Hoy te toca visita a tu librería favorita. Saludas al librero, que como cada vez que acudes te recomienda las novedades que sabe que te pueden gustar. Pero por ahí también ronda un libro que te llama la atención. Es inevitable que destaque, ya que tiene un montón amontonados. Aunque no fuera así, lo reconocerías porque es ese libro del que no paras de oír hablar: en las redes sociales, en los blogs literarios… ¡Incluso en la televisión! Es el gran bombazo de la temporada, el superventas que nadie esperaba. O no. Porque aunque no te lo creas, este tipo de éxitos no siempre son cosa del azar. Detrás de ellos puede estar una figura enigmática del mundo del libro, un auténtico agente secreto que ríete tú de la CIA. Pero hoy los vamos a sacar a la luz en este artículo. Me refiero a los scouts, los espías literarios.
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Los scouts, cazatalentos en la sombra
Pues sí, quizás sea la mejor manera de definirlos: los scouts son cazatalentos cuyo trabajo se centra en encontrar el próximo gran éxito literario. Y estaréis pensando que bueno, que eso es lo que hacen los editores. Sí y no. Porque un editor tiene muchas más tareas que simplemente buscar éxitos que publicar. Los editores son algo así como administradores cuya máxima preocupación es conseguir que un libro sea una realidad física, y eso les obliga a preocuparse de infinidad de cuestiones: encontrar un autor nuevo, sí, pero también organizar el trabajo del corrector, el traductor, el portadista, el maquetador… Vamos, que le queda más bien poco tiempo para ir buscando a su próximo autor. Por eso valoran tanto a los agentes literarios, que ya les sirven de filtro a la hora de valorar las propuestas literarias que les llegan.
Por tanto, los editores, aunque estén al tanto de la situación del mercado literario, no pueden centrarse exclusivamente en analizar lo que está de moda. Pero hay alguien que sí. Los scouts representan una figura dentro del gremio que está especializada en analizar las tendencias editoriales y comerciales, y sobre ellas valorar ese tipo de historias con potencial para convertirse en grandes éxitos. Se pasan los días investigando en todos los mercados editoriales del mundo para ver si lo que funciona en un país puede hacerlo también en otro, y cuando encuentran un posible bombazo, se lanzan a por él como si de tiburones se tratara. Pero tú, mi querido lector, jamás sabrás que han estado ahí, detrás del éxito de ese libro que sostienes ahora en tus manos.
La jungla de papel
Los scouts son lo que consideramos «agentes libres». Sus clientes no son los autores, por supuesto, sino las editoriales y en menor medida las agencias literarias. La mayoría de ellos no son novatos en el gremio: editores, agentes literarios, periodistas, críticos… Tienen experiencia de muchos años, y lo que es más importante si cabe, una red de contactos enorme, kilométrica, forjada a pulso de pasearse por las ferias internacionales. Para ellos, un viaje a Frankfurt es como un día en la oficina.
Eso sí, no suele gustarles estar en el candelero mediático, hasta el punto de que prefieren trabajar en la sombra, de ahí todo el hermetismo que suele rodear su trabajo. Buscan la discreción, algo en realidad bastante habitual en el mundo editorial, donde los distintos profesionales que intervienen en la elaboración de un libro suelen pasar desapercibidos. Salvo, como mucho, el autor, por supuesto. El motivo de tanto secretismo resulta obvio: es un trabajo muy competitivo, y aunque entre ellos todos se conozcan, la realidad es que si uno de ellos puede arrebatarle un posible superventas a un compañero, no dudará en hacerlo. Son negocios, ni más ni menos, y ellos depredadores en mitad de una jungla donde escasean las presas.
Cómo trabajan los scouts
Generalmente la labor de los scouts es una constante lectura de manuscritos. ¿Decenas? Ya querrían ellos que con eso bastara. Al cabo del año pueden estar leyendo entre doscientos y quinientos, si sumamos lecturas profundas y simples vistazos. Recordad siempre una cosa: a los scouts no les importa en absoluto la calidad literaria de las obras que caen en sus manos. Eso se lo dejan a los editores de líneas y sellos no comerciales. A un scout lo que le importa es si esa historia aún por publicar, o publicada en un país diferente al que ellos representan, puede ser un éxito. Si eres un romántico defensor de la alta literatura, siento decirte que nunca serás un buen scout.
Pero lo bueno empieza cuando, a través de sus contactos o de su propio análisis de un mercado concreto, los scouts descubren una obra literaria con potencial para ser comercial. En ese momento, se pone en marcha la caza: llamadas telefónicas, e-mails, videoconferencias… El scout empieza a pulsar todos los hilos a su alcance para valorar si ese manuscrito que le ha llegado puede ser vendible a una de las editoriales para las que trabaja. Debe hilar fino, ya que es mucho más fácil perder la confianza de las editoriales que ganarla.
Los scouts, creadores de tendencias
Para los scouts es fundamental adelantarse a las modas. Cuando estalló el boom de Cincuenta sombras de Grey, aparecieron infinidad de novelas clónicas. Y lo mismo ocurrió cuando Dan Brown destrozó las listas de los más leídos con El código Da Vinci. Ni hablemos de Harry Potter. ¿Pero cuántas de estas copias baratas repitieron el éxito de las obras en las que se basaron? Exacto: cero. Por eso los scouts no pueden trabajar a rebufo del éxito. Deben ir siempre un paso por delante, lo cuál exige un profundo conocimiento del mercado.
Y aún así, es casi imposible lograrlo. ¿Alguien esperaba que Harry Potter fuera un fenómeno mundial? Fue algo completamente imprevisto. La única manera de preverlo un poco es mediante esa mezcla entre el conocimiento, el análisis de la información y una buena porción de intuición. Algo que, a diferencia de las técnicas literarias que un escritor puede aprender en un curso de escritura creativa o en un taller de narrativa, no se aprende en ningún sitio. Se tiene o no se tiene.