El mes pasado iniciamos una nueva serie de artículos históricos en el que comparábamos a personajes reales de la Historia con sus contrapartidas en el cine. Por supuesto, no podíamos empezar con otra película que no fuera «Gladiator» y su gran villano, el emperador Cómodo. Difícil estar a la altura, ¿verdad? Pero no es una tarea imposible, porque si la obra de Ridley Scott es monumental, aquella de la que vamos a hablar hoy no se queda atrás. Pues el personaje que vamos a retratar es el protagonista de la obra maestra de uno de los mejores directores de todos los tiempos, Steven Spielberg. Me refiero, por supuesto, a «La lista de Schindler» y a aquel que le da nombre, Oskar Schindler.
Tabla de contenidos
Toggle
Schindler en la película
No hay ninguna duda de que estamos ante un personaje cuya vida merecía una película. Película, por cierto, inspirada en una novela, «El arca de Schindler», escrita en 1982 por Thomas Keneally. En la pantalla grande, Schindler fue interpretado por un Liam Neeson al que todavía no le habían secuestrado a ninguna hija ni andaba machacando delincuentes para recuperarla. Su papel en «La lista de Schindler» era de hecho opuesto al del tipo duro: vemos a un hombre que empieza con una alta carga de prepotencia debido a su elevada condición social, pero que rápidamente comprende el horror desatado por el Partido Nazi, su propio partido. Y a partir de ahí tenemos a un individuo comprometido, bondadoso por completo, sin mácula alguna. La pregunta es ¿qué hay de verdad en el personaje de la película?
Schindler en la vida real
Por fortuna, la respuesta es que hay mucho del auténtico Schindler en el personaje desarrollado por Steven Spielberg. Nació en el todavía Imperio Austro-Húngaro, y a los 27 años se unió al Partido Alemán de los Sudetes, afín a los postulados nazis que ya se proclamaban en aquel 1935. Dicha cercanía ideológica fue tal que Schindler se convirtió en un informante de los nazis en Checoslovaquia. Eso y las deudas que había contraído debido a sus problemas de alcohol, que logró saldar gracias a este trabajo. Vamos, que fue un espía encargado del aparato de inteligencia nazi en su país, algo que en la película no se refleja, y por lo que acabó encarcelado.
No estuvo mucho tiempo entre rejas, pues en 1938 Alemania invadía Checoslovaquia y lo liberaba. Agradecido y convencido de las líneas políticas de Hitler y los suyos, Schindler se unió sin dudarlo al Partido Nazi. Sin embargo ya no volvió a ejercer de agente secreto, si no que prefirió aprovechar el apoyo alemán para comprar una fábrica en quiebra. Como dicha empresa, situada en Cracovia, había pertenecido a un consorcio de judíos, la mayoría de trabajadores que contrató fueron de dicha comunidad. Pero si al principio los mantuvo no fue por ningún gesto de bondad, si no porque sencillamente eran mano de obra mucho más barata que el resto de alemanes.
Schindler durante la guerra
Cuando estalló el Holocausto, Schindler se encontró de pronto en una situación muy delicada. Sus compañeros nazis empezaron a reunir a los judíos para llevárselos a los campos de concentración, lo cuál podía llevar a la ruina a su fábrica: de los 1700 empleados, más de un millar eran judíos. Así que ideó una estrategia para mantener a toda la plantilla: gracias a sus contactos con el Partido Nazi, consiguió un contrato para la fabricación de pertrechos destinados a las tropas alemanas. Pero la jugada maestra fue convertir la fábrica en su propio campo de concentración, al menos de cara a los nazis, en el que él mismo era el director. Aquel movimiento tan brillante, unido a los sobornos a los oficiales nazis que acudían a inspeccionar la fábrica, mantuvo a salvo el negocio y, de paso, a sus empleados judíos.
Pero lo que empezó como un movimiento egoísta para mantener su emporio pronto tomó una deriva distinta. La barbarie del exterminio judío escaló de tal manera que, al fin, horrorizó incluso a muchos miembros del Partido Nazi. Schindler fue uno de ellos. Aunque hay voces disidentes que afirman que el empresario actuó por cuestiones egoístas (como la de su esposa, Emily, que además lo acusó de mujeriego e infiel), eso no explicaría por qué en un momento dado empezó a contratar a más trabajadores judíos de los que en realidad necesitaba. Muchos de ellos eran incluso personas con discapacidad o niños. Llegó a un punto en que los sobornos a los oficiales nazis eran tan altos que Schindler tuvo que echar mano de su patrimonio personal.
Conclusiones
Schindler no se libró de ser encarcelado ante las sospechas de simpatizar con los judíos, pero sus contactos le sirvieron para salir en libertad. Lejos de escarmentar, trasladó la fábrica a Brünnlitz para evitar su clausura ante el avance soviético. Fue entonces cuando escribió la famosa lista que da nombre a la película: mil doscientos nombres, todos sus trabajadores y varios de otra factoría, que lo acompañaron a la nueva ubicación y se salvaron así de ser exterminados. En los últimos meses de la guerra, el empresario tuvo que comprar munición en el mercado negro con la que justificar la utilidad de la fábrica. De este modo, Schindler y sus protegidos resistieron hasta que el Ejército Rojo y los Aliados entraron en Berlín y provocaron al fin la rendición de Alemania.
Como podéis comprobar, la historia con la que Spielberg nos emocionó es bastante fiel a la realidad histórica. A pesar de ello, la figura de Schindler también tuvo sombras. Fue un mujeriego reconocido que tuvo diversas amantes, y abandonó a su mujer en 1958, a la que dejó en Argentina casi en la pobreza. Debemos tener en cuenta que nadie es bueno o malo del todo. Pero lo que importa, al final del camino, es hacia qué lado se inclina la balanza.
Gracias por compartir sus conocimientos.
Buenisima y muy interesante toda la información, Los personajes de carne y huesos con pasiones y bondades.