Hace un par de meses estuvimos hablando de uno de los errores más habituales entre los escritores que empiezan su carrera, las repeticiones de palabras. Os comentaba, por ejemplo, que es un defecto heredado de nuestro lenguaje hablado, y que es prueba de pobreza léxica en el autor, de falta o mal dominio del vocabulario. Y relacionado con este problema de las repeticiones tenemos otro que está más centrado en el aspecto fonético. Porque sí, la lectura suele ser una actividad mental y no oral, pero aún así los sonidos son muy importantes, porque nuestra mente también los interpreta al leerlos. Así que hoy trataremos este tema: las cacofonías.
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Qué son las cacofonías
Su definición es muy sencilla: es el abuso por proximidad de ciertos sonidos en un texto escrito, lo cual hace que se vuelvan repetitivos y estropeen la lectura. Lo normal es que se aprecie en el inicio o el final de las palabras y destaca sobre todo cuando se da en consonantes. Pongamos un ejemplo:
«Su suegro sufría su sordera en soledad.»
Como podemos apreciar, la frase está repleta de fonemas /s/, además de las sílabas «su» y «so», lo cual crea una sensación poco agradable. Yo diría que da la impresión de ser todo demasiado uniforme. Pero ojo, porque también puede darse en vocales. El ejemplo más claro se da en una forma verbal muy utilizada en narrativa de ficción, el «-ía» del pretérito imperfecto y el pretérito pluscuamperfecto:
«El rey Teopompo sabía que había que luchar contra Mesenia, y por eso tenía en mente que debía reformar las leyes espartanas.»
Para ser del todo estrictos, y como ya os comenté en el artículo sobre las repeticiones, hay que reconocer que no estamos ante fallos a nivel ortográfico, gramático o en lo que a sintaxis se refiere. No importa si llenas tu texto de repeticiones fonéticas, las frases pueden ser correctas. Pero somos escritores, hacemos literatura, y eso exige un extra que va más allá de lo habitual: debes cuidar la forma en la que narras para no crear disonancias ni elementos que estropeen la experiencia lectora. Y las cacofonías son con toda probabilidad uno de los vicios que más afea un texto.
Cómo detectar y solucionar las cacofonías
La detección de las cacofonías debe abordarse durante el proceso de revisión de cualquier texto. Suele recomendarse al autor primerizo que durante la escritura inicial no se detenga a pensar en estas cosas, pues es el momento de la creación pura, de dejar volar la imaginación. Es luego, durante el odiado proceso de corrección, cuando hay que buscar estos fallos. ¿Y cómo hacerlo? Pues tenemos dos métodos: leer con atención, poniendo especial énfasis en estas repeticiones, a poder ser en voz alta, pues ayuda a captar esos sonidos de los que abusamos; o bien utilizamos el buscador de nuestro procesador de texto para encontrar esas cadenas de caracteres que la experiencia nos dice que son nuestros puntos débiles. Por ejemplo, si abusas de los gerundios (como vimos en su correspondiente artículo), hasta el punto de que llegan a convertirse en una cacofonía, sólo tienes que buscar «ndo» en el mencionado buscador.
Una vez detectados, la mejor manera de solventar el problema pasa por eliminar estos fonemas o sílabas repetidas mediante la sustitución y la reescritura. Tomemos el ejemplo de antes y veamos cómo se podría arreglar:
«El rey Teopompo sabía que la lucha contra Mesenia era inevitable, y por eso siempre tuvo en mente la reforma de las leyes espartanas.»
Como veis, de las cuatro terminaciones «ía» nos hemos quedado sólo con una. Perdemos la cacofonía y de paso nos aparece una frase con una redacción mucho más natural y agradable.
Las cacofonías no siempre son un error
En efecto. Porque esa es la grandeza de la literatura: que incluso la norma más inamovible puede romperse en las circunstancias adecuadas. Y siempre que el escritor sepa hacerlo (de ahí la importancia de conocer y dominar dichas reglas). Las cacofonías no son una excepción en ese sentido. ¿En qué condiciones este vicio puede convertirse en un recurso a nuestro favor? En la poesía, por ejemplo, un formato en el que se busca más si cabe las reacciones emocionales del lector. De hecho, la poesía rimada se basa en la cacofonía. Y os lo voy a demostrar con un poema precioso de Rosalía de Castro:
Cando penso que te fuches
negra sombra que me asombras,
ó pe dos meus cabezales
tornas facéndome mofa. Cando maxino que es ida
no mesmo sol te me amostras
i eres a estrela que brila
i eres o vento que zoa. Si cantan, es ti que cantas
si choran, es ti que choras
i es o marmurio do río
i es a noite, i es a aurora.
Aunque los versos estén en gallego, se aprecia a la perfección esas cacofonías que la maestría de la poeta consigue hacer brillar. De hecho, no los he marcado para que seáis vosotros quienes intentéis detectarlos. No os costará mucho.
Pero desde luego donde más aceptadas están las cacofonías es en la literatura infantil, en especial en los refranes y sobre todo en los trabalenguas. ¿Hace falta poner ejemplos de tristes tigres comiendo trigo en un trigal?
Conclusiones
Como veis, la literatura es capaz de sacar provecho hasta de los errores en apariencia más insalvables. Pero cuidado, no creamos que la flexibilidad de este arte es un cheque en blanco para hacer lo que queramos. Si estás leyendo estoy lo más probable es que estés todavía iniciando tu camino como escritor y por tanto no domines estas técnicas tan avanzadas. Así que de momento mi recomendación es que te tomes las cacofonías como algo a evitar. Ya tendrás tiempo para hacer experimentos cuando dejes de cometer este tipo de errores.