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Ibn Battuta, el gran viajero

Me encantan las novelas protagonizadas por grandes viajeros, en las que se narran espectaculares travesías donde el personaje principal descubre nuevas culturas y vive mil aventuras. Tienen un encanto especial, como si a través de estas historias pudiéramos hacer lo que nuestro día a día no nos permite: conocer lugares lejanos. Y el protagonista del artículo de hoy bien que merecería una novela centrada en sus viajes, porque anda que no recorrió mundo. ¿A quién me refiero? Quizás no os suene mucho, pero este viajero incansable pasó treinta años de su vida recorriendo a pie, a lomos de un camello o sobre un barco, todo el mundo conocido en la Edad Media. Tanto es así que recorrió una distancia mayor que el mismísimo Marco Polo. Os presento a Muhámmad Ibn Battuta, el gran viajero.


El ansia viajera de Ibn Battuta

 

Vamos a reconocer que Ibn Battuta no tuvo que salvar grandes penalidades para poder cumplir sus sueños viajeros. Nació en el seno de una familia honorable de cadíes, un tipo de magistratura islámica, así que jamás tuvo que lidiar con ningún apuro que lo atara. Vino al mundo allá por el 1304, durante la época de la dinastía Meriní. Dada las características de su familia, los Banu Battuta, tuvo acceso a una educación esmerada, que le descubrió su primera gran pasión, la lectura. Y ya sabéis lo que pasa cuando uno es un lector voraz: la mente despierta y se abre a nuevas realidades.

Ibn Battuta no permaneció mucho tiempo en su Tánger natal, como podéis imaginar. Su afición por los libros de temática geográfica causó tal convulsión en el joven que sintió la imperiosa necesidad de conocer por sí mismo ese mundo que le presentaban los libros. De este modo, apenas cumplidos los veintiún años, decidió dejar su hogar y echarse a los caminos. No volvería a Tanger hasta veinticuatro años después. 

Ibn Battuta infancia


El primer viaje: La Meca

 

No podía ser de otro modo. ¿Cuál debe ser el primer destino de todo musulmán? El hajj, o como nosotros la conocemos, la peregrinación a La Meca. Ya sabéis que se trata de una de las obligaciones del islam. Es aquí cuando empieza la Rihla, la crónica escrita que Ibn Battuta realizó de sus viajes, una obra de enorme trascendencia ya que le permitió legarnos un montón de testimonios y descripciones de los parajes que recorría. Fijaos si es importante lo que dejó escrito que hoy en día se utiliza como fuente fundamental para el estudio del mundo islámico en la Edad Media.

Para llegar a La Meca partió el 13 de junio de 1325 y recorrió la costa norte de África, hasta alcanzar Egipto. Debió ser un tramo duro, quizás debido a su inexperiencia, porque apenas dejó detalles escritos de esta etapa. Hasta que alcanzó Alejandría y se embarcó por El Nilo hacia la ciudad de Aydab. Pero como no puedo llegar a Arabia por la ruta del Mar Rojo, tuvo que regresar a El Cairo. Damasco y Alepo fueron sus siguientes paradas, antes de alcanzar al fin La Meca en 1326.

Ibn Battua La Meca


Ibn Battuta en China

 

Durante los siguientes seis años, Ibn Battuta recorrió en profundidad toda Arabia, visitando lugares como Irak, Kurdistán, para regresar de nuevo a La Meca, donde ejerció de teólogo. Por supuesto el ansia viajera siempre sale a flote, pero esta vez Ibn Battuta quería traspasar todas las fronteras y descubrir nuevas culturas. Su nuevo viaje habría de llegar más allá de lo imaginable: Egipto, Siria, la península de Anatolia, Crimea, Constantinopla… En algunos de esos lugares contactó por primera vez con la cultura occidental cristiana, pero sólo fueron paradas menores ante lo que le esperaba: cruzó el río Volga y, en 1333, pisó el valle del Indo, y luego Delhi, donde estuvo nueve años como parte del servicio del sultán Muhammad Ibn Tughluq.

Ibn Battuta podría haberse quedado allí hasta el final de sus días, pues se ganó un puesto de honor en la corte del sultán hindú, pero tenía tantas ganas de volver a los caminos que logró que el sultán le nombrara embajador de su reino, con un destino susurrado por el propio Ibn Battuta: el Extremo Oriente. Un terrible huracán le obligó a hacer escala en las islas Maldivas, para luego llegar hasta Sri Lanka. En sus crónicas asegura que escaló la montaña donde se dice que Adán dejó las huellas de sus pisadas.

Hubo momentos donde Ibn Battuta lo pasó bastante mal, como cuando fue atracado por unos piratas en el Índico. Pero logró superar todo inconveniente, ya fuera de carácter humano o las malas condiciones climáticas, para alcanzar al fin la costa china. Recorrió miles de kilómetros antes de llegar a Pekín. A estas alturas ya habréis comprendido que Ibn Battuta era de culo inquieto, y una prueba más es que no permaneció en la capital china ni un mes. De nuevo se lanzó a la exploración, hasta el punto de que dejó una crónica muy detallista sobre las costumbres de una civilización que para él era tan extraña como si estuviera viendo a unos alienígenas. ¿Os imagináis lo que debió sentir al ver la Gran Muralla China?

Ibn Battuta viajes


Conclusiones

 

Pero en 1347 China estaba sumida en un período bastante agitado, así que decidió regresar a su hogar. Si es que un viajero que ha pasado más de veinte años dando vueltas por el mundo puede tener un hogar. Se asentó en Tánger durante unos años, pero no muchos: poco después tomaría la dirección opuesta y se dirigiría hacia occidente, a nuestra al-Andalus, en aquel momento sumida en conflicto con Alfonso XI de Castilla. Aunque cuando llegó el rey castellano ya había muerto por la peste negra, así que no tuvo mayores problemas para recorrer la península. Marbella, Ronda, una Málaga de la que escribió auténticas maravillas… Y por supuesto, Granada.

Ya veis que podríamos escribir un libro hablando de todos los lugares que Ibn Battuta recorrió. Os prometo que he resumido mucho y me he dejado algunos por falta de espacio, como sus visitas de exploración por África occidental o el África Negra. ¿Cuando se detuvo nuestro protagonista? No antes de publicar la Rihla (traducido como Los viajes). Se cree que colgó las sandalias viajeras poco después, que fue nombrado qadi en Marruecos, y poco más. Murió en torno al 1370 (la fecha no está muy clara), y la nota negativa fue que su obra quedó en el olvido hasta que fue redescubierta en el siglo XIX.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

  • chema

    Magníficas perlas que saboreo

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