maquillaje y Diseño de Vestuario, este último otorgado a Eiko Ishioka.
En cierto momento, Coppola se preguntó “por qué molestarse tanto para volver a hacer la misma historia”. Encontró la respuesta al darle un cambio de enfoque a la imagen tradicional del vampiro transilvano, evitando clichés y prototipos ya realizados hasta la extenuación. Sólo así logró llevar historia del conde Drácula, contada mil veces antes, a un nuevo nivel aún no explorado hasta entonces.
INFLUENCIAS PARA EL CONDE DRÁCULA
Coppola decía que siempre que recopilaba recortes, información, imágenes, lo hacía como si saliera a buscar setas. Primero las recolectaba y, una vez que terminaba de recogerlas, es cuando daba comienzo a su película. De esta forma, nos encontramos con que antes de saber qué quería hacer con su historia del conde Drácula, tenía sobre su mesa cantidades ingentes de puntos desde los que poder partir, hacia la dirección que fuese: vestuario, arquitectura, ambientes, personajes…
Son numerosas las inspiraciones en las que se apoyaron los creadores de la película. Artistas como el pintor Gustav Klimt (1862-1918), del que extrajeron ideas para diseñar parte del vestuario, como es el caso de su maravilloso cuadro El beso. O el ilustrador Gustave Doré (1832-1883), reconocido por su magníficos grabados para obras tan inmortales como La Divina comedia, de Dante Alighieri (1265-1321), de la que aprovecho para recomendarte su lectura.
Sin ir más lejos, uno de estos dibujos, Virgilio mirando a la mujer araña, sirvió para dar forma a la danza macabra de las esposas del conde Drácula, en aquellos momentos en los que abordaban al señor Harker. Para el aspecto exterior del castillo de basaron en una imagen del artista František Kupka (1871-1957), titulada El ídolo negro, que coincide plenamente con la adaptación al perfil de un hombre sentado, observando el firmamento, con una mano colgando a modo de garra pelopúntica.
CREYENDO AL CONDE DRÁCULA
Como complemento curioso, para los efectos visuales, sus creadores quisieron aprovechar en todo momento aquellos efectos prácticos e imaginativos de siempre. Los mismos que, por ejemplo, se hubieran utilizado en una película de la propia época en la que tenía lugar la historia del conde Drácula. Por aquel entonces, el ordenador había mostrado ya sus patas, pero, aun así, hicieron todo lo posible por eludir el croma verde y seguir adelante con su idea inicial.
Trucos como la perspectiva forzada, que emplearon en el momento de rodar la mansión de Lucy, que en realidad era una miniatura. El rodar hacia atrás, para generar un efecto sobrecogedor en los candelabros que rodean a una Lucy vampirizada descendiendo al interior del panteón. O la superposición de planos, dado el caso en el que Harker deambula por el castillo del conde y las ratas atraviesan la imagen del revés. El camino hacia lo clásico era tal, que para las escenas en las que el conde caminaba por Londres, utilizaron una cámara Pathé. De esta manera, lograron darle la textura y el movimiento lo más parecido a como se proyectaba el cine por entonces.
Otro de los efectos más usados en la historia del cine es, sin duda, el truco del espejo. Consiste en tener al actor de espaldas mientras se mira en uno. Entonces, en el reflejo observamos que suceden cosas que en primer plano no tienen lugar. El truco reside en que esa persona, de la que solamente vemos el cogote, no es en realidad el actor, como sucede en una escena del señor Harker en el castillo. Puedes apreciar la máxima expresión de este truco en Terminator 2: el juicio final, algo que conocí gracias a la maravillosa Carolina Jiménez (@Okinfografia) en este enlace de su perfil de Twitter.
LA CONEXIÓN CON EL CONDE DRÁCULA
Vlad Tepes nació en Sighisoara, en el corazón de Transilvania. Fue príncipe de Valaquia durante seis años, comprendidos entre 1456 y 1462. Parte de su educación la recibió en Constantinopla, de la mano del sultán de la ciudad. Eminentemente militar, dedicó su vida a luchar contra el imperio otomano, en aras de vengar la muerte de su familia y salvaguardar el cristianismo. Este último fue el motivo por el que, siglos después, sería considerado héroe nacional.
La historia de Vlad Tepes arrastró muchas sombras a lo largo de su vida. Una de ellas, quizá la más famosa, le asignó un apodo nada favorecedor: el Empalador. De hecho, mandó talar bosques enteros para fabricar estacas y poder ajusticiar, a través de este método de tortura, a miles de sus enemigos. Estos también le asignaron otros comportamientos terribles, tales como masacres mientras sus invitados comían plácidamente. Se decía, incluso, que dejó una jarra de oro con agua para los peregrinos, y tal era el terror hacia su persona, que nadie tuvo el valor de robársela.
Tras siete años de reclusión en Budapest, su amigo, Marías Corvino, le traicionó. Esto provocó su encarcelamiento en la actual Alba Iulia (Belgrado, por entonces), donde permaneció encerrado durante catorce años. Más tarde logró escapar y alzarse, por segunda vez, con el trono de Valaquia.
Al parecer, la muerte de Vlad llegó cuando los boyardos de Valaquia (la clase noble), llevaron a cabo un plan para acabar con su vida. Atemorizados por su “forma de proceder” regresara con él, le cortaron la cabeza y se la enviaron al sultán de Constantinopla. Según afirman los expertos, su cuerpo fue enterrado en un monasterio fundado por él mismo: el Monasterio de Snagov.
DONDE HABITA EL CONDE DRÁCULA
BRAM STOKER Y SU INVESTIGACIÓN
Si hay algo que encantó descubrir, a raíz de buscar sobre el nacimiento del libro de Bram Stoker, fue que el escritor nunca había pisado Transilvania. Y es una sorpresa aún mayor cuando, leyendo la novela, te encuentras con tal nivel de detalle con el que escritor irlandés nos deleita. Sin ir más lejos, por poner un ejemplo, el viaje de Jonathan Harker hasta el castillo de Drácula.
Pues bien, la única manera que tuvo para llevar a cabo una tarea así fue una documentación exhaustiva. Personalmente, disfruto muchísimo con la investigación antes de escribir, razón por la que me causa infinita admiración toda persona que realiza esta tarea tan laboriosa. Para conseguir su propósito y alcanzar multitud de detalles en sus descripciones, Stoker se estableció en la Biblioteca de Londres. De esta forma, recopiló varios de libros hasta alcanzar la suma de veintiséis, con el fin de recopilar documentación.
Al parecer, Stoker era asiduo esta biblioteca, y la propuesta pudo llegarle de la mano de Hall Caine. ¿Y quién es este señor? Quizá por el nombre no te suene de primeras, pero ¿si te digo “Hommy-Beg”? Exacto, ese es el alias que podemos encontrar en la dedicatoria inicial de la novela. Por lo visto, los volúmenes que se localizaron recientemente, y que llegó a consultar, estaban llenos de anotaciones, subrayados…
FIN DEL VOLUMEN I
Nos detenemos momentáneamente en este maravilloso viaje para afilar las estacas y rodear nuestros cuellos con ristras del mejor ajo. En nuestra siguiente parada ahondaremos en los personajes que conforman novela y película.
Ojalá hayas disfrutado de este primer artículo sobre la historia del conde Drácula y sus orígenes, tanto sobre el papel como en la gran pantalla. Si sabes de alguien al que le pueda gustar o te apetece compartirlo, hazlo libremente y sin temor. Y si crees que estaría bien que tratásemos algún libro o película, déjanos tu comentario. Muchas gracias y hasta
la próxima.