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Petra, la ciudad perdida

En el mundo existen enclaves históricos de una belleza tan épica que incluso el más versado de los escritores tendría problemas para describirla. Me refiero a parajes y monumentos que han sido o merecerían ser nombradas como grandes maravillas del mundo: la pirámide de Keops, la Calzada de los Gigantes, la Alhambra de Granada, el templo de Kukulcán en Chichen Itzá, la Gran Muralla China… Uno de los lugares que más me impresiona es aquel del que vamos a hablar hoy. Seguro que cuando veáis alguna de las fotos la reconoceréis al instante: Petra, la ciudad perdida en el desierto.


Orígenes

El valle de Petra tiene ciertas particularidades que lo hicieron un enclave muy apetitoso para el hombre desde tiempos inmemoriales, sobre todo por su orografía, que la hacía un bastión fácil de defender. Sin embargo, sus primeros habitantes, que datan del neolítico, fueron pueblos nómadas que como mucho instalaron puestos sedentarios en los que guarecerse durante sus travesías. El más antiguo que se ha hallado se remonta a la Edad del Hierro. No fue hasta la llegada de los edomitas, uno de los pueblos semitas que aparecen en el Antiguo Testamento, que la región pasó a quedar habitada de una manera más permanente. Como curiosidad, según el Libro del Éxodo a los edomitas no les hizo mucha gracia ver la llegada de Moisés y los suyos, cuando peregrinaban por el desierto, así que les impidieron el paso.

Sin embargo, el período de máximo esplendor de Petra llegaría con los nabateos, un pueblo nómada de origen árabe, que allá por el siglo VI a.C. entró en territorio edomita y, tras desplazar a éstos, se hicieron con la región, a la que llamaron Raqmu (lo de Petra, “piedra”, fue cosa de los griegos). Los nabateos vivieron un proceso de sedentarización gradual a la vez que seguían sacando provecho de su antigua forma de vida. Porque Petra resultó ser una bicoca que nadie había sabido explotar antes. Era paso obligado de multitud de viajeros y caravanas, la encrucijada de una ruta comercial que conectaba lugares tan ricos como Damasco y Jordania. Los nabateos hincharon a los mercaderes a impuestos, lo cual permitió que se hicieran de oro en muy poco tiempo. Y cuando el dinero se les salía ya por las orejas, decidieron construir las maravillas que vamos a ver a continuación.

Moisés


El Siq, la puerta de Petra

En realidad, el Siq es un accidente natural, aunque es tan bello que uno podría pensar que en algún momento fue creado por algún antiguo titán. Es un desfiladero tan angosto como inspirador, que se abre justo después del primer monumento de Petra, la tumba de los Obeliscos. A partir de ahí, el Siq serpentea, se ensancha y estrecha aquí y allá. Por momentos parece que las dos paredes vayan a unirse por completo, como las aguas del mar Rojo tras el paso de Moisés. Hay puntos en que la anchura del cañón apenas deja ver el cielo, mientras que su altura va de los noventa a los 180 metros.

Las paredes, dibujadas primero por las fuerzas tectónicas, luego por el agua, y finalmente por el viento, son un espectáculo cromático. En ellas se funde el rojo, el rosa, el ocre, incluso el violeta. El carácter sagrado del Siq era tal para los nabateos que a lo largo de las paredes horadaron diversos nichos que contienen betilos, piedras conmemorativas en honor a sus dioses. Por cierto, antaño se extendía un canal que ahora permanece seco. Era como una especie de camino oasis para las compañías de mercaderes, luego de tanto tiempo recorriendo el duro desierto.

El Siq Petra


El tesoro de Petra

Entonces termina el desfiladero, pero incluso antes el viajero ha tenido que enfrentarse a la imagen más característica de Petra. Me refiero a Al-Khazneh, que significa El tesoro del faraón. Sí, la habéis visto un montón de veces: en imágenes en redes sociales, en documentales, en un montón de series y películas. De hecho, es el escenario del final de Indiana Jones y la última cruzada, donde reside el Santo Grial (no, eso no es verdad). Os hablo de esa soberbia fachada de cuarenta metros de altura, tallada en la misma roca del desfiladero. La Ciudad Rosa, como también se la conoce, por razones más que obvias. El estilo helenístico que tiene es tan evidente que los arqueólogos están convencidos de que los nabateos contrataron a constructores influenciados por los griegos.

Podríamos pensar que estamos ante la fachada de un gran palacio subterráneo, pero en realidad los expertos creen que en aquellos días se construyó por orden del rey nabateo Aretas III para que fuera su tumba y la de sus sucesores. Lo cual dataría la fabulosa talla en el siglo I a.C. Al ver las imágenes (y ni me imagino lo que será verlo con tus propios ojos) uno no puede más que preguntarse lo titánica que debió ser el esculpido de la fachada, en dos niveles. Seis columnas soportan el frontón, parapetadas a los lados por varios relieves.

Al-Khazneh


El declive de Petra

En realidad, Petra es bastante más que el Siq y Al-Khazneh. Tiene muchos otros edificios excavados, como el Deir (monasterio), y un sinfín de viviendas, tumbas, santuarios e incluso un teatro romano. Porque como no podía ser de otro modo, Roma también pasó por allí. En el 63 a.C., coincidiendo precisamente con la construcción de Al-Khazneh, las tropas de Pompeyo conquistaron las regiones nabateas. Por fortuna, no fue una anexión demasiado dura, ya que permitieron cierta independencia a la gente de Petra. A cambio, eso sí, de que pagaran impuestos a Roma. Con la muerte del último rey nabateo, Rabbel II Soter, Trajano se hizo ya del todo con la región.

Petra seguiría siendo un enclave de importancia por su privilegiada situación geográfica, pero ya nunca recuperaría su esplendor pasado. Pasó a formar parte del Imperio bizantino, que erigió diversas iglesias cristianas, aunque para entonces la actividad económica fruto del comercio había descendido tanto que se fue despoblando. La puntilla final vino con el terremoto del año 363 que, según Cirilo, obispo de Jerusalén, destruyó la mitad de la ciudad. A partir de entonces, el mundo prácticamente se olvidó de Petra, salvo por los cruzados (de ahí el mito del Santo Grial escondido allí), hasta que fue redescubierta en el siglo XIX por el viajero suizo Jean Louis Bruckhardt. Y así fue como esta fabulosa maravilla volvió a la vida.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

  • Reyes

    Qué interesante! Qué documentación tan precisa y completa! Qué gran trabajo detrás!
    Tengo una cuestión, cuándo dice nabateos de origen árabe, los árabes, Arabia, no apareció hasta principios del S.XX…
    Cuando dice Árabe quiere decir Persa? Los Persas , los procedentes de los Califatos Omeyas de Damasco fueron cristianos ortodoxos antes que musulmanes. Mahoma nació en el año 300 después de Cristo, la contra religión cristiana surgió cuando él ya se había casado dos veces y había creado un movimiento guerrillero entre las tribus nómadas de la zona de la península Arábiga.
    Siempre hay confusión en estos términos establecidos . Yo me lío. Gracias.Un cordial saludo.

  • Reyes

    Por eso Moisés no llegó a la tierra prometida pero sí la mayoría del resto? Gracias.

  • María del Carmen.

    Estuve, hace poco En Jordania, y visité, Petra, impresionante, su artículo me ha gustado mucho.

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Escritor y creador del Método Pen

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