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Los bandoleros en la novela histórica: ¿héroes o villanos?

Hoy me he levantado con ganas de romperle la ilusión a más de uno. Sí, tal como leéis: voy a desmontar el mito de los bandoleros en la novela histórica.

Pero antes de descuartizar a semejante personaje de nuestra afamada literatura, entendamos de dónde surgieron tales galanes y porqué se ha romantizado tanto a los bandidos en la novela histórica.

Los orígenes de los bandoleros

 Estos personajes tan novelados, tuvieron su momento de esplendor durante la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII. Esto no quiere decir que no existieran antes ni que se borrasen del mapa después. Simplemente, en el periodo de tiempo que abarcan esos dos siglos, fue cuando más extendido estuvo el bandidaje en España. Una de las regiones más afectadas por estos malhechores fue Cataluña. ¿Por qué? Porque en el Principado, el bandolerismo, además de ser un modo de vida para los pobres desdichados despojos de la sociedad, como eran galeotes fugados, soldados desertores, delincuentes franceses que buscaban refugio allende los Pirineos, o simples bandidos con afán de pillaje, fue utilizado y promovido como movimiento político-social.

Si nos remontamos un siglo atrás, vemos que Cataluña es un pueblo conocido por ser violento y peligroso. Los payeses iban muy armados desde las guerras remensas (s. XV). Pensemos que, por medio millar de catalanes, se contabilizaban más de un millón de pedernales (arma de uso común en la época).

La nobleza catalana acabó hundida después de dicho conflicto, debido a que el imperio castellano no le daba privilegios ni les dejaba ir a las Américas a hacer fortuna (algo reservado exclusivamente para los hidalgos castellanos).

Había bandoleros de todo tipo: unos vestidos lujosamente con cadenas de oro y gorros de plumas, que podrían parecer nobles, y otros ataviados con espardenyes (alpargatas) de cáñamo y boinas con rayas de colores, como los payeses. Influía en su indumentaria la facción político-social a la que representaban. Por un lado, tenemos a los nyeros, que servían a los señores feudales del campo y la montaña, con una clara inclinación política más cercana a los franceses que al imperio castellano. Por otra vertiente, nos encontramos con los cadells, bandoleros que apoyaban al arzobispado y la monarquía castellana, defensores de los señores de ciudades y villas.

En esa época, en Cataluña, ser de un bando u otro era una cuestión generacional que pasaba de familia en familia, y donde se rivalizaba entre ellos como si de los Capuleto y los Montesco se tratase.

¿Por qué se ha romantizado tanto a los bandoleros en la novela histórica?

 Para responder a este punto, tenemos que hablar de uno de los grandes bandoleros de la historia española y catalana: Perot Rocaguinarda.

Vamos a recurrir al mismo Miguel de Cervantes, quien, en su obra maestra, Don Quijote de la Mancha, relata las aventuras del famoso hidalgo en su encuentro con dicho bandolero y lo que este, entre otras cosas, le dice de sí mismo:

“Nueva manera de vivir le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras; nuevos sucesos, y todos peligrosos, y no me maravillo que así le parezca, porque realmente le confieso que no hay modo de vivir, más inquieto ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en el no sé qué deseos de venganza que tiene fuerza de turbar los más sosegados corazones; yo de natural soy compasivo y bien intencionado; pero, como tengo dicho, el querer vengarme de un agravio que se me hizo… (…) no estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tiene más de compasivas que de rigurosas.”

Con esta supuesta conversación (nunca sabremos si fue real, basada en un encuentro entre  Miguel de Cervantes y el mismísimo Rocaguinarda, o pura imaginación del escritor), mantenida por el más famoso hidalgo de nuestra literatura con el legendario salteador, atamos cabos de porqué se ha idealizado a los bandoleros en la novela histórica como héroes del pueblo que, por agravios y ofensas, se dedican a semejantes vicisitudes, como robar, secuestrar e incluso matar, pero no porque quieran o con ello disfruten, sino por defensa del honor y como reparación de agravios y desigualdades. Vaya, el yerno ideal de cualquier suegra. No me digáis que no.

Tal como ha pasado a lo largo de la historia, las novelas históricas, en ocasiones, han sido los motores para convertir personajes reales en leyendas. Aquí podéis leer otro ejemplo.

Entonces, ¿qué fueron los bandoleros? ¿Héroes o villanos?

 Se ha demostrado, a base de mucha investigación, que esas interpretaciones de los bandoleros en la novela histórica, como la de Miguel de Cervantes, u otras, como las de Lope de Vega o Tirso de Molina, probablemente se alejan bastante de la realidad histórica, y que dichos personajes tenían más de villanos que de héroes. Lo cierto es que todos los escritores tenemos nuestras aficiones, y quizás ellos tenían la de idealizar a estos delincuentes en sus relatos.

Siento decepcionaros, pero los historiados han llegado a la conclusión de que, lejos de ser leyendas de solidaridad con el pueblo, eran cómplices de nobles, señores feudales e, incluso, autoridades locales. En lugar de tildarlo de bandolerismo social, podría decirse que eran actividades delictivas de grupos sociales.

Aunque son conocidas diversas noticias de saqueos con participación popular, en la mayoría de los casos, el producto de los robos no fue destinado al pueblo.

En 1890, el historiador Julià de Chia cerraba el tema con estas palabras:

“Seamos francos y no nos empeñemos por mero espíritu de provincialismo en querer justificar lo que no tiene justificación alguna. No queramos cubrir con el manto protector de la política las abominaciones de los bandos y las atrocidades de los bandoleros”

Conclusiones sobre los bandidos en la novela histórica

Por tanto, podemos concluir que, mal que les pese a algunos (entre los que me incluyo, pues soy una enamorada de las historias de estos personajes), los bandoleros en la novela histórica tienen más de leyenda que de realidad. La mayoría de ellos ni fueron robinhoods ni salvadores del pueblo, sino violentos salteadores que nutrieron ejércitos privados al servicio de una red mafiosa de importantes personalidades locales.

Y dicho esto, solo puedo añadir que los bandoleros en la novela histórica seguirán siendo héroes, y, en la historia real, villanos. Porque de eso va la literatura, amigos: de soñar, de inventar, de idealizar.

Hasta el próximo artículo y… ¡Gracias por leerme!

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Sobre mí

Teo Palacios

Hace 10 años yo era como tú, un autor más con una novela bajo el brazo que nadie quería publicar. Hoy tengo cinco novelas publicadas por editoriales internacionales en ocho países, tengo firmados los contratos de dos novelas que aún no he escrito y ¡vivo de la literatura!

Teo Palacios

Escritor y creador del Método Pen

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