Los calores empiezan a remitir y, tras el descanso estival, estamos aquí otra vez para empezar la temporada volviendo al género dónde nos quedamos, el Romanticismo. Nuestro autor, José Zorrilla, es quizá el más conocido de todos los que se mueven en este género y no precisamente por el conjunto de su obra, si no por una de ellas, la más popular del teatro español. ¿Sabes cuál es? ¿No? A ver si adivinas “No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla…” Ahora sí, ¿verdad? Bueno, vamos a por ello.
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ToggleJosé Zorrilla; sus primeros años.
José Zorrila y Moral nace un mes de febrero de 1817 en Valladolid, en el seno de una familia con ideales monárquicos absolutistas. Sus primeros años transcurren entre su ciudad de nacimiento, Burgos y Sevilla hasta que su padre ejerce como superintendente de policía en Madrid cuando Zorrilla tan solo contaba nueve años. Fue en esta ciudad donde comenzó seriamente sus estudios ingresando en el Real Seminario de Nobles, centro regentado por los jesuitas. Aquí dicen sus estudiosos que comienza a leer a Chateaubriand y Walter Scott entre otros, así como a escribir sus primeros versos.
La guerra carlista hizo que la familia se trasladara a Lerma en 1837, pasando Zorrilla a estudiar leyes en Toledo; como quería su padre, aunque él prefirió dedicarse a la lectura de sus autores favoritos y a conocer todos y cada uno de los rincones de la ciudad que más tarde se verían reflejados en parte de sus leyendas. Un año más tarde trasladaría la matricula a Valladolid, donde hizo rápidamente amistad con autores dedicados a la contemplación, al igual que él, y que le llevarían a disfrutar de dos años dedicados a la vida descuidada y alegre a pesar de la insistencia de los tutores a los que su padre había encargado su vigilancia. Estos, viéndose incapaces de meterlo en cintura, lo devolvieron a Valladolid. Pero Zorrilla se escapó y marchó a Madrid para vivir de sus versos. Lo cierto es que, según cuenta él mismo, fue un tiempo de estrecheces en el que se ganó la vida con las ilustraciones que hacía para el Museo de las Familias de París y algún periódico que terminó siendo clausurado por la policía de la época, lo que le obligó a huir para no ser detenido.
José Zorrilla: o cómo entrar en el mundillo literario por la puerta grande.
A primeros de 1837, con tan solo veinte años, Zorrilla pasaba los días junto a su amigo del alma, Miguel de los Santos Álvarez, leyendo en la Biblioteca Nacional y durmiendo en la buhardilla que un humilde cestero le dejaba para que no viviera en la calle. Massard, un amigo, les trajo la noticia del suicidio de Larra y le pidió que dijera unos poemas en el sepelio del mismo. Zorrilla compuso unos versos esa misma noche. La suerte quiso que Larra gozara de una merecida fama entre el mundillo literario y artístico de la capital y que a su entierro asistieran prácticamente todos los que vivían en Madrid. En el cementerio de Fuencarral, y frente al féretro, se realizaban la lectura de diversos poemas como homenaje al literato cuando Zorrilla, un joven de veinte años totalmente desconocido en el mundo artístico de la ciudad, se lanzó a leer unos versos.
“Ese vago clamor que rasga el viento,
Es la voz funeral de una campana:
Vago remedo del postrer lamento
De un cadáver sombrío y macilento
Que en sucio polvo dormirá mañana”
Como él mismo contaría, la emoción le embargaría mientras realizaba la lectura de los versos hasta el extremo de que tuvo que ser el Marqués de Molins quien concluyera la lectura. Lo cierto es que, si imaginamos la escena donde un joven sale a recitar unos versos que todos creyeron improvisados, esta resulta extremadamente romántica. Nadie entró a valorar la calidad de los versos, pero quedaron impresionados por la musicalidad y efectismo, rasgos que le acompañarán desde entonces. Lo cierto es que al salir del cementerio Zorrilla era un autor ya reconocido. Intimó con algunos autores, entre ellos Espronceda. El periódico “El Porvenir” le ofreció un sueldo de seiscientos reales y algún tiempo después “El Español” le brindó el puesto dejado por Larra. Así que como os he dicho, entró en el mundillo literario por la puerta grande.
José Zorrilla: el despegue de su carrera y sus últimos años.
Como he comentado en el punto anterior, la lectura de sus versos en el entierro de Larra fue un punto de inflexión en su vida. Literariamente, ese mismo año, 1837, termina publicando su primer libro, “Poesías” y dos años más tarde “Juan Dándolo”.
Poco tiempo después se casa con Florentina O’reilly, viuda dieciséis años mayor que él. Dicen que Zorrilla la engañaba constantemente y que esta, llevada por los celos, terminó influyendo para que nuestro autor tuviera que dejar su trabajo y emigrara a Francia en 1850 y a México cinco años después. Aunque parezca exagerado, ella siguió con sus misivas difamatorias en el París de la época hacia Zorrilla e incluso en México para provocar la ruina de este.
Lo cierto es que, precisamente durante los años que duró su matrimonio, Zorrilla escribe sus mejores obras: “El zapatero y el rey”, “Cantos del trovador” y otras entre la que se encuentra la más famosa, “Don Juan Tenorio”.
Durante su estancia en América, y mientras se dedicaba a dar lecturas poéticas en Cuba y México, intentó varios negocios que nunca fructificaron hasta que trabó una buena amistad con el Emperador Maximiliano, amante de su obra, que le honró como su poeta oficial y llegó a darle el puesto de director del proyectado Teatro Nacional mexicano. Aunque la felicidad le duró poco: Benito Juarez acabó poco después con Maximiliano y el puesto otorgado por este se fue al traste. Tuvo suerte de encontrarse en España mientras esto ocurría, sino no hubiéramos gozado de nuestro autor, Zorrilla, unos cuantos años más.
En 1869, con cuarenta y nueve años y demasiado envejecido para su edad, Zorrilla es recibido en nuestro país como autor consagrado y viudo, casándose de nuevo y gozando de una vida llena de altibajos económicos hasta que en 1893, y tras tres años de enfermedad, falleció en Madrid a los setenta y tres años, famoso pero pobre, como tantos otros autores de prestigio. Su entierro fue multitudinario, como el que le hizo famoso.
Aquí os dejo un enlace con un extenso reportaje dramatizado de la vida de José Zorrilla
José Zorrilla: su obra
José Zorrilla cultivó todos los géneros poéticos de la época. En su obra los estudiosos distinguen tres líneas de influencia: la relación con su padre, su temperamento sensual y su salud. Su padre, severo y despótico, rechaza su cariño y menosprecia su trabajo de forma sistemática. Su experiencia con las mujeres le lleva a tener dos esposas, un amor primerizo con su prima y diversas amantes tanto en París como en México. Y el tumor cerebral que le llevó a la tumba y que algunos estudiosos se preguntan hasta que punto no terminó influyendo en su obra.
Lo cierto es que esta se encuentra impregnada de su ingenuidad, ajeno al dinero y totalmente desinteresado por la política.
Que “Don Juan Tenorio”, de la que os dejó aquí, de la mano del gran Paco Rabal las frases más famosas y conocidas, esté considerada, junto con “el Quijote” de Miguel de Cervantes, como las obras más representativas de la literatura española, ha hecho que no se le reconozca como debe el resto de su obra, que en algunos casos supera la calidad literaria del Tenorio.
Y si queréis conocer de su propia mano los avatares de su revuelta vida, hay que leer sus “Recuerdos del tiempo viejo”, donde da cuenta de lo acontecido a lo largo de su vida, y aunque murió en la pobreza, como un verdadero romántico, tuvo un reconocimiento merecido en vida que quedó reflejado con su multitudinario entierro, al contrario que Cervantes.
Y aquí lo dejo, esperando que la lectura de estas líneas os anime a leer alguna de sus obras.
Sed buenos y leed mucho.