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Tabla de contenidos
ToggleCapítulo 1 (o sobre cómo aparece la idea y no se va aunque la soples bien fuerte)
Estoy escribiendo una novela. Esto no es nada novedoso ni original, lo están haciendo miles de escritores con más talento que yo en este momento. Pero es la mía y, para mí, la más importante, aunque no la lea nadie. Es mi mundo, lo estoy pariendo yo. Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Como buena novata, he cometido muchos y variados errores (y voy a seguir haciéndolo, no lo dudéis). Esta serie de artículos nacen para hablar sobre esto, sobre cómo las páginas escritas se van acumulando y cómo se van sorteando los obstáculos que todo escritor novel encuentra en cada capítulo. Hoy quiero hablaros de cómo reconocer la idea para escribir una novela. ¿Queréis acompañarme?
Un pequeño prólogo autobiográfico
Un día, me dio por leer todo lo que caía entre mis manos.
No, no es el comienzo de la novela, es el principio de esta adicción, la dependencia por la lectura. Esto pasó desde muy pequeña. Los Hollister, Los cinco, Los siete secretos, Puck… dieron paso a Julio Verne, a descubrir la fantasía de la mano de Ende y a pasear por Tierra media con Tolkien. Ya no pude parar. El ratoncito Perez me dejaba un libro bajo la almohada y a medio día ya lo había leído. Recuerdo que mis padres me reñían por enfrascarme en la lectura en vez de hacer los deberes. Y no he podido, ni quiero, desengancharme.
Son muchos los autores que nos han dejado su opinión o su sentir sobre este tema y estarán más acertados que yo, como podéis leer aquí o también en estas citas.
Dejadme que haga un inciso para contaros, a mi modo, lo que significa la literatura.
Adicción
“El crujir de las hojas al despegarse unas de otras rasgó el aire y se mantuvo ahí, suspendido, como las motas de polvo que se arremolinaron sobre las estanterías cuando se había abierto la puerta, momentos antes.
El cliente aspiró el aroma y las moléculas de tinta se desprendieron con la cadencia de cada bocanada. Se introdujeron en su garganta, invadiendo las sinapsis neuronales y las imágenes estallaron en su cerebro: la mirada del autor penetrando en sus ojos, viendo lo que él vio, sintiendo lo que él sintió.
La adrenalina palpitaba en sus venas con cada frase que murmuraban sus labios, prendidos los puntos y las comas en cada poro de su piel. Supo que no podía parar.
—Me lo llevo. —Y temblaron sus dedos al dejar el billete en el mostrador.
—Excelente elección, caballero, no le defraudará.
Pero sus palabras se perdieron entre las motas de polvo que se levantaron al cerrarse la puerta de la librería, de nuevo”.
Un día, me dio por escribir.
La lectura es solo la mitad de mi camino, porque en el otro carril, y en la misma dirección, casi, casi desde el principio, está la necesidad de relatar mis propios mundos, esos que aparecen de repente en mi cabeza y no hay forma de que desaparezcan hasta que les doy forma a golpe de letra. Tras un libro que nos hace soñar, amar, llorar, odiar… está el sueño, la lucha, la pasión de otra persona.
Sí, sí… yo también tuve un pasado en el que me inventaba historias como la de la imagen (es un dibujo mío del instituto). Y hablando del sistema educativo, saludos a mi profesora de quinto de EGB, que me castigó al no creerse que cierto cuento lo había escrito sola. Eso es motivar, señora, gracias.
No voy a perderme en disquisiciones de por qué los que jugamos en este lado de la acera lo hacemos. No lo sé. No me considero nadie especial, ni creo que tenga una sensibilidad distinta. Es algo que necesito hacer. Si no escribiera, la vida se me quedaría corta, me ahogaría con mis propias emociones, moriría un poquito cada día.
Punto.
Escribir es un modo de vida, te dediques a ello profesionalmente o no. Pero si queréis leer ensayos sobre este tema, los pensadores lo diseccionan mucho mejor que yo, aquí.
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Cómo reconocer la idea para escribir una novela
Que de eso va esta entrada, de cuando aparece esa historia que no te deja en paz. Por un motivo o por otro, sientes la necesidad de escribirla. Y pueden pasar tres cosas:
– Que te lances al teclado o al papel como si no hubiera un mañana. Primer peligro: a las pocas páginas no sabrás por dónde seguir y la frustración puede ser bastante importante.
– Que intentes mirar a otro lado porque no te sientes capaz de enfrentarla. Segundo peligro: la idea te persigue y la vas dejando de lado, con el agobio de no considerarte lo suficientemente bueno. Los miedos son inherentes a cualquiera que expone una parte íntima suya (y en todos los escritos mostramos partes más o menos importantes de nosotros). Además, está ese ego que crece con las ofrendas de los demás y es tan fácil herir con una pequeña crítica. (Ya hablaremos más adelante de cómo sobrellevar las opiniones de los demás).
– Que ignores las vocecitas anteriores, la del miedo y la del impulso irracional, y leas lo que tengo que contarte.
¿Cómo sabemos que es ella, la que merece nuestro trabajo y esfuerzo? ¿Cómo reconocer la idea para escribir una novela?
1- Te gusta.
Parece una perogrullada, pero a veces escribimos por escribir. Por no perder la fluidez, por un reto, por encargo… Pero la pulsión y la pasión que aparecen cuando algo llega para quedarse solo se da cuando tienes ESA idea. La tuya, la que te llama.
2- Es original.
Que conste que a mí la originalidad me parece sobrevalorada porque los grandes temas de la literatura son recurrentes y cíclicos. Pero sí que podemos tratarlos desde un punto de vista diferente, desde un rincón del que nadie se había dado cuenta, a vista de pájaro, al revés, desde la última galaxia o desde la roca ígnea más cercana al centro de la Tierra.
3- Deja que juegues con ella.
O lo que es lo mismo, aguanta que le hagas todas esas cosas que he escrito en el punto 2 y te sigue gustando. Y esto es importante, porque no hay que ponerse a escribir según aparece la idea. Déjala reposar, paladéala, investiga hasta dónde puede llegar.
4- Se sostiene con unas líneas.
Muchos contadores de historias apuntan sus ideas en libretas, cuadernos, servilletas de papel, carpetas en el escritorio del portátil… Yo tengo alguna apuntada por ahí, sí, pero he de confesar que soy un desastre en cuanto a organización se refiere y tengo cosillas garabateadas en cualquier parte. Un consejo: no seas como yo. A veces he pensado dejar una libreta en la mesilla al lado de la cama porque a veces, en duermevela, he tenido ideas geniales que se han esfumado con la luz del sol. ¿O no serían tan geniales? Nunca lo sabré.
Escribe el esqueleto de tu idea, su esencia. Dibuja el corazón con el que la dotarás de vida después. Y espera.
5- Te sigue llamando
No puedes olvidarla y te produce el mismo cosquilleo que la primera vez cuando vuelves a leer su garabato. Entonces estás irremediablemente abocado a escribirla porque es ella. Te has enamorado de esa idea. Puede que la llegues a olvidar durante un tiempo si tienes otros proyectos entre manos o el miedo te supera, pero siempre regresa para susurrarte al oído o darte una colleja si te despistas.
¿Y a qué esperas? Ahora ya sabes cómo reconocer la idea para escribir una novela. Esa es la tuya… Después de haber hecho todo lo anterior, es tiempo de enfrentarla. Tu historia no tendrá mejor escritor, por algo es tuya.
Mi idea
La que tengo entre manos y me lleva desvelando desde hace año y pico surgió de un relato. Como casi todas las que tengo. Yo vengo de escribir historias cortas, y he de reconocer que cada una de ellas se puede convertir en una novela si creas tramas secundarias. En este caso, me topé con la idea procrastinando en internet. Y me enamoré de todo lo que podía mostrar con ella y que nadie había hecho. Eso sí, he estado madurándola y buscando documentación dos años largos. Y con miedo a ponerme con ella, lo confieso. Creía que me quedaba demasiado grande, pero no me dejaba en paz. Así que reuní el valor suficiente como para comenzar a escribirla, por fin. ¿Una pista? Primera guerra mundial… Y hasta ahí puedo leer.
Bien, tenemos un punto de partida, pero nos queda mucho para llegar a nuestra meta. Y hay que ir paso a paso, sin lanzarnos a la carrera, aunque nos quemen los dedos por comenzar a golpear las teclas. Lo único que tenemos es una semilla, el germen de algo que puede ser muy grande… o morir por el camino. Es hora de trazar un plan. ¿Queréis que os cuente cómo sobrevivir a esos miedos y al camino que nos queda por delante hasta que nuestra historia cobre vida?
Eso, querido míos, os lo contaré en la entrada que viene.
¿Vuestra experiencia es distinta? ¿Me lo queréis contar? ¡Os espero!
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