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¿El corrector ortográfico de Word es fiable?

Ahhh, aquellos tiempos en que el autor escribía al ritmo machacón de las teclas de la máquina de escribir tradicional. Muchos de los que asistís a mis talleres literarios quizás jamás hayáis pasado por ello, pero os aseguro que era un auténtico… coñazo. Sí, tal cual. La nostalgia suele jugarnos malas pasadas y recordarnos las cosas de una manera demasiado bucólica. Porque yo todavía me acuerdo de que cada vez que cometías un error ortográfico tenías que cubrirlo con ese líquido corrector llamado tippex (por asociación con la empresa más famosa que aún hoy la comercializa). No lo hecho de menos ni siquiera un poquito. La tecnología ha facilitado mucho el trabajo de los escritores. Ahora contamos con herramientas como los ordenadores, los procesadores de textos y aquello de lo que hablaremos hoy: el corrector ortográfico. Nuestro trabajo no sería igual sin él. Sin embargo, ¿hasta qué punto podemos fiarnos de él?


El corrector ortográfico: una herramienta imprescindible

Ya sabéis lo que me gusta el aspecto histórico de las cosas de las que hablo, así que un par de curiosidades: aunque los primeros correctores ortográficos nacieron casi a la par que los ordenadores, en los años 70, no fue hasta los 80 que apareció en MS-DOS el primero en el idioma español, y tuvo un nombre la mar de apropiado: Escribién. Luego, con el auge de los procesadores de textos, entre los que triunfaría las distintas ediciones de Word, se fueron incluyendo correctores ortográficos en todos ellos. Bueno, en realidad al principio no eran correctores ortográficos como tales, pues no corregían nada. Ni siquiera te mostraban la alternativa correcta, simplemente te indicaban que la palabra no estaba bien escrita.

Ahora no entenderíamos escribir sin esta fabulosa herramienta. Nos hemos acostumbrado a ver esos subrayados o resaltados en rojo, hasta el punto de que tendemos a acomodarnos y confiar en lo que nos dice el corrector ortográfico. Y ahí es cuando surge el problema, en que esa confianza nos ciegue y nos incite a ceder nuestra responsabilidad como escritores en un programa informático que de infalible no tiene nada. Os lo voy a demostrar con ejemplos.

ordenador antiguo


El corrector ortográfico, un trilero ocasional

Algunos de los errores que nos provoca el uso de un corrector ortográfico se entienden mejor si nos paramos a pensar en cómo funciona. Estas aplicaciones no son más que «comparadores» encargados de comprobar si cada palabra que escribimos existe en el diccionario. Si es así, entonces no la marca como incorrecta, pero en caso contrario actúa: según la configuración del procesador, te indicará el posible error o, además, tal vez te proponga un término que considere más adecuado. Los correctores más modernos, además, también tienen en cuenta la gramática.

Pero lo que todavía no saben hacer, al menos no de manera infalible, es analizar la semántica. ¿De qué te estoy hablando? Pues de manera muy, muy resumida, la semántica se centra en que las frases tengan sentido. Y eso depende mucho de la interpretación subjetiva, algo que a un programa informático le viene grande (de momento, porque la IA está avanzando a pasos agigantados). Os pongo un ejemplo muy sencillo de entender a través de una frase tan simple que os hará enrojecer:

«El pobre hombre se apoyó en el callado antes de empezar a caminar.»

Bien, seguro que lo veis. Yo también, os lo aseguro: he escrito «callado» cuando debería haber utilizado «cayado». Pero mi procesador de textos (donde preparo los artículos antes de subirlos al blog) no me ha indicado ningún tipo de error. Esto es justo a lo que me refería. El corrector incorporado analiza palabra por palabra. Al llegar a «callado», ha interpretado que en efecto es una palabra que existe, un adjetivo derivado del participio del verbo «callar», y por tanto no le llama la atención. El corrector no se para a pensar en si este término es el adecuado para el contexto en el que yo la he puesto. Es como si un programa analizara la siguiente imagen de un tortufante (muy ingenioso, ¿verdad?): vería la cabeza de elefante y el cuerpo de tortuga, y como ambos animales existen, no marcaría que es un montaje fotográfico.

corrector que engaña

Algunos errores comunes del corrector ortográfico

Y ahora imaginad que esta fuera una frase de una novela que estoy escribiendo. Llevo horas dándole a la tecla, metido por completo en desarrollar la historia, estoy cansado, tengo la vista agotada y mi atención no está al cien por cien. La posibilidad de que cometa un desliz y no lo advierta es real. No pasa nada, para eso está el proceso de revisión. Pero si deposito todas mis confianzas en el corrector de mi procesador, quizás entonces tampoco repare en este pequeño gazapo, al no ver ninguna marca.

La mayoría de fallos debidas al corrector ortográfico vienen dadas por este tipo de confusiones de palabras similares: mas o más; apagar o a pagar; baca o vaca… Simples fallos de tecleado por nuestra parte, producto del cansancio o el atolondramiento propio del proceso de escritura (cuando la inspiración nos consume, momento en el que jamás hay que pararse a corregir), y que para nada son indicativos de que un escritor sea mejor o peor. Os prometo que le pasa tanto a los alumnos de mis talleres de escritura como a los lectores más renombrados. Pero a veces también ocurre lo contrario, que el corrector indica fallos que no existen en realidad. Es muy habitual con las concordancias. Por ejemplo, al escribir «tuvieron que embarcar en un viaje juntos», me subraya «un viaje juntos» y me sugiere dos opciones supuestamente correctas: «un viaje junto» o «unos viajes juntos».

corregir novelas


Conclusiones

¿Cómo podemos conseguir que el corrector ortográfico de nuestro procesador de textos no nos engañe? Pues sólo hay una manera: prestar atención, mucha atención. Sobre todo durante el proceso de revisión que le hagamos a nuestros borradores. Nunca deis por bueno lo que el corrector haya marcado o dejado de marcar, no caigáis en la vagancia. Por muy aburrido que sea el proceso de revisión, nos toca leer con lupa, palabra por palabra, para detectar nuestros fallos como no puede hacerlo ningún programa informático. Porque, y esto se lo digo mucho a los alumnos de mis cursos de narrativa, escribir es sólo un tercio del trabajo del escritor. Los otros dos tercios son la planificación y la corrección. Y esta no puede hacerla una máquina por ti.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

  • Mariana Figueroa

    Gracias por tan importante información. La realidad es que no me fio completamente del corrector de word, a veces me quiere obligar a poner un acento donde no va o los deja pasar. Siempre verifico párrafo por párrafo antes de imprimir el documento. Pero lo que odio es ver las marcas rojas o azules indicando errores cuando en realidad no lo son. Me vuelve loca, por lo que hago es añadir la palabra al diccionario para evitar ver las marcas rojas o azules. Uso muchas palabras de otros idiomas que son marcadas en rojas y a veces hasta las cambia por sí mismo.

  • Javier Beltrán Talamantes

    fantástico.
    Muy cierto. O estas muy atento y te lo trabajas o nada que hacer.

    Tanta razón tienes que en las dos líneas anteriores , no ha detectado tres errores que da por buenos mi procesador.
    Gracias por tus aportaciones, tan prácticas y acertadas.

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Teo Palacios

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