Aunque la literatura es un arte complejo y lleno de matices, todos ellos igual de importantes, estaréis de acuerdo conmigo en que los tres elementos más importantes a la hora de crear una novela son el argumento, el escenario (en el espacio pero también en el tiempo) y, por supuesto, los personajes. Es en el desarrollo de estos donde una obra puede precipitarse en el abismo o, por el contrario, convertirse en un éxito atemporal. Ya os hablé en pasados posts acerca de cómo se pueden crear personajes interesantes usando premisas clave como la importancia de conocerlos bien. Pero hoy voy a indagar en una figura esencial y que seguro os sonará un poco: los arquetipos.
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ToggleQué son los arquetipos
La psicología nos brinda herramientas muy útiles a la hora de crear personajes literarios. De hecho, todos los autores somos de alguna manera psicólogos de nuestras criaturas de ficción, o deberíamos serlo. Algunas de estas armas ya las hemos abordado antes, como la utilización del eneagrama para dotar de profundidad la personalidad de los personajes. Pero no es la única.
En 1919, el psicólogo Carl Gustav Jung utilizó por primera vez el término «arquetipo» en uno de sus ensayos. Según desarrollaría a lo largo de los años, el arquetipo es un concepto que hace referencia a las figuras universales presentes en el inconsciente colectivo de los seres humanos. Estas figuras son tan esenciales en las sociedades que una y otra vez las plasmamos en nuestras construcciones culturales. Las podemos encontrar en las religiones, los sueños, la mitología, el cine, la música… y la literatura.
Cuando hablamos de personajes arquetipos en la literatura nos referimos a aquellos que están construidos en base a unos fundamentos fácilmente reconocibles para el lector. Son universales y atemporales, los podemos encontrar contextualizados en cualquier época o lugar. No se limitan únicamente a individuos, sino que también se pueden aplicar a situaciones, llamados «eventos arquetípicos». O tópicos, de una manera más informal.
Los arquetipos más conocidos
Algunos de los principales (hay tantos que un artículo no basta para enumerarlos) son los siguientes:
- El héroe: representa, generalmente, al personaje protagónico, que debe vencer el conflicto principal del argumento en pos de un bien mayor (individual o colectivo).
- El anciano sabio: es el consejero que, en contraposición del héroe, tiene la sabiduría que concede la vejez.
- La madre: es la cuidadora universal, el pasado feliz, seguro y agradable.
- El niño: es esa figura inexperta que desconoce los estragos del mundo y la dureza de la vida.
- La sombra: es claramente el antagonista, el villano, pero lo magnífico es que encarna los valores contrarios (y reprimidos) de la personalidad del protagonista y, en esencia, del propio autor.
Jung les puso nombre y teorizó sobre su importancia, pero ¿dónde situamos su origen histórico? En realidad, los arquetipos no tienen un origen pues están ligados a la especie humana. El hombre siempre ha reflejado en sus creaciones ficticias su forma de ser, como no puede ser de otro modo. En el caso de la literatura, deberíamos retrotraernos a la primera obra concebida como tal, el poema de Gilgamesh, datada en el 2000 a. C. En este texto acadio (del que ya hemos hablado en este artículo) se presentan conceptos protagónicos tan familiares como el héroe (Gilgamesh) o el sabio (Utnapishtim). Luego llegaría Homero e incorporaría estos conceptos en su obra. Y tras él, generaciones y generaciones de autores hasta llegar a nuestros días.
Ejemplos
Antes hemos mencionado los arquetipos más importantes. Seguro que al leerlos te han venido a la mente infinidad de ejemplos. Y es lógico. Uno de los más claros lo podemos ver en «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde», una de las obras cumbres de Robert Louise Stevenson. En ella el autor enfrenta dos de estos arquetipos: el héroe (el doctor Jekyll) y la sombra (el señor Hyde). Cada uno de ellos representa las dos personalidades contrapuestas del personaje, así que tenemos dos arquetipos en un mismo personaje. Fascinante, ¿verdad?
Para la figura del sabio no podríamos elegir a nadie que no fuera Gandalf, en «El Señor de los Anillos», aunque si nos gusta el cine también podemos verlo representado en el maestro jedi Yoda. Héroes hay muchos, pero uno de los más representativos es Harry Potter, pues además también nos aporta otro elemento arquetípico, el del viaje de crecimiento del héroe, que va desde la ignorancia a la madurez.
Pero no todo es tan sencillo. Dentro de cada arquetipo hay subcategorías. No todos los héroes son iguales. Existe el individuo común que no tiene cualidades extraordinarias y aún así se ve enfrentado al conflicto; el héroe épico, nacido para las aventuras, que todos asociamos con Heracles, Conan o Beowulf; o el famosísimo antihéroe, al que ya le dedicamos un artículo entero.
¿Debemos usar los arquetipos en nuestras novelas?
Me temo que no vamos a tener más remedio que hacerlo. Porque es básicamente imposible escapar de ellos, de lo contrario no habrían sobrevivido durante milenios en el inconsciente colectivo. En la creación literaria hay que tener en cuenta una máxima: todo está ya inventado. Cualquier tipo de personaje que pensemos, cualquier carácter, ya ha sido utilizado antes porque llevamos creando ficción desde que el hombre es hombre. Y esto no es malo en absoluto. La principal ventaja de los arquetipos es que al ser tan reconocibles el lector no tendrá problemas en empatizar con ellos. Siempre que los construyamos de manera correcta.
Y es justo ahí donde el autor tiene margen para que sus creaciones no sean simplemente copias de otras. Es en el «cómo» donde está la magia de la escritura. Podemos tomar ese arquetipo de sobras conocido y combinarlo con otros, dotarle de elementos únicos y motivaciones que lo hagan escapar del tópico. Ofrecerle una profundidad inaudita o meterlo en un contexto novedoso, ya sea a nivel de escenario como argumental. La combinación de los tres grandes elementos mencionados al principio (argumento, escenario y personajes) es la mejor manera de diferenciarnos de los demás autores.
La escritura es un juego maravilloso, así que juguemos sin miedo.
Muy interesante, lo tengo en cuenta, muchas gracias
Hola Teo. Muy agradecido por tu generosidad al dar tantas explicaciones y consejos para la escritura.
Abrazo
Excelente. Afirma mis prácticas que son guiadas por tus artículos. Muchas gracias.
Desde Argentina.