Mucho se ha escrito acerca de la soledad del escritor, de si es necesaria o beneficiosa o de lo triste que es la vida del que escribe. No voy a hablar sobre todo aquello que se ha dicho en este tema, si quieres comprobarlo, basta con que recurras a tu buscador habitual y te saldrán decenas de miles de resultados. Hay para todos los gustos, desde Lord Byron, que decía que sólo salía para recuperar la necesidad de estar solo, al mito del escritor solitario que vive solo, muere solo y, si me apuras, incluso nace solo, sin necesidad de ser alumbrado ni nada… La soledad del escritor y mis propios comienzos Es cierto que el acto de escribir, de CREAR algo es, necesariamente, introspectivo y solitario. Pero aquel que piense que puede llegar a ser escritor manteniendo su trabajo en el oscurantismo de su soledad, está muy equivocado. Todo escritor va a necesitar, antes o después, alguien que le dé ánimo, que lo aliente, con el que conversar sobre su obra y sus inquietudes, o que le dé su opinión sobre lo que escribe. Y creedme cuando os digo que a veces no es fácil encontrar a personas dispuestas a ello… Lo que ocurre es que, a veces, uno no sabe dónde buscar. Eso me pasó a mí. Mi primera novela “me la comí con papas”, que decimos por aquí abajo. No pude mostrarle prácticamente a nadie lo que escribía, no tenía ninguna otra impresión sobre aquello que salía de las puntas de mis dedos y se plasmaba en la pantalla en blanco, exceptuando la mía, claro. Pero eso cambió de repente y de forma inesperada. Un día, me dijeron que en mi ciudad se iba a celebrar un encuentro de literatura fantástica. A él iban a venir pesos pesados de la literatura de fantasía española, como Javier Negrete o Rafael Marín. Yo estaba tan desconectado, tan solo, que de todos aquellos nombres que aparecían en el programa el único que me sonaba era el de Negrete, por aquello de haber ganado el premio Minotauro, al que iba a presentar mi primera novela. Pero la idea de asistir me pareció más que acertada: me pareció necesaria. Lo que vino después En otras entradas ya os conté cómo fue aquella jornada (y “magnífico” es un adjetivo que se le queda corto). Lo realmente importante para mí fue que puede encontrarme con gente que vivía a poco más de 10 Km. de mi casa y que tenía las mismas inquietudes que yo, que escribía, con mejor o peor calidad, que estaba deseando poder mantener conversaciones asiduas sobre SU escritura, SUS proyectos y, lo que era más importante aún, estaba dispuesta a escuchar sobre MI literatura, MIS proyectos y MIS anhelos literarios. Lo que vino después dio para muchas entradas en este blog. Pero os puedo decir que si no hubiera acudido a aquel encuentro de literatura, si no hubiera hecho amistad con aquellos otros escritores (porque amigos y escritores son, aunque no tengan nada publicado), hoy no tendría 2 novelas terminadas, no estaría trabajando en una tercera, ni contaría con la representación de una de los mejores agentes literarios de este país. No habría recibido un mensaje de esta agente ayer mismo comunicándome el interés de una importante editorial en mi primera novela. Y especialmente, no habría recibido la enorme inyección de moral que encuentra uno cuando descubre que no está solo. La soledad del escritor ya es puntual Pero hoy, que estoy revisando este artículo que escribí nada menos que hace nueve años, la soledad del escritor es casi un mito. Cuando yo empezaba a escribir tomandomelo en serio, en 2007, lo más cerca que podíamos estar los aspirantes escritores era o bien en algún foro o bien en alguna convención. La llegada de las redes sociales cambió todo eso. A día de hoy es lo más normal del mundo estar conectado con muchos escritores, unos más conocidos, otros menos. Unos más activos y otros menos. Pero los días en los que no tenías a quién pedir consejo pasaron. En Twitter o en Facebook, que son las redes sociales en las que yo me muevo, puedes seguir e interactuar a decenas, cientos de escritores que estarán encantados de cruzar unas palabras contigo, incluso de ofrecerte consejo. Por no hablar de la cantidad de información disponible en los blogs de esos autores. Estos son algunos de los que me parecen más interesantes y significativos para los que llegan a este mundo: Ana Bolox: escritora de novela policíaca, en su blog encontrarás mucha información útil específica de este género. Ana González Duque: Escribe fantasía juvenil, pero está especializada en SEO y posicionamiento web. Una visita obligada si quieres ganar visibilidad. Jaume Vicent: Escritor y Copywriter. En su web encontrarás muchos consejos sobre el mundo de la escritura. Gabriella Literaria: Una de las grandes “marcas” de las redes sociales. Su página es visita obligada. Mariana Eguaras: Ella no es escritora, sino editora. Y con mucha experiencia a sus espaldas. Si quieres conocer mejor el sector, esta es tu página. Anabel Rodríguez: Es escritora, amiga y abogada, y en su página encontrarás mucha información legal para escritores. Me gusta escribir: Se trata de una especie de red social en la que podrás contactar con otros escritores. Vícto J. Sanz: Editor y corrector con varios libros publicados sobre el tema. En su blog ofrece consejos sobre escritura Estos son solo algunos de los blogs literarios que yo recomiendo. Hay muchos más, pero estos, sin duda, te ayudarán a entender que la soledad del escritor es cosa del pasado. De hecho, te meterán en un auténtico problema: el de dedicarte a escribir en lugar de pasar toda la tarde leyendo sus interesantes artículos. Y por supuesto, esta misma página, mi canal de youtube y mi lista de correo, en los que te estás perdiendo grandes cosas si no estás suscrito.
Mis propios comienzos
Y tras la primera entrada, aquellos que no me conozcan, que supongo serán la mayoría se preguntarán: ¿pero este quién es? Algunos opinan que esa pregunta hay que contestarla cuando uno está cerca de su final y tiene todo su camino andado, pero como imagino que no querréis esperar tanto me presentaré como un recién llegado al mundo literario español. Hace más o menos un año y medio que comencé a escribir (esto no es del todo cierto, pero ya os pondré al día de mis verdaderos comienzos en otro momento). Me puse con una novela de corte fantástico a la que he titulado LA PIEDRA DE ALDUR. La finalicé en unos meses, trabajando en ella una media de entre 8 y 10 horas diarias. 350 páginas que cambiaron por completo mi pensamiento, mi entorno y mis aspiraciones. La envié al Premio Minotauro 2007. Quedé en el puesto número 6. ¿Qué por qué lo sé? Porque la novela es buena y sin embargo no estaba entre los 5 finalistas… En el mes de Octubre tuve la oportunidad de asistir a la HISPACON 2007, que se celebró en Sevilla. Allí pude charlar con editores y demás y en una de esas charlas, concerté el envió de la novela a una editorial que acepta manuscritos. Le envié los dos primeros capítulos para que pudiera valorar si le interesaba el estilo y la temática, y me contestó que tardaría unos 2 meses en darme una respuesta. Eso era un lunes. Para mi sorpresa, en sólo 4 días, el jueves de esa misma semana, me escribía solicitándome la novela completa, pues la historia le parecía interesante. Estaba en una nube… ¡mi primera novela, lo primero que escribía en realidad, llamaba la atención del primer editor al que se la mandaba! Debía tratarse de un error, seguro, y sin embargo, no tardé más que unos días, (los justos para repasar un poco el texto), en enviarle el original completo. Era el inicio de una aventura que me llevaría, al cabo de unos meses, a conseguir dar un paso de gigante en mis aspiraciones literarias.
Un Humilde Comienzo
Quiero iniciar este blog hablando del que creo es uno de los mayores genios de la literatura: John Ronald Reuel Tolkien. Su aportación literaria se limita a unos pocos libros, de entre los que el más conocido es, sin duda, El Señor de los Anillos. Este profesor de Oxford nacido en Sudáfrica, cambió por completo el panorama literario de aquellos que más lo necesitan: los jóvenes que se inician en la lectura. Gracias a su obra, desde mediados del S. XX la literatura juvenil cambió definitivamente, convirtiéndose poco a poco pero de forma imparable en un fenómeno de masas. Y sin embargo, también él tuvo un inicio. Alguien tuvo que valorar la primera historia que envió a un editor: El Hobbit. Corría el año 1936. Tolkien había prestado partes de su historia a algunos amigos y alumnos, entre ellos C.S. Lewis y finalmente, en 1936, envió el manuscrito a la editorial Allen & Unwin. Stanley Unwin, presidente de la empresa, opinaba, con toda la razón, que los mejores críticos de una historia para niños eran, precisamente, los niños. De modo que les encargaba a sus hijos la lectura de estas historias y les pedía un informe de las mismas. El Hobbit se lo entregó a Rayner Unwin, (el apellido del chico podría haber sido creado ex profeso por el propio Tolkien) su hijo menor. En 1936, tenía 10 años. Él fue el primer “crítico” del gran Tolkien, y este que os presento aquí el informe que ofreció a su padre: Bilbo Baggins (Bolsón en castellano) es un hobbit que vive en su agujero hobbit y que nunca ha tenido una aventura. Entonces, Gandalf el mago y sus enanos lo persuaden para que los acompañe. Tienen una aventura muy excitante, luchando con trasgos y wargos, y al final llegan a la Montaña Solitaria. Matan a Smaug el dragón, que guardaba la montaña y tras una terrible lucha con los trasgos, consigue volver a casa… ¡rico! El libro, con ayuda de mapas, no necesita ilustraciones. Es bueno, y gustará a todos los niños entre 5 y 9 años. Rayne Unwin. Este fue el primer informe que recibió uno de los libros más leídos del último siglo. Y es que, hasta los grandes comienzan desde abajo.