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El amor en la literatura: como utilizarlo

No sé vosotros, pero a mí me cuesta mucho entender una novela sin la presencia del amor romántico. Al fin y al cabo, estamos hablando del sentimiento que mueve el mundo. ¿Se puede construir una historia de corte literario sin mencionar el amor? Pues sí, es posible, pero también poco realista y, con sinceridad, no muy apetecible. Estamos ante uno de los recursos que más drama aporta. ¡Qué grandes historias han nacido al amparo de esta emoción! El amor en la literatura es importantísimo. Sin él no tendríamos Romeo y Julieta, ni el amor no correspondido de Aragorn hacia Eowyn, o nos habríamos perdido el tormentoso romance entre Catherine y Heathcliff en Cumbres Borrascosas. Pero el amor tiene ciertas reglas no escritas que hay que tener en cuenta si queremos desarrollar una buena historia.


El amor según el tipo de personajes

Aunque el amor es un sentimiento universal, no todo el mundo lo concibe igual. Y esto es algo que cobra una dimensión superlativa cuando hablamos del uso del amor en la literatura. Depende mucho de la construcción del personaje, tanto física como psicológica o social. Vamos a poner un ejemplo muy conocido. En Madame Bovary, de Gustave Flaubert, la protagonista vive un matrimonio aburrido y que desde luego no la satisface en modo alguno. Su situación de insatisfacción permanente, de constante deseo por romper los barrotes de la alta sociedad, le lleva a buscar la libertad a través de diversas relaciones adúlteras, que no son más que un pretexto para buscar el amor idealizado. Por tanto, el modo en que el personaje percibe ese sentimiento depende del desarrollo personal de la protagonista.

Otro ejemplo perfecto del buen uso del amor en la literatura, y que no se entendería igual con otros personajes, lo podemos encontrar en el clásico Desayuno en Tiffany’s. En esta obra maestra, cuya adaptación a la gran pantalla no le iba a la zaga a pesar de las variaciones, asistimos al «no amor» entre el narrador protagonista, Fred (un trasunto del propio Truman Capote), y la muchacha de sus desvelos, Holly Golightly. El desarrollo de Holly es una auténtica lección de cómo ir desgranando poco a poco la personalidad de un personaje, y cómo eso afecta a la relación entre ambos. La aparente despreocupación de Holly, que esconde mucho más de lo que parece, condiciona la obsesión que el escritor protagonista acaba desarrollando hacia ella.

el amor y los personajes


El amor según el contexto

El tapiz en el que vamos a desarrollar nuestra historia de amor también es un condicionante que puede resultar, en algunos casos, más importante que los propios personajes. De hecho, en ocasiones es lo que mueve la historia de amor. Abundan los romances basados en las diferencias sociales entre los amantes, como los amoríos entre un esclavo y la hija del dueño de una plantación en la América esclavista; o entre un católico republicano y una protestante unionista en la Irlanda del Norte en la Belfast de los años 70; o esa pareja que no puede estar junta porque sus familias están mortalmente enfrentadas (sí, ya sabéis de cuál hablo).

También podemos encontrar un desafío a las costumbres de las épocas, algo clave en las novelas históricas. Entre estos tendríamos a esas personas que no pueden amarse debido a las reglas sociales. Sería el caso de una muchacha de la antigua Roma que se enamora de un chico distinto a aquel con el que su padre quiere emparejarla. Un caso habitual, ya que por desgracia las sociedades antiguas solían arrebatar a las mujeres la posibilidad de elección. Y vaya si eso ha creado conflictos narrativos en la literatura. Es importante en este caso no caer en el presentismo y dejar muy claro que estos comportamientos liberales son una excepción a una regla, y no normalizarlo. Justo como hago yo con el personaje de Wallada en mi novela La predicción del astrólogo.

El amor en la literatura: contexto


El amor según el lector target

Por último tenemos un aspecto que muchos autores primerizos no cuidan. Sí, ya sé lo que suele decirse: que el primer lector en el que el escritor tiene que pensar es en sí mismo. Si no escribimos nuestras historias para que nos gusten, seguro que tampoco convencemos a otros lectores. Pero aún así hay que pensar también en nuestro público, al que en el mundo del marketing se conoce como target. En lo que a lo que estamos tratando en este artículo, nos referiríamos a tratar las relaciones amorosas de nuestras historias de acuerdo al público al que pretendemos llegar. Y esto es muy sencillo de entender con un ejemplo.

Estaréis de acuerdo que no se puede construir igual la historia de amor entre Francesca y Robert, los protagonistas de Los puentes de Madison, que la relación que comparten Bella y Edward en Crepúsculo. La primera es una obra con un público más adulto y maduro, cuya experiencia vital del amor es muy distinta a la que tienen los lectores de la famosa saga de vampiros. Aunque las emociones y sentimientos sean similares en lo básico, la recreación tiene que ser distinta por fuerza tanto por la situación personal de los personajes (como decíamos en el primer punto) como por el público al que va dirigido.

El amor en la literatura: lectores


Conclusiones

Como veis, y esto no os lo dirán en muchos talleres para aprender a escribir, hasta algo tan común como las situaciones amorosas de nuestros personajes tiene matices que deben ser cuidados lo máximo posible. Porque aunque el amor es un sentimiento muy simple en el fondo, el amor en la literatura no lo es tanto, si queremos que resulte creíble y atractivo para el lector.

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

  • Ileana Oana

    Sii pero el amor de hablas la gente de hoy no lo conoce este amor paso hace muchísimos años

  • Ligia jaén.

    Excelente comentario sobre el amor en las novelas. Es importante tenerlo en cuenta, sobe todo para, los que como yo, escribimos novelas románticas. Agradecida.

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Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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